
JULIA PADILLA: PARIENTE
Por Laura Ojeda Bär
Las suntuosas superficies de las obras de Julia Padilla nos atraen con promesas de tactos interesantes. Materiales cansados de vidas anteriores que encuentran, en una especie de glorioso segundo semestre, nueva plenitud pletórica de potencia. La piel –el órgano humano más extenso– cosquilleando de curiosidad con cada nuevo centímetro que nuestros ojos van descubriendo. Siempre a la caza de experiencias delectables.
De todos los sentidos, el tacto es y fue, incluso mucho antes de la coyuntura actual, el más controlado socialmente. El más público, el más invasor, porque pone en relación de igualdad a dos términos. Es imposible tocar sin ser tocade.
Las obras que habitan la galería en esta ocasión explotan estas ganas locas que despiertan en quien está próxime. Modifican el aire a su alrededor, tocando, volviendo superfluo el contacto real, propiamente dicho. Los materiales más diversos se emparentan subvirtiendo las categorías tradicionales de uso cotidiano. Conviven sin problema ni razón pedazos de cosa con materias –artificiales y naturales–, todes elles alejándose de lo que fueron alguna vez. Convirtiéndose en cosas sin nombre.
Nuevas organizaciones, nuevos organismos, objetos indecibles y anónimos, pero sobre todo particulares, despliegan sus alas luego de su período de incubación en el taller: pruebas y errores, posibilidades, acercamientos, hasta encontrar forma estable. Estable pero no final. En el eterno devenir, nuestros comienzos y nuestros finales son solo convenciones impuestas por el punto de vista teleológico fundante del pensamiento occidental.
Las obras de Julia se arman y se desarman con pasmosa facilidad. Parecería que lo que las mantiene juntas es su mirada, su creencia en ellas. No hay casi evidencias de forzamientos o deseos de imponer sus ideas sobre ellas. Su papel pareciera más cercano al de una estructura tutora, nutriente, que al de una voluntad creadora artística tradicional.
Son fragmentos de fragmentos de fragmentos, orgullosos de cada una de las partes que los conforman. Como modelos de alta costura a la vez que híbridos surrealistas, mantienen su pose mientras nosotres pululamos por su mundo, turistas en la intersección entre su universo y el de la artista. Mezcla de alquimista y médium, bruja y aventurera, deambulando descubriendo, por las calles de Buenos Aires, el elemento que faltaba sin saberlo. Siempre alerta.







JULIA PADILLA: PARIENTE
Fundación El Mirador, Brasil 301, Buenos Aires, Argentina
Del 26 de marzo al 8 de mayo de 2021
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