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MUSEO DE LA DEMOCRACIA

¿Cuál es la misión de un museo hoy día? ¿Cuáles son sus alcances e incidencia a nivel comunitario y socio-cultural? ¿Qué es, en este presente, la democracia? Seguimos usando esta nomenclatura para nombrar los sistemas políticos y redes de poder que van creciendo en impopularidad, que son cada vez más cuestionados. Museo y Democracia, ¿nos representan?

Entre el 17 de abril y el 13 de junio, el nGbK, en Berlín, alojó al Museo de la Democracia, una institución ficticia de conservación, exhibición y mediación de la democracia como si esta fuera un fenómeno del pasado o una especie en extinción. En colaboración con artistas, teóricos, activistas, museólogos y otros actores, el museo presentó 25 obras-dispositivos a modo de reliquias de una sociedad post-democrática.

El proyecto reflexiona sobre la independencia estética y la codependencia política de los países latinoamericanos en relación con diferentes discursos y narrativas culturales, históricas y políticas. Como cuentan en esta entrevista Teobaldo Lagos Preller, Daniela Labra y Paz Ponce Pérez-Bustamante -parte del Patronato del museo, junto a Valeria Fahrenkrog y Marcela Moraga-, este museo explora el proceso gradual de “erosión” o “vaciamiento” del concepto de “democracia” y sus instituciones.

Museo de la Democracia en nGbK, Berlín, 2021. Foto: Benjamin Renter
Kiyoshi Yamamoto, “Passive Aggressive (Who Do You Think You Are)”, 2019, tinturas naturales, tinta reactiva, impresión directa, bordado y otras técnicas. Foto: Benjamin Renter

Alejandra Villasmil: Lo primero que me gustaría abordar es el origen del proyecto mismo y el significado que le otorgan los artistas y profesionales participantes, tomando en consideración, por un lado, que la mayoría de elles provienen de América Latina (y esto puede entenderse por los mismos orígenes de ustedes como parte del equipo de trabajo y Patronato del Museo), y por el otro, la puesta en cuestionamiento del concepto de democracia.

Teobaldo Lagos & Daniela Labra: En invierno del 2020 mis compañeras Valeria Fahrenkrog, Daniela Labra, Marcela Moraga, Paz Ponce y yo nos juntamos en Berlín a raíz del estallido social y la creciente discusión en torno a las transformaciones que tenía la vida política, social y cultural en Chile, pensando en que un fenómeno que identificábamos con un “vaciamiento” o “erosión” de la democracia estaba teniendo lugar en el país, pero también en Colombia, Bolivia, Ecuador, Brasil y otros países de la región. Pensamos en un proyecto de investigación cuyo resultado fuera una exposición inmersiva para así poder realizar conexiones en diferentes órdenes de sentido. Esto se debía a que el escenario era uno de diferentes crisis e incertidumbres que se estaban viviendo a nivel mundial en el momento previo a la crisis por la pandemia del COVID y que coinciden con lo que ha venido a llamarse “estallidos” o “revueltas sociales” que traspasan el orden establecido de la política desde el fin del comunismo.

El aspecto de esta erosión o “vaciamiento” (en términos de la recuperación de la forma superficial desprovista de contenido, de forma similar al vaciado para cerámica o escultura) que más nos interesaba era la idea de una implosión de los horizontes de representación, en específico, en aquellos tramos de experiencia que competen al sujeto en la esfera pública, en oposición de la teatralidad de la representación política tradicional y donde los límites de la vida en lo público se recrean y realizan.

Esta reflexión nos permitió articular, a lo largo de un año de trabajo, una lista de más de 25 artistas y entidades contribuyentes a lo que pensábamos sería una institución ficticia que alojara a una colección de urgencia, concentrada en el ahora y en la incertidumbre. La colección del museo de la democracia sería como una ficción: al igual que un museo de la performance fallaría en términos de congelar la condición efímera, la velocidad de subsistencia y hacerla parte de un patrimonio tangible verosímil. Nuestro modelo museal fue el de un museo comunitario, y el nombre, Museo de la Democracia, surgió en una conversación sobre el proyecto fallido del gobierno de Piñera de crear un museo que ofreciera, desde la perspectiva liberal y de centro-derecha, su propia historia de represión, exilio y genocidio de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), y que funcionaría como contraparte al ya existente Museo de la Memoria y los Derechos Humanos.

