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EL COLECCIONISMO EN TIEMPOS DE CRISIS

El mundo del arte hoy en día, por supuesto, presta más atención a los artistas, las obras de arte y las exposiciones. Sin embargo, los coleccionistas son una pieza fundamental en este mundo. Independientemente de las escuelas de arte, la presión económica o los planes de financiación gubernamentales, los coleccionistas contribuyen a la producción y al flujo del arte apoyando directamente a los artistas, patrocinando instituciones y participando en el mercado secundario. Durante el transcurso de las ferias de arte, los coleccionistas generalmente se reúnen para intercambiar ideas y reflexionar acerca de su labor en este ecosistema. Tales conversaciones, intrínsecamente íntimas, van desde su pasión individual por el arte, su historial de coleccionismo o simplemente sus gustos personales.

No obstante, las cuestiones estructurales en torno a la compleja relación entre productores y consumidores de arte usualmente se dejan de lado, aunque es cierto que a veces las intenciones de los coleccionistas y artistas van en la dirección opuesta. Como respuesta y crítica a la sociedad, algunas obras de arte son muy críticas (en todos los sentidos de la palabra) con determinadas prácticas políticas o económicas, o con el mercado del arte en general. Por lo tanto, van dirigidas abiertamente en contra de los coleccionistas que participan en ciertas industrias.

Un ejemplo de esto es el reproche a las grandes instituciones, como por ejemplo, al Whitney Museum of American Art, en donde los artistas exigieron la renuncia de un miembro de la junta directiva debido a la venta de gas lacrimógeno. En otros casos, son los artistas a quienes critican por la forma en que producen y comercializan obras de arte sobre temas de actualidad. Esto lo hemos visto recientemente en la feria ARCO Madrid, en la cual un artista chileno se apropia de un performance feminista para una obra que se vende por varios miles de dólares en beneficio de su propio bolsillo y el de su galería. Para que el patrocinio sea productivo, estas discusiones difíciles son necesarias porque abordan la forma en que nos involucramos y enfrentamos los problemas sociales subyacentes, aunque las diferencias nunca se pueden eliminar del todo.

En tiempos de crisis, las contradicciones se agudizan o surgen del propio contexto. La producción de obras de arte adquiere una dinámica diferente, aparecen nuevos temas, la conversación entre artistas y coleccionistas puede cambiar, así como el enfoque de adquisición de arte. En mi opinión, el coleccionismo es siempre político y requiere responsabilidad y convicción. Necesita una visión en particular, además de flexibilidad. Por consiguiente, es esencial examinar la situación individual y cómo las estrategias de coleccionismo tienen que adaptarse a ella.

En el caso del estallido social en Chile de octubre del 2019, se ven claramente marcadas las demandas de los manifestantes: acceso público al agua, aumento del sueldo mínimo, mejor acceso a la educación y paridad de género, por nombrar solo algunas. Muchas de las obras de arte tratan acerca de estos problemas, demandas y cómo surgieron. Además, muchas de las obras tratan específicamente sobre la forma en que ciertos actores -manifestantes, políticos e instituciones como la policía (carabineros)- actúan en esta crisis y los resultados de sus acciones.

En este caso, los problemas más evidentes son sin lugar a dudas las violaciones a los derechos humanos que han ocurrido constantemente desde el primer día de la crisis. Pero por sobre todo está la demanda de reducir la desigualdad social. Se trata de la disparidad entre personas con ingresos extremadamente altos y personas que luchan para sobrevivir. Esta situación también afecta la relación de los artistas con el mercado del arte, que no es de los problemas más urgentes, pero que sin embargo se hace más evidente en la crisis actual.

Dado que muchos artistas adoptan una postura explícita en la discusión, es urgente reflexionar sobre la función de sus obras en comparación con los parámetros y la infraestructura existentes. Cuando se suspenden los habituales ciclos de exposición, los artistas se esfuerzan para trabajar y todo el mercado detiene su rutina diaria, los mecanismos establecidos fallan, e incluso su ética se vuelve cuestionable. Sin embargo, también es cuando se produce más arte y se hace relevante en el día a día de la crisis. Los géneros y el estatus del arte se difunden; de objetos a performances, a memes y memes reciclados, puede ser de todo. Es innegable que la escena artística cambia y, por lo tanto, nuestra posición en ella. Entonces, ¿cuál es el rol de un coleccionista en estos tiempos?

Esta pregunta puede ser intelectualizada infinitamente, pero es posible reducirla a unas pocas reflexiones básicas de cómo un coleccionista puede participar activamente en la nueva dinámica y enfrentarse a las contradicciones inherentes. Coleccionar arte durante una crisis y arte sobre la crisis puede ser un gesto delicado y merece una deliberación adicional, por lo que me gustaría brindar algunas reflexiones sobre el coleccionismo en circunstancias excepcionales:

Considerar al arte más como una práctica que un objeto. Un manojo de bombas lacrimógenas no conforma una obra estética en sí misma, para ser contemplada en silencio. Las bombas lacrimógenas fueron recogidas de las calles donde se enfrentaron violentamente manifestantes y carabineros, representan la actitud hostil del Estado hacia sus ciudadanos, y son la prueba de cómo los manifestantes se unen para recolectar este material.

Otro ejemplo: una fotografía de la protesta no sólo sigue los principios de composición del Renacimiento, también indica que el fotógrafo estuvo allí en terreno para testificar la injusticia y usualmente para unirse a los manifestantes en la expresión de su descontento con el gobierno. La obra de arte se convierte en la protesta, un elemento activo en el conflicto, el cual no se puede medir en centímetros ni pagar en dólares. Lo que se vuelve fundamental es incitar un cambio basado en la discusión política, no encontrar una representación muda para ello.

