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Midnight Moment:a Logo For America, de Nuevo en Times Square

A las 10:30 de la noche del pasado jueves 18 de agosto, un grupo de personas nos reunimos en el Lambs Club de la calle 44, el emblemático edificio diseñado por Stanford White que desde su apertura en 1905 hasta 1974 había albergado a una de las organizaciones teatrales más antiguas de Nueva York. En aquella noche, como en otras noches de agosto en la ciudad, había un aire húmedo, espeso, lleno de flujos y de ruidos, y así por la noche y por entre las multitudes íbamos llegando, uno a uno, al comienzo de la velada. Al entrar al restaurant –cuyo nombre conmemora la historia del edificio, hoy patrimonio de la ciudad— nos dirigimos al segundo piso donde nos encontramos con la recepción a la que habíamos sido convocados. Se trataba de Midnight Moment: A Logo for America, una iniciativa organizada por The Times Square Advertising Coalition y el Times Square Arts en colaboración con el Museo Solomon R. Guggenheim, que consistía en la reactivación en Times Square de A Logo for America, de Alfredo Jaar, video animación realizada por primera vez en 1987. Caminaríamos entonces a las 11:45 de la noche desde el Lambs Club hasta la intersección de Broadway con la Séptima Avenida, donde presenciaríamos, entre las 11:57 y la medianoche, la versión 2014 de la icónica obra realizada por Jaar hace casi treinta años.

Una recepción en el Lambs Club de la calle 44 de Manhattan fue el preámbulo del evento de relanzamiento de «A Logo for America». Foto: Sara Kerens para @TSqArts

Ya en la recepción en el Lambs Club se podía sentir una atmósfera cercana a la acción de escuchar, o de ver, pues sin siquiera callar, pero lejos de cualquier tipo de excitación, algo parecido al acto de reflexionar llenaba el espacio al que habíamos sido convocados: desde un principio Jaar nos había hecho entrar en su manera de ver el arte. Con gran amabilidad y cordura, Jaar le dedicaba un tiempo a cada uno de los asistentes: escuchaba, observaba, tal como los asistentes escuchaban y observaban junto con él. Había fotógrafos, sí, tal vez más de tres, pero todo se había inundado -en el buen sentido de la palabra- por una velo calmo que se cruzaba con la expectativa de lo que vendría después. A eso de las 11:15, antes de caminar a Times Square, hablaron algunos de los organizadores, entre ellos Pablo León de la Barra, que agradeció al programa Midnight Moment –iniciativa patrocinada por The Times Square Advertising Coalition y el Times Square Arts que, tal como en esta ocasión, ha organizado desde mayo de 2012 la proyección sincronizada de obras de artistas como Robert Wilson, Isaac Julien y Yoko Ono- y también a Alfredo Jaar, cuya obra de 1987 había sido adquirida recientemente por la Iniciativa UBS Map y que, junto a las de otros cuarenta artistas latinoamericanos, se exhibe en forma de documentación en la exposición Bajo el mismo sol en el Guggenheim de Nueva York.

Entonces vino el turno de Alfredo Jaar. Con una voz pausada, tenue, y sobre todo muy cercana, el artista agradeció a sus colaboradores, entre ellos a John Rohrer, un joven de 27 años que trabaja en su estudio como técnico digital y que había creado la nueva versión remasterizada de la animación y las maquetas de las torres de algunas de las señalizaciones que luego habían sido programadas y formateadas por The Times Square Alliance. Jaar también agradeció, y con la misma cercanía, a quienes gestionaron la iniciativa y a quienes esa noche lo acompañaban. Entre los asistentes se encontraba Hans Haacke, artista de origen alemán que ha desarrollado la mayor parte de su carrera en Estados Unidos y que, en su extensa obra, ha puesto en tensión los mecanismos y funciones de las instituciones culturales, políticas y económicas, indicando así las relaciones entre arte y comportamiento social.

Evento de relanzamiento de «A Logo for America». Foto: Sara Kerens para @TSqArts

Evento de relanzamiento de «A Logo for America». En la imagen, los artistas Alfredo Jaar y Hans Haacke. Foto: Sara Kerens para @TSqArts

Para los familiarizados con la obra de Jaar -que entre 1979 y 1981, en el contexto de autocensura de la dictadura en Chile, había intervenido ocho paletas publicitarias de Santiago y sus alrededores con la pregunta “¿Es usted feliz?”—, la presencia de Haacke resultaba enormemente significativa: en septiembre de 1980, durante la segunda de sus siete intervenciones programadas para el proyecto Estudios de la Felicidad, el artista, que entonces tenía 24 años y que había recién abandonado la carrera de arquitectura, realizó encuestas en el Museo de Bellas Artes y el Salón Nacional de Gráfica de la Universidad Católica, citando así la obra de Haacke que por entonces conocía bastante bien.

