Skip to content

SYBIL BRINTRUP: EL ARCHIVO COMO ESPACIO DE RESISTENCIA

Hace aproximadamente un año conocí a Sybil Brintrup (Puerto Montt, 11 de mayo de 1954 – Santiago, 12 de agosto de 2020)​. Fui hasta su casa un par de veces a hacer registro de una parte de sus obras y archivo. Las veces que nos vimos conversamos de la vida y de su trabajo. Mientras yo tomaba fotos, ella sacaba libros, fotografías, postales que revivían distintas épocas de su trayectoria artística.

Era divertida, narraba historias que se confundían en tiempo y espacio, hacía cambios de voz cuando quería hacer énfasis en los personajes de sus historias, y se reía profundamente de sus propios chistes.

El pasado miércoles 12 de agosto Sybil dejó de estar con nosotros físicamente, pero su espíritu será imborrable para aquellos que tuvimos el privilegio de conocerla.

Este artículo fue escrito entre enero y febrero de este año, en medio de un país convulsionado por las protestas sociales. Esperábamos concretar un proyecto expositivo para poder publicarlo.

Sybil Bintrup. Archivo de Pabla Ugarte. Foto: Paola Nava

Históricamente, el archivo se ha constituido como un artefacto destinado a contener residuos de tiempo. Podríamos pensarlo como una suerte de mecanismo que busca conservar y dejar constancia de un continuo devenir. El archivo inmortaliza y extiende. A partir de él, podemos indagar, conocer o fundamentar nuestro pasado como recorte y fragmento. A decir verdad, el archivo actúa como una especie de testigo que crece con nosotros para revelar la construcción de ciertas historias íntimas, mostrando cómo estas coexisten con las abiertamente colectivas.

A lo largo de su trayectoria como artista multidisciplinar, Sybil Brintrup ha trabajado con el archivo como un formato desde el cual logra armar y reconfigurar sus investigaciones, utilizándolo no solo como contenedor de una información que resiste en el tiempo, sino también como plataforma expositiva. En la continua producción artística de Brintrup se revela la necesidad de construir relatos exploratorios, que nos permitan rearmar y viajar a través de los temas que aborda; es el caso de su serie Los Romances.

Esta serie, la más extensa dentro de su obra, gira en torno a cinco temáticas o motivos específicos, cada uno de ellos desarrollado en tanto línea individual de exploración y estudio. Su marco, principalmente, es el campo: las lechugas; las ovejas; las vacas; los fardos de pasto y los tractores. Ciertamente, resulta particular que estos “Romances” se caractericen por evocar desde su nombre un panorama rural, invitándonos a pensar la aproximación que se tiene de paisaje en el territorio chileno –vasto, ajeno, de proximidad limitada–, como también de la identidad. Estas investigaciones de imaginario aledaño están elaboradas con una gran cantidad de técnicas y formatos: fragmentos de textos, postales, imágenes, documentos, videos, performances, audios, que en conjunto se ordenan como una cartografía estructurada desde la memoria.

Sin embargo, para acercarnos de manera más certera a su exploración, es preciso observar detenidamente los distintos medios que la constituyen, los cuales conforman la poética que emerge de cada una de sus obras. En efecto, no solo a través de técnicas definidas como visuales la artista ha hecho valer su práctica -ésta también acude a la poesía y a la prosa como formas expresivas-, que aborda desde su transdisciplinariedad, permitiendo hacer un análisis sobre los límites o bordes del lenguaje visual y poético.

Sybil Bintrup. Archivo de Pabla Ugarte. Foto: Paola Nava
Sybil Bintrup. Archivo de Pabla Ugarte. Foto: Paola Nava

Tomando como referencia a Proust, Deleuze establece que el problema de escribir radica en que la tarea principal del escritor es inventar dentro de la lengua una lengua nueva, una que de cierta forma es extranjera y se conforma a partir de otras estructuras gramaticales (“Saca a la lengua de los caminos trillados, la hace delirar”).

Podríamos decir que existe una necesidad en Brintrup por poner a prueba las tensiones que surgen del lenguaje. La lengua como medio expresivo está constantemente reinventándose a través de su obra, como en el caso de la performance Ella y los fardos de pasto, realizada en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC) de Santiago en el 2009, en la que la artista intentaba emitir más de un sonido de pájaro, entendiendo la puesta en escena como una vía para explorar de manera sonora y corporal sus cinco temáticas relacionadas al campo.

