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Lo “artificional” Como Real

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¿Qué es lo natural? La palabra deriva del latín natura, naturae, que significa literalmente nacer, y alude al ciclo productivo de la tierra. En su uso como sustantivo, lo natural, la naturaleza, se define como algo que está en oposición a una fábula, entendiendo este término como artificio, ficción. Es entonces, solo a través de esta correlación, natural-artificial, que es posible establecer el significado mismo de la naturaleza. Esta dualidad intrínseca y no reducible a uno de los dos elementos ha sido eliminada por el cristianismo monoteísta.

El teólogo Lactancio, en su libro Institutione Divinae del siglo III d.C., atestigua este paralelismo fundacional para criticarlo: philosophi duos Joves fecerunt, unum naturalem, alterum fabulosum (“Los filósofos distinguieron dos Júpiter (dioses, mundos), uno natural, el otro artificial”).

En la constitución del mundo cristiano hay una sola realidad que es la de un único Dios y la naturaleza es una parte de la creación divina que nunca puede ser artificiosa o dudable. Esta indistinción ha sido la base del pensamiento científico occidental, reforzándose en el siglo XVII con Descartes, donde se hace conceptualmente imposible trazar una línea teórica entre lo natural y lo artificial.

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El trabajo de Samuel Domínguez interroga una vez más sobre los límites de lo natural por medio de la virtualidad. En su obra, el artificio y la ficción son inseparables del mundo material, sin por esto anular las diferencias entre las dos partes o asumirlas como indistintas.

La recreación de un árbol, de una piedra o de otros elementos paisajísticos, en formato digital y video, son siempre representados dentro de un contexto tecnológico evidente. Asimismo, la utilización de componentes orgánicos, como el musgo, se fundamenta solo por medio de los soportes artificiales que lo mantienen vivo.

La evidencia propuesta por el artista, de este dualismo irreductible, permite reflexionar sobre las dinámicas de la virtualidad y también del diferente comportamiento de los objetos en las dos realidades.

Fenómenos físicos como la gravedad, el movimiento y el tiempo se codifican de otras maneras en un ambiente no natural, caracterizándose por su ausencia. Esta condición que podríamos definir artificional, basada en oposiciones y sustracciones entre lo natural y lo artificial, se abre a posibilidades inexploradas sobre una relación no excluyente de ambas partes, ampliando el espectro de lo real y finalmente de su representación.

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Hay una dualidad no resuelta como parte constituyente de la obra, que se basa también en la puesta en discusión de los estereotipos tanto conceptuales como visuales.

La referencia al paisaje, presente en específico en el video de la exposición, permite relacionar al artista dentro de un marco de trabajo propio del contexto chileno. En Chile, la representación de lo natural se diferencia entre un aspecto ligado al territorio, como un entorno con un carácter trascendente, inalcanzable e incognoscible en su totalidad, en el cual se puede reconocer el trabajo de artistas como Raúl Zurita, Lorenzo Berg y Cecilia Vicuña, y otro que remite a la noción de paisaje como una síntesis política y cultural del territorio, utilizada para consolidar la noción de estado-nación, que el poeta Nicanor Parra sintetiza con sutil ironía en su conocido lema Creemos ser país y la verdad es que somos apenas paisaje”. 

Es el entorno natural, el territorio, el que predomina en la producción artística chilena, y que se impone, no solo en el arte, hasta forjar caracteres y comunidades.

Sin embargo, en el trabajo de Samuel Domínguez el entorno natural no viene incorporado en su determinación nacional, con su carga política asociada. La roca, en ascenso por la ausencia de gravedad de lo virtual, no es necesariamente de un lugar geográfico definido; el árbol, dibujado por un programa computacional, no tiene una connotación botánica regional o un legado cultural asociado. Tampoco son imágenes ideales en el sentido platónico, representación de esencias universales que se distancian por completo de lo real que, por su diferenciación y constante movimiento, no permite definir una síntesis estable para el conocimiento.

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El elemento artificional permite repensar otra territorialidad y otra representación de ella, que se radica en parte en la cultura local, a través de referencias visuales que quedan latentes en la obra, como el paisaje, y que por otro lado se modula en un contexto neutralizado, todavía no cargado de significaciones, como es el setting cinematográfico, virtual, que no permite determinar una geolocalización y que, sin embargo, mantiene su estatus de realidad.

El filósofo alemán Markus Gabriel define esta indiferenciación como Nuevo Realismo, donde la barrera entre lo natural y lo virtual desaparece en el acto perceptivo, en el cual todo existe de la misma manera sin importar sus características, dimensionalidad o extensión.

Este nuevo real, que se concibe en lo virtual, es acentuado también en el aspecto cinematográfico del trabajo, evidenciado en el color verde de fondo, que en el cine se utiliza para poder editar imágenes digitales. La incorporación de una puesta en escena ficticia alude además a la centralidad de otras técnicas, como el montaje, que se pueden definir como constituyente en el arte contemporáneo post-objetual, que no puede funcionar sin una narrativa contextual que ordena los diferentes elementos. En este caso, el plano secuencia fijo sobre la roca otorga un mayor impacto a su característica anti-gravitacional en relación a la estaticidad de los árboles.

El título de la exposición, Ascenso (Unplugged), remite también a otros aspectos, al estar desconectado, desenchufado, que es un oxímoron respecto a la exigencia de conexión relacionada con la virtualidad en el paradigma contemporáneo, y que por otra parte se puede asociar a una experiencia menos controlada o mecánica, casi espontánea del trabajo, así como es el crecer del musgo en un contexto artificial, presente en una de las obras.

En la música el término unplugged es usado para diferenciar las grabaciones en directo, no repetibles, de las canciones post-producidas en un estudio. Esta incontrolabilidad sobre los elementos naturales y artificiales a la cual alude el título puede dar lugar a errores, fisuras imprevistas que el artista nos invita a descubrir para poner en discusión la supuesta perfección de las máquinas.

 


Texto publicado originalmente en el catálogo que acompaña a la muestra Ascenso (Unplugged), de Samuel Domínguez, abierta hasta el 25 de octubre en la galería AFA, Avenida Providencia 1614, piso 2, Providencia.

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Mariagrazia Muscatello

Crítica de arte, Licenciada en Filosofía por la Universidad de Parma (Italia), Magister en Comunicación y Crítica de Arte (Gerona-España). Ha sido responsable de prensa para la firma de diseño industrial Kartell en Milán, y asistente editorial para Gustavo Gili, en Barcelona. Ha publicado para diversos catálogos y revistas nacionales e internacionales, como “Flash Art”, “Artribune” y “Etapes”, entre otras.

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