Las obras de arte no siempre se prestan para inversiones financieras. En primer lugar, son objetos únicos de un momento irrepetible. Esto podría suponer un aumento de valor a lo largo del tiempo, pero como objetos históricos, sirven principalmente para recordar el pasado. Apreciar esto como un valor en sí mismo por sobre el potencial monetario hace que una colección sea más significativa y duradera.

Tómate su tiempo al comprar arte y también dale tiempo para madurar a todo el proceso. Esta crisis ya ha dado lugar a muchas obras de arte, pero muchas más están en proceso. Las producciones espontáneas pueden ser excelentes expresiones del sentimiento del momento o carecer profundidad de pensamiento por la misma razón. Finalmente, sólo podemos juzgar en retrospectiva. Además, el estallido social no ha terminado y el tiempo nos permitirá asimilar lo que hemos experimentado en los últimos meses y sopesar las consecuencias.

Sigue a un artista que te guste más allá de la duración de la exhibición o la crisis. Familiarízate con la carrera del artista y cómo ha enfrentado antes los temas sociopolíticos y luego evalúa si el artista considera la crisis como una oportunidad de hacer algo único, en lugar de un cuestionamiento y práctica continuos. El trabajo de un artista ya comprometido con las problemáticas sociales será sin duda un argumento más sólido que una interpretación de los símbolos montada rápidamente.

Piensa en el contexto en el que ves la obra de arte, ya sea en la calle, en el estudio de un artista o en una galería. Puede que por varias razones no puedas experimentar las protestas directamente, pero es útil que seas consciente de lo que está pasando y a lo que hace referencia exactamente el artista en su obra. Si la obra se hizo en la calle para que sea vista en la calle, esta podría no ser tan poderosa en el cubo blanco.

Es probable que los artistas, cuyas obras ya coleccionas, temporalmente dejen de trabajar y exponer como de costumbre. Pueden estar participando activamente en la protesta, en cabildos o cumpliendo otros deberes cívicos. Todos tendrán que reorganizar su vida de acuerdo con la nueva y difícil situación, perdiendo sus trabajos y, por lo tanto, teniendo menos tiempo para el arte. Esto no es un receso en sus prácticas, sino una pausa temporal o un punto de inflexión interesante. Dada la precariedad económica de muchos artistas y la fragilidad de la escena artística local, los coleccionistas pueden ser un correctivo para las recesiones, como se explica en el siguiente párrafo:

Apoya a los artistas a un nivel sostenible, no basado en objetos. Las formas útiles de hacer esto son: pagar el arriendo de su estudio, comprarles materiales, aportarles subsidios, financiar viajes, residencias, exposiciones y formación. La venta de obras de arte es demasiado volátil y esporádica como para permitir que un artista satisfaga sus necesidades esenciales recurrentes, como lo es la alimentación, el arriendo y la atención médica. Con más inseguridad financiera, hay menos tiempo y energía para hacer arte. Por lo tanto, piensa independientemente del material y la producción medible, y piensa en el arte, como se dijo al principio, como una práctica en la que es importante que participes. (Esto es igualmente importante en otros tipos de crisis, como la actual pandemia SARS-CoV-2).

Pero lo más importante: reconoce que tú mismo eres parte de la situación actual. La protesta no es visible en cada rincón del país, pero en su totalidad, estamos todos juntos en esto. Como coleccionista, es más probable que tengas una posición cómoda en la vida con tiempo y fondos para coleccionar arte. A través de tu estatus social y profesión, eres un modelo a seguir para los demás e influyes directamente en sus vidas, por ejemplo, como empleador. Si eres adulto y estás registrado en el padrón electoral, estás habilitado para votar en las elecciones y, por ende, participar en la formación de nuestra sociedad.

Es muy probable que algunas demandas de los manifestantes se opongan a tus opiniones personales y a tu estilo de vida, lo cual es la mayor contradicción del coleccionismo en tiempos de crisis. Sin embargo, es una característica notable que las protestas en Chile comenzaran sin una mentalidad partidista: no se trataba de políticas de derecha o de izquierda, sino de demandas claras que iban más allá de las agendas de los partidos. De esta manera, no se trata tanto de a quién, sino qué votas. Se trata de qué convicciones personales tienes.

Las obras de arte a las que se alude aquí no son, en calidad de arte, una declaración política unilateral y aislada, sino un llamado a la conversación. Son un punto de encuentro para abordar las posibles contradicciones entre manifestantes, artistas y coleccionistas. Nos invitan a reconsiderar nuestros intereses en la crisis, pero también en el día a día, y nos muestran las responsabilidades que tenemos como individuos. Esta es una oportunidad para que cuestionemos nuestro comportamiento y cambiemos nuestras opiniones. Esto es lo más valioso que el arte puede hacer y no excluye a nadie de la discusión. Y los coleccionistas, una vez más, son bienvenidos a participar en el proceso con su pasión y compromiso.

Traducido por Constanza Figueroa.

Matthias Pfaller

B.A. en Inglés, Francés e Historia del Arte por la Katholische Universität Eichstätt-Ingolstadt, Alemania, (2013) y M.Sc. en Historia del Arte por la Universidad de Edimburgo (2014). Realizó pasantías en el Museo de Arte Moderno (MoMA), Nueva York; ZKM de Karlsruhe, Alemania; Museo J. Paul Getty, Los Ángeles (EEUU); y AXA ART, Zúrich. Actualmente trabaja en su tesis doctoral sobre foto-historiografía chilena en la Folkwang Universität der Künste en Essen, Alemania.

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