SUERO. LA CONEXIÓN ENTRE PERÚ Y ESPAÑA. Y CÓMO TRABAJAN ARTISTAS PERUANOS EN LA PANDEMIA
Suero surgió en febrero de 2019 como una plataforma temporal para la reflexión, creación y exhibición de arte contemporáneo con sede en Pamplona (España). Motivada en generar un espacio de diálogo e intercambio en torno a la práctica artística y la coyuntura –atravesada por diversas problemáticas sociales, culturales, políticas y económicas–, los primeros proyectos convocados abordaron temas como migración, medioambiente, género, relaciones de poder, así como la misma práctica artística y sus procesos de creación, producción y difusión, haciendo énfasis en la precarización de esta misma práctica.
Para entender un poco el contexto, si bien Pamplona es la capital de la provincia de Navarra, una de las comunas con mayor actividad económica del país, se trata de una ciudad que apenas supera los 200.000 habitantes. Su oferta cultural y artística es variada, haciendo énfasis en la música y en el teatro, sin embargo, en las artes visuales no cuentan con espacios de exhibición más allá de los institucionales, siendo la más imponente la Ciudadela de Pamplona –una fortaleza que data del siglo XVI y que hoy, además de ser un parque público, cuenta con cuatro pabellones que funcionan como salas de exposición. Hasta hace poco era parte del proyecto Hiriartea, una apuesta contemporánea y transdisciplinar para las artes que, lamentablemente, ha sido desactivado. Otro espacio es Centro Huarte, un centro de investigación, experimentación y producción artística, cuya última dirección ha brindado aire fresco para la comunidad.
Pero volvamos a lo que convoca este texto. Les contaba acerca del contexto pamplonica y la falta de espacios independientes y galerías para las artes visuales. De hecho, esto es uno de los tantos motivos por los cuales muchos artistas de Pamplona se han visto en la necesidad de mudarse a otras provincias o al resto de Europa, para continuar con sus carreras. Conversando con artistas locales detecté que era necesario un espacio de encuentro, de diálogo y de intercambio. En una cena con Sofía Enríquez González, ex compañera de piso, diseñadora y joven curadora, le conté lo que tenía ganas de hacer y nació SUERO.
Durante su primera etapa, SUERO consistió en micro residencias de 2 a 3 días y en micro exposiciones de 5 horas que se realizaban en el living-comedor del piso donde vivía. La primera edición tuvo como invitada a Claudia Coca (Perú) con Todos los espacios están comprendidos en mi reino, y en la segunda a Ana García-Pineda (España) y Miguel Orcal (Perú) con La arbitrariedad de los códigos. La tercera edición coincidía con nuestra partida de España. Nos íbamos y no nos íbamos a ir sin despedirnos, pero no teníamos lugar, pues no se podía hacer en casa. Entonces, una opción era hacerlo en la calle. Pensé en un recorrido por la ciudad. Resulta que el único día que podíamos hacerlo, era el día del Casco Viejo, es decir, la fiesta de la ciudad.
Mudanza convocó a doce artistas –migrantes o que lo habían sido– de España y Perú, invitados a participar con obra en papel en blanco y negro. Estas fueron reproducidas en una edición limitada de 50 copias c/u y distribuidas en pilas en cuatro puntos de la ciudad. Los artistas convocados fueron Miguel Aguirre, Manu Blásquez, Nicole Franchy, Ferran Gisbert, Amaia Gracia-Azqueta, Carlos Irijalba, Jimena Kato, Nicolás Lamas, Mireya Martin Larumbe, Francesc Ruiz, Eliana Otta y Gihan Tubbeh. El público fue congregado en un punto donde recibió un sobre con un plano de los otros puntos donde podía encontrar las obras (dispuestas sobre mostradores). Así, en su recorrido por la ciudad iba construyendo la muestra, que era a la vez su propia colección de obras.