Esta idea nos lleva a la construcción orgánica de un cuerpo de trabajo que se vale de distintos medios expresivos para dar cuentas de sí. Como parte de estos Romances, Brintrup realiza una serie de postales y libros de poesía con frases que se configuran de episodios cotidianos, revelándose en el imaginario como una suerte de alegoría al mundo rural. Estos textos hacen visible una necesidad por construir relatos híbridos, cargados de una gran singularidad poética que se vale de la escritura, objetos, sonidos e imágenes para invitarnos a ser parte de un relato que funciona como alegoría a la historia cultural en sí misma.

Durante varias décadas, el arte en Chile se ha situado desde las problemáticas sociales y políticas, dando como resultado un acontecer histórico de arte chileno que se ve y se entiende en gran parte desde su relación con el contexto social. Si bien esto es un esquema que se ha repetido muchísimas veces en la historia del arte, pareciera que durante mucho tiempo ha quedado rezagada la idea de pensar en un “yo/nosotrxs” deliberadamente más íntimo, que estuviese en contacto no sólo con realidades que atañen un acontecer estrictamente “político”, sino que también se expresara desde singularidades que estén relacionadas mucho más a los aspectos más sensibles que cohabitan en cada uno de nosotrxs.

Por tanto, es posible ver que, si bien Brintrup forma parte de una generación de artistas que dejaron una importante marca en las artes visuales por su participación en las políticas públicas, ella emprendió un trayecto alterno a través de los aspectos sensibles que configuraban su cotidiano: una relación/romance con los objetos que, no obstante, rememora los bordes de un acontecer político en su interior. Las necesidades de indagar y apuntar de manera casi obsesiva hacia esas cinco temáticas rectifican que la artista está en una constante búsqueda por hacer visible los aspectos más íntimos que nos conforman como parte de una sociedad.

Sybil Brintrup, Magali Meneses, La comida, 1983, video, color, sonido, 15:00 min. Colección MAC, Chile.

Su trabajo titulado Mini Chile consiste en un juego de memoria realizado con imágenes extraídas de sus distintas performances, colaboraciones y obras, en el que no solo concentra y difunde su recorrido artístico, sino que también invita a una memorización del mismo desde una apuesta lúdica. Es posible pensar en los Mini Chile como una forma de hacer resistencia a los conceptos más tradicionales de historia, autorreflexionándose como un artefacto que indaga en la participación del otro, desde el que se expande en tanto plataforma expositiva, apuntando a un “yo/nosotrxs” que se ubica en un punto medio que resume la incomodidad de un país, de una artista, de una obra.  

Estos juegos/memorias han sido creados por ella a partir de los distintos hitos que han marcado su trayectoria. Cada uno nos sitúa como espectador y usuario de su archivo y memoria, haciéndonos parte de un proceso en el que el recuerdo funciona como el principal motor, permitiéndonos formar alegorías simples y complejas sobre cómo asumimos nuestros procesos históricos y cómo estos se nos revelan en el presente. Tales gestos permiten seguir viendo el campo de las artes visuales como un espectro multidisciplinar y lingüístico. La justificación de un cuerpo de trabajo, la necesidad de enmarcarlo, solo ha hecho perceptible que la información que consumimos y que nos llega esté controlada bajo esquemas que no logran salir de sí mismos. Es así como estos Mini Chile reivindican la puesta en escena de un trabajo híbrido, anunciando desde su juego y su uso común la necesidad que existe de pensarnos como sociedad abiertamente colectiva e integrativa.


*Edición y corrección: Jesús Montoya / Alejandra Villasmil

Paola Nava

Nace en Maracaibo, Venezuela, en 1994. Licenciada en Comunicación Social mención periodismo impreso por la Universidad Rafael Belloso Chacín, Maracaibo. Actualmente se desempeña como coordinadora general del Museo de Arte Contemporáneo de la Universidad de Chile. Ha liderado proyectos como el Fondart Nacional de difusión, convocatoria 2021, “MAC virtual: Gestión y renovación de plataformas virtuales para el inicio de nuevas museologías”. Escribe ocasionalmente para exposiciones, investiga sobre arte contemporáneo y se encuentra cursando el último año del magíster en Teoría e Historia del Arte de la Universidad de Chile. Dirige la revista de literatura venezolana INSILIO.

Más publicaciones

También te puede interesar

Christiane Pooley

Las pinturas de Christiane Pooley (Chile, 1983 – vive y trabaja en París) son investigaciones sobre la pintura misma: sus potencialidades y alcances, sus fallas y limitaciones, su materialidad y su ubicación en ese espacio…

LAS OLAS DEL DESEO. ARTE PREMONITORIO

"Las olas del deseo. Feminismos, diversidades y cultura visual 2010-2020+" presenta la praxis rica y viva de colectivos artísticos y sociales de diferentes vertientes que desarrollaron estrategias híper creativas en post de la lucha...