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SOMBRAS SOCIABLES. ESTÉTICA DE LO RELACIONAL

Desde el pasado 7 de junio y hasta este 7 de julio se expone en el Museo de Arte Contemporáneo de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) la muestra Estética de lo relacional, en la que participan artistas del Colectivo Estereotipados, con la curaduría de Mitzi Roda. En la muestra figura también un célebre invitado, el francés actualmente residente en México Pierre Valls, director de la 2° Bienal de Artes y Diseño UNAM 2020 Pedir lo imposible.

La idea en la estética relacional es que se juzga a las obras en función de las relaciones humanas que figuran o producen, considerando que utilizan como marco referencial el contexto social dentro del cual operan. Por ejemplo, una artista que impulsa junto a sus vecinos la instalación de una pileta pública en un barrio está haciendo arte relacional. El soporte de esta obra es la intersubjetividad; opera sobre los vínculos que se están perdiendo; pone en movimiento energías sociales. La estética relacional fue planteada por el curador francés Nicolás Bourriaud en la década de los noventa.

Daniela Giebel, “Sin patrones”. Vista de la exposición «Estética de lo relacional» en el Museo de Arte Contemporáneo de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), 2021. Foto: María Edith Pereira

Al entrar es posible que te atrape la fotografía de una madre que tiene cubierto el rostro mientras le da el pecho a su bebé; en una caja pecera al pie de la fotografía se encuentran bolsas de leche Pil chocolatada que los asistentes pueden alzar y llevarse. La obra, Sin patrones, la firma Daniela Giebel, con sutileza y cierta eficacia.

A medida que recorremos la sala nos damos cuenta de que estamos frente a dispositivos de diferentes funcionamientos. Más que “obras” son “dispositivos”, una intención de combinar intenciones de acción práctica con intenciones teóricas (Giorgio Agamben).

En la misma sala veremos una mesa redonda con hojas de coca puestas sobre un mantel negro, en compañía de dos sillas que esperan a los interlocutores de turno. La obra parece descontextualizar una práctica ritual andina, la de pijchar la coca, para relocalizarla en el interior de una sala de exhibición, pero apunta un poco más allá: se trata de una creencia pagana muy popular y vigente en todos los estratos sociales del país, pues la gente todavía cree en los yatiris para que les lean la suerte, o les adivinen el futuro, utilizando hojas de coca y naipes, sea para el amor, para los negocios o la salud. El francés Pierre Valls propuso este dispositivo y le llamó Lecturas, como una suerte de gesto problematizador e ingenioso. No es de extrañar, sin embargo, que fuera un artista del extranjero quien expresara su asombro sobre este ritual y lo propusiera para la muestra, tal vez porque su posición le permitía mirar con suficiente distancia.

Pierre Valls, “Lecturas”. Vista de acción en el Museo de Arte Contemporáneo de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), 2021. Foto: Adriana Herrera

Uno de los dispositivos más sugerentes es la instalación El desagüe de intimidades compartidas, de Adriana Herrera, que consta de un pedestal que se ha convertido casi en un ánfora para colocar papelitos doblados por la parte superior, a través de una rejilla de lavamanos incorporada que lo convierte en artefacto; se trata de un ensamble interesante que invita a la acción de los visitantes, a escribir y dejar que se desagüen sus intimidades por escrito.

Una exposición es la visualización explicativa de hechos ausentes por medio de objetos, así como de elementos de la puesta en escena, utilizados como signos (Hans Schärer, 2003). En este sentido, la exposición Estética de lo relacional es algo ambigua y tiene obras incluidas que podrían generar algo de confusión. Por ejemplo, dispositivos como La inocencia es animal, de Wara Urquiola, o el caso de Randy Rojas con Llévate una rosa si sos hombre. Ambas se antojan más como dispositivos performáticos que como arte relacional en sí dentro de la sala. 

Urquiola muestra un video que registra cómo la artista abordó a diferentes hombres al azar en la calle para ofrecer cortarles las uñas, escenificando el acto simbólico de acortarles las “garras” al desconocido-hombre-macho en el espacio público. Un juego de grandes cortaúñas y un recipiente oscuro con trozos de uñas cortadas se muestra en la sala como testigos del hecho ausente. Da la sensación de que en la calle funciona bien como acción efímera, pero puesto en la sala queda más como registro de performance. Sin embargo, no deja de ser evocador.

