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LAS RUTAS HACIA EL CAOS & CONFORT, KIT DE BAÑO Y BECERRO EN EL JARDÍN

El Bloque, un espacio expositivo con sede en Mérida, Venezuela, presentó en diciembre pasado los proyectos Las rutas hacia el caos y Confort, Kit de baño y Becerro en el Jardín en la Casa Mudéjar de esa ciudad, una emblemática construcción colonial en ruinas que actualmente se encuentra en proceso de restauración.

Las rutas hacia el caos nace como un ejercicio a distancia entre el artista Rodrigo Urbina (Maracaibo, Venezuela) y El Bloque en Casa Mudéjar (Mérida). A manera de diálogo frente a los continuos escenarios de restricciones, limitaciones de infraestructura y distanciamientos sociales, El Bloque asume la figura de canal para materializar las ideas y conceptos generados por Rodrigo Urbina, sin certeza alguna sobre el resultado final. La interacción consistió así en la interdependencia de la causa y el efecto.

Por otro lado, Confort, Kit de baño y Becerro en el Jardín plantea un ejercicio instalativo-colectivo entre los artistas Cristiam Muñoz, María Niño, Aureliano Contreras y Fabio Rincones, quienes tuvieron a disposición objetos encontrados entre las ruinas de la casa, además de integrar elementos discursivos propios.

La Casa Mudéjar, creada alrededor de 1650 y conocida originalmente como la Casa Picón, es una de las construcciones de mayor valor histórico en la ciudad de Mérida, la cual albergó a figuras como Antonio Rodríguez Picón, último gobernador de la colonia y primero de la República, y donde Simón Bolívar proclamara a Mérida como “Ciudad de los Caballeros”. En la Casa Picón también vivió Mariano Picón Salas, escritor, diplomático y académico venezolano que ganó el Premio Nacional de Literatura en 1954. 

Compartimos los textos escritos por Cristiam Muñoz, María Niño, Aureliano Contreras y Fabio Rincones para estos proyectos.

El Bloque, un espacio expositivo con sede en Mérida, Venezuela, presentó en diciembre pasado los proyectos "Las rutas hacia el caos" y "Confort, Kit de baño y Becerro en el Jardín" en la Casa Mudéjar de esa ciudad, una emblemática construcción colonial en ruinas que actualmente se encuentra en proceso de restauración. Compartimos los textos escritos por los artistas Cristiam Muñoz, María Niño, Aureliano Contreras y Fabio Rincones para estas intervenciones.
«Confort, Kit de baño y Becerro en el Jardín», en Casa Mudéjar, Mérida, Venezuela, 2020. Cortesía: El Bloque
«Confort, Kit de baño y Becerro en el Jardín», en Casa Mudéjar, Mérida, Venezuela, 2020. Cortesía: El Bloque
«Confort, Kit de baño y Becerro en el Jardín», en Casa Mudéjar, Mérida, Venezuela, 2020. Cortesía: El Bloque
"Las rutas hacia el caos", en Casa Mudéjar, Mérida, Venezuela, 2020. Cortesía: El Bloque
«Confort, Kit de baño y Becerro en el Jardín», en Casa Mudéjar, Mérida, Venezuela, 2020. Cortesía: El Bloque

DE CAUSAS, EFECTOS Y LAS RUTAS HACIA EL CAOS

Por Fabio Rincones

“Esas manos que brotan de entre los escombros se parecen tanto a todas las manos. Acostumbramos salir, volver a comenzar, repetir las palabras que sabíamos”, describe Rafael Cadenas en su poema Replika del teatro polaco, del libro Gestiones (1992), y que nos permite reflexionar sobre el hacer humano, que pareciera encontrarse constantemente frente una indiferencia cósmica, ante la que siempre optamos por continuar, de una manera u otra, a través de múltiples vías y fronteras entre determinismo y azar, quizás no percatándonos de que algunos ámbitos y sistemas sucumben en puntos críticos e impactan, rompen, desordenan, pero también reestructuran y dan las condiciones para nuevas formas, otras posibilidades. Pese a todo, en estos sistemas el caos acaba generando pautas de orden y la posibilidad de la concreción de algo que existía solo de manera potencial, lo que según Heidegger sería el sentido profundo del trabajo humano que hace eco en la noción griega de póiesis.

