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CATALINA JARAMILLO QUIJANO Y LA CUESTIÓN DE LA ENSEÑANZA

Catalina Jaramillo Quijano (Colombia, 1981) crea narraciones visuales y las dirige a través de diversos medios para establecer un puente entre ficción y autobiografía. Evoca imágenes de la literatura, la filosofía, el simbolismo mitológico y doctrinas obsoletas para transformarlas desde el humor, el cinismo y la deformación alegórica en una singular colección de historias.

Su obra está marcada por un proceso de experimentación con la palabra en sus múltiples posibilidades, la cual funciona como un detonante, una insinuación o juego visual. Resignificando la figura de autor y lector, pretende crear narraciones mínimas con el uso de gestos simples y señales sutiles a ser leídas.

Actualmente expone en el Museo La Tertulia, en Cali, su proyecto La Escuela del Desencanto, una reflexión sobre las prácticas pedagógicas mediante la recreación de un salón de clases para niños melancólicos. En paralelo, la galería Policroma, en su natal Medellín, presenta una individual que parte de su investigación sobre libros de filosofía oculta, la historia de la alquimia y la brujería en los siglos XVI y XVII.

Dos muestras que cuestionan los tradicionales métodos de enseñanza y que aquí compartimos a través de imágenes y sus textos curatoriales.

Vista de la exposición «Criminal tráfico de cosas divinas», de Catalina Jaramillo Quijano, en Policroma, Medellín, 2020. Cortesía de la galería
Vista de la exposición «Criminal tráfico de cosas divinas», de Catalina Jaramillo Quijano, en Policroma, Medellín, 2020. Cortesía de la galería

CRIMINAL TRÁFICO DE COSAS DIVINAS

Catalina Jaramillo Quijano en Policroma (Medellín)

Por Ximena Gama

Esta exposición parte del estudio y de una investigación más profunda realizada por la artista sobre los libros de filosofía oculta de Agrippa y sobre la historia de la alquimia y la brujería en los siglos XVI y XVII. Catalina retoma el relato mítico de Teopombo -un historiador griego que cayó en desgracia luego de traducir y divulgar unos versículos de la ley divina- para empezar a pensar cuál sería el peligro y cómo sería hoy una profanación contemporánea.

Este relato, que al final se resuelve con la respuesta que Dios le envía a Teopombo a través de los sueños, le abre a Catalina Jaramillo Quijano la posibilidad de meditar en aquellos conocimientos que surgieron durante la Edad Media e inicios de la Modernidad, y que han estado por fuera de lo que se ha considerado como ciencias duras o verdaderas.

Esta es una pregunta que Catalina lleva haciéndose desde hace varios años; una pregunta que también está relacionada con el modo como aprendemos y la manera como se trasmite el conocimiento. En definitiva, se está interrogando sobre las formas y los lugares tradicionales donde acontece la enseñanza. No es en vano que, por un lado, en obras de años anteriores exista ese deseo por ironizar las maneras corrientes de la escuela y, por otro, quiera reproducir las lógicas de saberes periféricos.

Tanto en La pequeña biblioteca de conocimiento frívolo y ocioso y la Biblioteca ilegible de libros fantasma, proyectos donde la artista crea publicaciones que no existen, como en la Escuela del Desencanto, un salón de clase cuya única función es la de no aprender, hay una fuerte crítica a este tipo de sistemas modernos que aún hoy, cuatro siglos más tarde, siguen vigentes. La artista en medio de esa ironía, señalando y evidenciando lo obsoletos que pueden llegar a ser, detona e inventa otras formas de conocer, circular y trasmitir otros saberes.

Vista de la exposición «Criminal tráfico de cosas divinas», de Catalina Jaramillo Quijano, en Policroma, Medellín, 2020. Cortesía de la galería
Vista de la exposición «Criminal tráfico de cosas divinas», de Catalina Jaramillo Quijano, en Policroma, Medellín, 2020. Cortesía de la galería

Tampoco es la primera vez que es subversiva con los materiales que utiliza. En piezas como Las formas de las nuevas oportunidades, el dibujo lo hacía con humo sobre madera o papel y, en otras, como Ajuar doméstico, la cerámica tenía la tarea de completar escultóricamente los trozos arruinados de objetos de una casa incendiada.

La decisión de utilizar elementos tan inestables y difíciles de controlar como el fuego ha tenido como fin en su poética el pervertir un poder supuestamente devastador. La complejidad de sus obras radica en el hecho de que estos elementos potencian y construyen en vez de destruir. Si lo pensamos bien, esta es la misma idea que rodea a la alquimia y a la brujería y es también la línea transversal que está presente en Criminal tráfico de cosas divinas.

