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AMALIA NIETO. FUERA DE LA SOMBRA

Amalia Nieto (Montevideo, 1907-2003) es una figura clave del arte uruguayo del siglo XX que supo abrirse camino en un entorno dominado por hombres. Pintora, escultora, ilustradora, grabadora, diseñadora gráfica y teatral, su obra es descrita como ‘un constructivismo libre’ que introduce una dimensión conceptual y sensible. Sus trabajos han tenido como denominador común la capacidad de irradiar una serenidad construida, donde los objetos, silenciosos, se destacan aislados de su contexto.

“Insisto: me siento atraída por la forma. El objeto es en general el protagonista; vivo pendiente de él (…) se me impone resuelto en su perfecta proporción. El objeto que deja de ser objeto para transformarse en símbolo”.

Los relatos biográficos de Amalia Nieto siempre refieren a su esposo, el escritor, compositor y pianista uruguayo Felisberto Hernández (Montevideo, 1902-1964), y a su maestro Joaquín Torres García (Montevideo, 1874-1949). Tras el fracaso de su matrimonio con Hernández, con quien tuvo una hija, comenzó una relación con la directora de teatro Laura Escalante, que duró cinco décadas. Todas estas vivencias personales han perpetuado la percepción de Nieto como una figura «a la sombra» de sus talentosas parejas, cuando en realidad fue la catalizadora de muchos de sus procesos creativos, llegando incluso a impulsar sus carreras.

Más allá de esto, Amalia Nieto logró ganarse un lugar como artista mujer en su época, no solo a través de su obra, sino como comentarista de CX 48 Radio Femenina; como directora del Museo de la Intendencia Municipal de Montevideo; como becaria para estudiar Museografía en Francia; y como docente en el Círculo de Bellas Artes. Según el curador uruguayo Ángel Kalenberg, Nieto junto a Petrona Viera son consideradas las artistas mujeres que han realizado los aportes más sustanciales a la historia del arte uruguayo.

Pero no es sino hasta cercana a su muerte, e incluso después, cuando se realizan las dos mayores exposiciones de sus trabajos: en 1995 tuvo lugar la retrospectiva de sus setenta años de pintura en el Museo Nacional de Artes Visuales de Montevideo (MNAV), convirtiéndose así en la primera artista mujer en exponer individualmente en esa institución, y en 2009 el Centro Cultural de España de Montevideo organiza Amalia Nieto: Cartas a Felisberto, donde se exhibieron los dibujos en tinta china y acuarela con que ilustró las cartas que enviaba a su marido.

Por estos días, el MNAV celebra nuevamente su obra con una retrospectiva que reúne sus pinturas y esculturas, así como documentación (fotos y cartas) y una selección de su trabajo gráfico (ilustraciones de libros y afiches), en la que destacan sus series más conocidas, Calles de París y Naturalezas Muertas Mentales, esta última asociada a una estética próxima a la pintura metafísica de Giorgio Morandi.

Amalia Nieto, Autorretrato, 1930, óleo sobre tela, 27 x 26 cm. Colección privada. Cortesía: MNAV, Montevideo
Amalia Nieto, Composición, 1941, óleo sobre cartón, 41 x 33 cm. Cortesía: MNAV, Montevideo
Amalia Nieto, Arlequines, ca. 1930, óleo sobre cartón, 61 x 80 cm. Colección privada. Cortesía: MNAV, Montevideo

Amalia Nieto (1907-2003) nace en Montevideo en una familia acomodada. Su padre, el Dr. Manuel Benito Nieto, pionero en cirugía cardíaca, es por entonces director del Hospital Maciel. En 1925 Nieto ingresa al Círculo de Bellas Artes, donde estudia pintura con Domingo Bazzurro. Es el momento del auge del planismo en la pintura uruguaya, así como de los ideales demócratas e igualitarios en lo socio-político.

Estimulada por padres que le brindan los medios, en 1929 emprende su primer viaje a París para estudiar en la Academia de André Lothe y en la Academia de la Grande Chaumière. La muestra en el MNAV comienza con obras representativas de este periodo: un retrato de su hija Ana María, otro de su hermano y también artista plástico, Jorge, y algunas naturalezas muertas al estilo académico de la época.

