
ALEJANDRO LEONHARDT: ALGUIEN, NADIE, CUALQUIERA
Por Ángels Miralda Tena
«Es como si las prácticas que organizan una ciudad bulliciosa se caracterizaran por la ceguera. Las redes de estas escrituras en movimiento, que se entrecruzan, componen una historia múltiple que no tiene ni autor ni espectador, formada por fragmentos de trayectorias y alteraciones de espacios: en relación con las representaciones, sigue siendo cotidiana e indefinidamente otra».
Michel de Certeau, La invención de lo cotidiano
El espacio urbano está salpicado de aglomeraciones de personas y cientos de rostros anónimos. La mayoría de las cuadras de la ciudad siguen siendo objetos en gran medida sin autor. Los ríos humanos atraviesan las construcciones urbanísticas cuadriculadas, moviéndose rítmicamente por semáforos, pasos de peatones y aceras elevadas. El centro se llena de gente en las horas punta, las concurridas calles embotelladas humean con el polvo y los gases de escape de los automóviles, mientras innumerables personas pasan por delante de las paredes descascarilladas con capas de pinturas de colores. La pintura se curva bajo el aire seco del verano, se condensa en el aire frío del invierno, se blanquea por el sol implacable, es golpeada por las tormentas y el viento, se dobla y se desprende, convirtiéndose en un vestigio decadente de un cuerpo arquitectónico.



La serie de Alejandro Leonhardt (Pto. Varas, Chile, 1985) titulada Junta de Vecinos es un trabajo que se viene desarrollando desde hace casi una década. El proceso comienza en el centro cuadriculado de Santiago -la estructura de la ciudad colonial es reconocible en su diseño geométrico lógico que se repite en otras capitales latinoamericanas-. La práctica de caminar por las calles urbanas en busca de fragmentos de pintura suelta de las fachadas de las construcciones olvidadas crea un archivo del lugar y la memoria. Leonhardt ha estado recogiendo, limpiando, preparando, clasificando, conservando e instalando fragmentos de pintura de esta serie en instalaciones para sitios específicos, siempre cambiantes, que reflejan la materialidad de nuestro entorno cotidiano.
Los materiales proceden de paredes con pintura descascarillada que son identificadas y retiradas como ejemplares. Estos se llevan al estudio, donde se inicia el proceso de limpieza, conservación y preparación. Una vez protegidos, cada fragmento de muro se clasifica y archiva en la colección de Leonhardt mediante un sistema de características formales. A partir de este archivo en expansión, los murales individuales y los ensamblajes toman una nueva forma. Cada fragmento pertenece a una nueva configuración de relaciones en la que se libera de la edificación, pero mantiene un simbolismo geográfico e histórico relacionado con su lugar de origen. Al realizar nuevas asociaciones, los fragmentos se desterritorializan. Cada nueva configuración da nueva vida al archivo y una nueva posibilidad de relación.


Los fragmentos hacen referencia a la historia de la pintura, como en el caso del minimalista suizo Niele Toroni. Trabajando estrechamente con los artistas conceptuales y de performance Daniel Buren y Olivier Mosset, Toroni se hizo conocido por sus intervenciones geométricas uniformemente espaciadas tanto en el lienzo como en la arquitectura. Sus obras reconocibles son pinceladas de color rectangulares separadas por 30 cm, la distancia exacta utilizada en Junta de Vecinos 10 y 15. En cuanto a la materialidad y el coleccionismo, Leonhardt hace referencia a la artista brasileña Jac Leirner, cuyo uso de los ensamblajes se basa en una creciente colección de objetos cotidianos. Sus instalaciones suelen utilizar la repetición para destacar la regularidad, la producción en masa y los patrones culturales que apuntan a la uniformidad de un mundo globalizado cada vez más homogéneo. Del mismo modo, los fragmentos de pintura de Leonhardt se vuelven irreconocibles: separados de su cuerpo arquitectónico, su semejanza se hace más visible y sus puntos de origen dejan de definirlos, existiendo sólo en forma de sugerencia.
Alguien, nadie, cualquiera, el título de su actual exposición en L21 (Palma de Mallorca, España), es una lista de formas imprecisas de describir la presencia humana sin individualidad. Refleja la unión anónima del espacio urbano. Puede referirse a las vidas privadas de los individuos que se despliegan al amparo de las fuentes de cada fragmento de pintura, o a las multitudes que se cruzan con ellos a diario. En nuestro contexto reciente, pueden empezar a representar la alienación de los bloques de viviendas en los que las familias han quedado estrechamente confinadas junto a sus anónimos vecinos. Representan cuerpos en movimiento, aglomeraciones, concentraciones o actos de protesta: la construcción de un cuerpo comunal controlado dentro de las nociones de urbanismo.
En esta exposición, cientos de fragmentos construyen las obras Junta de Vecinos. Cada uno de ellos es un momento de movimiento y raspado de limpieza y cuidado de cosas que, de otro modo, podrían convertirse en restos muertos. En su constelación relacional emerge el significado y el mantenimiento de las piezas les da nueva vida y estatus. Al igual que en La invención de lo cotidiano de Michel de Certeau, la colección de Leonhardt surge de una coreografía viva que representa nuestra simbiosis con un mundo material siempre en deterioro.
Alguien, nadie, cualquiera, de Alejandro Leonhardt, se puede ver hasta el 1° de septiembre de 2021 en L21, Hermanos García, Peñaranda, 1A, Palma de Mallorca, España.
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