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MARÍA EDWARDS: / AZUL

La Galería Patricia Ready presenta hasta el 19 de abril la exposición / Azul, de María Edwards (Santiago, Chile, 1982), en la que música y estrellas se conectan a través de construcciones móviles, pizarras y composiciones a partir de objetos encontrados. Con esta nueva serie de trabajos, la artista genera encuentros entre el mundo de la ciencia y el arte, algo que viene caracterizando su práctica.

El punto de partida de la exposición fue el encuentro de la artista con el libro Les Merveilles Célestes (1867), del astrónomo francés Camille Flammarion (1842-1925), encuadernado con un azul profundo e ilustrado con 46 viñetas y dos láminas. Una de estas ilustraciones, que representa un mapa del cielo, así como sus conversaciones con el músico y astrónomo francés Pierre Cox, inspiraron a la artista a buscar la forma de traducir el cielo nocturno a una partitura para, en sus propias palabras, “hacerlo aprehensible en otro lenguaje, el de los sonidos y el silencio”.

Con su obra, Edwards busca abrir un espacio a la contemplación, suspender de alguna forma el tiempo, para notar lo que aparece entre el vacío y el silencio. Un espacio en donde el orden y coherencia de las cosas surge en la relación de unas con otras. En la comunión de las partes que forman el conjunto, en la unidad del todo.

La exposición ha contado con varias activaciones a cargo del compositor chileno-canadiense Daniel Larraín, y del compositor e intérprete chileno Juan Pablo Ábalo, a través de las proyecciones para piano del mapa del cielo realizadas por cada uno de ellos.

Vista de la exposición «Azul», de María Edwards, en Galería Patricia Ready, Santiago de Chile, 2023. Foto: Antonia Izquierdo

LA LEVEDAD DEL VACÍO

Por Héctor Soto

El arte de María Edwards está suspendido en la ingravidez del espacio y en la persistencia del tiempo. Sus trabajos, que son leves y parecen frágiles, remiten a líneas que unen puntos distanciados y que dibujan lo que parece ser la trama universal del firmamento y el misterio inscrito de los cuerpos celestes. Como ahí, en el espacio exterior, hay un orden, unas regularidades, una alternancia y unas luminosidades que la astronomía ha tratado de explicar desde la noche de los tiempos.

No es extraño que tanto la fe como la ciencia hayan buscado explicaciones en esos fenómenos, no solo para entender cómo funciona el universo, sino también bajo qué códigos discurre la vida. Si, como lo sospechó la filosofía presocrática, es verdad que arriba las cosas ocurren ordenadamente, no habría razón para que las de acá abajo no respondan a la misma legalidad. El problema es que esta lógica no se revela de buenas a primeras. Hay que salir a encontrarla por la vía de búsquedas recurrentes e incesantes.

Como artista visual, María Edwards trabaja sobre la experiencia de la contemplación. La suya es una mirada que se sale tanto de la muchedumbre como de la contingencia. Solo desde el aislamiento y desde la majestad de espacios abiertos e inconmensurables, que están en la bóveda astral pero también en los atardeceres del desierto del Norte de Chile, su arte puede formular los emplazamientos que propone.

En esto no se diferencia mucho de lo que hacen los astrónomos: observar y medir, proyectar y calcular. Solo que a ella no la guían ni los telescopios ni los observatorios espaciales. La guía la intuición y la resuelta confianza respecto a que el orden celeste tiene, o podría tener, o debería tener, un correlato aquí abajo, en función de un estatuto que podría ser desentrañado interrogando a la línea, a los movimientos pendulares, a la música, a la ciencia o a las matemáticas.

Los temas de la obra de María Edwards dan cuenta de cielos cartografiados, de líneas que unen, de paralelas que se tensan, de péndulos que oscilan y de objetos sobrevivientes que desafían las leyes de la física, flotando inertes en la levedad del vacío.

Vista de la exposición «Azul», de María Edwards, en Galería Patricia Ready, Santiago de Chile, 2023. Foto: Antonia Izquierdo

También son fundamentales en su quehacer las experiencias de la búsqueda y del encuentro. Varios trabajos suyos incluyen piezas mecánicas en desuso, cuerdas, engranajes y restos de artefactos. Las referencias a la música en su producción pasan no solo por las líneas del pentagrama sino también por las vibraciones y resonancias a través de las cuales los cuerpos celestes parecieran conversar.

Las creaciones de esta artista comparten varios rasgos intransferibles. Primero, una extremada prolijidad artesanal. También, un sugerente poder evocador para unir metafóricamente pasado, presente y futuro. Y, no en último lugar, una serena dimensión de trascendencia que conecta más con las verdades del camino que con las eventuales quimeras del lugar de destino.

