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LUIS FIGUEROA: PIEDRA SUS SUEÑOS SERÁN

Por Patricio S. Alejandro

La relación persona-espacio resulta una fórmula constante e inevitable en las actividades artísticas; sin embargo, hay una relación persona-origen de carácter intrínseco que no se puede separar en el proceso creativo.

El trabajo de Luis Figueroa (Caracas, 1993) surge de una dialéctica entre estas posturas, las cuales se visibilizan desde su primera exposición individual Light Works (2015) en donde, a partir de una exploración multimedia, ya existe un interés por indagar el color, lo abstracto y lo espiritual, haciendo referencia a una nostalgia de lo tropical que se raya con la luz.

En esta nueva entrega, Figueroa nos presenta una comprensión de América desde su propia realidad: esta dinámica constante en la cultura mestiza, y el ir y venir de los lugares. Piedra sus sueños serán (2021) consta de una serie de pinturas que continúan con la exploración del color, pero al mismo tiempo se alzan como un juicio propio acerca de la autonomía y el espíritu que cada lugar contiene en una disputa antropocéntrica que concilia orígenes múltiples y la experiencia subjetiva en el plano actual.

Vista de la exposición «Piedra sus sueños serán», de Luis Figueroa, en Es.Coria, Monterrey, MX, 2021. Foto cortesía de la galería

Aunque la distribución de los signos en los cuadros alude a momentos específicos de experiencias subjetivas, las interpretaciones deben reservarse al observador pues, al ser elementos culturales cotidianos, hay un juego visual que incita a una dinámica referencial que no menoscaba los contextos puntuales insinuados.

En este sentido, hay una conciliación barroca y surrealista en una veta de contemporaneidad, pues las imágenes propuestas se abren a múltiples interpretaciones a través de la integración temática que permea todas las capas sociales, y una rebelión pictórica que no se rinde a los formalismos estéticos occidentales.

Así, las pinturas del artista tienen un ligero tinte mágico por la evocación de lo onírico, donde se construye una realidad itinerante que busca identidad, un rostro sublevado que nos pertenece a todos y no pertenece nadie, en una confección de paisajes ambiguos que exhiben la vulnerabilidad de los espacios habitados.