JUAN YARUR: “MUCHOS PRECIOS DEL ARTE EN CHILE ESTÁN INFLADOS”
Miembro de los Comités de Adquisiciones de algunos de los museos más importantes del mundo como el MoMa, y el MET de Nueva York; fundador y presidente de la Fundación AMA (FAMA), que fomenta la difusión e investigación sobre artistas chilenos; impulsor y gestor de una serie de reconocidas exposiciones –tales como la muestra de David LaChapelle en el Museo de Arte Contemporáneo, la exhibición de su colección en Un relato personal, también en el MAC, y muestras en el extranjero como la de Francisco Copello en Cecilia Brunson Projects, y Tectonic Shift: Contemporary Art from Chile en la Saatchi Gallery. Cuando, sumado a todo esto, el 2018 fue reconocido con el Premio Montblanc de la Culture Arts Patronage por su aporte al desarrollo de los artistas y la difusión del arte nacional, ya era evidente que Juan Yarur era, como lo definiría Gabriela Salgado, uno de los embajadores más importantes del arte chileno.
Sin embargo, dos nuevos reconocimientos de Artnews, una de las revistas más prestigiosas del mundo del arte, vienen a consolidarlo definitivamente como uno de los coleccionistas más importantes a nivel internacional. Desde 1990, esta revista publica la lista de los 200 mejores coleccionistas del mundo, y este año, en su edición 30, incluyó a Juan Yarur. Y no sólo eso: para celebrar sus 30 años, la revista también destacó a los “50 under 50”, entre los cuales volvió a destacar al coleccionista chileno.
Conocido hace unos años afectuosamente como “Juanito”, hoy desaparecen el niño y el joven y aparece con más claridad que nunca el hombre detrás de la colección y de la Fundación. Y aunque a los 36 años parece estar en la cima, no da señales de querer detenerse: en noviembre celebrará la primera gala a beneficio de FAMA, en el Museo Nacional de Bellas Artes, en la que se recaudarán fondos para una serie de proyectos emblemáticos de la institución, a través de los cuales se seguirá buscando defender y apoyar a artistas chilenos, su investigación e internacionalización.
En esta conversación Juan ahonda en la visión de su colección –la que comenzó a los 12 con la compra de un cuadro de Claudio Bravo-, su evolución como coleccionista, y los proyectos a futuro que se verán financiados por la Gala y que lo mantienen más ocupado que nunca.
“No me creo el cuento, en verdad. Fíjate que tengo una teoría de que cuando la gente se cree el cuento eso ya es el principio del fin. Y no es que no sepa dónde estoy parado, o que no me valore, es que no me creo la raja”.
Victoria Guzmán: Primero que todo, quería obviamente felicitarte por el doble reconocimiento de Art News, primero como uno de los 200 coleccionistas más importantes del mundo, y como uno de los 50 coleccionistas más importantes del mundo menores de 50 años, la primera vez que un chileno es destacado en este listado. Una solo puede imaginar lo que debe haber sido esto. Leí que supiste primero por un correo que te llegó en agosto, pero que borraste pensando que era spam. ¿Qué sentiste cuando supiste que ese supuesto spam era, en realidad, uno de los rankings de coleccionismo más importantes del mundo? ¿Cómo te diste cuenta?
Juan Yarur: Si, así fue. Finalmente me di cuenta cuando me volvieron a escribir diciendo: “we really need the answers now [énfasis]”, porque necesitaban respuestas para una pequeña entrevista que saldrá con la nueva página sobre los 200 seleccionados. Se lo envié a Bernardita (Mandiola, directora Ejecutiva de FAMA) preguntando “¿Esto es en serio?”. Me había pasado lo mismo antes con la UNESCO, que quería hacer un simposio en China y me querían en una charla tremenda, 400 personas, el ministro de Cultura de China y el director del Museo de El Cairo. Ahí pensé, bueno, esto es demencial. Les respondí: “Creo que se están equivocando de persona, yo no tengo museo”, y me dicen: “si, si tú eres Juan Yarur”, y me enviaron mi propio perfil. Finalmente, no se dio la charla por distintos temas de la UNESCO con China. Todo esto es para decirte que no me creo el cuento, en verdad. Fíjate que tengo una teoría de que cuando la gente se cree el cuento eso ya es el principio del fin. Y no es que no sepa dónde estoy parado, o que no me valore, es que no me creo la raja. Quiero ser más realista: sé que las cosas que hago son buenas, pero evidentemente no me fijo en las cosas que hago, sino que en lo que viene. Evidentemente la gala [de la Fundación AMA] viene, pero en mi cabeza ya pasó. Pienso “what’s next”, cuál es el próximo paso.
