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EL ARTE ES UN MISTERIO. LOS AÑOS 90 EN BUENOS AIRES

Por Francisco Lemus, Mariana Cerviño y Agustina Paz Frontera

El arte, un misterio

El arte de los años noventa se sitúa entre la salida de una profunda crisis hiperinflacionaria y el desarrollo del neoliberalismo; también, bajo el tiempo que impuso el vih, una pandemia productora de estigmas. Desde los márgenes hacia los espacios centrales, los artistas fueron influenciados por el underground y el activismo de la posdictadura. En este proceso, lograron tomar distancia de los grandes temas valorados por la tradición artística y, al mismo tiempo, formalizaron las imágenes de la contracultura que circulaban por todos los rincones de la ciudad. A medida que estas transformaciones se desplegaron, el vih avanzaba sobre los cuerpos. Se creaba con intensidad, mientras se despedían amigos y amantes. La belleza y el goce se mezclaron con la muerte. La subjetividad atravesó todo: las imágenes recurrentes, las operaciones estéticas, el discurso y los modos de agruparse. Lo personal adquirió una jerarquía inédita en la representación. Esto no significó una retirada de la política, sino el ingreso de la micropolítica como forma auténtica de ordenar los signos de una época.

A través de diferentes núcleos, esta exposición esboza un panorama del arte argentino de los años noventa. Más allá de los espacios emblemáticos, se suman recorridos y cuestiones que se han escurrido de las primeras escrituras sobre el arte del período. La idea es dar cuenta de una escena diversa, integrada por artistas innovadores, laboriosos y excéntricos que ejercieron la diferencia tanto en el terreno del arte como en la construcción plural de la identidad.

El arte de los años noventa generó debates y posiciones antagónicas. Al día de hoy se presenta una sospecha acerca de su legitimidad como una experiencia propia del arte contemporáneo. La mirada de las instituciones de los países centrales parece no comprenderlo porque se distancia de la posición subalterna que ha definido al arte latinoamericano. No es un arte que verifique su época por medio de la protesta, pero sí da cuenta de su sensibilidad y del sentido de comunidad del cual emergió. En una escena en crecimiento y profesionalizada, se pudo afianzar las relaciones con lo más próximo, se conformó una trama en la que los artistas comenzaron a apropiarse del paisaje cultural de su tiempo sin la habitual correspondencia con las agendas internacionales. Las obras poseen diferentes características, no hay un relato homogéneo que las unifique, pero responden de manera genuina a las condiciones en las que se podía hacer arte en Buenos Aires.

Vista de la exposición “El arte es un misterio. Los años 90 en Buenos Aires”, en Colección Amalita, Buenos Aires, 2022. Foto: Marcelo Cugliari
Elba Bairon, Sin título, 1999, pasta de papel y estuco, medidas variables. Colección particular. Foto: Gustavo Sosa Pinilla

Arte con poco

En 1984 fue creado el Centro Cultural Rojas, una institución de la posdictadura abocada a la difusión de la actividad cultural y artística, perteneciente a la Universidad de Buenos Aires. Entre 1989 y 1996, convocado por el periodista y ensayista Daniel Molina, Jorge Gumier Maier (Buenos Aires, 1953-2021) dirigió la Galería, espacio desde el cual llevó a cabo un programa artístico y curatorial paradigmático. La Galería era un amplio pasillo mal iluminado que conectaba el ingreso del centro cultural con su sala teatral. En 1990 se incorporó al equipo del Rojas la artista Magdalena Jitrik, quien realizó distintas tareas en la Galería y la curaduría de algunas muestras junto a Gumier Maier.

En un escenario atravesado por la precariedad, producto de una profunda crisis social y económica, los artistas se las ingeniaron para realizar sus producciones con pocos recursos, una forma de creatividad que marcó el rumbo del arte contemporáneo en Argentina. A través de esta impronta, la Galería del Rojas conjugó posiciones disidentes a la pintura neoexpresionista y a los temas de mayor valoración social. La opción por obras pequeñas, la utilización de operaciones comúnmente asociadas a la vanguardia histórica, como el ready-made y los ensamblajes, la jerarquización del trabajo artesanal, las referencias a la historia del arte y la cultura popular y la recurrencia al imaginario gay y al universo femenino, son algunos de los elementos fundamentales para indagar sobre estas producciones artísticas.

