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VISITANDO “CAJITAS RECTANGULARES” CON ENRIQUE FLORES

36 cajas, 39 artistas, 4 meses de trabajo, 10 días de exposición.

A veces los números no explican mucho.

Cajitas Rectangulares, proyecto curatorial de Instituto Tele Arte, se autodefine como “un ejercicio artístico colaborativo en tiempos de pandemia y distanciamiento social”. Ideado por el artista chileno Enrique Flores, miembro fundador de Galería Daniel Morón, Espacio Flor, CIA (Centro de Investigación Artística) e Instituto Tele Arte, el experimento comenzó hace cuatro meses atrás mientras un gobierno pro bonos, todavía aferrado al “Rechazo”, distribuyó la segunda caja de “Alimentos para Chile”.

De forma silenciosa y aún sin título, Enrique puso en marcha su propio plan: la entrega de 36 cajas de cartón vacías a 39 artistas (3 duplas incluidas) de distintas regiones y generaciones con la promesa de algún día reunirlas. Luego de cuatro meses de trabajo al interior de cada casa o taller, el proyecto culminó con una exposición multifacética en Galería Metropolitana. La muestra, titulada Cajitas Rectangulares, duró tan sólo 10 días y coincidió con el retorno a la cuarentena durante los fines de semana en todas las comunas de Santiago.

A pesar de su temprano cierre, podemos seguir visitándola e indagar en sus procesos con lo que Enrique tiene para contarnos.

Vista de la exposición “Cajitas rectangulares”, un proyecto de Instituto Tele Arte, en Galería Metropolitana, Santiago, 2020. Foto: Paulina Mellado

Céline Fercovic: Después de visitar la exposición, entendí que hay varios puntos que originan el proyecto, pero me gustaría partir preguntándote por “Alimentos para Chile”. ¿Qué llamó tu atención de ese programa?

Enrique Flores: A principio de año estuve fuera de Santiago y cuando volví me pareció llegar a una ciudad inhóspita, horrible, en una situación muy mala, en donde sabía que se estaban repartiendo cajas de alimentos para “ayudar” a la gente y también sabía la discusión que había surgido de ahí. Cuando volví me llegó una caja de mercadería y me pareció un poco absurdo porque estos alimentos no me cambiaron en nada la vida y, siguiendo las discusiones que se habían dado, la caja tampoco le cambió la vida al resto de las personas viviendo situaciones críticas. Sin embargo, el gesto de entregar puerta a puerta como medida de distanciamiento social fue lo que me interesó rescatar.  Y en mi caso, lo único que podía entregar era una caja vacía; mis posibilidades sólo me permitieron entregarla de ese modo. Se puede leer como una parodia hacia esta medida estatal. Quien quiera leerlo desde ese ámbito, también es válido.

Pero volviendo al tema, pensé que sería divertido salir a entregar una caja, un material tan reutilizable como forma y concepto. Así podría ver cómo la gente que las recibía se hacía cargo –o no- de ellas. En arte, yo siempre he visto el uso de cartón porque es un elemento muy básico: desde un niño que pesca una caja y la transforma en una casa, en un auto, en un avión. Esa es la particularidad que yo quise rescatar. Y partió con las personas que me fueron a entregar una caja con mucho arroz y tallarines. En este caso, yo no pensé que las cajas de cartón vacías fueran algún tipo de ayuda, pero sí un juego. Además, la caja de cartón no tiene nada original. Las cajas de cartón le pertenecen a todo el mundo, quizás le pertenecen más a los gatos que las adoran. Hay gente que lamentablemente vive en cajas de cartón, los televisores vienen en cajas de cartón, las bolsas de té vienen en cajas de cartón. Todo está vinculado a una caja de cartón y por eso es de todos.

Con las cajas ya entregadas, comienza un camino individual para cada artista, sabiendo que en algún momento la caja iba a retornar convertida en otra cosa y se iba a unir a otras cajas transformadas: una caja de cartón, del mismo tamaño que las cajas entregadas por el gobierno, que retorna de las más diversas maneras. En la exposición, hubo artistas que aludieron directamente a las cajas de alimentos, mientras que otras personas la usaron como soporte y material de sus imaginarios.

