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¿QUÉ HACE A UN ARTISTA?

UN RECORRIDO POR CARÁCTER 2024

Cuando reflexionamos sobre cómo se llega a ser artista, nos adentramos en un territorio de incertidumbre y relatividad. ¿Es durante la infancia, cuando se coleccionan dibujos o se comparten con familiares, lo que podríamos llamar un artista innato? ¿O es después de una formación académica? ¿Mantiene un artista su autenticidad si elige otro camino después de obtener su título? ¿Persistirá, contra todo pronóstico, ese tal artista que todos llevamos dentro?

Estas interrogantes, esquivas e incompletas en sus respuestas, se vuelven escurridizas al considerar la naturaleza subjetiva del arte y lo que implica ser artista en la actualidad. Las exigencias de la formación académica y los desafíos del ecosistema artístico complejizan aún más cualquier definición. ¿Lo que caracteriza al artista es un mercado que adquiere sus obras o el número de exposiciones que logra tras salir de la universidad? ¿La opción de crear obras y no exhibirlas, se considera también hacer arte y ser artista?

Me hice estas preguntas mientras recorría CARÁCTER, la exposición del examen de grado de los 32 egresados de la Escuela de Arte UDP, quienes probablemente hayan reflexionado sobre estas mismas inquietudes. La labor a la que me dedico implica observar el desarrollo de artistas inmersos en las complejidades de la escena regional, por lo que no me son ajenas las condiciones de precariedad y otras frustraciones que suelen enfrentar, sobre todo al comienzo.

En un complicado contexto para hacer arte, los artistas pueden sentirse obligados a abandonar por la falta de apoyo, o llegar a traicionarse a sí mismos al ver cómo sus convicciones se desmoronan en la búsqueda de reconocimiento y éxito, influenciados por las tendencias del momento de los circuitos artísticos internacionales.

Valentina Jaque Gacitúa, El monstruo tras la hoja, 2023. Tinta china sobre libro/cartón forrado/papel, tinta china de color negro, blanco, rojo y amarillo; libros publicados; cartón forrado. Medidas variables. Foto: Alejandra Villasmil.

Me preocupa el futuro de estos graduados, pero no desde una perspectiva condescendiente. Me inquieta porque hay aquí abundante talento y desconocemos cómo podrá absorberlo nuestro sistema de arte local, por lo general limitado de recursos. Lo que me reconforta en medio de estas reflexiones es ver un «arte universitario» que aún no se enfoca en obtener validación externa, sino que responde a las pulsiones más genuinas y descontaminadas del pensamiento y la creación.

Con plena conciencia de la dificultad que conlleva ser artista y siendo testigo de lo que algunos podrían considerar un fracaso artístico, a pesar de las buenas intenciones y la voluntad propia, me sorprendió ver en Carácter obras cuyas ideas y resolución material podrían destacar en cualquier espacio expositivo fuera de la universidad, aun siendo leídas desde la justa dimensión de proyecto de graduación.

Estos trabajos, que han sido meticulosamente guiados y evaluados por profesores, se exponen en los mismos talleres de la Escuela para ser sometidos al escrutinio público. Es en esta exposición inaugural donde el estudiante podría experimentar, tal vez por primera vez, la sensación de ser reconocido como artista.

Jyn France, Plástico A1, 2023. Plástico transparente, hilo de algodón, tela bistrech. Medidas variables. Foto: Marcelo Cruzat.

La presentación de las obras en su entorno nativo, el ámbito universitario, no le resta a Carácter ese toque ‘místico’ propio de una exposición extracurricular. El recorrido, además, es lo suficientemente placentero y ágil como para perderse un par de horas. La disposición espacial, si bien no ha sido pensada como un ejercicio curatorial en estricto rigor, refleja ciertas correlaciones por temáticas o medios artísticos.