Alfredo Jaar, Studies on Happiness, 1981, serie de intervenciones públicas, Santiago de Chile. Cortesía del artista

Alfredo Jaar, Studies on Happiness, 1981, serie de intervenciones públicas, Santiago de Chile. Cortesía del artista

Alfredo Jaar, Studies on Happiness, 1981, serie de intervenciones públicas, Santiago de Chile. Cortesía del artista

A diferencia de otras obras enmarcadas en la llamada escena de neo vanguardia local que operaron también en el espacio público en pos de la máxima Arte y Vida (resulta ejemplar, en este caso, recordar la obra No + del C.A.D.A.), en Estudios de la Felicidad,  “en vez de pedirte que denuncies se te pedía que enuncies, y eso desconcertó…” [i] El anzuelo de la pregunta, su inmaterialidad, hicieron que en ese entonces se considerara ingenua, pues se desplazaba de los marcos (dominantes) de “cómo había que pensar políticamente (…). Solo con la vuelta a la democracia”—como escribió Adriana Valdés para el catálogo de la primera exposición de Jaar en Chile en 2006—“comenzó a hablarse en términos políticos y sociológicos del tema de la felicidad” [ii] Y así, sintiéndose solo en la escena local, Jaar se fue de Chile en 1981, a la edad de 25 años. Se fue a Nueva York, donde trabajó primero como arquitecto para poder financiar sus proyectos de arte y hoy, luego de haber exhibido en todo el mundo, otra de sus obras producidas en los ochenta se reactiva en el mismo lugar de hace 27 años: uno de los centros más luminiscentes del planeta. Estudios de la Felicidad, primer proyecto de Jaar en el espacio público, y las dos versiones de A logo for América, se cruzan medial y poéticamente al reflexionar ambas sobre el condicionamiento en los hábitos de percepción que fomentan los tejidos de los medios de comunicación, aquellos sistemas cotidianos que intervienen en el comportamiento social y en la opinión pública: el video y las fotografías de las encuestas de Estudios de la Felicidad sustituyen la televisión y la prensa, mientras que las paletas publicitarias con la pregunta “¿Es usted feliz?” sustituyen las imágenes y los textos publicitarios; por su parte, en A logo for America, una animación que señala un problema lingüístico en cuanto a la utilización de la palabra de un continente, América, para la designación de un país, Estados Unidos, se proyecta en las pantallas y signos publicitarios de Times Square, significando, en palabras de Jaar, “una clara manifestación de la dominación política, financiera y cultural de USA hacia el resto del continente”. Ambas obras, entonces, confluyen en sus códigos de apropiación medial para plantear problemas políticos, geopolíticos, culturales y sociales.

Cuando Jaar llegó a Nueva York en 1981, la ciudad le pareció desde un principio insular, un espacio metropolitano centrado en sí mismo que, por lo mismo, la consideraba como un mundo de ficción. “El mundo de fuera –en palabras de Jaar—no existía allí”. [iii]. En 1987, cuando The Public Fund, Inc. lo invitó a presentar una obra en la pantalla Spectacolor del Edificio Allied Chemical como parte del proyecto Messages to the Public (Mensajes para el Público), activo entre 1982 y 1990 y en el que habían participado artistas como Antoni Muntadas y Catalina Parra [iv], Jaar realizó A Logo for América, “llevando un poco de realidad” a ese mundo de ficción. Y nosotros, los asistentes, que luego de 27 años caminábamos por la calle 44 hacia Times Square, atravesábamos ese mundo de ficción recordando, una y otra vez, que es el mismo que aún opera en la arquitectura de los sistemas dominantes de la geopolítica. La poética de la reiteración de la obra a casi 30 años de su primera versión estaría justamente allí: en la “catastrófica” permanencia de la “ficción” basada en su contexto insular. No somos sino testigos de la “catástrofe histórica” (en términos Benjaminianos) del problema lingüístico de la palabra América, pero testigos subalternos, lo que da paso a diversas formas de resistencia.

La misma idea de lo insular que llamó inmediatamente la atención de Jaar cuando llegó a Nueva York y que dio paso a su programa para A logo for America en 1987 y 2014, ha sido también abarcada por el lingüista y filósofo estadounidense Noam Chomsky. En varias ocasiones, cuando Chomsky ha lamentado la muerte de las víctimas del 9/11, lo ha hecho sin desconocer las estrategias de propaganda de los medios de comunicación estadounidenses que, a lo largo de su historia, han ausentado de sus páginas, sitios o programas televisivos las muertes, desapariciones y torturas ocurridas en otras regiones bajo el alero de los Estados Unidos. En este sentido, es aún más interesante pensar la reactivación de la obra de Jaar después del 9/11, cuando el honor y el dolor de la patria han hecho multiplicar sus banderas.

