
“POR UNA INSTITUCIÓN HÍBRIDA”. UN LIBRO SOBRE LA EDUCACIÓN DE ARTE EN MUSEOS Y UNIVERSIDADES
Si con los años las distintas interpretaciones del institucionalismo crítico dieron forma a las más fértiles y variadas experiencias de transmisión artística en museos, entre ellas “las pedagogías radicales”, “el institucionalismo experimental”, “la educación transgresora”, “el nuevo agenciamiento”, y lo que incluso en tono de emergencia -al desconocer lo que está dentro / fuera de la institución- Benjamin Buchloh llamó “nueva estética de la gestión”, en todas estas posiciones de acción reflexiva el museo o espacio artístico dejaba de ser un lugar de simple exhibición, almacenamiento de obras y proceso de conocimientos empaquetados, para pasar a ser el resultado de la institucionalización de juicios colectivos sobre el arte, reterritorialización contextual y de criterios políticos que afectaban la transmisión de contenidos.
Hoy, la mayoría de estas formas de posicionamiento críticos han caído en lo genérico y la instrumentalización despolitizada de un campo cultural muchas veces abúlico, lo que ha creado estructuras institucionales que se han interiorizado por completo. El antiguo Caballo de Troya del nuevo institucionalismo con el que Andrea Fraser pensaba invadir desde el interior las estructuras y jerarquías institucionales de a poco se fue quedando en el desván de las buenas intenciones, y esto no solo por la cada vez mayor velocidad de una identidad corporativa de los museos y de los espacios alternativos ahora devenidos en florecientes industrias creativas, sino también por un proceso de desgaste y pérdida de autonomía que sufrieron estos mismos espacios. Si volvemos sobre estos textos, aún hoy se puede ver un halo de destello en sus propuestas críticas sobre educación y cómo las instituciones tienen que crear posibilidades de encuentro entre agentes internos y externos en el propio contexto global o local.
Si repensamos bajo este prisma crítico de creación de articulaciones la función tradicional de la educación, incrustada en la etimología de la palabra misma, implica la creación de una determinada imagen, es decir, un producto final bien conocido que está muy lejos de pensarse a sí mismo en forma de “red”, como planteó Bruno Latour. Todo el sistema educativo universitario se basa en la idea de un modelo graduado que necesita transmitir un conjunto de conocimientos y habilidades. En la situación del arte contemporáneo, este modelo no es factible en absoluto o es, más bien, amorfo.
¿Qué significa entonces la educación en el sistema del arte contemporáneo? En primer lugar, la comprensión de que el arte contemporáneo es un sistema autónomo del mundo del arte. Además, el sistema es muy complejo, porque pertenece a dos niveles de realidad a la vez: a la «ontología» social y los actos cognitivos, y también a los cognitivo-teóricos de su construcción. Por lo tanto, la teoría del arte contemporáneo es un principio constitutivo igualmente importante del mundo del arte, pero su práctica no se puede dar bajo una matriz separada del objeto de estudio, o sea, el campo artístico y sus instituciones. Si la universidad ha perdido su conexión con el mundo real, hoy la mayoría del conocimiento producido en las universidades no sirve para otra cosa que para su propia autopoiesis; la universidad se enfatizó en un proceso instrumental como proveedora de fuerzas profesionales y desde ese lugar ha perdido su posibilidad crítica y ha ampliado su distancia desde una heteronomía global: en otras palabras, representan un peso institucional, pero está profundamente desfasada de los propios procesos del campo artístico.
Estos problemas de desconexión entre el museo y la universidad desde el lugar de carencias y necesidades mutuas, como lo plantea la historiadora del arte argentina Rosario García Martínez, pueden sin embargo dar lugar a la formación de un modo de investigación y crítica que es fundamental para la propia institución artística y para la universidad en su infraestructura académica, pero para que todo esto funcione se requiere el desarrollo de nuevos métodos de planificación descentralizados y democráticos, que a su vez exigen una reflexión ética y metodológica, así como también un método de crítica y de articulación espacial y política que se puede aplicar no sólo al mundo del arte, sino también a los espacios e instituciones de enseñanza en general.
En su libro Artistic Research in the Future Academy, el teórico Danny Butt propone que “la creación de conocimiento más importante en las artes visuales es, precisamente, una crítica institucional performativa de estas limitaciones de la transmisión artística en el campo del museo y la universidad”. En otras palabras, los cambios y mutaciones de los entornos institucionales, político-económicos y tecnológicos de las prácticas artísticas contemporáneas, incluidas las mismas «mutaciones antropológicas» mencionadas anteriormente, responden en la línea de una institución crítica que crea articulaciones con nuevos agentes, hasta tal punto que se vuelve a sí misma una institución travesti, capaz de contener en su cuerpo formas dispares de institucionalidad.
