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LA POSIBILIDAD DE LO COMÚN

¿Cómo pensar lo común o desde dónde concebirlo? ¿Qué es aquello que permite imaginarnos más allá de uno mismo? Fuera de la historia [heredada], ¿existe algo que en el presente nos determine como sociedad o, acaso, como peruanos más allá del DNI? Ante la pregunta de si hay algo común que pudiese identificar a un grupo humano, Wittgenstein respondería que no, no hay nada. Aquello que lograse inducir algún vínculo entre las personas podría ser lo que el filósofo denominó “aires de familia”, que refiere a cierto parecido entre los miembros de un clan a partir de algunas relaciones.

Y es que nada en el universo es igual a otra cosa, ni uno es el mismo en cada minuto que pasa. Para Toni Negri (2016), el común es siempre una producción, es naturaleza regulada o transformada, o simplemente producida. Por ello, el autor considera que el común es un recurso solo en la medida en que es producto del trabajo humano, en el marco del régimen capitalista inmediatamente atravesado por relaciones de poder. Por su parte, Judith Butler (2017) considera que es la vulnerabilidad lo que caracteriza a la humanidad, en tanto nuestra existencia corporal depende de sistemas de apoyo tanto humanos como no humanos, es decir, necesitamos de otros para sobrevivir.

Florence Goupil, Diálogo con las Plantas, 2020, fotografía digital, impresión por inyección de tintas sobre papel de algodón, 62 x 90 cm. Ed. 3 + 1 PA. Cortesía: Galería del Paseo

Mientras que la organización es el resultado espontáneo de la interrelación entre dos o más personas, ser peruano/a es algo que se está construyendo siempre. Es decir, no hay algo que defina la peruanidad de manera esencial, pero hay peruanidad en la práctica. No existe un modo de ser peruano, en tanto el ser está siempre en construcción, siempre en transformación. Resulta desacertado reducir lo común a una herencia histórica, pues esta es dada o adquirida culturalmente. Tampoco sería correcto reducirlo al pertenecer a un determinado territorio, pues las concepciones de tierra/territorio varían entre las diferentes visiones del mundo. Por ejemplo, la filiación que se tiene con la tierra en las comunidades indígenas desde su cosmogonía y las prácticas del buen vivir dista de la concepción de propiedad de Occidente o de la práctica extractivista.

Entonces, bajo una herencia colonial que se ha empecinado en sostener brechas (sociales, económicas, culturales) y bajo un sistema neoliberal que nos ha impuesto la idea de que el individuo puede valerse por sí mismo, colocando la individualidad —disfrazada de independencia, emprendedurismo y autodesarrollo— como valor y debilitando la idea de comunidad, agrupación o gremio, como se ha visto a lo largo de la historia, cabe replantear la pregunta: ¿desde dónde se puede imaginar lo común?

Alexander Caballero, S/T (de la serie Ellas), 2018, impresión por inyección de tintas a partir de película 35mm, color. Ed. 3 + 1 PA. Cortesía: Galería del Paseo
Alexander Caballero, S/T (de la serie Ellas), 2014, impresión por inyección de tintas a partir de película 35mm, color, 64 x 44 cm. Ed. 3 + 1 PA. Cortesía: Galería del Paseo
Alexander Caballero, S/T (de la serie Ellas), 2014, impresión por inyección de tintas a partir de película 35mm, color, 48 x 68 cm. Ed. 3 + 1 PA. Cortesía: Galería del Paseo

La posibilidad de lo común es una muestra colectiva que —dividida en cuatro tiempos— propone abrir reflexiones en torno a la identidad y sus vínculos con el territorio y la historia desde cuatro propuestas artísticas que abordan las relaciones familiares; la historia como reconstrucción; la sabiduría ancestral de las comunidades indígenas; y el vínculo con la ciudad a través del tejido social.

A través de una serie de fotografías que tienen como base el documental, Alexander Caballero (Lima, 1989) crea Ellas, retratos de su propia familia, migrante y liderada por mujeres. Si bien las formas de la familia son históricas (en cuanto culturales), Caballero rompe con las formas aprendidas e impuestas. De esta manera, el artista involucra al espectador en la intimidad de su propio cotidiano —que abarca diferentes escenarios como Paramonga, Huaraz y Lima— en el que las mujeres de su familia han asumido diversos roles, desplazando ideas machistas, conservadoras y condicionantes de la sociedad heteropatriarcal.

