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LA IMBATIBLE MARTA MINUJÍN

Cuando la joven Marta Minujín pudo alquilar en París un espacio más grande para vivir y trabajar no le importó que en ese invierno con diez grados bajo cero no tuviera calefacción ni baño. Iba al de un bar que quedaba a una cuadra —aprendió a contenerse, recuerda de esa época en Tres inviernos en París. Diarios íntimos (1961-1964)—, y se duchaba en baños públicos cercanos. El asunto se volvió áspero cuando aparecieron ratas, sin embargo, no se echó atrás: sin perder un segundo consiguió un gato.

Tenía apenas 18 años –ya estaba casada con Bebe, quien fue su pareja de toda la vida– cuando hizo pie en París. Apenas llegó, alquiló un cuarto tan pequeño que para pintar tenía que incrustar los pocos muebles y su ropa en el baño; apoyaba la cama contra una pared. Y, cuando se iba a dormir, acomodaba nuevamente las cosas en su sitio.

Apasionadamente imparable. Esa es, sin duda, la característica que define a Minujín, una de las más importantes artistas contemporáneas, que en 2023 tendrá exposiciones individuales en el Museo Judío de Nueva York, en el Reina Sofía y en la Pinacoteca de São Paulo. Participará, además, en Signals: Video and Electronic Democracy, en el MoMA, y en Mujeres informalistas, en la Whitechapel Gallery de Londres. Celebrará sus 80 años con Casamiento con el arte, un performance en el MALBA en el que reafirmará su amor incondicional, como lo hizo cuando cumplió 70.

Vista de la exposición «Marta Minujín: A Survey», en Henrique Faria, Nueva York, 2022. Foto cortesía de la galería
Vista de la exposición «Marta Minujín: A Survey», en Henrique Faria, Nueva York, 2022. Foto cortesía de la galería
Vista de la exposición «Marta Minujín: A Survey», en Henrique Faria, Nueva York, 2022. Foto cortesía de la galería

Por estos días se presenta A Survey, exhibición coorganizada por Herlitzka + Faria, su galería en Buenos Aires, y Henrique Faria Nueva York, que recorre 60 años de su híper prolífica carrera. También en Nueva York participará a fin de mes con un dibujo en el remate a beneficio organizado por The Drawing Center.

Como si fuera poco, El pago de la deuda externa con choclos, el oro latinoamericano, en versión NFT, saldrá a la venta el 19 de septiembre en la subasta que realizará Enigma.art, proyecto impulsado por el galerista Daniel Abate. La obra, que tiene encriptado su token no fungible creado con tecnología blockchain, es la primera de la artista que saldrá a la venta en este formato, aunque sí se han exhibido versiones digitales de sus obras, como la que se vio recientemente en NFT ArtWeek de Decentraland (una plataforma de realidad virtual en 3D), donde UXArt, laboratorio de arte y tecnología, lanzó su casa museo en el Metaverso NFT.

Vista de la instalación Minucode, de Marta Minujín, en el MomA, como parte de la exposición «Collection 1940s–1970s» (instalación permanente desde 2021). Foto: David Almeida.
Marta Minujín, Minuphone, versión original de 1967. Foto cortesía de Fundación Telefónica, Buenos Aires.
Marta Minujín y Rubén Santantonín en el ingreso de La Menesunda. Registro fotográfico de La Menesunda, mayo de 1965, Instituto Torcuato Di Tella. Archivo Marta Minujín

A mediados de los sesenta, apenas unos años después de su experiencia en París, Minujín decidió irse a Nueva York. Marta Minujín en Nueva York, un libro editado por áxp, con textos de Aimé Iglesias Lukin, Inés Katzenstein y Ana Janevski, aborda esta fértil etapa, en la que hizo algunos de sus primeros happenings.

Influenciada por la teoría de Marshall McLuhan, tuvo un fuerte interés por los efectos y alcances de los medios de comunicación. “Al convertir la comunicación en ruido, Minujín ofrece una mirada explícitamente crítica sobre el rol social de los medios masivos de comunicación y el potencial del arte para desnaturalizar los efectos de la tecnología en nuestras vidas cotidianas”, escribe Iglesias Lukin en el libro.

