NILDA ROSEMBERG: LA TRAMA DEL TIEMPO
La trama del tiempo, exposición virtual de Nilda Rosemberg (Río Gallegos, Argentina,1973) curada por Luz Marchio (Buenos Aires, 1982) para la plataforma Suero, propone una reflexión en torno a los vínculos como forma de resistencia política. Las obras textiles ofrecen, aquí, múltiples enfoques de un recorrido donde los indicios –casi intangibles– permiten descifrar algo que parece impenetrable en un mundo que se esfuerza por borrar la línea de nuestra fragilidad.
LA TRAMA DEL TIEMPO
Por Luz Marchio
Como semillas destinadas a crecer y transformarse en algo más, las obras de Nilda Rosemberg desentrañan el origen y el artificio de nuestra historia. En un vaivén de intervenciones entre materia y cuerpo, cuerpo y materia, su pulso conduce a un paréntesis privilegiado donde se llega a explorar los lugares de la memoria personal. Una palabra vuelve con un color, con el trazo de un hilo, en un paisaje extinto en las frases de la artista que nos introducen en el umbral de la fragilidad pero, también, en la plenitud de los buenos presagios.
¿Y qué es la fragilidad sino la energía vital que nos atraviesa? Quizás la insistencia en pensar los vínculos con una valencia política, en tanto sostén de un hacer colectivo ––de los demás y con los demás–– reformula el contexto de aparición de la afectividad como condición de producción. Si lo que queda borrado en esta operación es la individualidad como forma de articular las acciones, ¿sería entonces posible pensar en una poética de lo sensible como una forma de resistencia?
La trama del tiempo propone un recorrido por las texturas en su relación inseparable con la gráfica textual, contrapuntos que potencian los múltiples enfoques en la obra de Rosemberg. En los sutiles textiles colgados de manera vaporosa, la poesía completa las obras casi como una afirmación. La mirada atenta a los detalles de bordados y volutas traduce cada gesto en la pronunciación de aquellas imágenes que tantas veces los discursos hegemónicos suprimen.
Ese mismo acto de conservación a través del bordado en piezas antiguas y de inocencia deliberada en la utilización del lenguaje, convierte al pasado en un puro presente para dar lugar a nuevas sensibilidades. Las puntadas, sin pautas precisas, guardan en su trama las huellas de preciados oficios. Así, el tiempo y las formas encuentran asidero en la quietud de la tela.
Avizoramos, entonces, un otro horizonte posible, que –aún con contornos borrosos– sigue siendo compartido. El saberse en la búsqueda de ese algo que falta, nos marca lo que Nilda Rosemberg llama el tiempo de las cosas imposibles. En un mundo que se esfuerza por borrar la línea de la fragilidad, de la afectividad, del somos, aparece la práctica colectiva como resistencia, apropiándose del espacio para convertirnos en una coordenada.
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