
LA INSTITUCIÓN: UN MAL NECESARIO
Ya han trascurrido más de treinta años desde que fue creada la Bienal de La Habana y pensamos realmente que nunca moriría, puesto que, si sobrevivió al “período especial”, nada la haría temblar… En las últimas ediciones del evento la gestión independiente había crecido y tuteado a la institución. En los últimos años las aperturas económicas del sector privado también habían alentado muchísimo el especulativo, pero inseguro (ya que ninguna legalidad los ampara), mundo de los espacios independientes. Estos espacios siempre se mantuvieron a partir de un limbo de permisibilidad y, tras la gran crisis de gestión de la institución, lo independiente se fue adueñando de lo rentable y funcional, aunque ésta seguía legitimando y estando presente en los sueños de todo artista, ya fuese cubano o no.
En el 2017 se anunció que se «posponía» la XIII Bienal de La Habana por los daños que el huracán Irma había ocasionado a Cuba. Fuimos muchos los cubanos que protestamos en las redes sociales y nos dimos cuenta que las verdaderas causas de “suspensión del evento” fueron políticas, ya que en el año 2018 cambiaríamos de presidente si se hacía la revisión periódica de los derechos humanos en el mundo. Tras esta suspensión, Yanelys Núñez y yo decidimos hacer un gesto que pretendía, desde la curaduría y el arte, llamar la atención sobre la necesidad de nuevas gestiones institucionales para con la Bienal de La Habana, un replanteamiento de la bienal oficial, siempre dejando en total claridad que no estábamos en contra del evento oficial… todo lo contrario… Este gesto lo llamamos 00 Bienal. A pesar de la intensa represión del régimen cubano sobre los organizadores de la 00 BH y sus participantes, contamos con la participación de 170 artistas cubanos e internacionales. Nunca creímos que seríamos una competencia para la oficialidad. La 00 Bienal de La Habana, como propuesta, no pretendía una confrontación al régimen, sino generar un espacio de diálogo en el que pudiéramos participar las nuevas generaciones en cómo vemos la bienal y los procesos culturales que se dan actualmente en Cuba.
La XIII Bienal de La Habana
Comienza el esperado y pretencioso evento oficial con el tema La construcción de lo posible. Hace un año que el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam no tiene director, pues Jorge Fernández pasó a dirigir el Museo Nacional de Bellas Artes y Dannys Montes de Oca pidió la baja por las presiones y miles de faltas de respeto del Ministerio de Cultura a su capacidad como intelectual. Entra entonces en el juego un personaje de dudosa procedencia intelectual y con sospechas de estar pendiente a un juicio por corrupción: Jorge Alfonso, más conocido como Chicho.
A pesar de no tener ningún antecedente intelectual ni artístico, pasa a dirigir el Lam y por ende la XIII Bienal de La Habana. Junto a éste señor se suma la aparición de varios directores en otras instituciones culturales menos relevantes cuyos únicos curriculums son pertenecer al Partido Comunista o al MININT (Ministerio del Interior), antecedentes que son de dominio público.
Se inaugura así, el 12 de abril, la XIII Bienal de La Habana, marcada a priori por el desentendimiento de los intelectuales para dirigir el evento, la represión del régimen sobre el arte y los artistas (con mayor presencia ante la existencia del Decreto 349) y la toma del poder de la institución arte por militares encargados de controlar el pensamiento, comprometidos con el alto mando del Partido Comunista y no con el arte y la cultura cubana.