De ahí que el enfoque se confronte a la realidad -en cuanto unidad histórica y lineal- por medio de una trama que oscila entre una colección emergente y urgente, una institución que albergaría y mediaría en torno a la democracia como un fenómeno del pasado o una especie en peligro. Para eso llamamos a artistas, colectivos y organizaciones latinoamericanos de manera de reflexionar por medio de diferentes posiciones acerca de las diferentes crisis y problemáticas en torno a economía, cultura, sociedad y política que tocaron fondo y dieron paso, en el caso de Chile, a la creación del primer referendo para escribir una Constitución, cuya Convención Constituyente electa responde a criterios de paridad de género. Esta convención, emergente del estallido y de elección popular, organizará las propuestas que han de servir de base para el nuevo cuerpo de ley fundamental que reemplace a la constitución de 1980. Su espectro temático contempla a la fecha cuestiones de género, acceso a la salud y la educación, el garantizar derechos sociales universales, proteger el Medio Ambiente y eliminar derechos de privados por sobre caudales de agua, reconocer la plurinacionalidad y pluri-etnicidad del país, entre otros temas. Estas son cuestiones a las que las obras convocadas responden desde tiempos, lugares de enunciación y experiencia diferentes, más allá de territorios nacionales.

Izq: Gustavo Artigas, “Sin título”, video, 2003; Der: Andrés Durán, “Ecuestre n.º 5”, fotomontaje sobre muro, 2021. Museo de la Democracia en nGbK, Berlín, 2021. Foto: Benjamin Renter
Michael Wesely, “Demostración”, 2016, impresión digital. Foto: Benjamin Renter
Marcela Moraga & Salvemos el Río Renaico, “Algunos documentos del Museo comunitario del Agua, río Renaico”, 2021. Foto: Benjamin Renter
Maria Thereza Alves, “Son del pueblo”, 2020, impresiones digitales. Foto: Benjamin Renter

AV: Hay una crisis mundial de representatividad política desde hace muchas décadas. Para ustedes, la democracia, como concepto, ¿debe reinventarse o ya no da más? ¿Será que no es el sistema político, sino sus instituciones, la clase política en alianza con la élite económica/empresarial, lo que debe interpelar y refundarse?

TL & DL: El presente, los límites y horizontes del “museo de la democracia” son los de la ficción. No existe de parte de esta institución imaginaria una apreciación ni en términos éticos ni deliberativos con respecto a una crisis que tiene lugar en el presente. Quizás habría que trasladar la mirada a otro punto de esta constelación crítica -un mapa móvil de poderes y representaciones- y entonces ver que las instituciones emergen de necesidades del cuerpo social. Las museísticas, por su parte, emergen en aquellos momentos en que los saberes, objetos y vehículos de representación se ven en peligro, o su memoria-archivo y las formas de leer estas colecciones de memoria pueden perder su organización y volverse olvido.

Quizás un momento de sublimación de lo crítico es aquel en el que podemos ver más claramente qué es lo que caracteriza al fenómeno y qué se puede hacer por su supervivencia. Pero estos últimos “quizás” son alcances que solo pueden ser constatados una vez que el tiempo haya pasado y se pueda generar reflexión acerca de dicha memoria. En ningún caso el museo de la democracia es un homenaje.

Valeria Fahrenkrog & Mitkunstzentrale, “Kiosco”, 2021. Museo de la Democracia en nGbK, Berlín, 2021. Foto: Benjamin Renter
Valeria Fahrenkrog & Mitkunstzentrale, “Kiosco”, 2021. Museo de la Democracia en nGbK, Berlín, 2021. Foto: Benjamin Renter

AV: Plaza del Kiosco es una instalación interactiva en la que se disponen obras, libros, material efímero y otros soportes centrados en las protestas sociales como fenómeno, en cómo estas han resignificado o cuestionado el significado histórico-hegemónico de los monumentos, el espacio público, derivando en nuevos simbolismos y nociones de cuerpo colectivo, héroes y antihéroes. Entiendo que este espacio se asignó como el núcleo central de la exposición, que viene a representar la esfera pública. ¿Cómo podemos aquí distinguir o, mejor dicho, es posible distinguir, entre arte y activismo y entre arte y artivismo? Son categorizaciones cada vez más fluidas, sobre todo cuando esas experiencias espontáneas, públicas y al calor de la protesta son musealizadas…

