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ADRIÁN MELIS: MEMORIA SELECTIVA

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ADN Galería, en Barcelona, presenta hasta el 28 de marzo la muestra Memoria Selectiva del artista Adrián Melis (La Habana, 1985), en la que un conjunto de piezas reflexiona sobre el concepto de la selección intencionada de los recuerdos, no sólo a nivel mental-psicológico sino también a nivel sociopolítico, llegando a filtrar, añadir o incluso borrar dichas evocaciones, sustituyéndolas por falsas memorias creadas a conveniencia.

La censura, la reproducción de recuerdos y la construcción de memorias en las obras de Melis alegan que la elaboración de nuevos discursos genera nuevas realidades según intereses propios, evidenciando una metodología y manipulación de contenidos adoptadas por políticas de posverdad.

El artista reúne en su trabajo ruinas de la utopía, sueños y pesadillas, acotadas por imágenes, líneas y muros visibles e invisibles, marcadas por la economía y sus efectos sociales. Las ha aproximado al bullicio cultural de un espacio para el arte, en apariencia una zona franca situada en medio de un destino geográfico y económico que se les niega a muchas de estas vidas.

Empty Page (2016-207) es una empresa con sede en Baden, Suiza, fundada por Melis. La empresa se dedica a adquirir y procesar información, datos y estadísticas online que hayan acusado a empresas o bancos suizos de llevar a cabo una actividad “cuestionable”, como fraude fiscal, evasión de impuestos o blanqueamiento de dinero. Empty Page se encarga de proteger la imagen de Suiza, su sistema financiero/bancario y su reputación, aplicando una estrategia de damage control desde la trituración manual de documentos, pasando por departamentos que distorsionan audios o incluso aplican censura audiovisual. Así manipula, transforma, borra o cambia la información que comprometa la imagen del país, sumergiéndose deliberadamente a la manipulación de contenidos y al trabajo desde el absurdo, tanto por parte de sus empleados como de sus potenciales clientes.

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Melis nos recuerda que la corrupción es un fenómeno global. Los casos se convierten en innumerables, los datos económicos en indescifrables, el perjuicio a la res publica en incuantificable, y la propia amalgama informativa, unida a la espectacularización propia del infotainment, se convierte en indiscernible. Según Roland Barthes, una comunidad idílica, utópica, se caracteriza por ser un espacio sin represión, “es decir, sin escucha”, donde se oiría pero no se escucharía y, por extensión, no se podría actuar en consecuencia. Cabe pues reflexionar acerca de nuestra relación con la corrupción desde la literalidad de lo que podría suponer pertenecer a una comunidad utópica, aislada y alejada de cualquier posibilidad de escucha.

En Omertà (2018), el artista recopila fragmentos de diferentes juicios e interrogatorios a políticos y funcionarios imputados por corrupción en España en los últimos cinco años. Los momentos seleccionados son aquellos en que tanto los jueces y letrados como los interrogados se mantienen en silencio. Sonidos de fondo como el micrófono, el ruido de las personas alrededor hablando en voz baja, personas tomando nota, páginas de documentos hojeadas, entre otros, son algunos de los sonidos que se pueden percibir en el transcurso del video, con un trasfondo silencioso que de nuevo prueba su continuidad en el espacio que pertenece al espectador. La performatividad del silencio incluye el sonido de fondo –cuchicheos, interferencias y otros residuos sonoros en este caso– si aceptamos la conclusión elaborada tiempo atrás por John Cage en su propia cámara anecoica, que establece que el silencio absoluto no existe.

En distintas dosis y ángulos, la materialización de la utopía está presente en las vidas de los 25 refugiados sirios, afganos e iraníes que aparecen en Anechoic Room (2017). Veinticinco refugiados que han quedado “atrapados” en Atenas durante su andadura hacia Europa son convocados por el artista en un estudio de grabación de sonido para adoptar el rol de Foley artist, encargado de crear efectos de sonido. A través de la reproducción de la banda sonora original de sus viajes, rellenan silencios del pasado y reemplazan los sonidos no deseados por sonidos ideales: Hayfa vive una comida familiar imaginaria con su hijo Tarek; Ghazi construye el viaje hacia el sepulcro de su hijo asesinado en la frontera de Siria con Turquía, ahora dominada por el ISIS. Los objetos que se utilizaron funcionan como instrumentos junto a las bandas sonoras creadas por los Foley artists, invitando al espectador a imaginar una narrativa que no existió en la realidad sino en las mentes de los refugiados y el estudio de grabación. Los Foley artists son verdaderos seres acusmáticos, encargados de codificar un paisaje sonoro que les une en la tragedia de sus huidas y que les acerca a una idea de comunidad temporal reunida tras el desastre. Anaechoic Room es un intento más por reconciliar opuestos –lo mudo, lo sonoro– y hacer audible el silencio de manera que podamos escuchar lo innombrable, como en su día describió Thoreau.

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ADRIÁN MELIS: MEMORIA SELECTIVA

ADN Galería. Barcelona

Del 10 de febrero al 28 de marzo de 2018

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