Vista de la exposición “Cajitas rectangulares”, un proyecto de Instituto Tele Arte, en Galería Metropolitana, Santiago, 2020. Foto: Paulina Mellado
Leonardo Portus, «Caja casa de gato», 2020. Vista de la exposición “Cajitas rectangulares”, un proyecto de Instituto Tele Arte, en Galería Metropolitana, Santiago, 2020. Foto: Paulina Mellado

CF: ¿Alguna vez te planteaste que este proyecto no fuese expositivo y que el foco estuviera puesto en el proceso individual de cada artista?

EF: El experimento con cada caja si estuvo en el foco, pero siempre pensé en que el proceso culminara en un lugar. Yo no tenía claro dónde sería, ni los artistas sabían dónde finalmente expondrían. Y, de hecho, cuando ya definitivamente establecimos Galería Metropolitana, pienso que tomó realidad lo que se estaba ejecutando. Todo fue bien extraño. Lo que también siempre estuvo en el foco, fue lo colaborativo del proyecto. La idea mía era cumplir con una invitación total. Desde buscar cajas, dejar cajas, conseguir el espacio, volver a buscar cajas y hacer una gestión en una época difícil. Cuando inicié el proyecto tenía ganas de contactarme con otros artistas para sentirme bien emocionalmente, y pensé que para ellas y ellos esas conexiones también podría ser una especie de soporte en tiempos confusos. 

CF: ¿Cómo se gesta esta colaboración entre Instituto Tele Arte y Galería Metropolitana?

EF: Esta colaboración es organizada posteriormente porque el proyecto se inició sin un lugar para exponer. De hecho, a los artistas yo les pasé un caja diciéndoles que a futuro veíamos cómo podríamos exponer los resultados. Pasado el tiempo, conversé con Galería Metropolitana y se interesaron. Además, eso coincidió con la apertura de las comunas a otras fases de desconfinamiento, aunque, después de todo, estuvimos al límite porque retrocedimos.

CF: Cajitas Rectangulares se expone como parte del programa 2018-2020 de Galería Metropolitana titulado Estrategias para desviar el neoliberalismo. ¿Desvían las cajas el neoliberalismo?

EF: Si es una pregunta así tan tajantemente, respondería que no. Pero cuando me contacté con Metropolitana me contaron que estaban llevando esta curaduría y les pareció que el proyecto podía incorporarse al programa. Y si pienso en el proyecto completo, no sólo en la exposición final, creo que sí se produce una relación. Hacer un trabajo de autogestión, o sea, de manera autónoma en el que se involucran muchas personas, en donde se cuenta con un presupuesto bastante bajo y todo se hace a escala humana sin necesitar de sponsors, de marcas, de auspicios, de postulaciones. Ese camino te deja al margen de todo o, por lo menos, al margen del mercado. Nos dimos cuenta que con cosas sencillas y sumando la ayuda de muchas personas se pueden hacer cosas grandes y por ahí si hay un desvío de las reglas en que opera el sistema, de lo establecido. Y pudimos superar todo obstáculo. Esas acciones calzan o hacen sentido con la curaduría de Metropolitana.

Claudia Gutiérrez, «Paisaje inesperado», 2020. Vista de la exposición “Cajitas rectangulares”, un proyecto de Instituto Tele Arte, en Galería Metropolitana, Santiago, 2020. Foto: Paulina Mellado

CF: ¿Por qué esa cantidad de artistas y por qué esos artistas?

