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QUINCHAMALIUM CHILENSE. PRESERVANDO LA TRADICIÓN ALFARERA DE QUINCHIMALÍ

Por Matías Verdugo

El Centro Cultural La Moneda (CCLM) presenta hasta junio Quinchamalium Chilense, proyecto de carácter colaborativo que revisita el patrimonio alfarero de Quinchamalí, un pequeño poblado ubicado en la región de Ñuble, al sur de Chile. La artista visual Josefina Guilisasti y la investigadora Belén Roca, junto con quince artistas alfareros del poblado, han hecho una relectura de esta antigua tradición artesanal, que se ha postulado a ser reconocida como Patrimonio de la Humanidad.

La alfarería en greda de Quinchamalí es testimonio de la época anterior a la Colonia y resultado del mestizaje entre mapuches y criollos. De esa hibridación surgió lo específico de sus formas y sus relatos. El huaso y la guitarrera, dos piezas típicas de la zona, contienen en sí mismas narraciones sobre cómo los habitantes entienden su cultura en relación con la historia y con el resto de los territorios.

Vista de la exposición "Quinchamalium Chilense", de Josefina Guilisasti, Belén Roca y artistas alfareros de Quinchamalí, en el Centro Cultural La Moneda, Santiago, 2020. Foto: CCLM
Vista de la exposición «Quinchamalium Chilense», de Josefina Guilisasti, Belén Roca y artistas alfareros de Quinchamalí, en el Centro Cultural La Moneda, Santiago, 2020. Foto: CCLM

Guilisasti y Roca propusieron a un grupo de artistas alfareros de entre 28 y 75 años establecer un diálogo sobre el valor patrimonial de sus objetos y cómo se instauran nuevos imaginarios a través de esta tradición. Así, el proyecto instalado en la Galería del Patrimonio del centro cultural borra los límites entre el trabajo de un artista y un artesano, en búsqueda de nuevas formas de representación que permitan expresar aquellas huellas de memorias, prácticas ancestrales y vivencias cotidianas.

“Visitamos Quinchamalí durante un periodo de seis meses. Inicialmente tuvimos una reunión grupal y luego individualmente con cada alfarero/a. La idea fue conocer a las artesanas y artesanos, entender el contexto en el que habitan, familiarizarnos con el proceso completo de la fabricación de sus piezas, dialogar e intercambiar material visual para luego trabajar y experimentar con la línea blanca de motivos de flora y fauna de la zona que se traza sobre el objeto negro”, explica Guilisasti. “Ellas y ellos trabajaron con total autonomía. Sólo les decía: hagan piezas como ustedes quieran, que sean únicas, que no sean cotidianas solamente, que nos inviten a explorarlas con atención y conocer sus historias”.

Vista de la exposición "Quinchamalium Chilense", de Josefina Guilisasti, Belén Roca y artistas alfareros de Quinchamalí, en el Centro Cultural La Moneda, Santiago, 2020. Foto: CCLM
Vista de la exposición «Quinchamalium Chilense», de Josefina Guilisasti, Belén Roca y artistas alfareros de Quinchamalí, en el Centro Cultural La Moneda, Santiago, 2020. Foto: CCLM
Vista de la exposición "Quinchamalium Chilense", de Josefina Guilisasti, Belén Roca y artistas alfareros de Quinchamalí, en el Centro Cultural La Moneda, Santiago, 2020. Foto: CCLM
Vista de la exposición «Quinchamalium Chilense», de Josefina Guilisasti, Belén Roca y artistas alfareros de Quinchamalí, en el Centro Cultural La Moneda, Santiago, 2020. Foto: CCLM

Los alfareros Victorina Gallegos, Teorinda Cerón, Flor Caro, Daniel Villeuta, Silvana Figueroa, Gastón Montti, Marcela Rodríguez, Mónica Venegas, Nayadet Núñez, Eugenia Sepúlveda, Carmen Romero, Regina Pino, Cintia García, Luis Pérez Sepúlveda y Nancy Mariangel se inspiraron específicamente en la planta del quinchamalí. Según el compilado de Pedro Lautaro Ferrer Historia general de la medicina en Chile (1904), la hierba del quinchamalí debe su nombre al de un cacique mapuche que poseía sabiduría herbolaria, y quien masificó su uso medicinal para luego pasar a formar parte de la medicina tradicional indígena.

Si bien esta herbácea, propia de la región de Ñuble, fue un punto de partida en la creación de las piezas, Guilisasti también introdujo libros sobre botánica a las loceras y loceros para que, respetando la tradición, innovaran en el trabajo en greda negra. En esta “rebeldía” contra lo prestablecido, los artesanos y artesanas encuentran un camino propio, que permitiría dejar trazadas posibilidades para las nuevas generaciones.