Vista de la exposición “El arte es un misterio. Los años 90 en Buenos Aires”, en Colección Amalita, Buenos Aires, 2022. Foto: Marcelo Cugliari

Buenos Aires – Sodoma

El arte de la década de los noventa posee estrechas relaciones con el underground y la imaginación política de los primeros años de la vuelta de la democracia. En esos tiempos se construyeron formas de sociabilidad únicas que reactivaron el legado del movimiento de liberación sexual en Argentina. El intercambio entre diferentes generaciones y la apuesta por los jóvenes como agentes de cambio marcaron el rumbo de las transformaciones de la época. En este entramado, el activismo gay y el feminismo ocuparon un rol fundamental en la reivindicación de derechos y el cuestionamiento de la sociedad patriarcal a través de la disidencia sexual y el ejercicio de la diferencia.

Por su parte, el underground sentó las bases para un modo de habitar el arte y la cultura de manera más horizontal. Diferenciado del circuito oficial del arte, caracterizado por el elitismo de las clases altas y los sectores ilustrados, el underground funcionó como un laboratorio para lo colectivo y la disolución de los límites queno solo separaban a las disciplinas artísticas, sino también a las clases sociales. La fiesta, el hedonismo y la parodia convivieron con la intervención de los espacios públicos y la protesta callejera. Se generó un hacer artístico, más influenciado por la música, la moda, el diseño y los nuevos consumos culturales que por el “arte con mayúsculas”. Estas experiencias se vieron condicionadas por la continuidad de la represión aun en democracia y la emergencia del vih.

Vista de la exposición “El arte es un misterio. Los años 90 en Buenos Aires”, en Colección Amalita, Buenos Aires, 2022. Foto: Marcelo Cugliari

Materialistas

El uso de diferentes materiales es una de las características del arte de la época. Al igual que en las vanguardias, se generó un desplazamiento en el que predominó la forma por sobre el contenido. Objetos encontrados o comprados, la obsesión por los detalles, la cercanía con la decoración y la apelación constante al humor y la cursilería, hicieron del arte de los años noventa un territorio para el enaltecimiento de la belleza modesta y el gusto popular. Las imágenes de la infancia, el cómic y las ilustraciones se integraron al mundo creativo de los artistas.

A medida que avanzó la década, los artistas tomaron distancia del underground. Las prácticas que habían funcionado de manera grupal en las periferias culturales de la ciudad se integraron a los espacios habituales del sistema del arte en Buenos Aires. Entre instancias de profesionalización, como la Beca Kuitca y el Taller de Barracas, la presencia de nuevos curadores y la ampliación de la escena a través de galerías comerciales y salas destinadas al arte contemporáneo, como el Espacio Giesso, el Instituto de Cooperación Iberoamericana y la Fundación Banco Patricios, estas producciones adquirieron la fuerza institucional necesaria para consolidarse como la renovación artística en términos locales.

Vista de la exposición “El arte es un misterio. Los años 90 en Buenos Aires”, en Colección Amalita, Buenos Aires, 2022. Foto: Marcelo Cugliari

Sentimientos

Los afectos y las emociones asociadas a lo personal fueron desplegados en las obras y los proyectos expositivos de esos años. A diferencia del tratamiento dramático de los temas que hicieron a la conflictividad social y política del pasado reciente, el arte de los años noventa en Buenos Aires es fuertemente intimista: integra el trabajo manual y la seducción de los objetos con la búsqueda conceptual.

La incorporación del universo doméstico funcionó como una caja de resonancia que traspasó los límites del hogar. Esto no significó una desconexión con la realidad, sino la capacidad de registrar problemas que hasta ese entonces eran inadvertidos por la crítica y ocupaban un lugar menor en la historia del arte. El cuerpo, la sexualidad y las cuestiones de género tuvieron importancia en la escena artística sin tomar una posición activista. Son obras que asumen una perspectiva irónica sobre los estereotipos asociados a la idea de “mujer” y la mirada masculina.

Feliciano Centurión, Tu presencia se confirma en nosotros, c.1994, ñandutis bordados sobre frazada, 53 x 54 cm. Colección Ama Amoedo. Foto: Gustavo Sosa Pinilla

Los guarangos

Las tensiones entre el arte y la política atraviesan fuertemente la historia del arte argentino. Qué lugar ocupa el arte en la sociedad y qué posición deben tomar los artistas en ella, son algunos de los interrogantes que aún permanecen abiertos, generando polémicas y debates públicos. Arte guarango, arte light, estética boutique, fueron algunos de los enunciados utilizados para definir las experiencias artísticas del período. Muchas veces, estas ideas fueron tomadas de manera negativa y, en ocasiones, los artistas se apropiaron de manera estratégica de ellas.