Para decirte la verdad, no lo encuentro una gracia, estar pensando en el futuro; al final del día tiene que ver con un tema de que antiguamente yo era muy seguro. Tiene que ver con la sensación de que nada es suficiente. Por ejemplo, con la gala, cuando envié las invitaciones me vino el ataque. Me di cuenta de que, a diferencia de otras galas, que son de compañías, empresas, donde la que queda mal es la empresa, en este caso es distinto, yo quedo como el culo, que he sido históricamente conocido por hacer cosas muy choras.
No es algo real, es un tema personal, pero que ya ha ido pasando.
VG: En ese contexto, quizás este tipo de reconocimientos ayudan a seguir con más energía y confianza.
JY: Todavía, en realidad más que quedarme tranquilo con el reconocimiento, ni siquiera lo proceso.
VG: Hablemos sobre la colección. Yo creo que toda colección es siempre una reflexión de la persona que la crea…
JY: 100% de acuerdo.
VG: Entonces, ¿cuándo empezaste a coleccionar? Me imagino que es una pregunta que te hacen mucho, pero es interesante revisitarla. Hablemos de la primera obra que compraste.
JY: ¡Claudio Bravo! Tengo la foto de cuando la compré.
VG: ¿Qué te llamó la atención de esa obra?
JY: Solo tenía 12 años, imagínate. No tengo idea por qué. Fue pura guata. No sabía quién era Claudio Bravo. Me llamó la atención el hiperrealismo, que es algo muy cercano a cualquiera. Como la fotografía, es mucho más cercana que la pintura, o la escultura, o la performance. Entra por el ojo más fácil, y yo tenía 12 años. Ahí se ve en la foto, yo gordo, rematando la obra. ¡Imagínate! una obra de esas características, torturando a mi papá para que me comprara una obra así, sin entender que era esa obra ni tampoco su valor.
VG: Pero ya entendías que algo ahí te gustaba mucho, que te llamaba profundamente la atención.
JY: Que me encantaba y la quería. Pero no se puede decir que era un coleccionista. Hoy en día es como la palabra emprendedor, no tiene nada de malo, pero hoy todos somos emprendedores, curadores…
VG: Bueno, con eso en mente, ¿en qué momento sientes que esas obras de arte que comprabas se convierten en una colección propiamente tal?
JY: Supongo que cuando expuse en Londres, en Saatchi. Si Saatchi la expone, realmente me di cuenta que ahí había una trascendencia más grande, que iba más allá de una simpatía por el arte.
VG: Pensando en la colección en su totalidad, ¿cuál sientes que es el relato de la colección, su narrativa de fondo? ¿Qué elementos tiene que se destaca con tanta fuerza a nivel mundial?
JY: Cuando empecé a coleccionar me fijaba harto en artistas de los 90; yo creo que fue porque en ese tiempo me asesoraban distintas personas, como Cecilia Brunson, y compraba mucho obras a gran escala, siempre pensando en tratar de mostrarlas en distintos países, cosas muy difíciles por su tamaño, que es algo propio de los artistas en los 90, que nunca tuvieron exposiciones y necesitaban hacer estas obras que llamaran la atención a otro nivel. Hoy no pongo tanta importancia en el tamaño, siento que si es muy pequeña puede tener la misma fuerza que una obra de arte de gran escala.
VG: ¿Y cómo ha ido evolucionando esa mirada con los años?
