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DEJO ESTE CUERPO AQUÍ. NATALIA IGUIÑIZ NOS HABLA DE RESISTENCIA

Dejo este cuerpo aquí es la muestra de la artista peruana Natalia Iguiñiz (1973) que se exhibe en Vigil Gonzáles Galería (Lima). La exposición muestra un cuerpo fragmentado en tres instancias, cuyo soporte es el cartón: un archivo de fotografías, tomadas de las redes, que exhibe diversas resistencias a través de discursos soportados en pancartas, un material precario como efímero (cartón reciclado); el registro de una intervención pública en diversos puntos de la ciudad de Lima con cartones recolectados y serigrafiados, en los cuales se exhibe el propio cuerpo de la artista de manera fragmentada y acompañado de frases –que apenas pueden leerse– extraídas del libro Los diarios del cáncer de Audre Lorde; y, finalmente, una instalación con estas mismas piezas de cartón en el espacio expositivo de la galería.

Sin embargo, no es la primera vez que Iguiñiz interviene el espacio público. En 1999 las paredes de varios distritos de la ciudad de Lima amanecieron cubiertas de carteles que en su forma emulaban –en su fluorescencia– a los carteles ‘chicha’, pero que en su contenido pretendía descontextualizar frases machistas y naturalizadas acerca de la sexualidad de las mujeres. Se trataba de Perrahabl@, una de las intervenciones en el espacio público que más ha calado en el recuerdo de la ciudadanía, y que le valió críticas y adhesiones, al jugar en el límite. Diez años después presentó Buscado a María Elena, una propuesta que cuestionaba el rol de la mujer y el poder. Despojada de la fluorescencia, las imágenes exhibían, en tinta negra sobre papel bond blanco, el cuerpo fragmentado de la líder popular afroperuana, feminista y de izquierda María Elena Moyano, asesinada por el grupo terrorista Sendero Luminoso.

En el contexto político en el que se halla actualmente el Perú, Dejo este cuerpo aquí cobra un nuevo sentido y resalta una problemática que, a pesar de los esfuerzos y constantes reclamos, tiende a ser pospuesta y solo atendida en situaciones límites: la vulneración, explotación y violación de los derechos y del cuerpo de la mujer en una sociedad machista, patriarcal y colonial como la limeña. Como menciona Iguiñiz en el texto que acompaña la muestra: “El trabajo parte de la precariedad, de la desesperanza, de la falta de opciones, del cansancio, de la impotencia, de agotar todos los recursos o de cuando solo nos queda dejar evidencia de que resistimos”.

De resistir trata esta muestra que, como una pancarta, nos brinda el espacio para reflexionar, debatir y expresar nuestras ideas y sentires. Acerca de la resistencia, también, me reuní a conversar con Natalia Iguiñiz.

Natalia Iguiñiz, Dejo este cuerpo aquí, 2020. Impresión sobre papel algodón. Ed.5. 40 x 40 cm. Cortesía: Vigil Gonzáles Galería
Natalia Iguiñiz, Dejo este cuerpo aquí, 2020. Impresión sobre papel algodón. Ed.5. 40 x 40 cm. Cortesía: Vigil Gonzáles Galería

Luisa Fernanda Lindo: Las pancartas generalmente están asociadas a una lucha, en su diversidad; sin embargo, la selección del archivo que has reunido pareciera responder más a una resistencia.

Natalia Iguiñiz: La idea, por un lado, fue partir de un material que esté al alcance de todxs, que dé cuenta de las posibilidades de decir aún en las circunstancias más precarias; por otro lado, como dices, sus usos en actos de resistencia. Una resistencia –por momentos desesperada– que se da dentro de un panorama muy adverso. La primera parte de la exposición es un archivo de fotos de cartones/pancartas sacadas de internet o fotografiadas directamente, que se usan para expresar situaciones límites donde no hay probablemente una respuesta que pueda revertir la situación. Esta selección de imágenes sirve como una especie de estado de la cuestión dentro del que se enmarca y nutre la propuesta que planteo.

LFL: ¿Qué te condujo a empezar este archivo de imágenes y cuándo lo iniciaste?  

NI: Se fue dando, como las cosas que te llaman la atención y pasa el tiempo y van haciendo sentido. De hecho, desde niña me estremecía cuando veía esos cartones amarrados a los postes de la berma central de una gran avenida pidiendo ayuda. Había poesía en esa desolación. Me refiero a una especie de sinsentido. Así, empecé a juntar fotos de todo tipo de cartones, pero me fui quedando con aquellos cuyo menaje remitía a una resistencia.


No basta con decir que el patriarcado va a caer; no basta con aprender de tu valor; no basta con hacer lo humanamente posible. Hay cosas que no podemos cambiar o que el cambio resultará lento o que no dependen de una.


Natalia Iguiñiz, Dejo este cuerpo aquí, 2020. Serigrafía sobre cartón. Medidas variables. Cortesía: Vigil Gonzáles Galería

LFL: El cuerpo de la mujer se presenta fragmentado, partido, doliente; acaso enfermo. ¿Cuál es el punto de encuentro entre la resistencia y la enfermedad en la propuesta?