Una vez de vuelta a Lima intenté reactivar SUERO pero no conseguí espacio físico. Pensé que no era su momento y que más adelante podía suceder. Luego, los compromisos laborales y una serie de viajes programados me tuvieron sin lugar fijo –tanto físico como mental. El confinamiento me agarró por adelantado. Regresaba de curar una muestra en España –de hecho, en la Ciudadela de Pamplona–, y debía aislarme por prevención. A los dos días la OMS declaraba al COVID-19 como pandemia, y una semana después en el Perú se declaraba la cuarentena general. Cuando pasaron mis dos semanas de aislamiento sin haber manifestado síntomas, decidí reactivar SUERO. La cuarentena impulsaba a sustituir espacios físicos por espacios virtuales, algo que ya estaba cantado desde años pero esta vez la coyuntura global exigía tomar acción. Entonces, no había excusas para no hacer SUERO.
Comparto con ustedes la experiencia de las tres últimas ediciones virtuales de SUERO, las cuales vienen dándose de manera quincenal –como se viene extendiendo la cuarentena– en la cuenta de Instagram @dame_suero y que reflexionan en torno a la crisis que estamos atravesando a nivel global, vista desde diversas perspectivas: lo público y lo privado; la conciencia del tiempo en el confinamiento; o la posibilidad de cambio y adaptación del paisaje y de la humanidad a ese paisaje transformado, entre otros subtemas que van emergiendo entre líneas.
SUERO #04
NADA ES VERDAD, TODO ESTÁ PERMITIDO
Macarena Tabja (Perú)
Las categorías que nos han regido hasta ahora empiezan a desmoronarse. El mundo no se divide ni en primero ni en tercero, es uno solo y el COVID-19 se lo recuerda diariamente a toda la humanidad. No es gratuito traer las fotografías de Macarena Tabja en esta época de pandemia, cuando gran parte de la humanidad se halla aislada cumpliendo una cuarentena –obligatoria o voluntaria, según el Estado-Nación que los gobierne–, con la esperanza de frenar un virus que ya se ha llevado miles de vidas.
Hoy las calles están prácticamente desiertas y las imágenes que nos llegan a través de las pantallas son desoladoras respecto al avance del virus, pero, por otra parte, son sorprendentes en tanto la naturaleza se está reapropiando de aquello que le expropiamos. Y no es nada menos que lo que conocemos como “espacio público”.
Nada es verdad, todo está permitido acerca una selección de fotografías que fueron tomadas por Macarena Tabja entre 2013 y 2020 en sus recorridos por las ciudades de Lima, Iquitos y Tarapoto. Las imágenes no pretenden ser una bitácora, sino instantáneas que Tabja va encontrando en su andar incierto. En este desplazamiento, la fotógrafa observa todo lo que sucede a su alrededor, pero su mirada no es pasiva ni contemplativa pues está a la caza de aquello que –paradójicamente– la atrape. Su mirada extrañada, crítica e irónica hacia la realidad, en especial hacia la sociedad de consumo, hacen posible la carga de humor que prevalece en sus imágenes.
Tabja pone en crisis las categorías aprendidas y busca encontrarle otra cara a las personas, cosas o situaciones que se le presentan. De esta manera, lo cotidiano o familiar se torna extraño o desconocido y se presenta como nuevo bajo la aguda mirada de la fotógrafa.
SUERO #05
TODAVÍA ALGUIEN
Claudia Córdova Zignago (Perú)
En tiempos de aislamiento, el tiempo se torna protagonista. Todavía alguien toma su título de uno de los capítulos de La Montaña Mágica de Thomas Mann, cuando el joven Hans Castorp, aislado en la alta montaña, toma conciencia que el año ha terminado su curso y un nuevo ciclo inicia. En ese tiempo –aparentemente muerto para muchos– él ha aprendido a leer las constelaciones y, con ellas, comprender el transcurrir del tiempo.
Cuesta entender al tiempo como cuesta entender a la naturaleza. Quizá porque nos zambulleron en una pila bautismal de neoliberalismo, volviéndonos adictos a un sistema de consumo donde la apariencia vale más que la existencia. Cuántas veces hemos expresado que el tiempo es cruel o que lo tenemos en contra o que nos gana o que se nos viene encima. También lo hemos usado como excusa para evadir responsabilidades y hasta afectos. Hicimos del tiempo nuestro enemigo, sin comprender que es en su transcurrir donde se llega a ser y la vida sucede.