JY: Conversando con gente, conversando contigo, aprendiendo de curadores. A mí me cuesta mucho leer, leo muy mal, al igual que escribir. Entonces mi forma de aprendizaje es conversar mucho, o tratar de juntarme, o tomar clases con gente que para mi gusto sabe, que me enseña. Obviamente, voy tomando las cosas que más me hacen sentido a mí.
Entonces ha habido cambios… dejé de coleccionar fotografías, por distintos temas, no porque no me guste. El formato también se achicó.
VG: Hablemos entonces de ese equilibrio, entre una voz externa quizás mas informada, y eso que te movió a comprar ese primer cuadro de Claudio Bravo… quiero decir, cuando vas sumando piezas a la colección cuál es el equilibrio de esa voz experta con tu intuición, estómago y gusto propio.
JY: Bueno, ahora me informo mucho más que antes, ya no existe esa primera pataleta de los doce años de querer algo ¡ya!. Pero igualmente cuando algo me trastorna… si veo algo en una galería que digo qué es esto, lo amo, se compra. Pero es mixto, una mezcla entre información externa y gusto, que es igualmente válido. También la forma de comprar depende de la obra, por ejemplo, obras de Juan Downey se compran directamente de su viuda con quien tengo una relación muy cercana. Pero si hay que comprar en galería se compra en galería, o donde sea… es más dependiente de la obra y cada caso en particular. Evidentemente, siempre digo que no voy a comprar nada durante el año y… bueno, no me resulta.
“Simplemente siento que muchos precios en Chile están inflados comparados con el resto del mercado latinoamericano, incluso mundial”.
VG: ¿Vas más por artistas consagrados, o apuestas por nuevos?
JY: Lo que me pasa un poco con el arte chileno es que a veces pienso que con el precio de repente se les pasa la mano. Por ejemplo, voy a la feria en Colombia, veo artistas que ya han tenido bastante trayectoria y los precios son reales. Veo artistas chilenos que están empezando y su propuesta es bastante conceptual y son precios de casi artistas consagrados. Entonces, feliz compro artistas nuevos, emergentes, les hago un sobre-estudio eso sí, pero entiendo que lo que pasa es porque tienen que vender, tienen que vivir. Entiendo su postura. Pero no sé si me gusta arriesgarme tanto a menos que sea una cosa que no pueda vivir sin ella. Simplemente siento que muchos precios en Chile están inflados comparados con el resto del mercado latinoamericano, incluso mundial. El otro día me llega de una galería un óleo maravilloso; pedí el currículum, que era bastante bueno. Pero me llega el precio y son 10 millones, y con eso afuera se compra un “mid-career” bueno. Entonces claro, como hay un mercado nacional, un circuito muy del sofá, otros compran esa obra. Pasa también porque me gusta que el precio sea justo: para mi, para ti, para cualquiera, que tenga sentido.
Ahora estoy trabajando con una marca de diseño que, a diferencia a la fundación, sí va a ganar plata. Pero quiero que la gente pueda comprar, que sea un precio justo, accesible. Quiero que mis productos sean lujosos pero a precio justo; tal vez yo no gane tanto, pero quiero que la gente disfrute de lo que está comprando. Yo soy el curador de la marca, en cierto sentido, y he visto todos los productos, que serán diseño de autor, producción chilena o latinoamericana. Habrá en algunos casos cosas más caras, más exclusivas y trabajadas. La idea es que el precio se condiga, esté equilibrado.
VG: ¿Cómo sientes que todo eso se ve reflejado en la colección? ¿Buscas esa sensación de equilibrio en ella?
JY: Bueno, evidentemente no tengo la colección siempre al frente, y el corte de las cosas que pongo en mi casa es las cosas que me hacen feliz. De hecho, cuando entras a mi casa hay un cuadro espantoso que le regalaron a mi cuñada, y yo lo pongo a la pasada de la cocina porque no hay nada que me de más risa. Una vez me vinieron a entrevistar de una revista internacional de arte y la persona no lo podía entender, si era broma, ironía. Es porque esta es mi casa, no viene nadie, entonces pongo lo que me hace feliz durante el día. Pero, por ejemplo, cuando expuse la colección en el MAC, y pude verla completa, me dio un pánico espantoso. Fue como haber ido al psicólogo, a una de esas terapias que te hacen llorar dos días. Tal vez no todo el mundo hubiera entendido, pero si tú entrabas, veías mi proceso como persona, de penas, de amor, todo eso abierto a cuanta gente se le ocurriera entrar. Es impresionante, los curadores me comentaban, evidentemente ellos lo podían ver… pero el grueso de la gente no se dio cuenta.