Desde ese lugar, el libro de García Martínez Por una institución híbrida, recientemente editado por Proa, viene a plantear nuevas preguntas y hojas de ruta en forma de praxis activa: ¿Cómo es posible la transmisión de la experiencia artística en la universidad con el cambio compulsivo de las tecnologías y las formas dispersas que significa una escena artística local?¿Son compatibles las formas de arte contemporáneo y su agenda política con las anquilosadas mallas curriculares de las escuelas y las formas burocráticas del museo?¿Es capaz el museo de ofrecer experiencias significativas de educación en pos de un entendimiento liberador del arte más que contenidos ya procesados para su consumo desde sus propias exhibiciones?. Para profundizar en todas estas preguntas y muchas otras el libro ofrece un recorrido detallado a manera de introducción por los proyectos alternativos de educación no formal que lograron fusionar el ámbito universitario y artístico, entre los que se pueden citar al Colectivo de Disidencia Sexual (CUDS), Undercommoning, Anti-University Now, TEOR/ética, Agítese antes de usar, Espacio para la reflexión y creación artística (ESpira), oel Programa de Estudios Independientes del MACBA Barcelona, cada uno desde una plataforma diferente y con prioridades distintas, pero que volvían a reactivar el imperativo de que la investigación artística y sus procesos no se pueden encerrar en un solo corpus, sino que proponen en sí el reclamo de nuevas estructuras, para dar en su experimentación nuevas formas de conocimiento ahora desde lugares híbridos. Desde esa perspectiva, la institución no es sólo un problema, sino también es parte de la solución.
En este sentido se vuelve de vital importancia revisar a fondo el proyecto de Proa Universidades, en el que García Martínez nos ofrece desde la praxis inicial del proyecto formas de relacionar lo institucional con un programa dinámico que supo leer las carencias del campo, y a partir de ahí se basó en diversas estrategias, metodologías y propuso varias tareas para las instituciones relacionadas en las que ninguna tenía previa experiencia, más allá de los cursos especializados sobre arte en bloques individuales, las conferencias, laboratorios en los mismos talleres de los artistas, o la escritura de ensayos.
En primer lugar, este trabajo tiene que ser leído desde el cuidadoso diagnóstico del momento actual, por su investigación y crítica. Y, en segundo lugar, como un proyecto didáctico relacionado con el choque institucional del acto de pensamiento con el acto del proceso artístico. La característica resultante del campo semántico del proyecto puede leerse muchas veces como un intento de una relación no jerárquica entre la teoría, la investigación empírica y la identificación de problemas y carencias. Pero esta apertura institucional no está exenta de problemas, ya que para poder dialogar con otros actores se debe tener un grado de radicalismo. Según plantea Rosario García Martínez, en este punto el museo debe combinar un aumento constante de sus competencias y politización con una estrategia que pueda crear desde ese lugar de apertura nuevos puntos de crítica y resistencia. Esto obliga al museo a estar constantemente en una interacción con la realidad multidimensional circundante; de este modo, esta apertura recupera el concepto clásico de lo político y a la vez obliga a la institución a lograr consensos entre sus actores y diferentes departamentos.
Boris Groys en su texto Una poética del arte describe a la obra como un objeto divorciado de su propósito original, no apto para uso práctico, pero tampoco portador de información clara o útil. Tal descripción hace que los objetos de arte estén muy cerca de hallazgos arqueológicos no atribuibles, denominados «artefactos espaciales inapropiados» (artefactos fuera del espacio). Según los artistas de vanguardia estos objetos sólo podían ser reducidos desde múltiples miradas, entre ellas la institucional, la política, la artística (en su texto, Groys menciona a Vasily Kandinsky a este respecto). Es gracias a tal desconexión de la función de información que el arte puede aparecer solo en la conjugación y la hibridez de los métodos de transmisión, en una metaposición y convertirse desde esos lugares como pueden ser en la fusión crítica de la universidad y el museo como nos plantea Rosario García Martínez en un medio para la formación de nuevos tipos de sensualidad.
Creo además que este libro insinúa algo importante sin hacerlo explícito. En otras palabras, además de abordar los nuevos métodos y estrategias para ampliar la transmisión del arte en el campo universitario y el museo, creo que también aborda al arte como un conjunto social, encarnado en entidades llamadas artistas, espectadores, estudiantes, talleres, galerías, producción intelectual, etc., que vinculan a las personas de una manera particular y que se esfuerzan por (re) producir cierta forma de pensamiento entre los alojados en estas redes. En resumen, este libro de Rosario García Martínez no debe ser examinado simplemente como un cuerpo de textos y diálogos en torno a un proyecto específico de Proa, como lo es Proa Universidades o como lo sería desde otra perspectiva -igualmente en Proa-, el Centro Cultural Nómade, a cargo en su momento de Paulina Guarnieri y Juan Carlos Urrutia, sino también como un conjunto de prácticas institucionales que varían de un entorno político a otro, de un entorno histórico a otro.
Podemos estar seguros de una cosa al leer Por una institución híbrida: las próximas tendencias en educación artística no nacerán entre nuestras viejas instituciones, museos y universidades sino del cruce en el campo discursivo de muchas pequeñas estructuras experimentales, agentes menores, instituciones volátiles, colectivos y formas de comunicación institucional dinámicas y autónomas.
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Rosario García Martínez
Es Licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Buenos Aires y realizó estudios de posgrado sobre pedagogía y educación en FLACSO Argentina. Desde 2008 trabaja en Fundación Proa, donde se desempeñó primero como Educadora y luego como Coordinadora en el Departamento de Educación, teniendo a su cargo los programas para adultos y programas con Universidades; actualmente coordina también los Programas Públicos y Programas de Formación. Integró el equipo asesor de la propuesta a distancia Museos, Formación y Redes del Ministerio de Cultura de la Nación, y del Programa a distancia de las Residencias Artísticas 2019 de la Dirección de Cultura de Cusco, Perú. Investiga prácticas en el ámbito cultural que proponen formas alternativas de abordar la enseñanza, el aprendizaje y el conocimiento.
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