Todavía alguien configura una selección de fotografías tomadas por Claudia Córdova Zignago, quien apenas acompañada por Proust y su cámara analógica, emprendió el Camino de Santiago. Caminar, observar, pensar. Así, dio inicio a un ensayo visual acerca del tiempo: el tiempo de los espacios recorridos; el tiempo del caminar; el tiempo de la contemplación; el tiempo de la exposición; y el posterior tiempo del revelado.
La característica de las fotografías que componen esta muestra es que están hechas con película vencida, donde la presencia del hongo es protagónica. Esto no refiere a un error fotográfico sino a un acto intencional por parte de la fotógrafa, quien heredó un paquete de rollos vencidos como despedida. El primer revelado fue un error, pero luego se ocupó de buscar estos rollos en el mercado con el fin de experimentar con sus fotografías. De esta manera, se volvió una observadora del tiempo de vida del rollo: calidad, marca, movimientos. Lo cierto es que la imagen no se pierde por la aparición del hongo, sino que esta potencia la naturaleza de las mismas.
Así, las imágenes de paisajes desolados y boscosos –que recuerdan a las fotografías de Eugène Cuvelier–, donde la humanidad apenas se manifiesta en una iglesia derruida, en una propiedad en venta o en la ropa tendida, nos confrontan con nuestra nueva realidad: el aislamiento. El camino se vuelve uno solo para recordarnos que en este se vive o se cae.
SUERO #06
LA IDEA DE SER DE OTRA SUSTANCIA
Allison Valladolid (Perú)
Hoy, después de millones de años,
la montaña está fuera del tiempo, y no sabe
cómo es nuestra vida ni cómo acaba.
José Watanabe
¿Hay posibilidad de cambio? Aunque la incertidumbre paraliza, dado que no sabemos cuál será la ruta a seguir, la detención del planeta por la crisis sanitaria conduce a reflexionar acerca del mundo en el que vivíamos. Los primeros cambios se han dado en la naturaleza. Más allá de las fake news, hemos sido testigos del retorno de ciertas especies migratorias a sus espacios naturales debido a la ausencia humana. El paisaje ha mutado. Se hace inevitable pensar qué sucederá cuando todos salgamos del confinamiento; porque queda claro que algo hemos hecho mal.
Si bien el paisaje se concibe como todo lo que nos rodea, generalmente se lo ha vinculado al espacio natural. Así da cuenta la historia del arte y su tradición del paisaje, desde la pintura tradicional china hasta artistas como Constable, Turner, Corot, entre otros. Pero ¿cómo concebir el paisaje desde el confinamiento?
Viendo reducidas las posibilidades de acceder a materiales y soportes con los cuales trabajar ––dado el contexto de emergencia actual–– Allison Valladolid se propuso explorar formas de producir y recurrió al supermercado en busca de soportes para plasmar sus pinturas. El resultado es una serie de siete obras realizadas en acrílico sobre bolsas de plástico biodegradable, donde el paisaje es protagónico.
En la obra de Valladolid, el paisaje emerge en la pintura como sombra, denotando los elementos que lo integran. Por un lado, trasciende la concepción del paisaje como un todo panorámico para abordarlo desde su descomposición, pues lo que se propone la artista es un estudio iconográfico del paisaje desde los elementos que lo conforman: montaña, sol, mar, cielo, nubes y vegetación. Así, combina dichos elementos de la naturaleza y los plasma sobre un soporte no tradicional. La elección de este soporte no es gratuita, hay un gesto de propiciar el diálogo entre el concepto (paisaje) y el material (bolsa de plástico biodegradable) que deviene poética de lo efímero. Por otro lado, al hacer del paisaje sombra, Valladolid advierte que aquello que observamos no es más que una proyección.
La idea de ser de otra sustancia es una provocación ––acaso un anhelo–– a proyectar y pensar en la transformación y adaptación del paisaje y, por qué no, de la humanidad.
SUERO somos:
Luisa Fernanda Lindo: Dirección y curaduría
Sofía Enríquez González: Diseño
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