VG: Me imagino. Siempre he pensado que pasa algo similar con la literatura, con la pintura… se termina colando algo muy interno y personal. En ese sentido, como coleccionista, ¿cuál dirías que es tu mayor satisfacción? ¿Y tu mayor frustración?
JY: Lo primero tengo que pensarlo…[silencio]… pero definitivamente cuando un artista me dice que le cambió la vida, o cuando un artista me ha regalado obras, a veces artistas infinitamente consagrados, que me dicen “tú te mereces que alguien te ayude a ti”. O literalmente me bajan los precios a montos ridículos, sin que yo les pida. Me dicen: “tú te mereces que alguien haga algo así”. Para mí es importante ese tema del cariño y la confianza.
Sobre frustraciones, bueno hay cosas que he comprado que todavía me arrepiento, aunque quizás no es para tanto, ahora no te podría nombrar nada. Pero sobre todo decepciones con personas, con gente que he trabajado. A mí me gustan las personalidades fuertes, pero a veces hay personalidades muy agresivas, que atacan a mi equipo. Se generan desgastes de relaciones, no solo en Chile, en el extranjero también. Una vez fue como que me pegaran en la cara, me ofrecieron demanda. Yo sabía que podía ganar. Estaba relacionado a lo que hablábamos antes sobre los precios justos, y le dije OK, feliz, demándame, estaremos cinco años en juicio. Fue tan fuerte que hasta pensé en dejar el coleccionismo.
VG: ¿Y qué te convenció de seguir?
JY: Mira lo que pasó, Alfredo Jaar, sin saber nada de esto, me invitó a una reunión en Nueva York. Estaba con Andrés Duran, Iván Navarro, y otros artistas. La mitad de la comida no entendí nada de lo que estaban hablando, una elevación cultural que ni te imaginai, no entendía palabra. Pero fue un par de cosas que dijeron, sobre todo Navarro y Jaar, que dije gracias. No se porqué me inspiraron a tener fuerzas: entendí que el tema no era conmigo, sino que es el medio mismo en que nos movemos. Ellos contaron sus experiencias como artistas, sin saber nada de esto que estaba pasando, y fue como “OK, voy a seguir”.
“Quiero dar. Me hace feliz dar, me gusta darles regalos a mis amigos, la misma fundación, a veces dar sin razón, a la gente que quiero. Es la razón que me mantiene haciendo lo que hago”.
VG: Volviendo a Chile, y desde tu posición como coleccionista, ¿cómo ves el coleccionismo en Chile? ¿Cómo podríamos mejorar? A veces el ambiente puede ser pequeño y endogámico. ¿Te relacionas con otros coleccionistas?
JY: No podemos mejorar: estamos mejorando. A lo genérico le gusta ver lo malo. Yo no veo lo malo, veo lo bueno, y están pasando cosas maravillosas. Las iniciativas de Pedro Montes, por ejemplo, y hay más gente comprando, más allá de si te gusta o no, hay una feria de arte, sea buena o sea mala, no importa, está ahí. Hay artistas chilenos muy jóvenes que están teniendo relevancia, que suenan en el mundo, hay cada vez más movimiento. En ese sentido hablo con distintos coleccionistas, no siempre, me gusta estar en mi cueva, por temas personales. Pero sí, trato de juntarme para ver si podemos hacer cosas, aunque aún no ha resultado nada, puede ser que en el futuro sí.
En todo caso, me importa poco lo que esté haciendo el de al lado.