Las obras de Carácter se conectan no solo porque la cohorte converge en la experiencia de crear en un mismo lugar, bajo una misma línea de enseñanza, o en un contexto social relativamente similar, sino sobre todo por compartir muchas de las subjetividades propias de una misma generación.

Si clasificáramos a estos artistas en círculos de intereses, sobresale de manera significativa el resurgimiento de la pintura. O, más precisamente, el compromiso con la pintura por parte de esta generación de la UDP, porque la pintura nunca ha desaparecido ni ha muerto, como tiende a sentenciar cierto tipo de crítica ante el impacto de las tecnologías en las artes visuales.

Este énfasis en la pintura es particularmente notable al revisar las ediciones de Carácter desde 2013, donde solía predominar la investigación material, a menudo orientada hacia una fascinación por la forma. Con riesgo a equivocarme, diría además que lo pictórico renació en Carácter durante la pandemia.

Tamara Méndez Jiménez, Alada Nostalgia, 2023, video, 8:22 min. Cortesía de la artista.
Gema Carreño Chávez, Ángel, 2023, video proyección, 14:00 min.

Como decía, la Escuela de Arte UDP se distinguió a lo largo de la última década por su enfoque escultórico, un sello distintivo sin duda cautivador. Sin embargo, me complace ver este año un mayor énfasis en la pintura, la artesanía, la manualidad y, sí, una apreciable dosis de tosquedad y desenfado. Más allá de mis preferencias personales, interpreto esta orientación como un gesto reactivo a los tiempos que vivimos.

Es plausible pensar que entre los artistas y creadores en general, en disciplinas como diseño y arquitectura, se ha despertado una sensibilidad hacia las tecnologías análogas y primitivas, aquellas vinculadas a los orígenes, en contraposición a la abrumadora digitalización contemporánea. ¿Estamos presenciando un retorno a las raíces de las técnicas artísticas tradicionales, a la pintura ‘con pintura y pincel’, a la escultura modelada a mano, al dibujo por el dibujo mismo, a la tijera y el papel, al yeso y a la porcelana fría, al soporte pictórico encontrado, a la animación con figuritas de plastilina?

De los pocos videos que integran la muestra -no hay, extrañamente, nada de fotografía- uno de ellos es precisamente una animación stop motion: Alada Nostalgia, de Tamara Méndez Jiménez. El corto se vale de una trama aparentemente sencilla, en la que un hombre tiene un ave como mascota y se obsesiona con convertirse en pájaro, para indagar en aspectos fundamentales de la condición humana, como la búsqueda de una conexión íntima con otras formas de vida y la compleja relación entre el deseo de libertad y el deseo de dominación.

En la producción destaca la decisión consciente de exhibir el proceso, mostrando en cámara las manos de la creadora articulando la figurita humana. Si esta elección es por limitaciones de tiempo, recursos o habilidades para lograr una ejecución más ‘limpia’, es lo de menos. Ya sea intencional o accidental, este pequeño pero significativo detalle nos arranca una sonrisa con su espontaneidad.

El visionado de este corto en el auditorio del subsuelo se intercala con Ángel, de Gema Carreño Chávez, una animación digital pero radicalmente artesanal que combina técnicas como el pixel-art y el alto contraste. Estos recursos visuales contribuyen a crear una atmósfera de extrañeza a tono con la naturaleza críptica de la narrativa, la cual deja entrever un misterioso asunto de abuso de poder en un entorno familiar.

Ángel adopta la forma de un falso videojuego que involucra al espectador como un potencial jugador encargado de tomar decisiones para guiar hacia la autodeterminación a nuestro amigo encarcelado por su malvada madre.

Valentina Jaque Gacitúa, El monstruo tras la hoja, 2023. Tinta china sobre libro/cartón forrado/papel, tinta china de color negro, blanco, rojo y amarillo; libros publicados; cartón forrado. Medidas variables. Foto: Marcelo Cruzat.
Valentina Jaque Gacitúa, El monstruo tras la hoja, 2023. Tinta china sobre libro/cartón forrado/papel, tinta china de color negro, blanco, rojo y amarillo; libros publicados; cartón forrado. Medidas variables. Foto: Alejandra Villasmil.