El momento en que se produce una ruptura es cuando nos planteamos indagar sobre la esencia de las cosas y el origen de esa ruptura. Como espectadores ante sucesiones de fenómenos desordenados e irregulares en diversas escalas, irreductibles de forma simple, nos topamos con diversas formas de desorden, ocultas tras un aparente orden real o bien un orden circunstancial, como bien plantea Rodrigo Urbina en su obra, quien observa y estudia de cerca estos fenómenos,  y donde encuentra características de orden estético que suele llamar estética de lo provisional, con orígenes en actividades socio-culturales donde la improvisación y las soluciones domésticas a partir de objetos encontrados permean la esencia de los lugares cotidianos.

Los residuos y desechos de otros tiempos van sumando una serie de decisiones o caminos que la humanidad ha tomado en la profundidad del tiempo, que hoy por hoy se han materializado y transformado en un contexto donde nos encontramos compartiendo un mismo cuerpo en todas sus complejidades y limitaciones; compartiendo también una visión del mundo que no obedece a paradigmas de otras épocas y que no por ello han dejado de dar forma a nuestras vidas.

Decía Borges que, en el tiempo real, en la historia, cada vez que un hombre se enfrenta con diversas alternativas opta por una y pierde las otras; no así en el ambiguo tiempo del arte, que se parece al de la esperanza y el olvido. Si bien esta reflexión nos remite directamente a la ficción El jardín de Senderos que se Bifurcan (Ficciones, 1941), el intrincado cuento de Borges puede ayudarnos a contextualizar los conceptos manejados por Rodrigo Urbina, quien recurre a ambigüedades y múltiples posibilidades de objetos que fueron creados con una idea o función específica, renovando cualidades y olvidando otras, elementos que reflejan el devenir de lo inestable como fenómeno social-universal, abordado desde localismos y puntualizando idealizaciones de un paraíso tropical  materializado en caos.

«Confort, Kit de baño y Becerro en el Jardín», en Casa Mudéjar, Mérida, Venezuela, 2020. Cortesía: El Bloque
«Confort, Kit de baño y Becerro en el Jardín», en Casa Mudéjar, Mérida, Venezuela, 2020. Cortesía: El Bloque
«Confort, Kit de baño y Becerro en el Jardín», en Casa Mudéjar, Mérida, Venezuela, 2020. Cortesía: El Bloque
«Confort, Kit de baño y Becerro en el Jardín», en Casa Mudéjar, Mérida, Venezuela, 2020. Cortesía: El Bloque

ESCOMBROS Y CONFORT  

Por Cristiam Muñoz

La historia de las grandes naciones, un indigenismo férreo, los libros de tapa dura y los infinitos relatos de asaltos y corrupción que nos acompañan, terminan en un vertedero sobrio e indiferente pero que extrañamente no es indolente, que parece estar modelado en una analogía matérica de lo que es Mudéjar. Este espacio se transforma en un sinfín de dimensiones que termina relatando un poco lo que es el hoy de nuestros espacios; historias por contar, cúmulos de proyectos e intervenciones y millones de ideas que aún esperan el porvenir del mañana prometido.

Hablar de patrimonio nos ancla irremediablemente al ‘nosotros’; propiedades, espacios y tiempos que dejan de personificarse para hablar un ente compartido que, si bien alguien reclama, son tantas las voces sumadas a una supuesta idea de democracia y a unos procesos burocráticos desajustados a la realidad de nuestros días que castran toda posibilidad de hacer algo realmente significativo por aquello que, en sentido irónico o, mejor dicho, honesto y desalentador, nos representa y cuenta ‘quienes somos’.

Sin intenciones de caer en encuentros de heterogéneos, dualidades y complementariedades, estos escombros que hoy visitamos, tal vez por azar o por trabajo, tienen más similitudes con el país y con la impronta que vivir estos días en Venezuela deja, de alguna manera u otra, en cada uno de nosotros.

El silencio de lo inhabitado no es necesariamente aquel aspecto nostálgico que puede identificar estas similitudes, sino la innumerable cantidad de procesos que involucra todo principio de reconstrucción. El confort y la época de los metales preciosos que han quedado registrados en esta casa, así como aquello que ha estado en medio, entre el origen y el hoy. Escombros, lujos.

