ARTBO 2016 PONE DE MANIFIESTO LA ENÉRGICA ESCENA DEL ARTE COLOMBIANA
En su doceava edición, que acaba de culminar, ARTBO asentó su reputación como una de las ferias más profesionales y de más rápido crecimiento en América Latina. De la mano de una efervescente escena local del arte, elogiada por críticos de la región, la feria internacional de arte de Bogotá se ha convertido en los últimos cinco años en un destino obligado de coleccionistas latinoamericanos, así como en un punto de relación y encuentro de todo tipo de agentes del arte contemporáneo.
La participación de galerías que tienen sólidos programas y liderazgo en el mercado internacional, como Fortes Vilaca, Luisa Strina, Vermelho, Raquel Arnaud, Max Estrella, Mor Charpentier, Lamb Arts, Johannes Vogt, Sicardi, Steve Turner, Henrique Faría o Peter Kilchmann, confirma no sólo la confianza del galerismo internacional en la feria colombiana, sino también en un mercado que, aunque pequeño, es impulsado por fieles coleccionistas locales y de países como Argentina, Ecuador, España, Francia, México, Venezuela, Brasil, Chile, Perú y Estados Unidos.
Este año, en Corferias, participaron 74 galerías tanto establecidas como emergentes de 28 ciudades del mundo, para dar con un tamaño de feria que, según Eduardo Brandao, director de la galería Vermelho, en Sao Paulo, es el ideal para un mercado como el colombiano. “Lo más importante de ARTBO es que no se ha agrandado más de lo que el mercado puede absorber”, asegura.
Con un número de visitantes que se ha expandido de 12.000 en su primera edición a 35.000 este año, ARTBO es el eje dinamizador de la escena artística de Colombia, la vitrina más importante para el mercado del arte en el país y un jugador clave en el circuito del arte latinoamericano. Su directora, María Paz Gaviria, asegura que la feria ha generado una dinámica que ha terminado por convertir a octubre en el Mes del Arte de Bogotá. “Son cuatro semanas durante las cuales se activa un circuito que trasciende el recinto ferial y que incluso ha dinamizado actividades también en otras ciudades de Colombia”, dice.
Como en otros países, alrededor de la principal feria suceden otras –en Bogotá, Odeón, La Feria del Millón y Barcú– y muchos artistas emergentes aprovechan para abrir sus talleres. A esto se suma el elaborado programa VIP de ARTBO, visitas guiadas para coleccionistas e invitados especiales a galerías, museos, colecciones privadas, espacios institucionales, independientes o reconocidos. Esta edición, además, coincidió con el 44° Salón Nacional de Artistas, otro evento clave del panorama artístico colombiano, que este año tiene como sede la ciudad de Pereira.
Más allá del buen posicionamiento que brinda a ARTBO la participación de galerías extranjeras de renombre y las más importantes e interesantes de Colombia –Casas Riegner e Instituto de Visión– está la misma estrategia que le dio origen. La feria fue creada en el 2005 por la Cámara de Comercio de Bogotá como una plataforma comercial para el arte y un espacio de intercambio cultural y de formación de públicos con el propósito de promover y posicionar a la capital colombiana como un destino para la cultura y los negocios. En paralelo, la Cámara estableció ese mismo año otro programa estratégico, Artecámara, para la exposición y formación de artistas jóvenes colombianos.
Si bien en todas las ferias de Latinoamérica se da la inevitable convivencia de galerías consolidadas con otras de menor trayectoria, esto, en el caso de ARTBO, no representa una debilidad sino más bien un aspecto distintivo, junto a la importancia que sus organizadores dan a las secciones curadas, lo que se refleja en el profesionalismo de los curadores convocados y el respetuoso espacio que se les brinda a sus proyectos.
“La feria se ha sofisticado en su concepción y estructura, lo que termina garantizando un potencial crecimiento a nivel de mercado”, dice Jaime Cerón, curador de la Fundación Misol en Bogotá, y un actor clave en ARTBO y en la misma escena local. “ARTBO ha incorporado secciones curadas que tienen otro público, que no son únicamente compradores. En este ejercicio aparecen coleccionistas que sustentan la feria”, explica.