En el mismo subsuelo, se encuentra una íntima instalación creada con papel, tinta y libros usados por Valentina Jaque Gacitúa. Titulada El monstruo tras la hoja, se podría decir que hay una bestia maquinando el destino de los humanos y animales que la artista dibuja y pinta sobre papel recortado. En este paisaje grotesco, abundan detalles: personajes que emergen desde las profundidades de libros calados, ojos saltones que se multiplican en cada rincón.

En esta atmósfera delirante y visceral, reminiscente de las pinturas negras de Goya, los cíclopes de Odilon Redon y las escenas de El Bosco, los personajes se entregan al acto de comer hasta el vómito y el excremento. Como si se tratara de un purgatorio, El monstruo tras la hoja remite a los aspectos perturbadores de la existencia.

En cuanto a las temáticas que atraviesan las obras en Carácter, es evidente que sus jóvenes creadores toman la realidad personal como punto de partida para abordar asuntos universales, tales como la discriminación por clase y género, ocios y vicios, la institucionalidad, el abuso de poderes, las relaciones interespecíficas y la crisis medioambiental, los espacios que habitamos, las pulsiones eróticas y el deseo sexual, y los cruces entre estas y otras zonas liminales.

Daniela Acosta Barahona, Imágenes insólitas, 2023. Huesos de vaca, porcelana fría, resina, bayas de eucalipto, silicona de ventana. Medidas variables. Foto: Marcelo Cruzat.
Bárbara Wilson Arias, Simbiosis: de materia a materia, 2023. Instalación de cáscara de huevo, bandejas de cartón, cuescos de palta, pegamento, compost, planta de paltos, mallas de palta, tina de baño, lavamanos y biofilm SCOBY. Medidas variables. Foto: Marcelo Cruzat.
Bárbara Wilson Arias, Simbiosis: de materia a materia, 2023. Instalación de cáscara de huevo, bandejas de cartón, cuescos de palta, pegamento, compost, planta de paltos, mallas de palta, tina de baño, lavamanos y biofilm SCOBY. Medidas variables. Foto: Marcelo Cruzat.

Si bien en la muestra prevalece la noción ampliada de reconexión con los orígenes, varias obras están construidas utilizando materiales industriales, algunas en combinación con elementos del mundo natural. La conjunción de lo orgánico y lo artificial, una dinámica presente en las prácticas artísticas desde la modernidad se manifiesta particularmente en las esculturas que Daniela Acosta Barahona instala en los suelos y las paredes de toda una sala expositiva.

Hechas con restos de madera, hojas secas, huesos y porcelana fría, sus Imágenes insólitas evocan la presencia de seres híbridos, entre fósiles con órganos y animales que parasitan cuerpos humanos. Iluminadas tenuemente con focos direccionales para crear una atmósfera enigmática al estilo de los museos de ciencias naturales, estas piezas parecen inspirarse en la veneración pagana de las fuerzas y ciclos naturales. El contraste entre la vitalidad aparente y la sensación de amenaza o cataclismo confiere a estas obras un aspecto intrigante.

La noción de coexistencia también está presente en la instalación viva de Bárbara Wilson Arias, Simbiosis: de materia a materia, concebida a partir de la experimentación con desechos, desde materia orgánica vegetal hasta SCOBY, un biofilm compuesto por bacterias y levaduras, cuyo distintivo olor impregna todo el ambiente.

Esta masa gelatinosa se forma durante la fermentación de té endulzado con la colaboración de bacterias y levaduras. El té fermentado resultante, conocido como kombucha, es una bebida con probióticos cada vez más consumida debido a sus propiedades beneficiosas para el aparato digestivo y como una alternativa saludable al consumo de bebidas gaseosas. Vertida en una tina, la kombucha se instala frente a cartones y cáscaras de huevos, y un ensamble con paltos, el «oro verde» que seca la zona central de Chile.