VG: Estaba leyendo una entrevista que se le hizo a Marco Martín de la colección MER, quién dijo que “el coleccionismo privado será tarde o temprano el motor de los museos”. ¿Compartes esa reflexión? Sobre todo, pensando en distintas entrevistas en que has dicho que prefieres ayudar a los artistas chilenos a que entren en las colecciones importantes del mundo, más que sólo comprarlos, para que tengan más circulación y representación. Me gustaría saber que opinas de esa reflexión, en tu experiencia.
JY: Es imposible que los museos compitan por precios. La reflexión es triste, es cierta. Es triste… se supone que el museo es un lugar sagrado, cualquiera que sea el museo, para mí son un lugar de seguridad. No tiene siquiera que ser un museo, puede ser una galería, una colección, incluso ante mi colección me siento seguro. Pero para mí siempre el museo es un lugar intocable. Y yo sé que ahora puedo hacer la cuchufleta, puedo influir: “mira que bueno este artista, no te encanta?”. Obras que a veces el museo necesita mucho, obras relevantes. Poder mover la aguja para que museos tengan más obras de Chile, de Latinoamérica, pero siempre relevantes, no de la señora que le gusta pintar flores. Artistas que sean importantes. Quiero dar. Me hace feliz dar, me gusta darles regalos a mis amigos, la misma fundación, a veces dar sin razón, a la gente que quiero. Es la razón que me mantiene haciendo lo que hago.
“La gala es un esfuerzo, por segundo año consecutivo, para financiar los proyectos de la Fundación, algo que nos dimos cuenta que es necesario para distintas iniciativas y actividades. Además, la gala tiene un rol de difusión, de dar a conocer”.
VG: En ese contexto, se viene en noviembre la Gala de la Fundación AMA, evento que se realizará en el Museo Nacional de Bellas Artes para levantar fondos para la Fundación. En estos días en que, como dijiste, los y las coleccionistas privados y fundaciones juegan un rol cada vez más importante para el mundo del arte, ¿qué representa la gala, por qué se hace?
JY: La gala es un esfuerzo, por segundo año consecutivo, para financiar los proyectos de la Fundación, algo que nos dimos cuenta que es necesario para distintas iniciativas y actividades. Además, la gala tiene un rol de difusión, de dar a conocer. El año pasado, por ejemplo, lo que se hizo con la subasta, además de obviamente recaudar fondos, también se dieron a conocer los artistas de la colección. Solo se subastaron artistas de la colección, esa fue la curaduría.
Este año se entiende que es necesario que ese esfuerzo sea continuo en el tiempo. Dado que la Fundación apoya instituciones culturales dentro y fuera del país, este año se va a poner el acento en el Museo Bellas Artes, un espacio de intercambio cultural, el epicentro del arte. Va a haber música, danza y otras performances, además de la oportunidad de hacerlo en el medio del Museo, de convivir y conversar en ese espacio. Entonces, por un lado, se da mayor visibilidad al museo, es un acto simbólico, la unión de dos instituciones culturales que se fusionan una noche al año, y se muestran hacia afuera. Y, por otra parte, se presentan los proyectos, que de una u otra forma implican al museo, porque inciden en el ecosistema cultural chileno y cómo este se vuelca hacia fuera.
VG: Ahondemos sobre eso ¿Cuáles son los proyectos que se busca financiar con lo recaudado en la Gala?
JY: Son proyectos, muchos con miras a 2020. Por un lado, está la beca con la universidad UCLA, que ya tiene seis años. Pronto irá Pilar Quinteros, y también se seleccionó a Voluspa Jarpa, para hacer un curso allá. Además, está la publicación del libro sobre Francisco Copello, que idealmente queremos que culmine con una exhibición. Es un proyecto que comenzó el año pasado, pero es de largo aliento, implica investigar, recopilar las obras, y planificar la exposición. Por otro lado, seguir trabajando con Houston Museum of Fine Arts y con ICAA: es una alianza que se ha encargado de recopilar la historia del arte, específicamente del siglo XX, de la mayoría de los países del mundo. Pasaba algo grave, la parte sobre Chile estaba incompleta, y la Fundación entró a apoyar para que se completara, con un investigador, subiendo archivos con la ayuda del CeDoc, etc.. FAMA habilita esto, para que se logre generar el archivo online, y disponible para todos, abierto. También hay un apoyo a la Bienal de Artes Mediales, y a la Asociación Internacional de Bienales, que tendrá su sexta asamblea este año. Así, la fundación cumple un rol de networking, de generar y mantener redes. Y bueno, la idea es seguir buscando instancias concretas para ayudar al Museo de Bellas Artes mismo.