La XIII Bienal se proyecta desorganizada, sin un programa claro sobre las exposiciones y eventos teóricos. Lugares emblemáticos como La Cabaña son olvidados o la fiesta de inauguración tan esperada (entiéndase la bienal como una fiesta de las artes) y con un precedente inclusivo (como la celebración en el Salón Rosado de la Tropical) pasan a un segundo plano. Solo se realizan fiestas aisladas y privadas para una élite “escogida” (concierto de apertura para dirigentes en la Basílica de San Francisco, fiesta de inauguración del proyecto Detrás del Muro, fiesta de Carlos Garaicoa, etc.), como si esta bienal fuese solo para “algunos”. Además, de manera muy “casual” yo soy apresado por realizar una performance unos días antes y solo puesto en libertad después de transcurridas las inauguraciones oficiales. Todas las exposiciones oficiales se inauguraron durante la primera semana, los eventos independientes fueron más privados que nunca y a las 10 de la noche llegaba a su fin la festividad, y todos a la cama o a un bar de La Habana Vieja. Las obras no se instauraron en la memoria colectiva como en diferentes años, donde elefantes de metal o la playa en el malecón generaron diálogos en la esfera pública. Un caos: no hay ninguna guía dónde saber de la próxima inauguración o donde tienen lugar los eventos. Artistas, críticos, curadores o simplemente el espectador común no se sienten identificados con el evento, pasan desapercibidos entre unos y otros, sin importar si es oficial o privado el espacio y la obra.
La desinformación desmotiva el interés por las prácticas artísticas; pasados ocho días de inaugurada la XIII Bienal no hay ningún evento nuevo.
¿Qué pasa en esta XII BH?
Presiento que la paranoia y el exceso de control que caracteriza al régimen cubano, sumado a la falta de creatividad y compromiso con la cultura de los dirigentes de turno, ha hecho que se realice un evento solo para contentar a la casta militar que dirige el país. El interés de los encargados de la producción del evento era invertir lo menos posible en él para olvidarse hasta dentro de tres años. Ante esta irresponsabilidad institucional para con la XIII Bienal, se percibe cómo decidieron dejar que los espacios «independientes» fueran el motor de la misma. Por ejemplo, la permisibilidad que se dio al proyecto Detrás del Muro, al Estudio Taller Gorría, a El Apartamento y al Estudio 50: proyectos que no cuestionan a fondo la política del Estado o la Institución.
Ante una inesperada permisibilidad por parte del gobierno para la gestión cultural, los espacios independientes no saben cómo reaccionar, producto de tantos años de represión, y no consiguen articularse entre ellos como proyecto alternativo a la Bienal.
Los espacios independientes asumieron como pudieron ese hueco que dejó la institución, el cual considero una falta de responsabilidad del gobierno. Es como un esclavo al que le dan la libertad de momento y no sabe qué hacer con ella. La institución, dentro de su papel, siempre ha sido y será el núcleo de la Bienal de La Habana. Al ser en un régimen totalitario, tiene un poder de organización total y la presencia jurídica para conseguir recursos junto con el poder para la convocatoria e invitar cuanto artista desee. Poseen los locales y el personal para llevar a cabo tanto los eventos teóricos como las exposiciones.
Una de las mayores crisis que enfrenta el régimen en Cuba es que Fidel Castro como patriarca nos quitó la capacidad de ser independientes. El régimen cubano, desde que Raúl Castro tomó el poder, ha intentado romper con ese sistema paternalista que nos inmoviliza. En los últimos tiempos sientes que el gobierno, tras dar discursos y actos, se está desentendiendo de muchas cosas y pareciera que diga: “Arréglensela como puedan con la XIII Bienal”.
Pienso que nuestro papel es exigirle a la institución que cumpla su rol. La autonomía o la independencia no es sinónimo de que las instituciones públicas o privadas no asuman su responsabilidad para con la sociedad. Autonomía es tener el poder de cuestionar que no sean nuestros padres o dioses, sino que cumplan su servicio como funcionarios públicos que viven de nuestros impuestos y se deben a nosotros. Asimismo, los independientes debemos aprender rápido a ser independientes de verdad, no independientes-dependientes. Le hemos dado toda la fuerza y responsabilidad a la institución, pero el arte proviene del interior del artista, por tanto, debemos movilizar nuestro intelecto para crear un mejor lugar, no esperar en nuestro estudio y resignarnos ante las ya caducas maneras de la Institución o posicionarnos en la gran fila de espera para que muera la generación anterior y, por cronología y por ser el más visible, nos toque el puesto vacante. Movamos todo, hagamos un mundo 00.
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