La instalación de Bárbara explora los procesos simbióticos en nuestra sociedad industrializada, donde afortunadamente crece la preocupación por la sostenibilidad y la reutilización de recursos. Su reflexión sobre los hábitos de consumo y la relación cada vez más consciente con la alimentación y la salud considera la simbiosis no solo a nivel biológico, sino también a nivel social y ambiental.

Rafaella Lombardi, El delirio de la carne, 2023. Óleo sobre bastidor, 12 pinturas de 1 x 1 m. Foto: Marcelo Cruzat.
Jyn France, Plástico A1, 2023. Plástico transparente, hilo de algodón, tela bistrech. Medidas variables. Foto: Marcelo Cruzat.
Jyn France, Plástico A1, 2023. Plástico transparente, hilo de algodón, tela bistrech. Medidas variables. Foto: Marcelo Cruzat.
Daniela Garrido, La Trans/ferencia del color, 2023. Materiales automotrices sobre metal galvanizado, forjado con metalcom, latas de aluminio. Medidas variables. Foto: Marcelo Cruzat.

Dentro del amplio repertorio de pintura de la exposición, encontramos a Rafaella Lombardi con una suerte de alucinación pictórica que, a primera vista, podría interpretarse como la representación de mutaciones genéticas o adaptaciones humanas a nuestro entorno industrializado.

Titulada El delirio de la carne, esta serie de 12 pinturas en un mismo formato amplifica el efecto de extrañeza presente en obras anteriormente comentadas al abordar la carnación, la carnalidad y la plasticidad del cuerpo desde la perspectiva del erotismo. Lo corpóreo y lo fantástico, la imaginación y la experiencia física en los ámbitos de la sexualidad y la virtualidad convergen en estas formas.

Jyn France también se aventura en el ámbito de lo erótico, pero con un enfoque lúdico que evoca la popnografía presente en la famosa serie Frozen Sex de Marta Minujín, donde la artista argentina encuadra en primer plano partes íntimas masculinas, dotándolas de un carácter exhibicionista.

Las «radiografías» sexuales de Jyn France están trazadas con hilo sobre superficies plásticas transparentes que cuelgan del techo, generando un travieso juego de apariciones a través de las vidrieras al estilo De Wallen. Estas revoltosas viñetas, que France denomina «dibujos textiles», constituyen un abordaje directo y poco convencional del tema de la sexualidad en el arte chileno joven [Como excepción a la regla, mencionaría las Serigrafías Pelúas de la artista Isidora Bravo, también egresada de esta misma Escuela].

Fernanda Molina, Fustazo, 2023. Madera, cuerina, cintas de colores varios, PVC, huincha aisladora, alambre tensado, 2.40 x 5.40 m. (dimensión total); cada fusta 76 cm. Foto: Marcelo Cruzat.
Fernanda Molina, Fustazo, 2023. Madera, cuerina, cintas de colores varios, PVC, huincha aisladora, alambre tensado, 2.40 x 5.40 m. (dimensión total); cada fusta 76 cm. Foto: Marcelo Cruzat.

Otra obra con trasfondo sexual es la instalación de Fernanda Molina, que consta de cincuenta fustas suspendidas desde el techo. Cada fusta tiene sujeta una boleta con el nombre de la yegua, la combinación numérica del orden de llegada y el monto apostado. De manera juguetona, provocadora y a la vez perturbadora, la obra nos pasea por nombres de yeguas como Exquisita, Nasty y Buenas Piernas, términos que suelen tener connotaciones sexuales cuando son utilizados por hombres para referirse a las mujeres.