La década de 1930 sorprende al Uruguay con el gobierno autoritario de Gabriel Terra, pero también con el retorno de Joaquín Torres García en 1934, quien sacude el medio artístico local con su teoría constructiva. Amalia Nieto comienza a asistir al taller como discípula a la vez que contribuye a que la labor de Torres García sea posible.

Una pared exhibe algunos grabados realizados cuando estudiaba esta técnica en París, y pinturas del entorno urbano parisino, como la que muestra una calle del Barrio Latino, motivo de representación de varios artistas de la época. Esta obra es parte de su serie Calles de París, que sorprendió a Joaquín Torres García cuando regresa a Uruguay y visita el Círculo de Bellas Artes.

“Lo primero que pregunta Torres García es de quién eran esas obras. Le llamó mucho la atención el manejo y la finesa del trabajo y esa luz especial que él ya reconocía, como lo dice en un texto específico, y ahí se le dijo que era de Amalia Nieto”, relata el curador de la muestra, Héctor Pérez, en una entrevista con la plataforma audiovisual argentina De fogón en fogón. “Ella tenía un manejo del arte constructivo muy a su estilo, algo que el mismo Torres García manifiesta. Si bien Amalia Nieto no es netamente constructivista, Torres García la alaba muchísimo por todo su trabajo y el entendimiento en sí de pintar lo que la rodeaba, el entorno en esa época histórica”.

Amalia Nieto, Calle de París, ca.1940, óleo sobre tela, 54 x 46 cm. Colección privada. Cortesía: MNAV, Montevideo
Amalia Nieto, Homenaje a Felisberto, 1936, óleo sobre tabla tallada, 30 x 25 cm. Cortesía: MNAV, Montevideo

“A los pocos días de hallarme de nuevo en Montevideo, después de tantos años de ausencia —no sé si fui invitado o lo pedí yo—, fui a visitar una institución que era una escuela y un taller de arte. Y al contemplar las obras de pintura que decoraban sus muros, tuvieron que interesarme, sobre todo lo que entonces vi allí, unos delicadísimos paisajes que no sólo mostraban otra luz, sino también otra sensibilidad. Eran paisajes de Amalia Nieto pintados en París, de un fino ambiente que yo bien conocía y por esto quise saber de quién eran, y se me dijo… Cuento esto, no sólo para mostrar cómo conocí a Amalia Nieto sino más aún, de cómo se me impuso entre otras obras. Allí había un delicado espíritu y por eso un delicado pintor (sic)”

Joaquín Torres García, 1941


Torres García llega a Uruguay con sus conocimientos y prácticas en las vanguardias europeas, que Nieto había visto y vivido también en su momento, por lo que se convierte en la secretaria de la Asociación de Arte Constructivo. “Fue una etapa sumamente difícil para todos”, cuenta Héctor Pérez, “porque él (Torres García) llega con una impronta y con un planteo al Uruguay que acá no estaban muy dispuestos a entender y aceptar. Entonces, fueron muy criticados e incluso no tenían dónde exponer o un taller para reunirse. Torres disuelve la Asociación y crea el TTG, el Taller Torres García. Estamos hablando de los años 1936 a 1943”.

En 1955, Nieto volverá a París para tomar cursos de mosaico con Gino Severini y de grabado con J. Friedlander. Ese mismo año representó a Uruguay en la III Bienal de São Paulo, en la que obtuvo una mención honrosa. Un año después, expone sus pinturas constructivas en Amigos del Arte, con catálogo prologado por Torres García. A partir de entonces se suceden en su trayectoria 33 muestras individuales y 37 premios en salones nacionales, municipales, destacándose entre ellos el Gran Premio de Pintura en el XXXI Salón Nacional de Artes Plásticas de 1967, el Gran Premio de Escultura en el XXXIII Salón Nacional de 1969, y el Premio de Pintura del Concurso de Caja Notarial de 1991. En 1995 es invitada a participar en el Concurso Premio Figari.