En efecto, la exposición da cuenta de las amenazas de preservación generacional que experimenta la alfarería de Quinchamalí, proponiendo distintas reflexiones sobre cómo esta antigua tradición es reconfigurada por la contemporaneidad. “Inicialmente me interesó este proyecto porque a lo largo de mi trayectoria como artista visual he trabajado principalmente en torno a la naturaleza muerta y la cultura material. Bajo esta perspectiva, me interesa conectarme con comunidades que han desarrollado objetos que tienen un valor patrimonial en Chile”, explica Guilisasti.

Vista de la exposición "Quinchamalium Chilense", de Josefina Guilisasti, Belén Roca y artistas alfareros de Quinchamalí, en el Centro Cultural La Moneda, Santiago, 2020. Foto: CCLM
Vista de la exposición «Quinchamalium Chilense», de Josefina Guilisasti, Belén Roca y artistas alfareros de Quinchamalí, en el Centro Cultural La Moneda, Santiago, 2020. Foto: CCLM

Para la confección de la alfarería se debe recolectar greda, arcilla, arena de montaña, cerros y ríos, que son mezclados con agua; pero la región de Ñuble se ha visto en crisis a causa de la sequía en el Valle Central, la contaminación provocada por industrias, y la introducción de especies como el pino y el eucalipto, que afectan irremediablemente la tierra.

Por otra parte, las loceras y loceros de la comunidad experimentan el desgaste físico de esta práctica: a muchos le aquejan tendinitis en las manos, o problemas de postura y en sus columnas. Por tanto, las expectativas de actividad de esta tradición no alcanzan largas proyecciones e impera la necesidad de traspasar estas habilidades a las y los más jóvenes. “El contacto permanente con la humedad del material, sumado a la falta de cuidados y políticas en salud pública que aborden directamente esta contingencia, particular del territorio, dañan los nervios de las loceras y loceros. No es la vejez misma la que les impide seguir fabricando piezas, sino enfermedades como la artrosis, que paraliza sus manos”, explica Belén Roca en su texto para esta exposición, titulado Quinchamalium Chilense: Hacer, crear y crecer.

Es por ello que la muestra también pone el foco en los modos de preservación de esta tradición artística en un mundo globalizado. Existen, en las nuevas generaciones de la región, otros propósitos que no son precisamente la continuidad en el tiempo de esta expresión artesanal, sino optar por nuevas formas de sustento.

“Me gustó mucho la energía que nos entregó Josefina. Porque nosotras pasamos, pero a nuestra juventud es la que necesitamos motivarla y encantarla. Comprender que ellos sí pueden pensar y hacer algo diferente y al mismo tiempo seguir haciendo lo que a ellos les gusta. Trabajando de manera manual, manteniendo nuestra identidad”, asegura Marcela Rodríguez, artista alfarera.

Vista de la exposición "Quinchamalium Chilense", de Josefina Guilisasti, Belén Roca y artistas alfareros de Quinchamalí, en el Centro Cultural La Moneda, Santiago, 2020. Foto: CCLM
Vista de la exposición «Quinchamalium Chilense», de Josefina Guilisasti, Belén Roca y artistas alfareros de Quinchamalí, en el Centro Cultural La Moneda, Santiago, 2020. Foto: CCLM

En el Salón del Patrimonio, las figuras de greda negra de Quinchamalium Chilense dialogan con la colección perteneciente al Museo de Arte Popular Americano (MAPA). “El concepto de patrimonio en este caso específico es proteger una manualidad milenaria cuyos orígenes se remontan a la cultura Mapuche, antes de la llegada de los españoles, así como mantener el legado de una manufactura sin intervención de la tecnología como, por ejemplo, el torno, y dar a conocer por medio de esta exhibición el valor de esta tradición”, dijo Guilisasti, añadiendo que dentro de las artistas artesanas hay varias que ya tienen el reconocimiento de “tesoro humano vivo”.

Como objetivo ulterior, el proyecto Quinchamalium Chilense pone en tensión conceptualizaciones propias de sistemas de producción como la seriación, la repetición, lo colectivo, en contraposición a términos como creación, autonomía, subjetividad, y las alternativas propias del trabajo colaborativo. “Chile no ha sido precisamente un país donde exista una sensibilidad con respecto al patrimonio; no es una sociedad que se ha conectado con su patrimonio, por lo tanto, es una nación que está expuesta a esta pérdida. Construir diálogos, puentes, romper barreras, como por ejemplo entre arte y artesanía, y visibilizarlas, es importante para poner en valor nuestra esencia”, puntualizó Guilisasti.

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