Hoy por hoy no sé si el poder trae consigo “grandes responsabilidades”, pero sí que trae mucho confort, o por lo menos en las líneas que se puede dibujar la historia que hoy podemos cuestionar. El espacio cuenta, a través de su arquitectura, mueblería y objetos, de los materiales y la destreza con la que fueron realizados cada uno, de las intervenciones y adaptaciones en las múltiples épocas que se evidencian en los objetos que hoy reposan en ella. El poder que se ha solapado al pasar del tiempo ha dejado rasgos significativos en lo que la casa por sí misma no puede contar. Pieles, alfombras, textiles “menores” y lona sintética. Son los materiales blandos que reúnen la evidencia de los años y los diferentes niveles de confort que han podido habitar este lugar.

«Señora y Kit de baño», de María Niño, en Casa Mudéjar, Mérida, Venezuela, 2020. Cortesía: El Bloque

SEÑORA Y KIT DE BAÑO

Por María Niño

La Casa Mudéjar fue víctima de sus propios dueños cuando atentaron contra su integridad estructural buscando derrumbarla para poder remodelarla. El espacio del baño de la planta inferior quedó descubierto. El baño, símbolo de privacidad e intimidad absoluta, queda desprovisto de sus cerramientos dejando todo a la vista; un baño sin puertas, la pesadilla de muchos, y curiosamente un sueño recurrente en mi vida.

En la Casa Mudéjar, como en muchas casas coloniales, la privacidad no parece ser de gran importancia; las habitaciones tienen puertas que las conectan entre sí, la distribución no favorece el encierro ni el ocultamiento, los baños y los servicios son los únicos espacios ocultos. Este evento fortuito del repentino baño descubierto dio pie a la realización de mi obra Señora y Kit de Baño. Ubico a una de mis señoras sinvergüenzas en la bañera de este baño verde a modo de sticker. Los bordes blancos delatan que no pertenece a la historia de la casa; es una señora que se metió a bañar en un baño sin puertas, y además viene preparada con los objetos necesarios para su baño: jabón, shampoo ‘no más lágrimas’, y sus pantuflas de manchas de dálmata.

La Señora y Kit de Baño intervienen este espacio ya intervenido por el derrumbe y además plantea una pregunta al espectador: ¿veré a mi abuela desnuda en el cielo?

«Becerro en el Jardín», en Casa Mudéjar, Mérida, Venezuela, 2020. Cortesía: El Bloque
«Becerro en el Jardín», en Casa Mudéjar, Mérida, Venezuela, 2020. Cortesía: El Bloque

BECERRO

Por Aureliano Contreras

Este becerro ya nació hace años, todavía no se para bien, pobre becerro. Se cae y mancha el piso, becerro sucio. Nació en la montaña, pero el terreno no lo ayuda. ¿Se lo merece? Yo creo que no, es un pobre becerro. Se trata de aferrar a las cosas, pero solo termina desbaratando todo. ¿Por qué no se sube al espejo? Si se monta, se parte y se cae, luego se sigue tropezando y revienta las botellas o arruga el papel, pobre becerrito. ¿Y qué come? Qué no come, porque pa’ eso si tiene fuerza; pero mándalo tú a hacer algo, y se vuelve ñoña. ¿Está perdido o es que es tonto? Yo creo que las dos, porque ve las matas pero no se las come. ¿Y pa’ comer sirve? Así de enfermo no creo, pero el agua caliente mata todo. Pero mire como manchó el piso, pobre becerro. Yo creo que unas doñas lo batuquearon y le echaron mal de ojo, es un maldito becerro. 

Becerro se presenta en este espacio dialogando de manera análoga. El deterioro del lugar no solo habla de lo deshabitado, también puede verse cómo la intención de destrucción marca el escenario de este montaje. La pieza Becerro se acerca a esta naturaleza destructiva ya que su composición está basada en hechos violentos. Una expresión venezolana que cala con la forma de construir esta pieza sería “a los coñazos”, que para los no entendidos puede sonar como un acto de agresión a través de golpes, pero que en nuestro contexto quiere decir mal hecho. Becerro es una oda a lo mal hecho, no lleva coberturas de pintura o algún material que lo agracie un poco, es un montón de basura amarrada que trata de aguantar este evento, para luego seguir tirado en el suelo. 

