
LYGIA PAPE: TUPINAMBÁ
Como una de las fundadoras del movimiento neo-concreto en Brasil, Lygia Pape (1927-2004) favoreció la primacía de la experiencia sensorial del espectador y su rol en la vida cotidiana. Así queda de manifiesto en Tupinambá, la primera exposición individual en Los Ángeles dedicada al trabajo de esta seminal artista brasileña, en la que se examina su replanteamiento singular de la geometría, la abstracción y la poesía. Presentada por la galería Hauser & Wirth, y organizada junto con el Projeto Lygia Pape y Olivier Renaud-Clément, la muestra se centra en la serie Tupinambá, uno de los últimos conjuntos de obras de la artista y que revela su deseo por crear experiencias inmersivas más allá de los límites convencionales entre arte y vida.
Exhibidas por primera vez en Estados Unidos, las obras de la serie Tupinambá se distinguen por el uso de plumas rojas artificiales, con las que Pape establece su conexión con ciertas características de la historia de las poblaciones indígenas de Brasil. La exposición, que se despliega en dos salas, cuenta con la monumental obra Manto Tupinambá (2000), compuesta por una serie de esculturas tituladas Memórias Tupinambá y obras en papel, así como la emblemática instalación Ttéia. Esta exposición da continuidad a la retrospectiva que le realizara el Met Breuer de Nueva York y a su participación en la exposición Radical Women: Latin American Art, 1960-1985, en el Museo Hammer de los Ángeles (2017).

“Las operaciones conceptuales y formales de Pape en las obras de la serie Tupinambá, así como en otras anteriores, traspasan el umbral de la alteridad para embarcarse en un devenir constante que apunta a otro paradigma que se mueve en las coordenadas del pensamiento salvaje, y lo que el antropólogo Eduardo Viveiros de Castro ha definido más recientemente como una ‘metafísica caníbal’”.
Julieta González en Catiti Catiti Imara Notiá Notiá Imara Ipejú: Lygia Pape’s savage thought
La exposición presenta por primera vez al público estadounidense Tupinambá, una serie profundamente brasileña y una de las más imponentes y raramente vistas dentro de la producción de Lygia Pape. Mejor conocida a lo largo de su carrera por idear un lenguaje totalmente original para investigar la vida física y experiencial del cuerpo, Pape, con esta serie, logra una unión sin precedentes de lo geométrico y lo figurativo. La muestra propone una lectura fresca y divergente de la historia modernista de Brasil, al sugerir que las prerrogativas estéticas del presente están firmemente arraigadas en el pasado indígena de la nación. De este modo, la serie Tupinambá refleja el interés de Pape por los pueblos indígenas brasileños y sus prácticas culturales, en particular la antropofagia, una variante ceremonial del canibalismo practicado por los tupíes. Ella lo describe de la siguiente forma: “Los tupíes devoraban a sus prisioneros, sus enemigos, no por hambre como en el canibalismo, sino para tragarse y asimilar las capacidades espirituales del otro”. La antropofagia posee así una doble valencia: en cierto sentido, es literal y ritualista, en otro, cultural y metafórico.
Instaladas en una habitación oscura, las esculturas cobran vida al estar iluminadas por focos direccionales y acompañadas por la proyección de la película seminal y cuasi manifiesto de la artista, Catiti-Catiti (1974). Las esculturas encarnan la creencia de Pape de que, a pesar de la verdadera extinción de los pueblos tupíes, “su espíritu perdura en la persona brasileña”. Al emplear una serie de poderosos símbolos que evocan un antiguo ritual de la etnia, Pape reinventa poéticamente y recupera el tenso pasado de su nación. Definidas por un uso audaz del plumaje rojo -en alusión a las capas hechas originalmente con las plumas rojas del ave Guará y que usaban los tupíes cuando realizaban su ritual antropofágico-, las obras expuestas también están adornadas con cucarachas y partes del cuerpo humano, cohesionando en una visión totalizadora de sensualidad fantasmal.