Lorena Spelucin, Huaca sustraída, 2018-2021, impresión por inyección de tintas sobre lienzo. Pieza única, 90 x 150 cm. Cortesía: Galería del Paseo
Lorena Spelucin, Maqueta, 2021, tierra y cemento, 13 x 14 x 5.5 cm. Pieza única. Cortesía: Galería del Paseo

La concepción de la historia como una (re)construcción del pasado sobre los intereses del presente se manifiesta en Reconstrucciones Imaginarias, de Lorena Spelucin (Cusco, 1993). El proyecto parte de la interpretación de los templos de Cerro Blanco y Punkurí que Julio C. Tello realizó en 1938 en el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú, y que 35 años después fue removida bajo la dirección de Luis Guillermo Lumbreras. Esta huaca sustraída se configura como un símbolo que la artista intervendrá y reproducirá con diferentes técnicas. Asimismo, a partir de una serie de materiales de archivo histórico, Spelucin se propone reconstruir la historia a través de un relato que explica el “descubrimiento” de la huaca, hasta su interpretacion y destrucción. Por otra parte, se apropia de los contenidos visuales y el estilo literario academicista de las revistas de investigación y divulgación de las ciencias sociales para la elaboración de Yanqa, una publicación ficticia en la que presenta un falso descubrimiento arqueológico en el Valle de Nepeña, del cual se otorga el crédito. De esta manera, Lorena Spelucin pone en crisis no solo cómo se construye y se cuenta la historia del Perú, sino la historia misma como forjadora de identidad.

En Shipibo-konibo: diálogo con las plantas, Florence Goupil (Lima, 1990) reúne una serie de fotografías que retratan los saberes y costumbres de miembros de diversas comunidades shipibo-konibo del departamento de Ucayali, alrededor de las plantas nativas. Las imágenes de Goupil no solo presentan el amplio conocimiento de los/as curanderos/as shipibo sobre dichas plantas, sino también el estrecho vínculo de la comunidad con la biodiversidad amazónica, de la cual es protectora. Cada imagen relata la historia de uno de sus miembros, a la vez que alerta del peligro que corre tanto la medicina tradicional como la comunidad misma a causa de la condición de vulnerabilidad en la que se hallan por el abandono del Estado, así como por los estragos de la pandemia.

Florence Goupil, Regreso al origen, 2020, fotografía digital, impresión por inyección de tintas sobre papel de algodón, 110 x 160 cm. Ed. 3 + 1 PA. Cortesía: Galería del Paseo

Finalmente, Simbiosis es la investigación que Alejandra Ortiz de Zevallos (Lima, 1995) viene realizando alrededor del canal de Surco y el tejido con hojas de carrizo sustraídas de las orillas del mismo canal. La simbiosis proviene del griego symbíõsis (“vida en común”) y refiere al proceso natural que se da por la asociación de organismos o especies diferentes, así como alude a la relación de ayuda o apoyo mutuo que se genera entre dos personas o entidades cuando realizan algo juntas. A través de una propuesta escultórica compuesta por piezas tejidas con fibra de carrizo, instalación sonora y video-animación, Ortiz de Zevallos pone en valor las aguas subterráneas del canal de Surco, a la vez que sugiere reflexionar acerca de los modos de relacionarnos como tejido social, así como con los recursos naturales que son invisibilizados en la ciudad de cemento que se empecina en negar su propia naturaleza.

La posibilidad de lo común ofrece más interrogantes que certezas. Si bien cada propuesta artística se exhibe en tiempos distintos —aunque ocupando el mismo lugar— en su conjunto puede leerse como una cartografía del país en la medida en que lo diverso no solo convive en un mismo territorio, sino que pone en relieve la trama social. Asimismo, las cuatro propuestas cuestionan el concepto de identidad y los mecanismos de construcción que se ocultan detrás de sus discursos, desmantelando argumentos que nos han sido dados, que hemos normalizado o que —en muchas ocasiones— hemos dado por supuestos.


*Texto curatorial de Luisa Fernanda Lindo para la muestra La posibilidad de lo común, presentada del 17 de marzo al 15 de mayo en Galería del Paseo, Calle Borgoño 770, Miraflores, Lima. La muestra se desarrolla en cuatro tiempos, cada uno dedicado a un artista.

Alejandra Ortiz de Zevallos, Simbiosis, 2021, tejido con hojas de carrizo sustraídas de las orillas del canal de Surco, Perú. Cortesía: Galería del Paseo
Alejandra Ortiz de Zevallos, Simbiosis, 2021, tejido con hojas de carrizo sustraídas de las orillas del canal de Surco, Perú. Cortesía: Galería del Paseo

-Butler, Judith (2017) “Vulnerabilidad corporal, coalición y la política de la calle” en Nómadas 46, abril 2017. https://bit.ly/3toJQ5t

-Negri, Toni (2016) “El común como modo de producción” en revista Transversales 38, agosto 2016. https://bit.ly/3cH2TkC

Luisa Fernanda Lindo

Lima, 1979. Curadora, escritora y trabajadora del arte. Licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires (Argentina) y Magíster en Estudios Curatoriales por la Universidad de Navarra (España). Ha obtenido diversas becas y residencias, como la Beca de Posgrado de Fundación Carolina 2018–2019; Beca a la Excelencia de Programas Especiales para Artistas de AMEXCID/SRE (México, 2015); Beca de Residencia Artística de SEGIB y Casa de Velásquez (Madrid, 2015); entre otras. Es directora y curadora de SUERO, espacio temporal para la reflexión, creación y exhibición de arte contemporáneo.

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