/lo Que el Cuerpo no Recuerda/*
Por Dalia de la Rosa
¿Qué ocurre cuando se produce un giro? ¿Puede un roce desencadenar una caída?
Un movimiento es resultante de una suma de cuestiones concretas, necesariamente vivas, que deciden si es lineal, giratorio o errático. Dentro de esas posibilidades, la noción de giro posibilita una serie de pensamientos complejos sobre la acción de desplazamiento, porque puede ser en sí mismo un movimiento en torno a un eje o sobre su propio centro. Esta idea, en términos simbólicos, contiene la creación de una atmósfera contenedora de distintas fuerzas que se vehiculan en múltiples direcciones. Si tomamos una de ellas, la torsión como un cambio de posición sobre sí, se produce una rotación de la figura, lo que implica en su ejecución la noción de tiempo, de momento específico en el que se adquiere la capacidad de hacer girar un punto determinado. Imaginemos por un instante, fuera del plano teórico, que nos encontramos en el vórtice de ese movimiento, o en el punto más alto de observación, y que podemos percibir con cierta incertidumbre el recorrido de algunos cuerpos.
Lo que vemos es que estos son reflejo de las interacciones que se dan en nuestro espacio físico, donde la relación se da de una forma natural y caótica. Ahí el cuerpo a veces olvida, entorpece y puede perder la habilidad de interactuar apropiadamente con ciertos aspectos de su entorno espacial. Pues parece que solo de forma metafórica y racional puede interactuar con el mundo exterior, pero si este comienza a moverse y a causar ecos sobre los objetos que se encuentra a su paso, ¿puede producirse una desviación, un desprendimiento o una distorsión?
Si nos imponemos la premisa de transgredir la diferencia entre cuerpo blando y materia dura, entenderemos que muchas de las cuestiones olvidadas de nuestro cuerpo tienen que ver con su disolución con el mundo material. La elevación o atenuación de estos en el espacio determinan su poder de transformación sobre el entorno en su verticalidad y horizontalidad. Esto supone, en realidad, pensar en la historia de lo constructivo. En este sentido, y para contestarnos esta pregunta, es necesario conocer y reconocerse en el suelo, aterrizar de nuevo en él, como base para pensar especulativamente sobre la importancia de la ausencia de memoria corporal. Esta separación entre lo que ocurre en los planos físico y mental produce un olvido sobre el efecto que tiene sobre sí la relación con otros objetos y cuerpos con los que se roza.
La interpelación constante que se da en este devenir de relaciones vivas genera distorsiones que tienen que ver con los cuerpos y su interacción con el tiempo que atraviesa constantemente el plano físico. En este punto, lo que no recuerda un cuerpo es cómo se puede repensar lo constructivo en su desarrollo horizontal, y cómo una fuerza que es atraída desde la superficie del suelo es capaz de generar la experiencia de la caída. El cuerpo la ha olvidado como elemento de tensión. Es en ese descenso el momento en el que se produce un desprendimiento, en el que la memoria se reactiva y juega con lo encontrado abajo. Ahora, el cuerpo no comienza en ese plano a dominar el espacio, la noción de penetración en él ya no es válida, el efecto que se produce tiene que ver con la posibilidad de conocer y entender que el dominio del suelo ya no viene de la mente sino de la confrontación entre lo elástico y lo rígido. De tal forma, que ambas cuestiones se superponen en todos los movimientos potenciales. Esta interacción es produce una reacción, es el punto de inflexión en el que se originan otros escenarios que se escapan, y en los que un objeto proyecta posibilidades y reacciona contra una situación de equilibrio desencadenando un suceso de futuro.
La relación que se da entre cuerpos y objetos en el espacio es equivalente en cuanto a presencia, y las imágenes que generan están sujetas a un plano de subjetividad, pues son transmisores y productores de ella. Esa transferencia es el momento del torcimiento en el que la curva cambia de sentido y se despliega hacia otro lugar no previsto. Ahora esta voluntad de producir memoria en el cuerpo responde a la necesidad de levantar la materia del suelo, lanzarla y observar su trayectoria casi como una acción escénica que no responde a una voluntad autoral, sino a una inclinación expresiva hacia la generación de un espacio en el que la distorsión suceda de forma rítmica, empática y donde poder situarse para esperar y observar lo que ocurre tras cada roce.
*Texto escrito para la muestra An Awkward Understanding of the Bodily Mechanics, de Jimena Kato (Lima, 1979), que se presenta en Rodríguez Gallery, Poznań, Polonia, hasta el 24 de abril de 2019.
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