El trabajo de María Edwards es contenido y enigmático. Su proyecto es al mismo tiempo abstracto y conmovedor. Su arte hace jugar los conceptos de levedad y peso, también los de densidad y vacío, en el rescate de una cosmología que intrigó a magos y astrónomos, que inspiró a sacerdotes y chamanes, que guio a navegantes y confundió a extraviados y que nos sigue interpelando a mirar lo que somos: un instante en la majestad interminable del espacio, una chispa en la perspectiva inmemorial de los tiempos.

Vista de la exposición «Azul», de María Edwards, en Galería Patricia Ready, Santiago de Chile, 2023. Foto: Antonia Izquierdo
Vista de la exposición «Azul», de María Edwards, en Galería Patricia Ready, Santiago de Chile, 2023. Foto: Antonia Izquierdo

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Entre el celeste de los cielos limpios y el azul profundo de los mares aterradores o del espacio infinito y desafiante, las tonalidades también son interminables. Somos seres suspendidos en nubes, vacíos, vapores, corrientes, presiones y descompresiones. A lo mejor el azul es el nombre que le damos no a un color sino a un vértigo. No a una luz que está sino a una expectativa que no está. No a un destello que refleja sino a un resplandor que nos transporta y nos atrapa. Locura de poetas, embriaguez de pintores, perdición de profetas, intriga de científicos de todos los tiempos, el universo es azul. Y azules somos todos.

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Sensación de vacío. Sensación de infinitud. Sensación de extravío. Sensación de fugacidad y pequeñez. Pero no como experiencias construidas a partir de la angustia, la desesperación o el terror. Al contrario. De lo que hablan estos trabajos es de la sensación de alivio. Hablan de serenidad, paz y conexión con verdades cósmicas. También de renuncia a la contingencia. De abandono de las subjetividades, narcisismos y mezquindades. En definitiva, de una comunión majestuosa y confiable con el universo. Somos. Estamos. El todo y la nada. Nos fundimos en un todo. ¿O nos disolvemos en la nada?

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No hay belleza que no sea del mundo. No hay belleza que no esté ahí afuera. El desafío es salir a encontrarla. Y a rescatarla del bullicio, la contaminación y las imposturas de los tiempos que corren. La belleza no necesita artificios ni maquillajes. La belleza es sencilla, inocente y simple. Aunque a menudo delicada y huidiza.

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Lo que no pueden decir las palabras a veces lo pueden decir, como solistas o en coro, las instalaciones, los objetos, los colores, las imágenes suspendidas, las pizarras con datos, las cartografías olvidadas, los mecanismos averiados, los puntos que se interconectan y los puntos en fuga.

Lo que a veces no puede decir el trabajo visual, perfectamente lo puede decir la música. Sus armonías y disonancias, sus sonidos primarios e infinitas vibraciones.

Vista de la exposición «Azul», de María Edwards, en Galería Patricia Ready, Santiago de Chile, 2023. Foto: Antonia Izquierdo

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María Edwards es una artista visual exigente, rigurosa y abstracta, como lo advierte cualquier observador del perfeccionismo de sus trabajos y obras. Más importante que eso, sin embargo, es que se trata de una artista con un proyecto de fuertes ambiciones y largo aliento. Sus insumos vienen de la búsqueda y de la contemplación. Su método de trabajo, del aislamiento y la concentración. Sus materiales, del entorno, de la búsqueda y la obsesión: todos (diagramas, mapas, notas al margen, desechos, artefactos que alguien olvidó o piezas que sencillamente sobraron) tienen el sello inconfundible de su curiosidad e imaginación.

En su mecánica creativa, primero está el objeto, la cosa o el fragmento en sí; de ahí en adelante, viene el objeto, cosa o fragmento en sus múltiples conexiones. Porque nada está realmente aislado en el mundo de María Edwards. No estamos solos. El arte como constelación y la artista como gran consteladora. Hay una secreta correlación entre cosmos y vacío, entre paisaje y piedra, entre tiempo e historia, entre pasado y porvenir, entre regularidad y anomalía, entre azar y fatalidad. En sus trabajos abundan las líneas que conectan, los planos que se anteponen o superponen, los volúmenes que se anulan o complementan, los móviles jugados a un equilibrio al mismo tiempo precario, sereno y final.

Vista de la exposición «Azul», de María Edwards, en Galería Patricia Ready, Santiago de Chile, 2023. Foto: Antonia Izquierdo

L’ ENSEMBLE.