Y así llegamos a Times Square. Eran las 11:50 pm y nos situamos al centro de la plaza, donde una gran bandera de Estados Unidos brillaba desde un container metálico. Esperábamos los minutos, mirábamos el reloj, tal como miles de turistas llegan cada último día del año a esperar los fuegos artificiales a Times Square.  La diferencia era que a la medianoche la obra terminaría, enmudecería por 23 horas y 56 minutos, y luego volvería a comenzar, siempre al final de cada día. No sabíamos bien hacia donde mirar, hacia donde fijar la vista y esperar, pues esta vez, a diferencia de su primera versión en 1987 donde la animación de 45 segundos aparecía en una pura pantalla cada seis minutos, se repetiría cuatro veces y de manera simultánea en 45 pantallas y 15 signos. Nos rodeaban los anuncios de NASDAQ, el Rey León, Toshiba, Coca Cola, Sony y muchos más, y en la plaza, entremedio de las mesas de cafés y ciclovías diseñadas por una connotada firma de arquitectura noruega, decenas de performers se paseaban ofreciendo fotografías a cambio de propina, entre ellos, personajes de Disneylandia como Micky Mouse, Mini Mouse y el Pato Donald; héroes de historietas como Batman y el Hombre Araña; e ídolos de la cultura popular como Elvis y Naked Cowboy, este último un performer semidesnudo que se representa a si mismo y que, en 2009, se hizo famoso por presentar su candidatura a la alcaldía de Nueva York.

Alfredo Jaar, A Logo for America, 2014, reposición de la obra de 1987 en Times Square, NY. Cortesía: Times Square Alliance. Foto: Ka-Man Tse @TSsArts

Entonces dieron las 11:57 pm y, luego de una cuenta regresiva, comenzaron a aparecer de manera simultánea los diagramas y las formas geométricas de A logo for America en las pantallas de Times Square. Aparecían, se desplazaban y se fundían, tal como ocurre en los avisos publicitarios. Primero vimos -siempre en múltiples pantallas- la imagen sólida de Estados Unidos, masa que inmediatamente se volvió su delineación con la frase “This is not America”. Luego apareció la bandera de Estados Unidos en colores, fundiéndose a los pocos segundos al blanco y negro. En medio del diagrama de la bandera pudimos leer “This is not America’s flag”. Luego la palabra América llenó el plano y su letra R se empezó a transformar: primero en un semicírculo y un triángulo; después en el mapa de todo el continente. Después el continente se duplicó para borrar la palabra América a lo ancho de la pantalla y así volver al centro, para volverse a juntar. Luego giró -muy rápido y en todas las pantallas como una especie de clímax múltiple- y la palabra América, ahora también multiplicada, volvió a aparecer a los costados del continente de arriba hacia abajo y viceversa. Finalmente la palabra América volvió a sustituir su letra R por el diagrama del continente y así todo volvió a comenzar, tres veces, interfiriendo desde un principio en el tiempo y el espacio de una sola voz. Al reproducir la multiplicidad del signo publicitario, la versión 2014 no alude tanto al movimiento efímero de la mirada atónita del turista transeúnte sino que, más bien, a la de los sistemas de poder que regulan y resguardan la sociedad post capitalista.

Si bien la video instalación se ha leído como proyecto fallido, en el sentido que Estados Unidos sigue refiriéndose a sí mismo como «América» (resulta emblemático para la obra que en la misma intersección en que hoy se reactiva se emita el famoso segmento de noticias de ABC News, Good Morning America), lo «fallido» es también lo que mantiene abierta la resistencia, pues más allá de una necesidad libradora, lo contestatario genera un espacio para el diálogo, abriendo huecos y mostrándolos. Y eso ha hecho la obra de Jaar. A logo for America ha sido reproducida en decenas de libros, revistas y textos académicos, coincidiendo con la proliferación del pensamiento poscolonial en Estados Unidos a principios de los 90. Se enseña en universidades, en colegios, se cita: es una obra enormemente reconocida y estudiada más allá del mundo del arte, en disciplinas formales y en otros campos de lo social. Así, por qué no, podríamos pensarla como la amenaza del tigre que ya en 1891 adelantaba José Martí, cuando escribió Nuestra América en forma de manifiesto poético, aún siendo Cuba colonia Española.

