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CANCIÓN NACIONAL. ¿SIGUE SIENDO CHILE LA COPIA FELIZ DEL EDÉN?

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Por Matías Verdugo Padilla

Desde mediados de diciembre pasado se presenta en el Centro de Artesanía Nacional Cultural Montecarmelo la exposición Canción Nacional, que reúne un conjunto de obras de escritores, músicos, poetas, y artistas visuales que releen el himno chileno en el actual escenario de reformulación social. 

¿Cuántas veces hemos entonado la Canción Nacional sin pensar en lo que representan sus palabras, sus imágenes, sus símbolos? ¿Es esta acaso una metáfora del país que fuimos o del que alguna vez aspiramos ser? ¿Hay algo que nos identifica como nación? Estas preguntas fueron el punto de partida de este proyecto, organizado por la Fundación Plagio y que, en lo que su directora Carmen García ha definido como una sincronía, comenzó a producirse con un año de antelación al estallido social del pasado 18 de octubre.

“Cuando nos planteamos hacer esta exposición fue empujados por la necesidad de reflexionar sobre nuestra identidad como país. Sabíamos que era importante, pero no sabíamos cuán urgente. Hoy, a la luz de los últimos acontecimientos, entendemos más que nunca la relevancia de pensar colectivamente y el rol que juega la creatividad en ello. Con esta exposición esperamos colaborar a la construcción de un país dialogante. Uno que se mire a sí mismo y se reconozca en lo que ve”, señala García.

En un recorrido con ella, observamos cómo las obras en exposición comparten la definición de nuestro país como “el Edén”, aquel jardín bíblico de origen de vida y belleza natural. A partir de este y otros focos, se articula una muestra de obras en distintos formatos que cuestionan nuestra identidad país.

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Para Carmen García, más allá de otros símbolos patrios, como el escudo o la bandera, el Himno Nacional se abre a un amplio espectro de interpretaciones. “Elegimos como punto de partida la Canción Nacional porque tiene tantos aspectos de interpretación, ¿no? La cantidad de versos e imágenes que la componen te abre un mundo de interpretaciones y símbolos que, probablemente, la bandera no tiene tanto”, explica.

En medio de la actual crisis político-social que atraviesa Chile, que no ha tenido precedentes desde el fin del régimen militar en 1990, García cuestiona el carácter identitario de la Canción Nacional. “No sé si necesitamos una. Yo creo que puede haber varias. Me parece que la génesis de la Canción Nacional también puede ser otra (…) La canción oficial, por decirlo de alguna forma, creo que ha perdido su pregnancia y se repite de forma un poco quejumbrosa. Muchas de las cosas que dice ya ni siquiera nos representan como país. La copia feliz del Edén…”.

Coincidentemente, a pocos días de inaugurada la muestra, se desató una polémica luego de que la Radio Bío Bío transmitiera para dar inicio al año nuevo la versión antigua del Himno Nacional, la que contiene la tercera estrofa (“Vuestros nombres, valientes soldados…”), eliminada oficialmente en el año 1990 tras la vuelta a la democracia. El incidente, que la emisora atribuyó a “un error”, generó una condena masiva a través de una campaña que llamaba a desuscribirse de sus redes sociales y, directamente, dejar de escucharla.

El episodio “da cuenta del poder de los símbolos”, según García. “Porque algo que pudo haber sido un error, como que sonara la tercera estrofa de la canción, significó un dolor y una rabia profunda para miles de personas. Y creo que ahí nos damos cuenta de que el poder de la representación de los símbolos es mucho mayor, quizá, al que uno les atribuye, y que es interesante poder iniciar una conversación en torno a cuánto nos representan esos símbolos hoy en día. Es la idea de esta exposición: ¿Es posible refundarlo? ¿Cómo nos gustaría que fuera? Y la polémica de año nuevo tuvo mucho que ver con eso, finalmente. El poder que tiene esta canción y lo que significó que sonara la tercera estrofa en los 70, y lo que significa que suene hoy. Es súper violento”.

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En Canción Nacional. Reinterpretaciones acerca de un himno, compuesta por 17 instalaciones de 18 artistas, se presenta La bandera de Chile, de la poeta, ensayista y crítica literaria chilena Elvira Hernández, un texto escrito en 1981, posterior a su detención en una cárcel secreta durante la dictadura de Augusto Pinochet. A partir de 1987, el texto circuló clandestinamente en formato mimeografiado, reflexionando sobre un Chile destruído y engañado. Ahora se instala en la totalidad de una de las paredes de la exhibición con sus versos cargados de cuestionamientos, personificando a una gran bandera de tela negra que “no dice nada sobre sí misma / se lee en su espejo de bolsillo redondo / espejea en el tiempo como un eco / hay muchos vidrios rotos / trizados como las líneas de una mano abierta / se lee / en busca de piedras para sus ganas”. 

