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MARCOS LÓPEZ. EXORCIZAR EL PASADO

Por Marina Oybin

“Dijo Dios: a los tibios de mi boca los vomito”, recuerda que escuchó Marcos López cuando era chico, de otra boca, la del ayudante del cura de su pueblo. Esa afirmación lo dejó entre las cuerdas: “Me sentí bañado en vómito”, cuenta en la sala del Centro Cultural Borges, donde presenta Clásico y Moderno, exhibición que reúne un centenar de obras recientes e hipnóticas –él también lo es—, donde su propia biografía está a flor de piel.

Agudo, entrañable, inigualable, López cuenta que cuando sintió que había fotografiado todo lo que tenía que fotografiar, se lanzó a intervenir fotos de otros. En anticuarios de San Telmo y mercados de pulga encontró durante la pandemia materia prima con la que creó historias, exorcizó dolor y revisitó el pasado propio y nacional.

López convierte esas imágenes que tomaron otros en un festín irreverente, hiperbarroco. Imágenes que lo marcaron, episodios claves de su infancia, miedos contra los que lucha a capa y espada. “Aparecen temas centrales en mi estructura emocional, cultural, de identidad y de traumas irresueltos: el pecado, la culpa, la formación católica, patriarcal, autoritaria y los casamientos para toda la vida”.

Su obra y su vida están fuertemente ligadas. Eso ocurre, por ejemplo, en El cumpleaños de la directora, una icónica foto suya (no se exhibe en la muestra) que así la describe: “Están los alumnos que son inmigrantes suizo-alemanes, los criollos, la directora. Cada personaje podría ser de una obra de teatro, que es la historia de mi vida también. Sin duda es un exorcismo de mi educación católica en colegio de curas, patriarcal, autoritario, machista. Todo lo que se te ocurra, es. Imagínate cuando mis hijos me reclaman: ‘Marcos, sos machista’. Les digo: ‘ténganme un poco de piedad porque bastante me estoy deconstruyendo’”.

Vista de la exposición “Marcos López: Clásico y Moderno”, en el Centro Cultural Borges, Buenos Aires, 2022. Foto: Guido Limardo

“Me cansé de fotografiar porque pienso que los grandes temas ya los he fotografiado, y lo hice bien. Me aburrí. Entonces se me ocurrió empezar a juntar fotos viejas en los mercados de pulgas. Y como mi gran deseo es ser pintor, me puse a pintarlas”.

En paralelo, durante el momento más álgido de la pandemia, López se puso a pintar al óleo y a dibujar. “Eso me sacó de una depresión de la que no me podía levantar de la cama. La psicóloga me decía: ‘¿Por qué no trabaja Marcos? Trabaje, trabaje, que eso es lo que le gusta’”. Se sumergió en los suyo: crear con devoción.

Hoy, sigue trabajando en esa serie. Conoce a los vendedores, muchos de ellos le reservan fotos que consideran que le interesarán. En general no le gustan, pero a veces, entre las que le reservan, encuentra alguna joyita. Con algunos vendedores llegó a intercambiar obras suyas por fotos con las que desata collages alucinantes.

Cuando lo convocaron para esta muestra en el Centro Cultural Borges, empezó a hacer nuevas obras a ritmo vertiginoso. Un dato ilustra su voracidad productiva: el día de la inauguración, ya con la muestra montada milimétricamente y el público en sala, sumó una nueva pieza que terminó contrarreloj.

Vista de la exposición “Marcos López: Clásico y Moderno”, en el Centro Cultural Borges, Buenos Aires, 2022. Foto: Guido Limardo
Vista de la exposición “Marcos López: Clásico y Moderno”, en el Centro Cultural Borges, Buenos Aires, 2022. Foto: Guido Limardo

Sus fotos intervenidas van contra la lógica fotográfica: todas son piezas únicas e irrepetibles. Además, según dice, “la fotografía en sí misma no necesita de la pintura: es casi un pecado ponerse a pintar arriba”. Especialista en dobles vueltas de tuercas, con sus escenas montadas, López puso en cuestión el concepto de documental. 

