OBRAR EN SILENCIO. DIÁLOGO POR ESCRITO CON JOHANNA CALLE
Johanna Calle (Bogotá, 1965) compone sus imágenes como un poema. En sus obras se debe atender con igual atención a la manera en que fueron elaboradas, como a los materiales que se utilizaron y al proceso de elaboración, que no sólo dan el tono y el ritmo de la imagen, sino que, como la imagen poética, condensan significados.
Conversamos con la artista, una de las más representativas del arte contemporáneo de Colombia, con motivo de su actual exposición retrospectiva Johanna Calle. Silentes, 1985 – 2015, en el Museo de Arte del Banco de la República de Bogotá, en la que se exhiben hasta este 7 de febrero cerca de 200 obras, algunas de ellas inéditas y otras que se presentan por primera vez en el país.
Curada por la española Helena Tatay, la muestra repasa un periodo de gran experimentación plástica en el que Calle expandió sus series de dibujo a través del uso de materiales inusitados, como alambres, hilos, fotografías, papel perforado y textos, y trabajó con rigurosidad investigativa en obras que aluden a la realidad social de Latinoamérica.
Laura Wellen: Fue genial verte en Houston recientemente y celebrar la publicación de tu monografía, Johanna Calle: Des(orden). Felicitaciones por el libro, y por la exposición retrospectiva visible ahora en el Museo de Arte del Banco de la República de Bogotá. Es una inspiración ver este reconocimiento a un cuerpo de obras que son muy sútiles y silenciosas. De hecho, el título de la exposición es Silentes, y le rinde homenaje a las voces (normalmente que son inauditas) de los individuos más pobres y más olvidados de la sociedad. Quisiera preguntarte sobre el silencio. Eres muy sobria en tu lenguaje oral y tu lenguaje visual, y además con este silencio confrontas injusticias enormes y devastadoras. ¿Cómo piensas y cómo describes el silencio como parte de tu trabajo? ¿Por qué es importante para ti?
Johanna Calle: Creo que el dibujo tiene mucho que ver con el silencio. El silencio también está relacionado con cómo se educa a las mujeres en Latinoamérica; con frecuencia se les fomenta a que sean calladas, y el hecho de que hablen o que se rían duro está mal visto. Nací y crecí en una estructura familiar tradicionalmente patriarcal. En ese orden patriarcal, las mujeres no hablan, guardan silencio. Mi práctica artística ha sido el camino a mi libertad de expresión. En el arte y haciendo arte me siento completamente libre. Puedo decir lo que quiera, lo digo en voz baja. A veces no se necesita gritar para comunicar. Mi tono es parte de mi gramática. Cuando veo mi retrospectiva en el Museo de Arte del Banco de la República de Bogotá concluyo que es una muestra blanca, silenciosa, no hay estridencias. Unas obras dialogan con otras, pero en un tono muy mío, en un tono bajo, casi en completo silencio. Tratar de realizar un planteamiento artístico de una manera silenciosa pero comunicando contundentemente es un reto que enfrento cada vez que construyo una obra.
L.W: Siempre pienso en la relación entre precariedad y precisión en tus obras. Por una parte, mucho de la obra es una declaración sobre lo caprichosa que puede ser la vida. Y por otra parte, la obra tiene precisión en su hechura y materiales, está llena de paciencia y labor. La combinación crea un contrapunto, produce un balance. Me parece que esta preocupación con tu proceso es una declaración radical. Me parece que dices: es importante pensar con cuidado, con empatía, con meditación, con tiempo, sobre las disparidades y las injusticias sociales. Es una política diferente a una demostración pública, pero al mismo tiempo este tipo de pensamiento preciso es esencial a la integridad de un país. Quisiera saber, entonces, ¿cómo ves este contrapunto entre la precariedad y la exactitud?
J.C: Durante los primeros veinte años de mi carrera trabajé con pocos recursos económicos. Todo era escaso y no podía desperdiciar lo que tenía. Necesitaba optimizar para trabajar con casi nada. La escasez obliga a tener conciencia de lo que se consigue y de lo que significa tenerlo. Creo que existe una cierta solemnidad en el uso de los materiales cuando se consigue aprovecharlos al máximo. Uno se percata de las múltiples posibilidades de cada material al transformarlo poco a poco, conociendo a fondo las características físicas, la resistencia del material, las posibilidades que ofrece, en síntesis, haciendo investigación de materiales. La precariedad de los materiales obliga a descubrir lo que se puede lograr con ellos. El desperdicio se vuelve obsceno en medio de la pobreza. Uno desarrolla un gran respeto por los recursos materiales, por su estética. Los procesos que desarrollo están dados por ese respeto. Los estados de pobreza enseñan, incluso, en la producción artística.
L.W: Recuerdo con mucho cariño nuestro viaje a Austin hace dos años, y especialmente cómo descubriste unas fotografías vintage de Texas, en un mercado de antigüedades. Fue un descubrimiento muy feliz. Eres una coleccionista que ha creado un archivo de imágenes junto con tu compañero, Julio. ¿Por qué ese interés en construir un archivo?