EF: Consideré necesario trabajar con hartos artistas. Trabajar con pocos artistas hubiese sido una decisión elitista y facilista. Elegir sólo amigas y amigos me hubiese permitido manejar mejor la situación. Yo no quería eso. Quería que fueran muchos y que fueran todos distintos. Por ejemplo, me interesaba saber cómo alguien podría trabajar con la caja desde el video y la performance. Todos, por más distintos que fueran, tuvieron la misma misión, una misión bastante descolocante como supe después. Por muy básica que sea una caja de cartón, decidir llenarla, abrirla, desarmarla, quemarla, molerla, que se la lleve el viento, involucra tomar un camino de sus posibilidades. Contar con muchos artistas permitía concretar todas esas posibilidades y sacarme a mi de una especie de “comodidad” curatorial. Si lo pienso bien, por mi habría invitado a un millón de artistas que no se conocieran entre ellos. Pero incluso con los 39 artistas pasó que algunos nunca habían ido a la galería, que no eran de Santiago y que no se conocían entre ellos. De hecho, yo tampoco conocía a todos los artistas y eso también fue un desafío interesante para el proyecto por lo inesperado que podría salir de ahí. En el caso de los artistas de que viven fuera de Santiago, por ejemplo en Iquique, Cabrero, Coquimbo y Valparaíso, esas cajas fueron enviadas por correo y algunas registradas en video.

Paula Baeza Pailamilla, «Cartonier», 2020. Video-performance para “Cajitas rectangulares”. Galería Metropolitana, Santiago, 2020. Foto: Paulina Mellado
Camilo Ortega, «Caja de ayuda», 2020. Video-performance para “Cajitas rectangulares”. Galería Metropolitana, Santiago, 2020. Foto: Paulina Mellado

CF: Claro, hay personas que pintan, hacen esculturas, instalaciones, performance, video, etc. Quizás, por su volumen, para alguien que haga esculturas, es más sencillo acercarse a una caja de cartón. Quizás todo lo contrario. ¿Hubo tránsitos inesperados? 

EF: Sí, hubo de todo y algunos artistas transitaron de un medio conocido a uno por conocer. Además, volviendo a la cantidad de artistas, considero que esta instancia logró convocar a personas más viejas, otras no tanto, y gente joven de la escena artística. Y así, esta fue una pequeña instancia para mirarse desde el arte, desde lo que hacemos. 

CF: Cuando te refieres a artistas diversos, ¿te refieres también a distintos reconocimientos?

EF: Sí, pero también a los lugares donde operan y sus intereses. Creo que invitándolos se entendió que la profesión es más grande y también que se pueden encontrar distintos estilos. Es como si unos fueran punk, otros pop, otros trap y unos tropical. Y todos hacen arte. Y la reunión era con todos. Esa es la forma más simple que encuentro para explicarlo. Incluso hubo una obra en que la caja dejó de existir. La molieron y la enterraron y pusieron un arbolito afuera de la galería. No tiene valor escultórico necesariamente, sino valor por el proceso. Y cada proceso individual, aunque no sea visible, está presente y es importante.

CF:  En este encargo, abierto y libre pero con un pie forzado, ¿cómo piensas los resultados? ¿Funcionan cómo piezas individuales o únicamente en una muestra colectiva?

EF: Funcionan de las dos maneras y eso está bien. Justamente el proyecto buscó conectar con la individualidad de los artistas en sus casas para después unirlas. La promesa del proyecto siempre fue poder reunir las obras en un espacio. La unión de las obras no sólo se da porque el encargo haya sido el mismo, por el material o por el contexto, sino también porque en las cajas se vuelca un proceso individual, que a pesar de todas las diferencias, es resultado de un mismo ejercicio. Reunir cada individualidad y hacerlas conversar me parece algo auténtico.

Benjamín Urzúa, «Licitación o la vacuna del amor», 2020. Vista de la exposición “Cajitas rectangulares”, un proyecto de Instituto Tele Arte, en Galería Metropolitana, Santiago, 2020. Foto: Paulina Mellado
Jessica Briceño, «Piscina Metropolitana Flores», 2020. Vista de la exposición “Cajitas rectangulares”, un proyecto de Instituto Tele Arte, en Galería Metropolitana, Santiago, 2020. Foto: Paulina Mellado

CF: ¿Qué pasas si yo saco una de las cajas y la expongo por separado?

EF: Cambia la exposición, pero sigue siendo una obra individual con valor propio. Algo que me importó mucho fue que las obras tuvieras títulos. Pienso que los títulos son una forma de enunciar el proceso individual. Por eso creo que funcionan dentro y fuera de la exposición y pueden ir más allá de este proyecto específico, porque permanecen los procesos individuales dentro de la colectividad.

