
ALDAIR INDRA: LO ESPIRITUAL ES POLÍTICO
“¿Las vendas herbales sanarán un dolor de huesos? ¿Una milluchada al Palacio de Gobierno encauzaría la energía del poder? ¿El fuego en la imagen del Palacio, en referencia a las wak’a y las koas, podrían sanar este gobierno k’encha?”
Aldair Indra
La quema de la Chiquitanía, una Wiphala de luto, punteros láser astronómicos que conectan la Tierra con lo celestial, una milluchada al Palacio de Gobierno boliviano. La obra reciente de Aldair Indra (La Paz, 1989), presentada en Persona Casa Galería bajo la curaduría de Galo Coca, surge a partir de su trabajo en Santiago de Chile, donde motivada por las convulsiones sociales en el continente y los desastres naturales en la Amazonia y los llanos de la Chiquitanía boliviana comienza a reflexionar sobre posibles cruces entre la acción política y los actos de sanación.
Así, en Lo espiritual es político, la artista trabaja en base al imaginario patrio y del cotidiano de la “nación” para transmutarlo en objetos mágicos y acciones “nobles”, naturales, de procedencia ritual. Indra conjura en su obra los conflictos políticos que regiones como América Latina vienen acarreando desde los procesos colonizadores –conquista de tierras, despojos, evangelización-, doctrinas que han creado un nuevo orden social marcado por la discriminación racial, el clasismo y el extractivismo.
La artista confronta la larga tradición del arte político desde el pensamiento mágico. Convierte sus piezas en objetos rituales para especular si su potencial sanador es capaz de interferir en nuestra realidad. “Apuntar al cielo, tener los pies en la tierra y quemar para transmutar son gestos altamente humanos a los que ahora recurrimos en busca de respuestas y vínculos profundos”, dice Galo Coca.


La sala de exposición se ilumina con luz violeta, en alusión a la energía espiritual que, en metafísica, simboliza justicia, misericordia, libertad, perdón y transmutación. En Reiki, el violeta mantiene el equilibrio entre el cuerpo físico y la mente superior. En Yoga, el séptimo chakra, de color morado y ubicado en la coronilla, está vinculado a la energía y el pensamiento cósmico. El morado también tiñe las marchas de las luchas feministas en todo el mundo.
Esta penumbra en el espacio se quiebra con la luminosidad de 5528. Lo espiritual es político, una instalación que simboliza los tres niveles de la realidad: el mundo de arriba, el del medio y el subterráneo. Alrededor de la fachada del Palacio de Gobierno, como si de una milluchada se tratase, la artista hace una especie de ofrenda sobre la cruz andina, activando un fuego y leyendo hojas de coca. Parte del título de la pieza, 5528, se refiere al año nuevo aymara, por lo que mediante este ritual la artista invoca que el orden se encauce en una nueva y armónica dirección, a la luz de los astros. En su estética, la pieza alude tanto a la nueva arquitectura aymara, signo de opulencia del nuevo poder de los últimos tiempos, como a un futurismo que se pregunta cómo llegaremos al mañana.
En la misma sala cuelga una bandera Wiphala, emblema de las naciones originarias andinas y de la reivindicación de sus derechos, declarada símbolo nacional. La bandera, no obstante, está ‘enlutada’ con tierras de mineral negro en alusión a los reclamos globales del movimiento Black Lives Matter. “Mientras que la sociedad se conmovía por los derechos de los afroamericanos en Estados Unidos, en Bolivia siguen eludiendo la cuestión indígena. La presencia arrogante de esta insignia negra en la sala se erige en contra de la idea del buen salvaje, de la sumisión y el sometimiento silente, a la vez que declara el fracaso de procesos sociales impostores y exige respuestas a la impunidad”, afirma la artista.



Adyacente a la Whipala Negra se encuentra Mandamiento de barro, una pieza de adobe con incrustación del libro de la historia de Bolivia escrito por Humberto Vásquez Machicado, Teresa de Mesa y José Gisbert. Según la artista, esta pieza es un comentario a la importancia que aún se le da a una visión hegemónica de la historia basada en la relación del “vencedor” y el “vencido”, y se pregunta si quienes labran la tierra y construyen casas, palacios y mansiones tendrán la misma versión de esta historia. “Acá ficciono acerca del hallazgo futuro del recuento de los hechos; mientras se construyan nuevos palacios embrujados, imagino que un día seremos hallazgos de arqueología, sea tierra, huesos o libros”.
Palacio Quemado es un video en el que, fotograma a fotograma, se ve cómo cada nivel del Palacio de Gobierno va siendo abrasado por el fuego, a la manera de las imágenes que circularon en los medios durante el incendio en la Chiquitanía. “Hay un dato referencial importante y es que el Palacio fue inicialmente edificado sobre una wak’a -lugar sagrado en la cosmovisión andina- y fue escenario de sucesivos golpes de Estado, casi incendiado en 1875”, señala la artista.


En la acción Manifiesto de Luz, Indra propone un viaje estelar de ultratumba a bóveda celeste -un rezo de comunión-, utilizando los punteros láser de color verde que brillaron en las recientes protestas sociales de Chile. La pieza se originó en Santiago en 2019, mientras circulaban las noticias de los incendios en la Chiquitanía. La intención fue hacer un ritual de reconexión de la Tierra con el cosmos. “Comencé a usar los punteros astronómicos en un conjunto de obras relacionadas a las cosmovisiones andinas y la astronomía científica que estuve realizando en Chile. En un ritual-performance que hice en la terraza de la Galería CIMA (en Santiago), se sahumaron hierbas medicinales mapuche”, explica la artista.
En el video-performance Génesis en Aymara vemos que unas manos empiezan a hojear la biblia para leer la primera página del Génesis en aymara. Con esto, la artista –que no habla esta lengua- se refiere a la primera forma de colonización, la educación mediante la evangelización. Estas manos “creadoras” son vendadas con las mismas páginas del Génesis, que relata la creación del mundo desde el punto de vista occidental.
“Podemos observar con desconcierto el choque entre los subtítulos de los significados dados a la cosmovisión occidental cristiana, frente a una forma totalmente distinta como es la andina, en la que no sólo se conocen ‘los cielos y la tierra’, sino el alaxpacha, el ukupacha y el manqhapacha. Por supuesto, ciertas significaciones son omitidas de esta versión cristiana de la creación del mundo”, explica.
La artista se apropia del lenguaje del sincretismo visual que emana del encuentro multicultural -ocupado en generar identidad nacional colectiva- y, sobre todo, poniendo el cuerpo para manifestarse en contra de la postergación y la alienación, según el artista y curador Galo Coca. “Un choque entre lo originario y lo globalizado, los intentos de forzar la ‘nacionalización’ de lo indígena, el constante sometimiento de determinados grupos sociales y sus reivindicaciones utilizadas políticamente a favor de otros grupos en situaciones estratégicas de poder”.
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