NI: El punto de encuentro recae es la impotencia, la permanente dificultad para encontrar salidas, la precariedad, el dolor. En lo personal e íntimo, la enfermedad con la que vivo, las condiciones que no puedo cambiar, las personas con las que no nos podemos entender; y en lo más estructural, las violencias contra nuestras vidas como sujetos identificados como mujeres, el desprecio por la vida y por quienes la cuidamos y criamos. Es dejar evidencia a sabiendas que poco o nada se logrará con ella.

LFL: De cierta manera es una acción que resalta la vulnerabilidad del discurso soportado en un material precario: cuando el cartón se moja, el mensaje se diluye.

NI: Esto que dices me parece clave: no basta con decir que el patriarcado va a caer; no basta con aprender de tu valor; no basta con hacer lo humanamente posible. Hay cosas que no podemos cambiar o que el cambio resultará lento o que no dependen de una. Es aceptar los propios límites. Lo que decimos y sabemos a veces no es suficiente. A veces no sabemos qué hacer, cómo llevar ese discurso a la acción. A veces no podemos hacer nada y solo podemos dejar una evidencia. En cuanto al material me interesa su precariedad, que sea reciclado y reciclable; hay algo en su calidez que encarna, pero además la ubicación de los cartones en lugares poco llamativos y lo pequeño de los textos impresos en ellos, hacen aún más patente lo inaccesible del mensaje. Lo difícil que es ser oídas. 


La muestra se ha nutrido de la calle y ya que la calle sigue viva, la muestra debe seguir rindiéndole homenaje.


Natalia Iguiñiz, Dejo este cuerpo aquí, 2020. Serigrafía sobre cartón. Medidas variables. Cortesía: Vigil Gonzáles Galería

LFL: Dos días después de la inauguración de tu muestra se dio la vacancia ilegítima e inconstitucional al presidente Vizcarra y el Perú se halló bajo un golpe de Estado. La acción ciudadana, desde el día uno, ha sido tomar las calles y, como no se ha visto antes, la ciudadanía –en su mayoría de la llamada generación del Bicentenario– lleva pancartas para manifestar su voz en defensa de la democracia. Sin duda, creo que es un gesto espontáneo que revitaliza el panorama y repotencia tu propuesta expositiva.

NI: La respuesta ha sido alucinante; nunca vi tanta diversidad de personas expresar su rechazo de manera tan contundente. Exacerba la impotencia ver que las mafias usurpan el poder político y empiezan a violentar a las personas, y también, reformas que tanto han costado. De hecho, estoy incorporando en el archivo fotos de estos días.

LFL: Es interesante cómo el contexto de pandemia –en el cual, por ejemplo, se recomienda no alzar la voz para no propagar gotículas que puedan exponer a otros– nos exige replantear la manera de expresarnos, y una de ellas es a través de la pancarta. Imagino que también tiene que ver con que se trata de una nueva generación que sale a la calle y que hace uso de su voz: no hay arengas, pero sí muchos mensajes que luego son registrados para formar parte de las redes.

NI: Es verdad, las pancartas y muchas de ellas de cartón, están dándonos voz. Ha sido una grata sorpresa cómo una nueva generación está poniendo el cuerpo, la energía, la potencia de la gráfica y los mensajes. Mi muestra es más desesperanzada, es un gesto, como un grito sordo, un mensaje que quiere y no quiere ser trasmitido, algo que duda.

LFL: Sin embargo, hay un poder de la palabra que se potencia en el soporte y esa duda también invita a revisitarse, porque es justamente ese estado bisagra el que nos confronta. Por otro lado, la disposición del cuerpo fragmentado en distintos puntos de la ciudad habla de un abandono y de una normalización de la mirada.

NI: El cuerpo femenino aparece fragmentado. De hecho, creo que Lima es indolente con las mujeres: no tenemos libertad de tránsito, ni acción. Somos violentadas de múltiples maneras y nuestras partes son expuestas como escarmiento. Ver nuestros cuerpos seccionados y mutilados es pan de cada día, ya sea como objetos de deseo masculino o como víctimas de esterilizaciones, violaciones o feminicidios. Es perverso cómo se venden souvenirs de estatuas de cuerpos de mujeres cercenados. Como dice Rita Segato, hemos desarrollado una gran tolerancia a ver el sufrimiento de las mujeres, y no hacer nada.

LFL: Una peligrosa tolerancia que pasa casi inadvertida.

NI: Nos hemos acostumbrado y, es más, hasta se promueve el sacrificio de las mujeres. Incluso en nombre del amor.

LFL: Lo curioso es que ese es un discurso que ha tenido otro tipo de soporte, que no se corresponde, por ejemplo, con el de la pancarta. Es un discurso desde el poder de la iglesia, por ejemplo, la palabra de Dios (hombre).

NI: Sí pues, ese discurso es el oficial, la pancarta no. La pancarta nace de la impotencia.