Amalia Nieto, Sin título, acrílico y tinta sobre hardboard, 50 x 65 cm. Colección privada. Cortesía: MNAV, Montevideo
Amalia Nieto, Naturaleza muerta mental, 1989, acrílico y tinta sobre hardboard, 50 x 65 cm. Cortesía: MNAV, Montevideo

En 1975, Nieto instala la tercera dimensión mediante la sugerencia de una situación espacial en la que se ubican objetos simples y su sombra. Poco después, la tercera dimensión pierde profundidad para desaparecer en 1989, momento en que se consolida la frontalidad con su serie más conocida, Naturalezas Muertas Mentales. Los objetos se compactan en número impar y el ícono humanizado que representan operará como transición temática hacia las series siguientes, en las que se transformará en un claro arquetipo objeto-hombre.

En la exposición destaca su escultura participativa Homenaje al cubo (1969), con la que gana el Gran Premio Escultura XXXIII del Salón Nacional de Artes Plásticas del MNAV. “Es un momento en que (en Uruguay) teníamos a escultores que eran muy importantes en su momento, pero esta obra para esa época era una cosa muy de vanguardia. Podemos configurarla de la manera que queramos cada día. Nieto nos da con esta pieza la posibilidad de participación en su creación concreta”, explica el curador.

Junto a esta pieza, se exhibe otra que fue parte de la escenografía de una obra de teatro que la misma Amalia Nieto escribió, y que permite diferentes configuraciones en cada escena, así como una serie de acrílicos que, por sus formas y composiciones, reflejan la influencia del teatro en su obra plástica.

“Esta etapa final de la pintura de Amalia Nieto es donde realmente condensa todo su conocimiento, desde la recuperación del objeto (Joaquín Torres García) hasta llevarlo de su vida cotidiana a la inmortalidad de una manera metafísica y geométrica. Nieto, a su vez, agrega sombras en algunos de ellos, dándoles una vida muy particular, convirtiéndolos en personajes de una puesta en escena”, dice Héctor Pérez respecto a estos trabajos.

Para el curador, el objetivo principal de su retrospectiva en el MNAV es “demostrar quién es en realidad Amalia Nieto, siendo una mujer que sabía que lo que hacía era bueno, que no necesitaba mucho de andar haciéndose autobombo, haciéndose fama, y que muchas veces estuvo a la sombra”.

“Su matrimonio con Felisberto Hernández, ser secretaria de Torres García, y su relación con Laura Escalante eclipsaron toda la producción y el aporte cultural que hizo Amalia Nieto. En base a la investigación en las documentaciones que tenemos, nos dimos cuenta de que ella fue la catalizadora, por ejemplo, de que Felisberto Hernández fuera escritor; si no fuera por ella y su apoyo, de repente sería un buen concertista, pero hoy por hoy nadie se acordaría de él”.

Amalia Nieto. Sesión de fotos en la Playa Pocitos de la obra “Homenaje al cubo” (1969). Cortesía: MNAV, Montevideo
Amalia Nieto, Homenaje al cubo (maqueta), 1969, papel pintado sobre estructuras de 44 x 44 x 44 cm. Cortesía: MNAV, Montevideo

“Me preguntan cuál es, de acuerdo a mi propia experiencia, la posición estética que debe seguir un artista. Pienso que el artista, en todos los casos, debe superar la realidad; modificar, transformar, mejorar, inventar, soñar la realidad. El artista es eso ante todo y muchas cosas más si se quiere, que pueden enriquecer su obra. Pero antes que nada ver distinto, sentir distinto, con acento propio. En mi caso ese acento va muy ceñido a la forma, a la forma objeto, a la forma color, a la estructura, al andamiaje riguroso, a la construcción sobria y medida. Eso sin perder una actitud vital, no siempre alcanzable, para que aparezca el resorte mágico o metafísico”.

Amalia Nieto


AMALIA NIETO: RETROSPECTIVA

Museo Nacional de Artes Visuales de Montevideo (MNAV), Tomás Giribaldi 2283, esq. Julio Herrera y Reissig, Parque Rodó, Montevideo, Uruguay

Hasta el 2 de mayo de 2021

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