“Las fotos clásicas de estudio son las novias, las comuniones. En general a los chicos, en las imágenes de comunión, los fotógrafos los ponen en una situación como de trance: los hacen mirar para arriba como si vieran a dios, a los ángeles”.

Una foto de comunión de más de un metro de alto intervenida es la obra central de la muestra. López vio la imagen original hace tres años en un sitio en San Telmo que vende libros antiguos y juguetes. “Le propuse a la dueña canjeársela por una obra mía. Le ofrecí lo que quisiera, le llevé copias vintage para que eligiera, pero no quiso. Me la dio a cambio de una reproducción de mi obra terminada”, cuenta.

Sellaron trato. Y se metió de lleno en aquella imagen. “Me inspiró que la chica estaba leyendo la Biblia. Decidí pintarle en ese lugar el libro de Mao porque me venía bien el formato”. Sobre esa foto, puso en escena una serie de conflictos ideológicos, el guion de una película jamás filmada. “De alguna manera los montoneros salen de Acción Católica y de la Iglesia con afinidades de justicia social —dice, señalando los personajes de su obra— Por un lado, está el Che Guevara por la justicia social. Por otro lado, el maoísmo. Además, la madre que le dice a la chica que sea católica y por otro lado el comunismo. Quizás, esa chica diez años después se alista para militar en montoneros”.

Vista de la exposición “Marcos López: Clásico y Moderno”, en el Centro Cultural Borges, Buenos Aires, 2022. Foto: Guido Limardo

Hay otra foto de comunión con el artista como protagonista y una imagen erótica que emerge de una lámpara de Aladino a su lado. “Esta es la parte medio monstruosa: este sería yo cuando tomé la comunión. Pensaba en realidad en todo el despertar sexual. Como todo es pecado, se te arma un lío que 40 años de psicoanálisis no resuelve”.

“Padezco la autocensura. El otro día casualmente lo hablé con mi psicóloga. Le dije:‘Mire, León Ferrari se animaba a ponerle un pájaro cagándole a la Virgen María, y a mí me da miedo ponerle una lagartija en la mano de un niño. En mis fotos están los grandes temas que padezco: la familia para toda la vida, el matrimonio, la fe, la comunión, el pecado. Y también hay un rescate del oficio de los grandes fotógrafos anónimos de estudio”, dice.

Algunas fotos intervenidas fueron tomadas por reconocidos estudios -una estaba firmada por Anatole Saderman-, otras son sobre el coronavirus y el distanciamiento social publicadas en The New York Times. Más allá, de la mano de una niña emerge una serpiente; de la de una mujer, un perro Dóberman. En un retrato de boda, la cola del vestido está en llamas -la novia pronto arderá. Al retrato de un chico le añadió capucha siniestra y al marco, pelos reales. Una mujer sostiene del cogote un ave y lleva una cuchilla. “Esta tenía la mano justa para degollar una gallina, que es algo terrible -recuerda-, pero cuando yo era chico, en el campo, cuando te invitaban a comer te decían ‘esperá que mi abuela va a degollar una gallina’”.

Vista de la exposición “Marcos López: Clásico y Moderno”, en el Centro Cultural Borges, Buenos Aires, 2022. Foto: Guido Limardo
Vista de la exposición “Marcos López: Clásico y Moderno”, en el Centro Cultural Borges, Buenos Aires, 2022. Foto: Guido Limardo

En la columna de una niña incrustó un cuchillo real. Las serpientes corrompen los cuerpos de algunos personajes; hay mujeres con lenguas desproporcionadas y cuernos. Lenguas bífidas, malignas: hieren y hasta estrangulan. Hay fotos suyas de los años ochenta que coloreaba a mano con tintas transparentes; otras las intervino con pintura, con aerosoles.

“Me interesa mucho desmitificar el arte”, dice mientras señala una fotografía que compró ya pintada, y que él decidió colgar tal cual, sin intervenir. “Se podría vender en el mercado de San Telmo o en el de Dorrego por 200 pesos. También el MoMA la puede comprar el año que viene por 25 mil dólares”.

López también usó esa técnica en sus primeros pasos. “Ya en mis retratos en blanco y negro de los años ochenta tuve la intuición de empezar a colorear las fotografías a la manera de los fotógrafos de Carlos Paz o de Mar del Plata, que pintaban la sierra de verde o el cielo de celeste o los cachetes rosados de un chico”, dice.