En toda su diversidad, el arte de los años noventa estuvo inserto en un escenario social y económico condicionado por las políticas del primer neoliberalismo. Las ideologías, el consumo y la subjetividad se vieron atravesados por esta doctrina. Como en todo arte que se propone ser contemporáneo, tomando distancia del pasado reciente para poder consolidarse, el paisaje cultural de esos años se presenta en las prácticas, las obras y los discursos de la época. Este proceso no implicó una adhesión a los postulados del neoliberalismo; la política se dirimió en la supervivencia y en la posibilidad de hacer arte en un contexto hostil.

Vista de la exposición “El arte es un misterio. Los años 90 en Buenos Aires”, en Colección Amalita, Buenos Aires, 2022. Foto: Marcelo Cugliari

Abstracción torcida

Durante la década del noventa, el arte abstracto que tuvo lugar en Buenos Aires entre los años cuarenta y cincuenta comenzó a ser mirado con atención. Esta situación sucedió en paralelo a su reconocimiento en los principales museos de Estados Unidos, Europa y América Latina. En sincronía con esta valorización, durante estos años diferentes artistas contemporáneos delinearon sus obras en torno a la abstracción. Sin embargo, estas producciones presentan una paradoja: se inspiran en la abstracción histórica, pero encuentran fascinación por el ornamento, un elemento concebido por la modernidad como primitivo y disfuncional.

Los artistas de los años noventa hallaron el ornamento y sus paletas cromáticas en el diseño, la arquitectura, la artesanía, la moda y la decoración presentes en la vida urbana a través de la industria cultural y las costumbres populares. El uso del ornamento acorta la distancia entre el perfil cientificista y político de la abstracción del pasado y las imágenes que provienen de la vida cotidiana.

Vista de la exposición “El arte es un misterio. Los años 90 en Buenos Aires”, en Colección Amalita, Buenos Aires, 2022. Foto: Marcelo Cugliari
Vista de la exposición “El arte es un misterio. Los años 90 en Buenos Aires”, en Colección Amalita, Buenos Aires, 2022. Foto: Marcelo Cugliari
Vista de la exposición “El arte es un misterio. Los años 90 en Buenos Aires”, en Colección Amalita, Buenos Aires, 2022. Foto: Marcelo Cugliari

Supervivencia

El vih llegó a la Argentina a mediados de los años ochenta en un escenario de crisis política y empobrecimiento. A este panorama, hay que sumar las detenciones arbitrarias de gays y travestis en la calle y los locales nocturnos. Los recursos oficiales para campañas de prevención y testeos eran escasos. Frente a esta situación, se conformaron grandes redes de ayuda. La construcción mediática del virus cruzó saberes científicos, prejuicios sobre la actividad sexual de las personas y viejos mitos de la homofobia. La cultura fitness y el perfil empresarial instalados mundialmente durante los años ochenta y noventa, contrastaron con el desarrollo crítico de la enfermedad.

En la comunidad artística, se trazaron lazos de solidaridad y políticas del cuidado. El arte generó distintas respuestas al virus y al aislamiento social que este producía. Por un lado, algunos artistas intensificaron su producción como un modo de abrazar la vida. Asumieron una posición evasiva y personal que los conectó de manera espiritual con el arte. Por otro lado, se generaron proyectos en los que prevalece la eficacia visual y el gesto solidario con el otro. Haciendo de la supervivencia un desafío cotidiano, estas obras iluminan la intemperie de los cuerpos: hombres y mujeres en su condición más desnuda.


EL ARTE ES UN MISTERIO. LOS AÑOS 90 EN BUENOS AIRES

Curaduría: Francisco Lemus

Textos: Francisco Lemus, Mariana Cerviño y Agustina Paz Frontera

Artistas: Sergio Avello, Elba Bairon, Feliciano Centurión, Martín Di Girolamo, Rosana Fuertes, Fabulous Nobodies (Roberto Jacoby y Kiwi Sainz), Silvia Gai, Mónica Giron, Alberto Goldenstein, Sebastián Gordín , Jorge Gumier Maier, Pompi Gutnisky, Miguel Harte, Graciela Hasper, Alicia Herrero, Fabio Kacero, Alejandro Kuropatwa, Fernanda Laguna, Benito Laren, Lux Lindner, Alfredo Londaibere, Ana López, Liliana Maresca, Emiliano Miliyo, Ariadna Pastorini, Marcelo Pombo, Elisabet Sánchez, Cristina Schiavi, Omar Schiliro, Marcia Schvartz, Alan Segal, Pablo Siquier, Pablo Suárez.

Fundación Amalia Lacroze de Fortabat | Colección Amalita, Olga Cossettini 141, Puerto Madero, Buenos Aires.

Septiembre 2022 – febrero 2023

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