TL & DL: El neologismo de “artivismo” o de “arte y activismo” tienen poca distancia entre sí, tienden a ser definidas con la arbitrariedad que propician sus ambiguas definiciones. Si hubiera un consenso en cuanto a lo que es, podría ser pensado como el arte que aborda problemáticas sociales concretas y toma posiciones al respecto, cuestión que obviamente no se restringe en la historia del arte a lo que ha venido sucediendo desde la década de 1960 hasta nuestros días. Lo “social” es una cuestión que no solo es política, sino también lingüística e incluso corporal; es experiencia que se nutre en buena parte de la dimensión afectiva. Lo que intentamos hacer con esta Plaza del Kiosco en este marco ficticio del Museo de la Democracia es invertir los órdenes en los que la historia se jerarquiza, creando una suerte de “centro”, micro-ágora y nodo de intercambios al interior del circuito expositivo. La sencilla construcción, obra de Valeria Fahrenkrog & MITKUNSTZENTRALE, es una forma de materializar y dejar testimonios de relaciones de producción cultural y simbólica que se encuentran en el linde entre la esfera privada y la pública. El kiosco es tanto refugio como espacio de discusión e intercambio, cercano físicamente a los nodos de poder que existen en las cuadriculadas cartografías urbanas latinoamericanas. Es un espacio de tránsito a la vez que cobijo, donde tienen lugar las interacciones a nivel horizontal de aquellos desplazamientos, fracturas y encuentros entre sujetos que llamamos sociedad.

Por supuesto que existen prácticas ya establecidas de comodificación y lo que llamas “musealización” de la protesta. Sin embargo, pensamos que lo que estamos haciendo aquí es diferente. De una u otra manera, quizás respondiendo a condiciones de diferencia y exotización propias del contexto geográfico en el que nos encontramos, se generó una dinámica museal, sí, pero más cercana a la de un museo comunitario al que redes de actores y creadores culturales contribuían desde diferentes frentes culturales, políticos y epistémicos. La idea de urgencia, pensamos, era crucial a la hora de pensar en un futuro en el que la democracia habría de ser explicada, rememorada, conservada y mediada. Ese horizonte distópico apunta, en ese sentido, a inspirar la idea de protección que es esencial en la relación entre un museo y el patrimonio (material e inmaterial) que alberga. El oponerse a la tradición histórica lineal y ceder a una constelación libre es la posición que tomamos para enfrentar ese espacio de la ficción que (aparentemente) carecía de esperanzas para así apuntar de forma silenciosa, codificada y subversiva a advertir la urgencia.

Por último, la Plaza, como espacio de reunión popular, de protestas, de actividades urbanas cotidianas o como núcleo primero de las ciudades coloniales con su trazado urbano antiguo, inspiró todo el proyecto gráfico del museo. Tomamos la Plaza como símbolo y signo de las transformaciones históricas y sociales ocurridas en el bloque Latinoamericano desde su invención como interés colonialista. Originalmente habíamos planeado realizar casi todas las actividades públicas como talleres y charlas en la Plaza del Kiosco, incluyendo instalar allí bancos para lectura y consultas de nuestra pequeña biblioteca a disposición, algo que no sucedió por las reglas sanitarias impuestas en la pandemia.

Matheus Rocha Pitta, “Eye for an Eye”, 2020, cemento, metal, papel. Foto: Benjamin Renter

AV: El Departamento de Oportunismos y Oportunidades aborda el poder en sus diversas manifestaciones: sobre la libertad de expresión (censura), la normatividad sobre los cuerpos (machismos y binarismos), violencia institucional, neo-extractivismos, los populismos de izquierda devenidos dictaduras y otras formas de control político y social de corte totalitarista. ¿Nos podrían comentar sobre algunas de las obras presentes en este capítulo?

TL & DL: Aunque todas las obras de la colección del museo tienen trasfondo político, en este sector reunimos obras que critican viejas estructuras de poder y la violencia del Estado de modo crudo y a veces irónico. Ese es el caso de la escultura de Matheus Rocha-Pitta, Eye for an Eye (2020), que muestra una gran esfera hueca, de cemento, colgada por cadenas en el medio de la sala. Dentro de la estructura podemos ver pequeñas figuras recortadas de fotos de protestas de periódicos chilenos. El artista brasileño estaba en Chile cuando cientos de personas sufieron graves lesiones oculares, algunas irreparables, como consecuencia de ataques policiales, y eso generó esta obra, entre una serie de otros trabajos con los mismos materiales e imágenes.

Otros proyectos que ilustran bien de qué va este departamento es la obra performática de la guatemalteca Marilyn Boror-Bor, Edicto cambio de nombre, en la cual la artista registra el cambio de su apellido indígena para Marilyn Castillo Novella, reproduciendo un acto bastante común entre la población de Guatemala, para producir una lápida en granito y promover su entierro simbólico; también destacamos el proyecto del dúo canario PSJM -uno de los pocos europeos en la colección-, que consiste en una gran pintura mural abstracta con forma de un gráfico gigante en colores blanco y verde, construído a partir de los datos de deforestación de la Amazonía brasileña entre 1988 y 2019, un lapso de tiempo que abraza períodos de distintos gobiernos, con sus políticas extractivistas y también de transparencia de datos que echaron luz a modos de exploración de la Amazonía.