«Las rutas hacia el caos», en Casa Mudéjar, Mérida, Venezuela, 2020. Cortesía: El Bloque
«Las rutas hacia el caos», en Casa Mudéjar, Mérida, Venezuela, 2020. Cortesía: El Bloque
«Las rutas hacia el caos», en Casa Mudéjar, Mérida, Venezuela, 2020. Cortesía: El Bloque
«Las rutas hacia el caos», en Casa Mudéjar, Mérida, Venezuela, 2020. Cortesía: El Bloque
«Las rutas hacia el caos», en Casa Mudéjar, Mérida, Venezuela, 2020. Cortesía: El Bloque

MIXTAPE/LO QUE HE ESCUCHADO Y VISTO EN EL JARDÍN

Por Fabio Rincones

Triple seis, cinco, lengua bifurcada. La responsabilidad es genial, pero hay más cosas en la vida. Estoy fuera del planeta, eco astral, lazo de vinilo, el idiota de Sacto. No estoy triste por nada, joder y decir cualquier cosa. Es tan simple como pulsar cuadrado. Acuéstame en una cama de vidrio.

Este lugar es como el recuerdo de alguien de una ciudad, y el recuerdo se desvanece.

Estamos viendo el mundo pasarnos, nunca quiero bajar, no quiero volver a poner los pies en el piso. Si estoy perdido por favor no me encuentres, si me ahogo déjame hundirme. Dame 69 años, otra temporada en este infierno, es todo sexo y muerte por lo que los ojos pueden decir y siento que eso es todo lo que siempre hemos necesitado saber, hasta que los mundos terminen y los mares se enfríen. Enciendo mi antorcha y lo quemo. Soy la bestia que adoro. Poner en cuarentena el virus, choque cultural, choque futuro.

…Miasmas febriles y un cántico silencioso…

Lluvia de chocolate

¿En qué parte crees que estás viviendo?

Lluvia de chocolate, más que marchar, más que aprobar la ley. Lluvia de chocolate, rehacer cómo llegamos a donde estamos.

Lluvia de chocolate, la historia se estrella rápidamente por tus venas. Lluvia de chocolate, utilizándote para volver a caer.

La peste bubónica se extendió sin rostro, acechando en los espacios más muertos. De rodillas, ano de cabra negra. Cristo anti-clan de los desvergonzados, vine a azotarlos para que no tengan forma, aquí vamos, devastados. La cara de plástico obligada a retratar. Todo el interior queda frío y gris. Hay un lugar que aún permanece. La estufa se quema en mis manos, muéstrales a mis amigos. Hacerte participar. Yo digo oye, si, si, si, si. Oye, yay, yay, yo digo oye, que está pasando.

Sé sabio, oh, mi dolor, y mantente más tranquilo. Reclamabas la noche; ya baja; hela aquí: una atmósfera oscura envuelve la ciudad, llevando a unos la paz, a otros la inquietud. Plantarme de cara en la tierra, desde una torre, se verá accidental. Nunca volveré a ver estas costas. Controla la tierra, controla el mar. Ahora Ícaro mi hijo, tengo amargura por el sol. En busca, navego por estas costas. Esta ciudad es la amiga mía más antigua.

Cree. Las cosas que digo que haré.

La sangre no es una cosa, tu sangre no es una cosa. La sangre no es una cosa si viene de ti. Por el bien de tener cicatrices, paredes llenas de rostros sin vida, inhalar aire en blanco. Despierta al poseedor. Negro, todavía estoy en mi zona (sigo en mi zona). Tengo libros grandes pero estoy arruinado (estoy arruinado). Negro, me siento yo mismo (negro, me siento yo mismo). Una vez por la ayuda (una vez, una vez). Dos veces antes de caer. Tres veces por el sentimiento de desesperanza. Mira cómo gasto mi riqueza (mira cómo gasto mi riqueza) y me siento mirando hacia arriba. Pero luego los pensamientos comienzan a llenarme, a llenarme.

Me mudaré a la casa. Nunca volveré a casa, no, no.

La realidad.

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