El pool de coleccionistas que detenta ARTBO es actualmente geográficamente diverso. Esta tendencia arrancó hace aproximadamente cinco años, en medio del repunte económico que vino a partir del 2002 tras el proceso de paz entre el gobierno colombiano y la guerrilla.
“La prosperidad del país ha influido mucho en la escena del arte colombiana. El flujo de dinero ha permitido apoyar a iniciativas como ARTBO y que se haya desarrollado un nuevo grupo de coleccionistas que ya lleva como ocho años coleccionando. Colombia tuvo uno de los crecimientos económicos más altos del mundo entre el 2010 y el 2015, y eso ha repercutido en la escena artística”, dice Catherine Petitgas, patrona de Whitechapel Gallery y Gasworks Triangle Network, en Londres, y miembro del Comité de Adquisiciones de Arte Latinoamericano de Tate, el Consejo de la Serpentine Gallery de Londres y el Círculo Internacional del Centre Pompidou, en París.
Eduardo Brandao, quien ya tiene nueve años asistiendo a la feria, dice que sin duda ésta edición ha sido hasta ahora la más internacional. “Esta es la vez que he visto más extranjeros comprando; han venido de Brasil, Perú, Argentina, Ecuador, Venezuela, muchos de Chile… Esta es una feria de buena calidad, es cada vez más profesional y a nosotros en particular nos ha ido cada vez mejor”.
Cerón precisa que para esta edición asistieron al programa VIP unas 500 personas de diversos países, desde curadores independientes hasta coleccionistas importantes y noveles, representantes de museos como el Malba o el MOLAA, ferias como ARTEBA y prensa internacional especializada.
Además de la estabilidad económica, otro factor fundamental en la consolidación de ARTBO como una feria de referencia en América Latina es precisamente la calidad de la producción artística colombiana, la cual se inserta en una escena local dinámica que se extiende más allá de Bogotá, hacia Cali y Medellín. Galerías e instituciones, espacios autogestionados y proyectos hoy por hoy indispensables como Flora ars + natura, dan vida al circuito de arte contemporáneo colombiano.
“La escena actualmente tiene mucha energía. Hay una gran variedad de iniciativas privadas impulsadas por coleccionistas, o espacios autogestionados como Carne que conforman algo bastante interesante. En Colombia hay muchas ganas de que el arte participe en la vida del país, y eso me parece muy impresionante”, señala Petitgas. La coleccionista francesa, que vive actualmente en Londres, agrega que en Tate y en las otras instituciones de arte prestigiosas en las que participa activamente existe actualmente un gran interés por los artistas colombianos.
“En Tate ya tenemos obras importantes de la maestra Beatriz González y de María Fernanda Cardoso. Acuérdate que José Roca estuvo como Curador Adjunto de Arte Latinoamericano en Tate. También estoy en un Comité del Metropolitan Museum de Nueva York y allí están mirando mucho a Colombia. También el Guggenheim y el Pompidou creen que los artistas colombianos no han tenido aún mucha exposición internacional, y que los precios se mantienen aún atractivos respecto a los de otros países de la región, como Brasil o México”, afirma.
La influyente coleccionista de arte latinoamericano –que se ubicó este año en el puesto 70 de los 100 principales coleccionistas del mundo según Artnet News– estaba en Bogotá para el lanzamiento del libro Contemporary Art Colombia, del que es editora junto a Hossein Amirsadeghi. El libro da cuenta precisamente del actual escenario de las artes visuales en Colombia, en el que son protagonistas instituciones públicas como el Museo del Banco de la República en Bogotá y el Museo de Arte Moderno de Medellín; iniciativas privadas como ARTBO; instituciones privadas como Flora y la Fundación Misol; galerías comerciales como Casas Riegner e Instituto de Visión; artistas como Doris Salcedo, Carlos Motta y Oscar Muñoz; y agentes establecidos como Celia de Birbragher, fundadora y editora de la revista ArtNexus.
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