El título de este capítulo juega también con los estereotipos que se inculcan sobre la región abundante en recursos naturales, con bellas y calientes mujeres, fácil acceso a drogas, estados corruptos y la posibilidad de realizar todo tipo de negocios turbios.

De todos modos, la diversidad de modelos políticos y para entender la historia cultural del poder en la región es tan grande que es difícil establecer generalizaciones. Es necesario también repensar las orientaciones izquierda-derecha propias del sistema de representación que caracteriza a la política de nuestros Estados-Naciones, y cuyo origen está en el ideal omnicomprensivo de la Ilustración y sus efectos en nuestra (aún) condición colonial.

Marilyn Boror Bor, “Edicto Cambio de Nombre”, 2018, placa de granito. Foto: Benjamin Renter
PSJM, “Penetración Capitalista en la Amazonía de 1988 a 2019”, 2021. Foto: Benjamin Renter

AV: En la última sección de la muestra se encuentra la Oficina de Sueños, pensada como el espacio de activación e interacción con el público, a través de un programa que involucró a artistas, teóricos, activistas y colaboradores de diversa índole. ¿Nos cuentan cuáles fueron algunas de estas actividades y qué respuesta tuvieron en un contexto como Berlín y su historia como ciudad? 

Paz Ponce Pérez-Bustamante: La Oficina de Sueños, que yo coordiné, proyectó un programa de actividades públicas paralelas a la exposición que tenía como doble objetivo expandir las líneas de investigación del museo situando el conocimiento en / desde / a partir del contexto local; y en segundo lugar, utilizamos esta oficina como herramienta meta reflexiva a partir de la cual pensar el museo como sitio y como situación. Como sitio la oficina aborda los temas principales de la muestra: la fabricación de mitos nacionales, la performatividad de la historia, las prácticas neo-extractivistas y la violencia institucional situándose dentro del kiosco diseñado por Valeria Fahrenkrog a modo de estudio de grabación, retransmitiendo en línea formatos como el Video Fórum, que en sus tres ediciones analizaba e interconectaba la obra y experiencias de artistas y cineastas (Gustavo Artigas, Grace Passô, Zoltan Kunckel, Fernando Llanos, Ana Alenso y Marilyn Boror Bor), que encarnaban estos debates-denuncia desde perspectivas biográficas, documentales y/o lúdicas. También invitamos a actores locales a interactuar con la exposición como archivo vivo: en conversación con Zoltan Kunckel y su Museo de Simón Bolívar, o entablando un diálogo con la propia historia de la institución nGbK, que a través de Eva-Christina Meier actualizaba la mirada que el arte le ha prestado a los movimientos sociales en Chile en los últimos 45 años. Organizamos con Julia Mensch un Club de re-lectura (espiritista) de Eduardo Galeano, cuyo libro Las Venas abiertas de América Latina se abordó como obra profética que viene a describir el presente en el que nos encontramos 50 años después de su publicación, y de la que actualizamos referencias con autores contemporáneos latinoamericanos no traducidos a la lengua inglesa.

Como situación, la Oficina co-produce junto a Manuela García Aldana una audioguía como recurso pedagógico del museo, que realizado de manera participativa con donaciones anónimas plantea un recorrido paralelo que trasvasa la exposición, trasladando la dimensión sonora de las protestas y las alternativas a la realidad política voceadas desde las calles latinoamericanas en la ola solidaria de paros nacionales que se produjo en otoño de 2019. Invita a caminar por Berlín escuchando un podcast donde Teo trae a la contemporaneidad fragmentos de una novela que habla de encuentros rotos entre exilio, disidencia y el desencanto con la realidad del socialismo. También como situación, el museo cede espacios al activismo, invitando a seguir una procesión fúnebre donde el colectivo de ciudadanía migrante VOCES de Guatemala en Berlín entierra simbólicamente una lápida que denuncia el racismo institucional en este país.

Por último, la Oficina propone tres talleres en los que se aborda críticamente la colección temporal del museo de la democracia desde dentro (Daniela Labra), se discuten los límites de la museología contemporánea desde una lógica propositiva, deseante y situada (Sara Buraya Boned), y se discute el modelo del museo comunitario como metodología para generar identidad colectiva y posible herramienta para resistir al poder colonial y las dinámicas globalizadoras a través de experiencias artísticas (Maria Thereza Alves, Marcela Moraga, Julia Mensch).

