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JOSEFINA LABOURT: SEÑORA

Por Guadalupe Creche | Curadora

Señora

Nuestras primeras charlas con Josefina sobre la etimología y los usos de la palabra Señora apuntaban a pensar la definición cultural y de diccionario castellano en la que señora es un término alternativo para señor. Es una señora toda mujer casada o viuda, y es una señorita aquella mujer que permanece soltera. Señora se emplea para referirse a la mujer de una cierta edad y señorita para la más joven. Señora refiere al estado civil, a cierta clase social, a la edad adulta. Si estabas casada con un hombre eras una señora, hasta tanto, una señorita. La definición mediante el matrimonio con un hombre y la clase social alta es uno de los primeros problemas que encontramos: señora designa un estado o posición en relación con otro.

Dos motores articulan esta muestra: uno es ampliar la definición de la palabra; Señora no es delimitada a partir de una relación con un otro, sino a partir de sus propios fragmentos. Las partes que aparecen son pinturas de rostros chorreados sobre fondos oscuros, pies flotando junto a cuerpos desnudos de viejas que se bañan, un torso abotonado con tetas enteladas, un río de venas y várices, un mechón de cabello plateado que cuelga en lo alto de un perfil, el interior de una máscara y caretitas con cáscaras de huevos sobresaliendo de la superficie de los lienzos. El otro, es direccionarlo hacia la vejez. Bajo estas dos motivaciones enunciadas, señora y vejez aparecen reunidas en las formas fragmentarias de los cuerpos que la artista toma en sus composiciones, habilitando un espacio que visibiliza la decrepitud.

Vista de la exposición “Señora”, de Josefina Labourt, en Piedras Galería, Buenos Aires, 2021. Foto cortesía de la galería.
Vista de la exposición “Señora”, de Josefina Labourt, en Piedras Galería, Buenos Aires, 2021. Foto cortesía de la galería.

La sala facilita la intimidad y un clima tenebroso calculado para que a ninguna obra le falte luz. Inmediatamente desde afuera, llaman la atención los materiales y las formas que se dejan ver. Al entrar, arrastra la atención hacia sí con fuerza el único retrato frontal que flota sobre un fondo de pinceladas grises y verdes, constituido de capas y capas y capas de óleo, como todas las pinturas aquí presentes. Esta señora mira al frente con la mirada perdida. La piel suelta de su rostro cuelga en forma de arrugas trazando pliegues y surcos que bajan desde la frente hacia sus ojos, recorren sus mejillas, su boca y caen hasta su mentón. No tiene un gesto marcado más que la pura marca de las arrugas. Está colgada en la pared verde, flotando, una imagen que viene del pasado trayendo marcas en la piel como una información que con su propio peso dibuja líneas y pliegues que marcan la superficie. La figura se presenta chorreante y eso desespera como el indetenible paso del tiempo que exhibe. Las veladuras le dan un tono fantasmagórico que acrecienta su falta de gesto.

Es que esta señora no tiene gesto porque viene de una máscara. La imagen de la que se origina ha sido extraída de la fotografía de una máscara y no de una persona. Y la máscara no está solo presente en esta pintura. A su lado, una horda de máscaras también sin gestos, arrancadas de revistas y pegadas en un lienzo recubierto de resina brillante, se acurrucan generando una imagen terrorífica. Están juntas y se repiten hacia abajo, caen hasta el tope de una máscara que sale inflada hacia afuera de la tela de la pintura, como las cáscaras de huevos, expulsadas pero sostenidas con costuras. La repetición de la falta de gestos transmite miedo. No dicen nada, no tienen ninguna expresión, y eso asusta. Permanecen suspendidas mientras corre la vida ante los huecos que tienen en el lugar de sus ojos. Josefina viene hace tiempo trabajando con máscaras y sabe que es una forma de poner en situación tanto a la persona que la usa como a la persona que no la usa y la ve. Es la representación de ellas lo que le permite llegar a este nivel de crudeza inmutable.

Vista de la exposición “Señora”, de Josefina Labourt, en Piedras Galería, Buenos Aires, 2021. Foto cortesía de la galería.

Vejez

Todas las líneas en el cuerpo, las marcas, la información de la vida depositada en la piel es lo que se quiere borrar, lo que se quiere esconder, lo que no se ve en las pantallas ni en las revistas en las que las vidas son perfectas y las pieles son tersas. Esas arrugas están aquí presentes de distintos modos en cada una de las obras.

La vejez conmueve porque comparte demasiadas cosas con la muerte, con la no-vida. Lxs ancianxs están vivos, pero para el resto del mundo ya no están en este mundo. Son un afuera, están más allá de la existencia plena. Sin futuro, se encuentran en la antesala de la desaparición. Son una forma intermedia, entre lo vivo y lo muerto, entre lo animado y lo inanimado. Son una frontera, un límite, casi como los cadáveres, que también lo son. Carne todavía, conservan algo de humanidad, están aquí, a pesar de pertenecer ya a otra dimensión, son molestos y absurdos. A veces son lo querido, pero sobre todo, son presencias temidas que completan el imaginario del miedo.

Es muy fácil ver cómo la sociedad rechaza a las arrugas, las borra con programas de edición, las borra con filtros, con tratamientos estéticos. Pero por qué borrar las arrugas. El deseo de la piel tersa vive en el presente bajo la idea de juventud como sinónimo de plenitud.

Vista de la exposición “Señora”, de Josefina Labourt, en Piedras Galería, Buenos Aires, 2021. Foto cortesía de la galería.
Vista de la exposición “Señora”, de Josefina Labourt, en Piedras Galería, Buenos Aires, 2021. Foto cortesía de la galería.

Pintura

Hay en una de las pinturas de Josefina referencias a la pintura de Lucas de Cranach del año 1700, La fuente de la eterna juventud. En ella se ve a la izquierda a mujeres viejas, arrugadas, desprolijas, llegando escoltadas por médicos y enfermeras. Llegan en estado decrépito, necesitando ayuda para sumergirse en la fuente. Llegan vestidas con harapos, arrastradas en carretas, trasladadas en camillas. Con aspecto de enfermas. Cranach propone a la vejez como una enfermedad de la que hay que salir para volver a la juventud tras bañarse en la fuente. Pero en la pintura de Josefina los pies viejos con venas marcadas, salidas hacia afuera, no solo hacen pensar en la vejez sino también en la muerte. En este escenario de muerte presente las mujeres no se bañan para rejuvenecer, no sólo porque no hay una fuente ni una promesa de juventud, sino porque la vejez es aceptada y exhibida, traída del margen hacia adentro de la sala. Las mujeres que están ahí sumergidas en la pintura no van a rejuvenecer. Y en este mismo cuadro, si se observa con atención tras las veladuras, aparece fragmentada la palabra: in vi si ble.


Señora, de Josefina Labourt, se puede visitar hasta el 30 de junio de 2021 en Piedras Galería, Avenida Rivadavia 2625, Piso 4, Buenos Aires.

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