Creó, entre otras obras claves, Minuphone, Kidnappening y Minucode, que desde 2021 se exhibe con sala propia en el MoMA como parte del nuevo montaje de la colección. Minuphone, con una cabina telefónica en la que se experimentaban efectos psicodélicos con sonidos, líquidos de colores y niebla, surgió, explicó la artista, “de la alienación y de la ansiedad que observaba en las personas que usaban las cabinas telefónicas en los espacios públicos”.

Ya desde sus inicios, esta referente del arte pop argentino, que el próximo año participará también en exhibiciones en el museo alemán Haus der Kunst (Munich) y en Fundación Vincent Van Gogh, en Arles, se abría camino a contrapelo. En un acto radical, Minujín destruyó todas sus obras en un happening en París, al que se sumó Christo. “Sentía y afirmaba que el arte era algo mucho más importante para el ser humano que esa eternidad a la que solo los cultos accedían, enmarcada en museos y galerías. Para mí era una forma de intensificar la vida, de impactar al contemplador sacudiéndolo, sacándolo de su inercia. ¿Para qué entonces iba a guardar mi obra? ¿Para que fuera a morir en los cementerios culturales? La eternidad no me interesaba, quería vivir y hacer vivir”, escribió la artista en Tres inviernos en París. Diarios íntimos (1961-1964), de editorial Reservoir Books

Cada línea que la joven Minujín escribió entre los 18 y 19 años condensa reflexión, sutileza, fortaleza para superar los golpes. El primer día de 1963 consignó: “Sufrir es una condición natural y debemos aceptarla como tributo por lo que vivimos”.

Marta Minujín, La destrucción, 1963, still de video, 3´05”. Cortesía: Espacio de Arte de Fundación OSDE

En un terreno baldío colindante al taller de Niki de Saint Phalle y Jean Tinguely, soltó 500 pájaros que había comprado y un centenar de conejos alquilados, de los que sólo pudo devolver una decena. Después de que un artista caracterizado como verdugo encapuchado destruyó a hachazos las obras, Minujín las roció con una garrafa con nafta y soltó pájaros y conejos entre la audiencia. Con una antorcha prendió fuego a los restos de sus obras. “(…) Fue una sucesión de imágenes orgiásticas incontrovertibles. Las sirenas de los bomberos nos alejaron rápidamente del lugar y fue así como en medio de la excitación más total finalicé mi primer happening”, recuerda la artista en sus diarios.

Ya en Washington, alquiló 200 colchones al cuidador del Cairo Hotel, que había sido desalojado por una serie de asesinatos. Con ese material hizo una galería blanda donde sumó al público, y para el cierre de la exposición lo invitó a desarmar la ambientación. “El 50 por ciento de nuestra vida la pasamos en un colchón: nacemos en un colchón, morimos en un colchón, hacemos el amor, pasamos gran parte de nuestra existencia”, contó la artista cuando presentó Implosión en la Fundación Santander de Buenos Aires, en 2021, ya no con colchones sucios y desechados que conseguía en hospitales, como los de sus primeros trabajos.

Marta Minujín en Galería Blanda, 2017, hecha con 200 colchones impresos con motivos de su obra “Mandela”, en Casa Naranja, Córdoba, Argentina
Marta Minujín, Implosión, 2021. Vista exterior de la instalación en Fundación Santander, Buenos Aires. Cortesía: Archivo arteba

En 1973, llegó a tener en sus manos las llaves del MoMA. Con un grupo de performers ensayaron Kidnappening (un homenaje a Pablo Picasso que incluía un simulacro de secuestro) adentro del museo, con la única compañía de un guardia de sala. Con los ojos vendados, quince personas del público que habían dado su consentimiento previamente fueron trasladadas a un loft en el Soho, a la casa de un reconocido crítico y a un banquete.

“Picasso representaba la libertad, la euforia y la desesperación por crear y desarrollar el Hilo de Ariadna que todos llevamos dentro. Él es el ejemplo más grande para los artistas del siglo veinte, el innovador que generó más shock, solo para después ver esos mismos shocks transformados en un canon”, dijo Minujín sobre el creador malagueño.

Cuando se presentó en la galería Bianchini de Nueva York, El batacazo (una estructura en forma de hexaedro, el espectador podía toparse con conejos vivos y además deslizarse por un tobogán hasta caer en la cabeza de una muñeca inflable de hule), sólo pudo visitarse durante una semana por una denuncia de la Sociedad Protectora de Animales. Sin embargo, fue un éxito: a la inauguración asistió Andy Warhol —ya había oído hablar de su famoso happening con pollos en Uruguay— y se hicieron amigos.