Memória Tupinambá (2000) y Trono Tupinambá (2000), por ejemplo, muestran una síntesis de estos elementos: esferas y tronos adornados con plumas rojas lucen manos, pies y pechos incorpóreos que gotean lo que parece ser sangre derramada con pintura roja. Como representación escultural abstracta de la naturaleza dual de la antropofagia, Mala Tupinambá (2000) evoca inquietantemente la diseminación y la ingestión de la cultura: dos pechos de una mujer blanca sobresalen de una maleta abierta cubierta de plumas. Aquí, el espectador siente visceralmente la insólita belleza, la violencia y la objetualización del cuerpo.
Manto Tupinambá (2000) marca la cúspide de la serie y, por extensión, de la exposición, al empequeñecer al espectador en su profundo impacto y efecto sorpresa. Una gran pieza cuadrada de lona cuelga justo sobre el piso, sostenida y tirada por postes metálicos colocados alrededor de sus bordes. Numerosas esferas de plumas rojas descansan sobre él, algunas albergan cucarachas justo debajo de las plumas, mientras que otras presentan huesos que sobresalen: detalles de blanco en un mar de rojo.
La artista ha sugerido que las cucarachas, insectos resilientes capaces de vivir en entornos difíciles, y que aparecen en su notable obra Caixa das Baratas (1967), simbolizan a los pueblos indígenas, extinguidos y, sin embargo, eternamente presentes en el arte y la cultura brasileños, mientras que la lona se refiere a la llegada del europeo, que, se podría decir, vía erradicación fue “devorado” por los tupíes. “Quería hacer de mi ‘Manto Tupinambá’ una cosa extremadamente hermosa, como el arte plumario original de Tupinambá y, al mismo tiempo, apoderarme del terror de la muerte. Porque ambos están presentes todo el tiempo”.

La exposición va acompañada de una selección de Desenhos (Dibujos) de Pape de la década de 1980, que sirven para anclar su trabajo posterior en el linaje histórico del neoconcretismo y resaltar su trayectoria artística hacia una práctica cada vez más política y ambiental, ejemplificada por la serie Tupinambá. Los primeros Desenhos poseen un ritmo y una cadencia que evocan tanto la música como la abstracción geométrica. Al unir estas dos modalidades, Pape manifestó los mismos principios del movimiento neoconcreto que ella, junto con Lygia Clark y Hélio Oiticica, definieron años antes (aquellos principios que buscan romper las barreras entre lo intuitivo y lo intelectual, el espíritu y el cuerpo) en la construcción de una vanguardia rebelde, inédita y particularmente brasileña.
La exposición culmina en una de las instalaciones más emblemáticas de Pape, Ttéia 1, C (2000/2021), parte de la serie homónima de la artista desarrollada por primera vez en 1978. La palabra Ttéia, acuñada por Pape, es una elisión de la palabra portuguesa para “red” y “teteia”, un término coloquial para algo elegante y delicado. Al igual que sus compañeros neoconcretistas, Pape se vio impulsada por la experimentación y el deseo de unir el espacio de la obra de arte con el del espectador. La serie Ttéia le permitió hacer precisamente eso. Estas instalaciones a gran escala existen dentro de un espacio etéreo, formado por hilos de plata u oro prácticamente invisibles, estirados a mano desde el suelo hasta el techo (Ttéia 1, C) o en la esquina de dos paredes (Ttéia 1, A y Ttéia 1, B). Al manifestar una ilusión de formas geométricas y planos, Ttéia 1, C atrae a los espectadores cada vez más cerca, cautivándolos en un elusivo juego de luces y sombras. Esta instalación se mostró en la Bienal de Venecia de 2009 y recibió la Mención Especial “Fare Mondi/ Making Worlds” (“Hacer Mundos”).
–Traducción por Valentina Durán, pasante de Traducción de la Universidad Católica de Valparaíso, Chile

LYGIA PAPE: TUPINAMBÁ
Hauser & Wirth Los Angeles, 901 East 3rd Street, Los Angeles, EEUU
Hasta el 8 de agosto de 2021
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