LFL:  Aunque aparentan ser expresiones espontáneas, hacer una pancarta lleva su tiempo: quien la hace piensa qué va a escribir, porque sostendrá ese discurso entre sus manos.

NI: Qué bonito lo que dices. Sí, es así, es como que la pancarta se vuelve una extensión de unx.


Nuestro cuerpo es trofeo o despojo


Natalia Iguiñiz, Dejo este cuerpo aquí, 2020. Serigrafía sobre cartón. Medidas variables. Cortesía: Vigil Gonzáles Galería

LFL: Hay un gesto de tomar la calle en la acción de disponer los cartones serigrafiados con el cuerpo fragmentado en distintos puntos de la ciudad. Cuerpo que, además, es el tuyo. ¿Cómo fue la interacción con los/as transeúntes y con los espacios?

NI: Fue poca y no le he podido seguir el rastro. La mayoría pasaba de largo; algunas personas, mientras estuve ahí, solo miraban, otras me preguntaban qué había pasado con esa persona. Incluso, unos chicos que limpian lunas de carros en las grandes avenidas pensaban que era una persona que había fallecido en un accidente de tránsito; algunas mujeres me preguntaron cuándo la habían matado. Como dijo Enrique Planas, “un cuerpo fragmentado en una ciudad fragmentada”. Ya en la instalación de los cartones en la sala de exposición exploré la tensión entre la fragmentación y un deseo de unidad y equilibro esquivo.

LFL: Es curiosa y, a la vez, preocupante la asociación del cuerpo de la mujer con la muerte.

NI: Sí pues, pero es real: nos matan por ser mujeres y, a la vez, vivimos con la amenaza constante sobre nuestra integridad. Nuestro cuerpo es trofeo o despojo.

Natalia Iguiñiz, Dejo este cuerpo aquí, 2020. Vista de la exposición en Vigil Gonzáles Galería, Lima
Natalia Iguiñiz, Dejo este cuerpo aquí, 2020. Vista de la exposición en Vigil Gonzáles Galería, Lima
Natalia Iguiñiz, Dejo este cuerpo aquí, 2020. Vista de la exposición en Vigil Gonzáles Galería, Lima
Natalia Iguiñiz, Dejo este cuerpo aquí, 2020. Vista de la exposición en Vigil Gonzáles Galería, Lima

LFL: ¿Hubo algún mapeo para la ubicación de los cartones en la ciudad?

NI: Los cartones fueron colocados en postes y rejas de la ciudad, en lugares de difícil acceso, casi en el suelo. Las frases que acompañan las imágenes – que son extraídas del libro Los diarios del cáncer de Audre Lorde– están en letra pequeña y, como dices, también su permanencia es azarosa. Se moja, es basura. Más que un mapeo fue una deriva: fui por la ciudad, que ya he intervenido otras veces con afiches que buscaban llamar la atención y que colocaba en lugares de alto tránsito y visibilidad, en busca de lugares desapercibidos o en medio de avenidas de alto tránsito.

LFL: ¿Acaso una pauta de que la violencia está presente en cualquier lugar, más si una es mujer?

NI: Sí, porque es trasversal e interseccional.

LFL: Es una decisión acertada. Al desmantelar la relación entre lugar y hecho, se rompe con el homenaje y se revela que el peligro es inminente; la resistencia está en todas partes. No es la primera vez que tomas la calle con tu obra. ¿Cuánta distancia sientes que hay entre la acción de distribuir este cuerpo fragmentado con la acción de revestir la ciudad con carteles como lo hiciste en 1999 con Perrahabl@?

NI: Es un proceso vital y social. Justo hace unos días pensaba en que las principales intervenciones que he realizado han sido cada 10 años y marcan ciclos vitales y momentos históricos; así, en la documentación de las intervenciones podemos ver también la transformación de la ciudad. Con Perrahabl@ pretendía descontextualizar frases naturalizadas sobre la sexualidad de las mujeres y ponerla en alto contraste y fosforescencia para exponerlas en su violencia. Este último trabajo también expone un cuerpo desmembrado (el mío), pero ya no pretende ser un mensaje llamativo, sino que busca mimetizarse y transformarse.


Dejo este cuerpo aquí, de Natalia Iguiñiz, se exhibe en Vigil Gonzáles Galería hasta el 8 de enero de 2021. Solo con cita previa. Escribir a info@vigilgonzales.com

Luisa Fernanda Lindo

Lima, 1979. Curadora, escritora y trabajadora del arte. Licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires (Argentina) y Magíster en Estudios Curatoriales por la Universidad de Navarra (España). Ha obtenido diversas becas y residencias, como la Beca de Posgrado de Fundación Carolina 2018–2019; Beca a la Excelencia de Programas Especiales para Artistas de AMEXCID/SRE (México, 2015); Beca de Residencia Artística de SEGIB y Casa de Velásquez (Madrid, 2015); entre otras. Es directora y curadora de SUERO, espacio temporal para la reflexión, creación y exhibición de arte contemporáneo.

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