También se exhiben algunas páginas de Sabor a mí, de Cecilia Vicuña, un libro editado por Beau Geste Press que refleja emotivamente el proceso que Chile vivió desde el periodo de la Unidad Popular al Golpe de Estado. A pesar de no haber sido comprendido e incluso ser censurado en la escena nacional, tuvo homenajes en otras partes del mundo, como el documental que hizo la BBC de Londres en 1974. Sabor a mí es un híbrido poco usual, donde lo plástico y lo poético confluyen en una sola pieza gráfica. Hoy forma parte de las principales colecciones de libros de artista del mundo, como las de la Tate de Londres y la del MoMA de Nueva York. 

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A un costado del trabajo de Vicuña se encuentra Diccionario biográfico de Chile, una obra de Álvaro Bisama compuesta por distintas ilustraciones de falsos próceres de la patria desde una perspectiva ficticia. Elaborados en láminas de 18 x 12 cm, las figuras de estos personajes incluyen un índice onomástico con los nombres de cada uno, más una línea que define sus biografías. “Bisama es escritor, novelista, y hace este bestiario de falsos próceres. Y también es súper chistoso porque tú vas viendo las descripciones y cada uno es un personaje que representa esta patria B. Como un poco de ciencia ficción, pero quizás no tanto”, señala Carmen García.

Contiguo a las obras de Vicuña y Bisama, sobre una mesa de madera, se despliega el trabajo de Matías Celedón. El escritor titula Caja N° 2 a una series de planos, lápices de carpintería, clavos y sobres marrones con inscripciones como “Techo” o “Prado” que rodean una caja de un juguete de construcción arquitectónica plástica. Con estos elementos el artista revive la historia de la Corporación de la Vivienda (CORVI), que en su momento buscó proveer de viviendas sociales modernas al país. “Es interesante cómo los propios creadores van extendiendo sus propios límites. Matías es escritor y encuentra esta caja en el mercado persa, que representa las viviendas CORVI, como la vivienda social de los 70. Y que finalmente es la idea y la utopía de una sociedad mucho más justa e integrada. Eso es lo que él despliega acá”, explica García.

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Continuamos el recorrido y Carmen García acerca sus manos a las negras piezas de Puro Chile, una instalación interactiva de la artista visual Juana Gómez. Negras letras de cerámica teñida, que en unidad conforman los versos del Himno Nacional, se entremezclan con trozos carbonizados de la quema de cultivos que recogió Gómez y reunió en un cajón de madera. Es con esto que hace alusión a la desmedida explotación de nuestros recursos naturales y los lugares que han sidos afectados por la sequía o los incendios y, con ello, una invitación a reelaborar un canto que se configura desde la destrucción. Un llamado a la acción, a defender la riqueza natural y el futuro del país.

“Es de una sencillez, una simplicidad, y a la vez, tiene tanto contenido”, asegura García. “De nuevo, volvemos al tema del Puro Chile, la copia feliz del Edén, el uso de nuestros recursos naturales. Además, esta obra puede ser intervenida por las personas que vienen. La idea que siempre tuvo ella es que la gente pudiera escribir con estas letras. Y está el carbón, como un elemento súper simbólico de las zonas de sacrificio, de la contaminación ambiental”. 

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Otras obras exhibidas son el Himno Nacional de una Alejandra Costamagna que con tan solo siete años tachó intuitivamente palabras de la canción y dibujó la bandera con el mástil al revés, o el Edén trokiñ mapu ñi ayüelchi inaadentu, de Sebastián Calfuqueo, que a su vez dialoga con La Creación de Paula Coñoepan sobre cómo el vínculo entre el Estado y la religión atentó históricamente contra el pueblo mapuche. Se incluyen además en la muestra páginas de la novela gráfica Ciudadano Pinochet: Una historia de terror, de Francisco Ortega y Félix Vega, que será publicada el segundo semestre de 2020. Se trata de un viaje a los fantasmas del dictador y a su visión del patriotismo.

 


Canción Nacional cuenta con la participación de los escritores Álvaro Bisama, Matías Celedón, Alejandra Costamagna y Francisco Ortega; las poetas Cecilia Vicuña y Elvira Hernández; los artistas visuales chilenos Carla Mc-Kay, Juana Gómez, Paula Coñoepan y Sebastián Calfuqueo, y el venezolano Wilkellys Pirela; los músicos Colombina Parra, Manuel García y Tiare Galaz (Niña Tormenta) y el ilustrador Félix Vega. En el área audiovisual, MAFI (Mapa Fílmico de un País) y la documentalista Tiziana Panizza. Además, forma parte de la muestra una obra de la compañía de teatro La Laura Palmer.

Puede visitarse hasta el 25 de enero de 2020.

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