Los trazos sobre el papel y el metal se presentan como señales que evocan la existencia secreta de un saber y de una historia que parece esquiva y que en la tradición aflora como peligrosa. Las artes ocultas, el motivo principal de esta exposición, se presentan acá como un escenario privilegiado para que ella hoy pueda convertir la imagen en una posibilidad inmediata de conocimiento.

En sus propias palabras: “Cada dibujo se convierte en un medio de consulta e interpretación de hechos sin necesidad de algo más; la aproximación que existe es solo entre la obra y quien la mira”. Finalmente, es la mirada femenina la que tiene otra dimensión y percata cosas que suelen pasar inadvertidas.

Vista de la exposición «La Escuela del Desencanto», de Catalina Jaramillo Quijano, en el Museo La Tertulia, Cali, 2020. Cortesía del museo
Vista de la exposición «La Escuela del Desencanto», de Catalina Jaramillo Quijano, en el Museo La Tertulia, Cali, 2020. Cortesía del museo

LA ESCUELA DEL DESENCANTO

Catalina Jaramillo Quijano en el Museo La Tertulia (Cali)

Por Luz Adriana Hoyos G.

Los griegos pensaban que la melancolía era una cuestión de humores. En algunos de sus tratados sobre patología humoral se explica cómo existían unas secreciones que originaban las enfermedades: por un lado, la sangre como principio de vida y, por otro lado, la bilis negra considerada como un humor nocivo que estaba asociado a la melancolía. El Problema XXX, un escrito atribuido a Aristóteles sobre la relación entre la locura divina de Platón y la teoría científica de los humores, discute cómo las personas excepcionales y con cualidades de genio son de naturaleza melancólica.

Así que, si en la actualidad la sociedad sublima la felicidad, ¿cómo se puede siquiera entender a quiénes viven apesadumbrados? ¿Acaso ese ideal romántico no está profundamente ligado con el acto creativo? El romanticismo dejó un legado de seres exaltados y pasionales con una clara disposición intelectual. Pareciera que, en un exceso de bilis negra, los románticos contaminaron el mundo con sus obras espléndidas; esa mezcla de debilidad, heroísmo y atonía, esa patología o inestabilidad de la bilis negra terminó por darle forma a la naturaleza melancólica que había preocupado tanto a los griegos.

La Escuela del Desencanto es una reflexión sobre la melancolía y la escuela. La artista Catalina Jaramillo Quijano recrea un salón de clases para niños melancólicos. Desde una posición crítica frente al sistema educativo, nos invita a entrar a este espacio con la intención de generar ese malestar particular, ese sentimiento de fracaso y humillación.

Vista de la exposición «La Escuela del Desencanto», de Catalina Jaramillo Quijano, en el Museo La Tertulia, Cali, 2020. Cortesía del museo
Página interior de la cartilla «Reglas simples para niños contemplativos», de Jardín Publicaciones. Parte de la muestra «La Escuela del Desencanto», de Catalina Jaramillo Quijano, en el Museo La Tertulia, Cali, 2020. Cortesía de la artista

La ironía está presente en la construcción de cada una de las piezas que hacen parte de esta instalación: la artista introduce al espectador en el mundo de la infancia buscando generar nostalgia hacia el pasado escolar. La ingenuidad de las imágenes y de los elementos aparentemente inofensivos dentro de este salón demuestran, con altas dosis de humor negro, todo lo que los alumnos sufren en este proceso de control y normalización al que están expuestos en la escuela. Detrás de la inocencia de esta propuesta se esconde el germen de la crueldad al que se ven sujetos en este proceso que finalmente encarcela la excepcionalidad y la genialidad para formar, a través de la sumisión, personas tristes y apesadumbradas.

A partir de una exhaustiva investigación que inicia en 2016, la artista revisa diferentes disciplinas como la psiquiatría, el psicoanálisis, la historia del arte, la cultura popular y la literatura. La sociedad desescolarizada, escrita por el pensador austríaco Iván Illich en 1971, es una de las publicaciones que sirve de base conceptual a la artista, quien se inspira en este discurso crítico para detallar de qué manera la educación está pensada como una institución alienante que finalmente ahoga la imaginación.

En La Escuela del Desencanto el reloj se mueve al ritmo del fluir de las ideas pero nunca se llega a tiempo y el gran pizarrón se extiende hasta el suelo proponiendo frases apocalípticas que refuerzan el sentimiento de angustia y alienación de los alumnos regidos por el signo de Saturno. Esta instalación de Jaramillo Quijano reproduce la sensación de malestar a la que todos nos hemos visto sujetos, teniendo en cuenta un juego de dimensiones y de elementos que nos exponen al absurdo.


LA ESCUELA DEL DESENCANTO. Desde el 10 de octubre de 2020 en el Museo La Tertulia (Cali). Descarga aquí el programa de mano.

CRIMINAL TRÁFICO DE COSAS DIVINAS. Desde el 22 de octubre al 27 de noviembre de 2020 en Policroma (Medellín).

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