
DANIELA BERTOLINI: SOCIEDAD CONYUGAL
Sociedad conyugal es una obra que declara no tener más miedo, no sentir más vergüenza y no silenciar ni normalizar más la violencia de género. Es una obra que ha sido hecha desde lo personal y lo emocional por la artista Daniela Bertolini (Santiago de Chile, 1980) como política de resistencia. La obra y la instalación buscan tensionar el consumismo y el poder, el sexismo y la cosificación, lo público y lo privado, la lucha feminista y esa realidad que aún somete, oprime y margina a las mujeres.
En la Plaza Mulato Gil de Castro, antesala del Museo de Artes Visuales (MAVI), en Santiago, puede verse este ready-made laboriosamente intervenido hasta el 28 de febrero 2021. El objeto es el ex automóvil familiar, que es alterado cubriéndolo con rosadas y brillantes lentejuelas. “Este trabajo comienza luego de mi quiebre matrimonial y tras esa crisis suceden cambios profundos respecto a mi visión sobre el mundo y mi posición en este. Se derrumba una estructura conservadora y tradicional instalada por un modelo de crianza que dicta la devoción y sumisión por la familia, y visibilizo una violencia de género que tenía naturalizada”, sostiene la artista.
La obra es un objeto afectivo que actúa como huella y memoria a la vez, recordando ese pasado feliz/infeliz y resignificando el “fracaso social”. Al cubrir el auto, la artista recuerda que parecía estar buscando que la lentejuela cubriese el dolor por el quiebre familiar o al menos que el brillo aparentase que las cosas lucían mejor. Al aludir al fetichismo de lo rosado, critica los estereotipos de género asociados a la cultura de masas y a esa imaginería infantil en la que muchas generaciones se han criado, con figuras como las princesas Disney. La artista critica esta idea perpetuada de lo femenino, donde las estructuras de poder promulgan estereotipos y comportamientos sexistas, donde lo femenino está supeditado a las ideas de delicadeza y bondad para lograr como recompensa al Príncipe Azul.


La instalación propone la idea de una exhibición tipo Salón del Automóvil, situando al auto como un objeto de deseo y consumo, ironizando con la idea de la mujer adorno por la presencia de las promotoras, o bien con la idea de la mujer adorno de una “familia perfecta” (que debe encargarse de lo doméstico, de la crianza de los hijos, lucir bien y tener siempre una sonrisa perfecta).
Acerca de los conceptos del fracaso y el éxito como ideas instaladas para controlar, la teórica feminista Sara Ahmed habla sobre “la política cultural de las emociones”. Dice que las emociones no son meros estados psicológicos, sino que son prácticas culturales que se articulan socialmente y que habría una “estructura” que las controla y permite que ciertas emociones se desencadenen socialmente y otras no. Ejemplos de ello, según Bertolini, son que la estructura consigue que nos sintamos más culpables que víctimas ante el desempleo. O que nos sintamos más culpables y avergonzadas que víctimas ante la violencia de género. “Este aprendizaje emocional se va instalando desde la niñez, cuando nos van dirigiendo sobre cómo debemos sentir y cuándo debemos sentir. Cuáles emociones son propias de los hombres y cuáles de las mujeres (‘los hombres no lloran’ o ‘ríase como señorita’), e instalan la idea que existe una esencia femenina y otra masculina, y eso es una estrategia sexualizada y jerarquizada, que permite y reproduce la opresión”, concluye la artista.

DANIELA BERTOLINI: SOCIEDAD CONYUGAL
Por Gloria Cortés Aliaga
Cubrir un auto de lentejuelas se constituye en un metatestimonio de la artista Daniela Bertolini, a través del cual resignifica su experiencia ante el quiebre matrimonial y la disputa por los bienes compartidos. Los ready made característicos de Bertolini se transforman aquí en un ejercicio afectivo y, al mismo tiempo, indagan en su capacidad de afectar, convirtiéndose en objetos causales de la felicidad y la infelicidad simultáneamente.
Alojados en la promesa de la buena vida como técnica disciplinaria que perpetúa la desigualdad, idea plateada por la escritora feminista Sara Ahmed, los objetos de Bertolini preguntan sobre la normatividad de las emociones, la obligatoriedad de la felicidad –o la idea de ella–, la hegemonización de los modos de vida, especialmente ligados a una vida en pareja, como expresiones de relaciones de poder que direccionan nuestras conductas socialmente aceptadas.
La incomodidad del fracaso, el autoextrañamiento, la desfamiliarización, se relacionan así con la precariedad afectiva y su posibilidad de agenciamiento político al interior de las historias de vida, de la auto-historia, de lo biográfico. En un contexto de crisis expandida en lo social, político, cultural y sanitario, donde la violencia de género ha aumentado considerablemente, la acción situada de Bertolini no solo reflexiona sobre las dinámicas económicas en las dimensiones de género y la reproducción de la desigualdad en el espacio doméstico, sino también sobre los procesos insertos en la economía capitalista y los modos en que nos relacionamos al interior de los sistemas de producción. De este modo, y siguiendo la teoría de Ahmed, estos objetos modificados aunque embellecidos por las lentejuelas a modo de una añoranza de un pasado mejor, se transforman en «archivos infelices», testigos y huellas del malestar ante la pérdida de un proyecto común, pero también se constituyen en elementos reparatorios que posibilitan la mutación.

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