Vista de la exposición “Marcos López: Clásico y Moderno”, en el Centro Cultural Borges, Buenos Aires, 2022. Foto: Guido Limardo
Vista de la exposición “Marcos López: Clásico y Moderno”, en el Centro Cultural Borges, Buenos Aires, 2022. Foto: Guido Limardo

Cuando se fue a estudiar cine en la Escuela Internacional de Cine y Televisión fundada por Gabriel García Márquez en Cuba empezó a construir su ADN. Como integrante de la primera promoción de la institución a fines de los años ochenta, inició su personalísimo camino. “En lugar de un documental hice una puesta en escena en los hoteles de Cuba de los años cincuenta, con cocodrilos embalsamados y gente tomando daiquiri al lado de una pileta; indirectamente, es también una forma de documentar. Hay un límite muy sutil entre la puesta en escena y el documental, podemos estar tres días seguidos debatiendo”, dice.

A partir de ese momento desató el pop latino, su sello personal. “Rompí con el blanco y negro, me cansé, me quise distanciar. Me propuse hacer todo lo contrario a Sebastião Salgado, Graciela Iturbide y Manuel Álvarez Bravo. Quise que mis fotos fueran absolutamente latinoamericanas, pero sin ese terracota profundo que identifica al estereotipo de América latina. Usé materiales baratos, como rollos de fotos comprados en Once, chancletas, anteojos de Taiwán. Se dice que esas puestas en escena documentan intuitivamente el menemismo. Documentan ese ‘todo por dos pesos’”. Y añade: “Viajé mucho por América Latina, mi intención en ese momento era que mi fotografía fuera exageradamente latinoamericana, exagerar los estereotipos de identidad. Cierto humor con un subsuelo trágico”.

Vista de la exposición “Marcos López: Clásico y Moderno”, en el Centro Cultural Borges, Buenos Aires, 2022. Foto: Guido Limardo

Las obras exhibidas en Clásico y Moderno integrarán el libro catálogo Marcos López intervenido. El artista trabaja además en Patria, un libro con foco en su producción desde los años ochenta hasta la actualidad, que se propuso presentar en la edición de arteba 2022. “Toda mi obra siempre intentó reflexionar sobre una identidad nacional, sobre un ser nacional. La idea de patria es muy amplia porque tiene que ver con la infancia, con la madre, es una palabra casi inasible, la demarcación de un territorio. El libro incluirá fotos mías desde los 80 hasta ahora sobre la idea de Argentina”.

En el documental que hizo sobre la pandemia Ulises Rosell, cineasta amigo suyo, vio una escena que lo cautivó y que ya quiere incluir en Patria. “Es un plano de una tumba en el cementerio de Ushuaia mientras nieva, hay una guitarra nevada. Me dieron ganas ahora de tomarme un avión para fotografíar esa guitarra frontal”.


Marcos López: Clásico y Moderno se presenta hasta el 2 de octubre de 2022 en el Centro Cultural Borges, Viamonte 525, Buenos Aires.

Marina Oybin

Periodista cultural y crítica de arte. Egresada de la Universidad de Buenos Aires y de la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón - Universidad Nacional de las Artes (UNA), realizó el Postgrado en Opinión Pública y Medios de Comunicación en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Escribe sobre arte y temas culturales en La Nación, Radar y en Le Monde Diplomatique. Hace, además, una columna de arte en el programa Los 7 locos, en la Televisión Pública. Trabajó en la Universidad de Bologna, en Clarín y en tevé. Realiza coberturas en Argentina y en el exterior, donde entrevistó a Orlan, Marina Abramovic, Sophie Calle, Anish Kapoor, Christian Boltanski, Jeremy Deller, Tomás Sarraceno, Leandro Erlich y Gyula Kosice, entre muchos otros destacados artistas. En 2019, moderó la entrevista pública con Julio Le Parc en el Museo Nacional de Bellas Artes. Realizó la curaduría de Explorando la Colección #02 Gyula Kosice en la Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat, entre otras. Integra jurados de premios internacionales de fotografía y de premios nacionales de artes visuales.

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