Cheril Linett, “Estado de rebeldía II”, 2021, impresión digital en PVC. Foto: Benjamin Renter
Galería CIMA, “Centinela”, 2021, edición de video de cámara de vigilancia. Foto: Benjamin Renter

AV: En Chile existe el Museo de Estallido Social, y como mencionabas Teo, Piñera llegó a proponer un Museo de la Democracia que fue altamente cuestionado y posteriormente desechado como proyecto gubernamental en pleno estallido social en Chile. Si las instituciones, incluido el Museo, siguen siendo cuestionadas, ¿por qué escoger a la figura del museo como aparato discursivo y catalizador de este proyecto?

TL & DL: El lenguaje del que nos servimos es doble, irónico, y permite cortar el tejido de la experiencia de arte al interior del espacio expositivo. Este enfoque emerge de recrear materialmente una institución ficticia que resulta de inversiones de sentido: el horizonte de miras que niega la experiencia de vida y muerte es el que está siendo atacado con dicha ironía. Por otra parte, el modus operandi del museo de la democracia respondió al de un trabajo de investigación y llamado a la reproducción, la representación y la denuncia desde diferentes frentes y no necesariamente en estricta y directa relación con los desarrollos en Chile. Nos ponemos en un punto de vista en diferido y a distancia, desde un punto en Europa donde una vez cada cierta cantidad de años hay una exposición dedicada a temas relacionados con América Latina. Tomamos el espíritu del museo comunitario en cuanto institución de base social que responde a cuestiones de memorias y saberes de grupos de interés ciudadanos o subalternos, de diferencia de género y trasfondo migratorio, etc. Esta dinámica fue aplicada a nuestras redes de conocimiento y personas que contribuyen a la colección temporal. Al mismo tiempo, una vez más, tratamos con ironía la noción de museo como una cápsula del tiempo, pues nuestra colección es de arte contemporáneo e incluye algunas propuestas procesuales que no se terminan en el espacio expositivo. El museo de la democracia es una institución viva y mutante, y en ese sentido trata de captar el espíritu democrático en constante rearticulación y peligro de extinción de nuestros días.

Zoltan Kunckel, “Exhumado”, 2011-2017, objetos de performance. Foto: Benjamin Renter

Artistas en exposición:

Maria Thereza Alves (Brasil/Alemania), Gustavo Artigas (México/Canadá), Arts of the Working Class (Alemania), Marylin Boror Bor (Guatemala), Andressa Cantergiani (Brasil), Victor de la Rocque (Brasil), Andrés Durán (Chile), Valeria Fahrenkrog & MITKUNSTZENTRALE (Chile/Alemania), Galería CIMA (Chile), Manuela García Aldana (Colombia/Alemania), Zoltan Kunckel (Venezuela/Hungría), Jaime Lauriano (Brasil/Portugal), Cheril Linett (Chile), Julia Mensch (Argentina/Alemania), Ana María Millán (Colombia/Alemania), Marcela Moraga & Salvemos el río Renaico (Chile/Alemania), Daniela Ortiz (Perú), Dulce Pinzón (México), PSJM (España), Matheus Rocha Pitta (Brasil/Alemania), Doris Salcedo (Colombia), Carolina Saquel & Camila Marambio (Chile/Francia), Julia Weist & Nestor Siré (EE.UU./Cuba), Michael Wesely (Alemania), Kiyoshi Yamamoto (Brasil/Japón/ Noruega).

Contribuciones artísticas al programa de eventos:

Ana Alenso (Venezuela), Marilyn Boror Bor & VOCES de Guatemala en Berlín (Guatemala/Alemania), Sara Buraya Boned (España), Cora Hegewald & Erik Göngrich (Alemania), Fernando Llanos (México), Eva-Christina Meier (Alemania), Grace Passô (Brasil).

Alejandra Villasmil

Nace en Maracaibo (Venezuela) en 1972. Es directora y fundadora de Artishock, revista online especializada en arte contemporáneo. Licenciada en Comunicación Social, mención audiovisual, por la Universidad Católica Andrés Bello (Caracas), con formación libre en arte contemporáneo (teoría y práctica) en Hunter College, School of Visual Arts y The Art Students League, Nueva York. Es editora y traductora inglés/español de contenidos sobre arte, trabaja en campañas de difusión y escribe regularmente para publicaciones, galerías y artistas de América Latina y El Caribe.

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