Encuentros y conversaciones para traducir un fragmento del cielo
Mapa de instrucciones / restricciones para tocar el AZUL
/ Partituras Celestiales & Estrellas Musicales

Por Pierre Cox | Astrónomo y músico

…Todo comenzó cuando vivía en Chile, cuando dirigía el observatorio ALMA. Un día conocí a María Edwards en un evento oficial donde le entregaron un premio reconociendo sus aportes a proyectos que unen arte y ciencia. Descubrí a una persona y artista maravillosa, brillando con entusiasmo y energía, haciendo increíbles obras de arte e instalaciones, usando herramientas y medios simples con el mayor efecto e impacto. Cada pieza era como un mundo condensado en pocos detalles y que abría muchas posibilidades e interpretaciones, a partir de objetos cotidianos enlazados entre sí a través de combinaciones elaboradas, llenas de fantasía.

También hay en la obra de María una manera profunda de ver las cosas, identificando posibilidades al yuxtaponer dos objetos, dos conceptos juntos y enriqueciéndolos al hacerlo. Gradualmente, me familiaricé más con su trabajo y, desde nuestro primer encuentro, nunca dejé de admirar lo que ha producido y creado.

Un día, me mostró algo que me cambió para siempre. Era una idea muy simple, pero con profundas implicaciones (…) ¡La partitura musical se convirtió en una noche estrellada y las estrellas produjeron música!

Mis dos mundos se combinaron repentinamente en uno, un mismo universo misterioso y hermoso, ambos con la misma profundidad, vastas cantidades de combinaciones posibles y una riqueza oculta que se revela a quien se toma el tiempo de observar y escuchar, de admirar y profundizar en los sonidos de las estrellas.

Vista de la exposición «Azul», de María Edwards, en Galería Patricia Ready, Santiago de Chile, 2023. Foto: Antonia Izquierdo

Seguir construyendo sobre esta idea simple y profunda es el núcleo del trabajo actual de María. Siguiendo el progreso de este proyecto a través de muchas conversaciones e intercambios, ambos identificamos maravillosas posibilidades y propusimos nuevas ideas, enriqueciendo en cada oportunidad el proyecto y, al mismo tiempo, simplificándolo.

Uno de los conceptos básicos fue realizar una obra continua o mapa celestial que paulatinamente pasara de un imaginado y estrellado cielo nocturno, donde las estrellas pudieran verse como una partitura musical formando la base de diversas interpretaciones musicales, que se extendería magníficamente como una vasta Vía Láctea, en una re-transcripción de una obra de Bach (aquí la fuga a cinco voces en do-sostenido-menos del Wohltemperierte Klavier) mostrada como un cielo nocturno, basada en el manuscrito. En adelante, la misma obra contendría tanto los conceptos de cielo estrellado musical como las partituras celestiales.

Los mapas publicados en los libros de Camille Flammarion, en particular en su libro con el maravilloso título, Les Merveilles Célestes, fueron una fuente constante de inspiración a lo largo de nuestras conversaciones, y tratamos, a través de nuestros intercambios de un continente a otro, de encontrar soluciones que pudieran transmitir tanto la complejidad como la simplicidad de un cielo nocturno estrellado y de una partitura.

La obra que hoy se muestra es enteramente de María, quizás incluso la María “por excelencia”, reuniendo en una sola vista toda la riqueza y los aspectos mágicos de su pensamiento, la profundidad de su sensibilidad y la comprensión de las bellezas naturales que nos rodean. A lo largo de este tiempo, he estado feliz de participar en este largo proceso y compartir mi modesto entendimiento y conocimiento tanto del mundo musical como de nuestro universo.

Para concluir este breve texto que acompaña a la obra celestial de María, reproduje la fuga a cinco voces de Bach representada como Vía Láctea. Como dijo Jean Sibelius: “La música comienza cuando termina la posibilidad del lenguaje”.

Vista de la exposición «Azul», de María Edwards, en Galería Patricia Ready, Santiago de Chile, 2023. Foto: Antonia Izquierdo

/ MAPA ASTRAL 

Por Daniel Larraín | Compositor  

Mapa astral es el resultado de una proyección directa de un mapa de estrellas encontrado en la página 353 del libro Les merveilles célestes: lectures du soir, del astrónomo francés Camille Flammarion (1842-1925), a la partitura. La proyección se llevó a cabo escalando la imagen de un teclado de piano para hacerla calzar con el eje vertical del mapa, y luego recorriendo el mapa de izquierda a derecha, haciendo chocar cada estrella con una tecla de este mini piano, y luego escribiendo las notas correspondientes en la partitura, donde la distancia temporal entre notas refleja la distancia horizontal entre puntos en el mapa.

Como ocurre en este tipo de procesos creativos, una etapa inicial de transcripción de un elemento no musical fue seguida de una de ajuste –de composición, propiamente tal–, donde el compositor tomó decisiones con respecto a dinámicas (fuerte/despacio) y al uso del pedal de resonancia, entre otros aspectos, procurando respetar la transcripción original, como fuente de una música inicial inusitada con la que se decide dialogar.  

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