Alfredo Jaar, A Logo for America, 2014, reposición de la obra de 1987 en Times Square, NY. Cortesía: Times Square Alliance. Foto: Ka-Man Tse @TSsArts

Alfredo Jaar, A Logo for America, 2014, reposición de la obra de 1987 en Times Square, NY. Cortesía: Times Square Alliance. Foto: Ka-Man Tse @TSsArts

Alfredo Jaar, A Logo for America, 1987, intervención pública, animación digital encargada por The Public Art Fund para la pantalla Spectacolor, Times Square, Nueva York, abril de 1987. Cortesía del artista, NY

Con la versión 2014 podemos pensar también en otros registros, como la práctica artística y curatorial de volver a emplazar luego de casi tres décadas una obra realizada para un lugar específico en ese mismo lugar, aunque ya no sea el mismo. A mediados de los noventa, el entonces alcalde de Nueva York, el republicano Rudolph Guiliani, implementó un programa de «limpieza» en Times Square, cerrando los teatros pornográficos e incrementando la seguridad y las atracciones para los turistas. Por los efectos de dicho programa, sus detractores se han referido desde entonces a la plaza como una zona “disnificated”, término que alude a los lugares en Estados Unidos que se asemejan a Disneylandia por sus múltiples posibilidades de consumo, mercado y sentimentalismo. Así, el nuevo emplazamiento social en que hoy se proyecta A logo for America nos hace revisar frases como “limpiar Times Square”, es decir, limpiar la calle del comercio sexual y de la droga para convertirla en un centro de entretenimiento en cada uno de sus vértices. A su vez, si traemos la idea de Baudrillard sobre Disneylandia podemos expandir aún más la idea de mundo ensimismado cercano a la ficción de Jaar. Para Baudrillard, que ve a dicho parque de diversiones como el lugar que oculta la “hiperrealidad” de Estados Unidos, “Disneylandia se presenta como imaginaria para generar la creencia que el resto es real, cuando todo Los Ángeles y los Estados Unidos que la rodean ya no son reales, sino del orden de lo hiperreal y la simulación. No se trata ya de una representación falsa de la realidad (la ideología), sino de ocultar que lo real ya no es real».

Times Square, entonces, al asemejarse a ese espacio autónomo de lo hiperreal, no hace más que negarse a sí mismo, delatándose por su propia ocultación. En este nuevo panorama, A logo for America de Alfredo Jaar pareciera estar más lejos que nunca de modificar el problema lingüístico al que se refiere, pero muy cerca en cambio, y ahí está su «efectividad», de repensarse como signo de resistencia que abre nuevos debates en torno a su ontología y su contexto. Con todo, cuando Magritte dice “esto no es una pipa”, criticando las relaciones entre la representación pictórica y sus convencionalismos, Jaar, en medio del luminiscente contexto publicitario del paisaje disnificated de Times Square, vuelve a decir, una vez más sobre el mapa de Estados Unidos, “Esto no es América”.


[i]  Pablo Chiuminatto en exh. Cat Jaar SCL 2006, ed. Adriana Valdés, 69.

[ii] Ver exh. Cat Jaar SCL 2006, 68

[iii] Ídem, 71

[iv] Dos años antes de que Jaar realizara A logo for America en 1987, Antoni Muntadas había presentado dentro del mismo programa la animación This is not an Advertisement (Esto no es en aviso publicitario). Luego, también en 1987, Catalina Parra presentó la animación Liberty is a Statue (La libertad es una estatua), citando las ácidas palabras de su padre, el poeta Nicanor Parra. Mientras Muntadas infiltra un elemento ajeno a su funcionalidad mercantil, pero que en el arte contemporáneo es tantas veces cercano a la lógica de las estrategias publicitarias, Parra cuestiona la visión idealizada de los estadounidenses sobre la libertad.

Florencia San Martin

Nace en Santiago, en 1982. Profesora Asistente de Historia del Arte en Lehigh University, donde enseña y escribe sobre arte contemporáneo en las Américas y el contexto global, metodologías decoloniales e historia de la fotografía. Florencia tiene un PhD y un MA en Historia del Arte otorgado por Rutgers University, un MFA en Escritura Creativa por NYU y una licenciatura en Artes Visuales por la Universidad Católica de Chile.
Es co-editora del volumen “The Routledge Companion to Decolonizing Art History” (Routledge, 2024), “Dismantling the Nation: Contemporary Art in Chile” (Amherst, 2023), y el número especial “Decolonizing Contemporary Latin American Art” (Arts/MDPI, 2020). Sus ensayos, capítulos de libro y reseñas han aparecido en lugares como ASAP/J; Latin American and Latinx Visual Culture; y TRANSMODERNITY; Wiley Blackwell; y Anales de Literatura Chilena. Su investigación ha sido apoyada por instituciones como el Smithsonian American Art Museum; Crystal Bridges Museum of American Art; y las universidades de Lehigh, Rutgers y California State.

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