J.C: Yo también recuerdo gratamente nuestro viaje, y los lugares que nos mostraste del Austin que tú conocías de tu vida como estudiante, investigadora y trabajadora en la ciudad. Ese trayecto en carro también nos dio un buen rato para conversar en medio de la planicie texana. Recordamos con gran interés la estación de gasolina con pastelería de origen checoslovaco. Los archivos fotográficos son una fuente inagotable de testimonios de primera mano. En las fotografías vernáculas, por ejemplo, es recurrente encontrar la imagen de los momentos memorables en la vida de las personas, lo que tienen en común todos los estratos sociales. Los archivos fotográficos que Julio y yo investigamos son documentos visuales que contienen una gran cantidad de información. En las investigaciones que hacemos, con frecuencia un archivo se emparenta con otros, se pueden establecer vínculos. Los cabos sueltos empiezan a tener sentido cuando otro amplía el campo de trabajo. Cada archivo es una unidade de información. Investigar cada uno implica hacer un trabajo de detective, seguir las pistas, estudiarlas, buscar coincidencias, descifrar la información desde la imagen, darle forma a través de detalles minúsculos. En una foto no aplica el concepto de lo fortuito: todo lo que está es la imagen, así el fotógrafo no lo haya querido. Nada sobra, está ahí para descubrirse. Ver y leer en profundidad un objeto fotográfico tiene que ver con la forma en que se perciben las relaciones humanas, su contexto, las implicaciones de tiempo y lugar. Estamos construyendo un archivo de archivos… son varios archivos distintos dentro de un archivo muy grande. Y cada vez tratamos de añadir nuevas unidades de información. Por mi condición de dibujante, mi objeto de estudio es el papel y la información que el papel traiga. La fotografía es papel, los manuscritos son papel, los archivos, en general, me interesan de papel.
L.W: ¿Podrías hablar sobre tu colaboración con Julio? Esta pregunta me da un poco de miedo, porque es complicado preguntarle a una artista sobre su pareja, pero para mi es muy importante la colaboración. Casi nunca es incluida en las historias de artistas, pero es un elemento muy importante de la vida creativa. Trabajamos con las energías que recibimos de nuestra gente más amada. ¿Cómo tu colaboración con él permite elucidar tu obra?
J.C: Te voy a responder de una manera muy corta y con una sola frase: la presencia y la energía de Julio me catapulta.
L.W: Trabajaste durante años sin apoyo o reconocimiento en Bogotá. Durante estos primeros años, ¿hacia dónde miraste en busca de inspiración? Y ahora, ¿la buscas en el mismo lugar?
J.C: Yo creí en mi trabajo. Mi convicción fue una gran fortaleza en esos años. Era consciente de que las probabilidades de ser reconocida eran escasas. No perseguía el reconocimiento. Mi consigna era y sigue siendo no ser ni triunfalista, ni claudicante. Creo que en parte también tuvo que ver que quería demostrarle a mis padres que ser abogada o ser artista eran oficios igual de importantes. Que hacer arte era de lo más serio. Que hacer arte tenía sentido, que había un propósito. Que el arte no era sinónimo de bohemia. No me dí por vencida. En los primeros veinte años tuve que hacer muchos trabajos que me quitaban tiempo valioso para mi obra, y los hacía porque eran los que me permitían seguir adelante en mi quehacer artístico. Fui persistente. También supe guardar lo que hacía. Aprendí en silencio. Me percaté de que había escogido el camino correcto. Afirmé mis convicciones haciendo obra, desarrollando procesos y técnicas, logrando resultados. Continúo haciéndolo, calladamente.
L.W: Hablando de inspiración, me imagino que eres una lectora ávida. ¿Qué estás leyendo actualmente?
JC: Las lecturas más recientes son los Microgramas de Robert Walzer, los poemas de Fernando Pessoa en Mensagem, los cuentos breves de Marguerite Yourcenar reunidos en El tiempo, Gran Escultor y Nuevamente, una compilación de artículos del médico Vicente Ramírez G… Me interesa también el cine… semanalmente, Julio y yo vemos alrededor de 6 ó 7 películas, que discutimos intensamente. Te voy a mencionar las últimas cinco que hemos revisado de una gran actriz que me interesa mucho, Meryl Streep: Get Ready for Ricky (2015), The Devil wears Prada (2006), Iron Lady (2011) August: Ossage County (2013) y The Bridges of Madison County (1995).
L.W: Has escrito y dicho que tu lenguaje preferido es el dibujo. Entonces, es especialmente generoso de tu parte hacer una entrevista escrita conmigo. El lenguaje, como la música, la arquitectura y la ciencia, es una estructura formal que está siempre cambiando, adaptándose. Después de una retrospectiva importante en Bogotá, después de las muestras importantes e internacionales que tienen tus obras este año, ¿en qué dirección estás mirando? ¿Qué tipo de adaptaciones imaginas que van a aparecer en tus dibujos después de este año increíble?
J.C: Momentum es un termino curioso. Cuando escogí arte por encima de mis padres y por encima de hacer una carrera convencional, hubo un momentum crucial. Ese fue un punto de quiebre, tomé una decisión que cambió un rumbo que había sido trazado para mí por otro que tracé yo misma, un rumbo de riesgo que sigue latente. Hacer arte es un reto permanente. Para mí es satisfactorio poder exhibir algunas de las obras que he hecho en un mismo espacio. Hoy volví a ver la retrospectiva y fue como entrar a un laboratorio en los que se mezclan asociaciones y procesos que me llevan a buscar otras soluciones, un laboratorio de temas que están por tratarse, de materiales que puedo seguir explorando. No lo veo como una culminación.
Estoy trabajando más pausadamente y eso me da una perspectiva desde cierta distancia. Me interesan los proyectos a largo plazo, las investigaciones que hacemos Julio y yo y que parten de archivos fotográficos, de documentos y manuscritos. Me emociona pensar que en esas investigaciones hay temas y problemáticas que transformo en obras. Yo a veces siento que mi quehacer artístico es como una investigación en curso, una investigación en desarrollo. Creo que no habrá ninguna adaptación particular. Yo seguiré haciendo lo que he hecho en los últimos años: trabajar silenciosamente.
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