CF: ¿Cómo Cajitas Rectangulares empalma con los otros proyectos impulsados por Instituto Tele Arte?

EF: Paralelo a mi carrera de artista, mi carrera solista como le digo yo, he armado varios proyectos. Uno es Tele Arte, pero también estuvo Galería Daniel Morón, Espacio Flor y CIA (Centro de Investigación Artística). En todos, el intento ha sido integrar trabajando desde los márgenes, desde la autogestión e instancias autónomas que no están controladas por otras instituciones. Y uno puede hacer lo que se lo ocurra: trabajar por las ganas de hacer e invitar para integrar. No hay muchos espacios donde se puedan desarrollar proyectos independientes e integradores, en el sentido de unir a artistas diferentes. En Tele Arte se pueden crear proyectos con el apoyo de una institución imaginaria o ficticia. Por ser un Instituto no acreditado, está compuesto por varios intereses: el arte, la distancia, la comunidad y el pasatiempo. Es el instituto de la comunicación a distancia, no de la televisión.

CFRelacionándolo con este contexto, es un instituto visionario. Se adelantaron. 

EF: Nos adelantamos. Resultó que la comunicación a distancia llegó antes de lo que imaginé. El arte a distancia, algo que me parecía medio absurdo hace un tiempo, ahora tomó fuerza. Lamentablemente, por una situación que nadie quiere vivir. Igual, Instituto Tele Arte piensa en las cartas, en un auto que va de un lado a otro, en una mochila, en cajas, no en antenas parabólicas ni fibra óptica. Cajitas Rectangulares conjuga esos movimientos.

Wikellys Pirela, «Episodio #2387», 2020. En “Cajitas rectangulares”. Galería Metropolitana, Santiago, 2020. Foto: Paulina Mellado

CF: ¿Crees que todo el proceso creativo que orbita el proyecto puede leerse como un acto performático?

EF: Sí, porque es un artista que desarrolla proyectos, sea en gestión o en curaduría. Sí tiene que ver con la performance porque tiene matices con el lenguaje del arte o la práctica artística. Es distinto a si lo hiciera un galerista o un curador. Hay otras motivaciones, hay otra sensibilidad de trabajar. El diálogo entre artistas también es distinto, es más flexible en el proceso. Ir a los talleres y conversar, por ejemplo. Y no hay una pretensión de logros. Es una cosa muy sencilla y muy humana.

CF: De lo que hemos hablado, he escuchado que te refieres al encuentro de artistas. Pero qué pasa con esta muestra abierta a personas que no son artistas y que además no necesariamente saben o se interesan en el arte

EF: Me tocó mediar con el público y entendió perfectamente de qué se trababa la exposición. Sin conocer a los artistas, sin saber quién había hecho qué, comenzaron a contarme que alguna vez habían hecho cosas con cajas de cartón. En ese sentido, es empática pero no condescendiente con el público. Es una muestra buena onda para toda la familia y se merece un FONDART todo el rato.

CF: ¿Qué te gustaría destacar de este encuentro?

EF: Más que destacar, quiero agradecer. Quiero agradecer públicamente a todas las artistas y todos los artistas que participaron y las personas que fueron. En un momento pensé que desconfiaban de mi, pensé que dudaban, que creían que les estaba haciendo una broma por lo raro de ir a dejar una caja de cartón vacía. Pero no. Aunque hubo confusión en un primer momento, al final del camino llegaron todas las cajas transformadas y eso me pone muy feliz. Quedé contento. De todas las voluntades se pudo hacer algo grande.

Céline Fercovic

Nace en Santiago, en 1992. Licenciada en Teoría e Historia del Arte por la Universidad de Chile y cofundadora del colectivo Art&Crap. Desde 2015 ha trabajado en distintos proyectos relacionados al arte contemporáneo y la escritura: investigando, curando exposiciones colectivas, escribiendo artículos para distintos medios y guionizando contenidos sobre arte y educación. Desde 2018 es parte del Equipo de Comunicaciones de Fundación Nube donde investiga y visibiliza las relaciones entre arte, juego y pedagogía.

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