Wara Urquiola, “La inocencia es animal”. Vista de la exposición «Estética de lo relacional» en el Museo de Arte Contemporáneo de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), 2021. Foto: María Edith Pereira
Adriana Herrera, “El desagüe de las intimidades compartidas”. Vista de la exposición «Estética de lo relacional» en el Museo de Arte Contemporáneo de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), 2021. Foto: María Edith Pereira

Lo mismo cabría decir de la acción en la calle de Randy Rojas, basada en la pregunta de cómo reaccionaría un hombre en la plaza si se le acerca otro hombre provocativamente para obsequiarle una rosa roja. No es una joda que alguien filma desde una cámara oculta para que después se entretengan los usuarios en las pantallas de los bancos esperando su número de ticket para ser atendidos. No. Rojas lo propone como arte relacional en la medida que interpela a la reflexión y pone a la luz patrones sociales de la masculinidad y la homofobia. Si hay algún conflicto, sucede en la cabeza de cada persona a la que esto le suceda, si se siente observado por el Gran Hermano que es el ojo social.  Puesto en la sala, sin la interpelación directa del artista, el dispositivo queda más como registro, aunque estén colocadas las rosas en la sala como objeto narrativo-interpelador.

Siguiendo un ejercicio sano que disfruto, que consiste en cambiarle de nombre a las obras cuyo título imagino de otra manera, me encontré con ¿Te reconozco? ¿Me reconoces?, la instalación del artista Pedro Roda. Interiormente lo rebauticé “Sombras sociables”. Es probablemente una de las más coherentes con la consigna general de la exposición. Ocupa entera una de las tres salas del espacio; en una pared se proyecta la sombra de dos siluetas humanas moviéndose, interactuando, mientras que en la pared perpendicular se proyectará la sombra del visitante que ingrese a la sala y se posicione en el medio. La cuestión no es que se puedan confundir las sombras, sino que el dispositivo funciona en la medida que el espectador hace algo, se relaciona con el espacio, poetisa con su silueta, hace extrañas coreografías, diálogos de sombras con las que aparecen a su lado, saliendo por supuesto de cualquier ensimismamiento.

Pedro Roda, “¿Te reconozco?, ¿Me reconoces?”. Acción en la exposición «Estética de lo relacional» en el Museo de Arte Contemporáneo de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), 2021. Foto: Jorge Luna

Probablemente en esta misma línea, debamos citar la instalación de María Edith Pereira, El cuerpo perfecto, que a ojos del paseante urbano tendrá la apariencia de un vestidor de esos que abundan en las tiendas de ropa, en los shoppings, malls, supermercados y galerías de la ciudad. La instalación se activa sólo cuando el o la paseante de la sala ingresa a ver lo que está detrás de las cortinas: su propio reflejo. Que esto suceda dentro de un museo de arte contemporáneo resulta interesante. Después de todo, la originalidad del arte contemporáneo, como señala Boris Groys, pasa por ver en qué contextos se inscriben las acciones, los objetos, las instalaciones, más que por su forma pura en sí.

Al salir del Museo de Arte Contemporáneo queda la sensación de que la exposición Estética de lo relacional le inyecta una bocanada de aire fresco a la oferta general de los espacios culturales locales. Probablemente lidia con algo difícil de lograr en el actual contexto de redefinición de las proximidades, dada la situación de restricciones que viven los países del continente por la pandemia. La curadora Mitzi Roda resalta que al Colectivo Estereotipados le resultaba desafiante plantear ideas de este tipo precisamente por el distanciamiento social imperante. Frente al fantasma del virus rondando por la ciudad y el mundo, una exposición que se centra en la generación de relaciones intersubjetivas nos muestra cómo la escena artística de Santa Cruz de la Sierra se resiste y se mantiene viva a toda costa.

María Edith Pereira, “El cuerpo perfecto”. Vista de la exposición «Estética de lo relacional» en el Museo de Arte Contemporáneo de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), 2021. Foto: María Edith Pereira

Jorge Luna Ortuño

Nacido en La Paz –Bolivia (1980), radica hace más de 10 años en Santa Cruz de la Sierra. Es Licenciado en Filosofía por la Universidad Mayor de San Andrés con estudios de especialización en artes y educación. Combina en su trabajo la gestión cultural, la docencia y escritura de artículos en diarios y revistas como vértices de un mismo diagrama, intercalando la lectura filosófica con investigaciones de tipo analítico descriptivo principalmente en artes visuales. Gestiona la plataforma de investigación artística boliviana Ecléctica. Autor de los libros "Pensamiento inalámbrico", Plural Editores, La Paz (2012) y "Lorgio en los anillos. Murales en relieve cerámico realizados por Lorgio Vaca en Santa Cruz de la Sierra", CCP (2019). Recientemente realizó la curaduría de la exposición colectiva "Minúsculas revoluciones de la empatía ecológica" (Fundación Patiño Santa Cruz).

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