Hay en Minujín una energía vital arrolladora, poderosa. Durante el momento más álgido de la pandemia, tuvo que dirigir vía Zoom y WhastApp el complejo montaje de El Big Ben acostado con libros políticos en el Festival Internacional de Manchester. A la distancia y con rotundo éxito, erigió una colosal réplica del principal símbolo de Londres, de 42 metros de largo, cubierto por 20 mil libros con eje en los conflictos sociopolíticos entre Londres y Manchester en la década del ochenta del siglo pasado.

Marta Minujín, El Partenón de los Libros 2017, armazón de acero, libros y envoltura plástica. Friedrichsplatz, Kassel, dOCUMENTA 14. Foto: Roman März
Marta Minujín, El Partenón de los Libros 2017, armazón de acero, libros y envoltura plástica. Friedrichsplatz, Kassel, dOCUMENTA 14. Foto: Roman März

“Muchos de los trabajos de Minujín de fines de la década de 1970 desafiaban las ideas de autoridad y vigilancia en medio de uno de los regímenes dictatoriales más represivos (…)”, señala Iglesias Lukin en Marta Minujín en Nueva York, en alusión a su serie de monumentos con los que impulsó una democratización de los símbolos de poder con la participación del público. De esta serie de obras inolvidables está el Partenón de libros, con el que celebró la vuelta a la democracia en Argentina, y que reversionó aun más monumental en la Documenta de Kassel, en 2017. Su registro audiovisual se puede ver por estos días en el Centro Cultural Kirchner – CCK en Escenas contemporáneas. Recorridos por la colección del Museo Nacional de Bellas Artes. Arte argentino 1960-2001, una muestra que reúne una selección de grandes obras del acervo del mayor museo del país.

Con intercambios simbólicamente potentes, en Comunicando con tierra (1976) Marta Minujín recogió en el Machu Picchu 30 kilos de tierra con los que realizó un nido, que exhibió junto con 23 bolsas de plástico de un kilo cada una con esa tierra mezclada con tierra local. Tras la muestra, las bolsas con tierra fueron enviadas a colegas de distintos países con la consigna de que la mezclaran con tierra del lugar y volvieran a enviarla a Buenos Aires, para que a su vez la artista la llevara de vuelta a Machu Picchu.

El pago de la deuda externa con choclos, el oro latinoamericano, en versión NFT, saldrá a la venta el lunes 19 de septiembre en la subasta que realizará Enigma.art

Ya en 1985, Minujín le propuso a Warhol otro intercambio: pagar la deuda externa –y eterna— que asfixia a Argentina con choclos, el oro latinoamericano, que, señala Minujín, “alimentó al mundo durante la Primera Guerra Mundial”. Se había encontrado con Warhol en el bar Odeón de Nueva York y le propuso la idea. Compró cientos de choclos en un mercado y los pintó con aerosol de color dorado. Entre un mar de choclos esparcidos en el piso de The Factory, el estudio de Warhol, se sentaron de espaldas. La imagen en que ambos se miran –y que ahora se transformó también en una obra que tiene encriptado su token no fungible- representa el pago. Quedó saldada así la deuda. Maravillas de Marta Minujín, avant-garde, única, imbatible.

Marina Oybin

Periodista cultural y crítica de arte. Egresada de la Universidad de Buenos Aires y de la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón - Universidad Nacional de las Artes (UNA), realizó el Postgrado en Opinión Pública y Medios de Comunicación en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Escribe sobre arte y temas culturales en La Nación, Radar y en Le Monde Diplomatique. Hace, además, una columna de arte en el programa Los 7 locos, en la Televisión Pública. Trabajó en la Universidad de Bologna, en Clarín y en tevé. Realiza coberturas en Argentina y en el exterior, donde entrevistó a Orlan, Marina Abramovic, Sophie Calle, Anish Kapoor, Christian Boltanski, Jeremy Deller, Tomás Sarraceno, Leandro Erlich y Gyula Kosice, entre muchos otros destacados artistas. En 2019, moderó la entrevista pública con Julio Le Parc en el Museo Nacional de Bellas Artes. Realizó la curaduría de Explorando la Colección #02 Gyula Kosice en la Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat, entre otras. Integra jurados de premios internacionales de fotografía y de premios nacionales de artes visuales.

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