Esta Gala es importante, la Fundación necesita colaboración; por ejemplo, la Beca Gasworks, que está en pausa, y la idea es crear más redes colaborativas. Ahí también aparece la idea de visibilizar, que sea una Gala, que se junte la gente. Y mantener esa tradición de la Fundación de mantener sus proyectos en el tiempo, que sea sustentable, ese es siempre el objetivo de la Fundación. La idea es seguir generando esa ayuda y apoyo al ecosistema, y seguir difundiendo y apoyando tanto a artistas como fundaciones. Como lo hacemos también con la donación de obras a museos importantes.
VG: ¿Cuál es el futuro de la colección, te gustaría itinerarla, que tenga un lugar propio alguna vez?
JY: Jamás un lugar propio. Es un compromiso. Itinerarla siempre siempre siempre siempre siempre siempre siempre ha sido algo que me fascina. Después de mi exposición en Londres el mercado se disparó, en general. Entonces mostrar colecciones privadas en lugares públicos, relevantes, se ha vuelto más difícil. Estoy hablando para ver si sería posible mostrarla en Londres, pero es difícil. En los planes siempre está, pero ahora estoy con muchas cosas. Necesitaría dos asistentes más para igual no alcanzar a hacer todas las cosas que quiero hacer.
VG: Pensando que eventualmente aparecerá el lugar, ya sea Santiago, Londres, cuando sea que se vuelva a mostrar, y siendo que la colección tiene un gran número de obras, ¿qué elementos de la colección te gustaría destacar, darles una mayor visibilidad?
JY: Lo primero, Juan Downey, evidentemente, y Francisco Copello… serían mis estandartes. Mira, quizás no esté bien decir esto, pero no me siento capaz de definir qué debiera ir, creo que es trabajo de un curador. Abrir las puertas y decir, estos tienen que ir, mostrar la Anaconda de Downey, y confiar más en elegir un buen curador, una mirada excelente, alguien con más estudios que yo.
VG: Leí que esa obra de Downey, que muchas veces has contado que es tu favorita, te emociona mucho. Es una obra con mucha historia, en la cual una Anaconda se desliza libremente por sobre el mapa de Chile, simbolizando el poder de empresas, sobre todo mineras, durante la Dictadura.
JY: Es lo que decía sobre el cariño. Me ha pasado con muchos artistas: Bauer, Jaar, que me han hecho eso. Y bueno, una obra de los 70, que hace que se clausure el museo, que ha sido más controversial que la cresta, y que nunca se vendió, y no porque no le hayan ofrecido plata… y ella [Marylis Belt] decidió que yo era la persona que debía tenerla. Claro, tiene un componente emocional. Esas cosas son las que me dicen, sabes, está bien lo que estas haciendo.
VG: Bueno la última pregunta, que se relaciona con grupos que históricamente se han visto marginalizados de la historia del arte, como mujeres, la comunidad LGTQB+, grupos indígenas… ¿Piensas que hay un impacto en qué decides comprar, promover en un museo, pensando en que voces rescatas y destacas, que pudiera tener una repercusión en mayor representatividad?
JY: Pues no, yo compro lo que me gusta. Si existe ese rescate que dices, es totalmente inconsciente, quizás un curador se daría cuenta de eso. Si lo hago, no me doy cuenta. Pero sí trato de ayudar a artistas chilenos, especialmente si están pasando por un mal momento, ya sea económico, emocional, les pido una obra, pero una obra que tiene que ser excelente. Un artista me decía: “Nos exiges tanto, es casi espantoso tener que entregarte algo de ese nivel… es frustrante, pero al mismo tiempo maravilloso, porque nos obligas a entregarte algo de alto estándar”. Porque algo que no sea excelente simplemente no lo voy a recibir.
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