Fustazo se presenta posiblemente como la única pieza de corte feminista en la exposición, al abordar la opresión de la mujer no solo en términos sexuales, sino también dentro del contexto más amplio de la sociedad patriarcal. Además, la presencia de la fusta podría sugerir, como lectura paralela, prácticas sexuales de subyugación, donde la fantasía tiene como límite el consentimiento mutuo.

Aunque Molina no proporciona muchas más pistas sobre sus intenciones en su declaración artística, da la impresión de que esta obra cuestiona la objetualización del sujeto político femenino y los desequilibrios de poder en las relaciones yegua/jinete, hombre/mujer y otras diversidades de género y especie.

Con un enfoque diferente, Daniela Garrido, una mujer trans, trata el tema de los desequilibrios de poder y la representación de género a través de su serie de pinturas de gran formato titulada La Trans/ferencia del color. Inspirada en el movimiento modernista estadounidense Hard Edge, caracterizado por formas geométricas y colores planos con bordes definidos, sus composiciones sugieren siluetas femeninas vinculadas al Drag y a la moda.

Garrido dice utilizar una paleta de tonos pasteles con la intención de construir un ambiente libre de violencia para la comunidad trans marginada y desafiar la imagen negativa asociada con esta identidad de género, aunque este objetivo no se manifiesta explícitamente en sus obras.

Vicente Miranda, Piel expandida, 2023. Ropa reutilizada, costuras y piedras. Medidas variables. Foto: Marcelo Cruzat.
Vicente Miranda, Piel expandida, 2023. Ropa reutilizada, costuras y piedras. Medidas variables. Foto: Marcelo Cruzat.

En una línea temática afín, la instalación Piel expandida de Vicente Miranda emplea el textil como un material simbólico para expresar la identidad queer. Confeccionada a partir de prendas recicladas y cosidas entre sí, se presenta como una suerte de carpa colgante que ocupa toda la sala con una solución de montaje audaz y efectiva.

La obra se construye a partir de varias ‘entidades textiles’, definidas como «cuerpos» por Miranda. Conforman un refugio a la vez que una piel expandida, representando la fluidez y diversidad de lo queer. Los visitantes pueden rodear la obra, ingresar a sus cúpulas o explorar los agujeros que ofrecen vistas desde el interior. Aunque estática y con intenciones radicalmente distintas, su configuración presenta similitudes con la escultura viva Divisor (1968) de Lygia Pape.

Estos últimos trabajos evidencian la libertad que hoy encuentran los jóvenes para explorar temas que por siglos han sido considerados tabú, contribuyendo así al cambio cultural mediante el cuestionamiento de percepciones tradicionales sobre la diversidad y la igualdad en el ámbito de la sexualidad. Esta apertura puede atribuirse a factores como la representación en los medios, el acceso online a la información, cambios en la educación sexual, el respaldo social, la promoción de derechos LGBTQ+ y la consiguiente legalización del matrimonio igualitario en diversos países.

Camila Barrera Muñoz, La perturbación monóloga del cuerpo, 2023. Tres videos MP4 proyectados sobre diversos soportes. Foto: Marcelo Cruzat.
Camila Barrera Muñoz, La perturbación monóloga del cuerpo, 2023. Tres videos MP4 proyectados sobre diversos soportes. Foto: Marcelo Cruzat.
Camila Barrera Muñoz, La perturbación monóloga del cuerpo, 2023. Tres videos MP4 proyectados sobre diversos soportes. Foto: Marcelo Cruzat.

El trabajo que más me cautivó en mi recorrido por Carácter es el de Camila Barrera. Hay un arrojo y una visceralidad distintivas en esta propuesta que merece la pena apoyar más allá de este cierre académico. Consiste en un trío de videos en dispositivos separados, pero unidos por una visualidad abyecta basada en performances ejecutadas por ella misma.

Sobre una placa de horno cubierta con una costra residual, Barrera proyecta un video donde amasa pan. Impulsada por la experimentación con la materialidad, manipula el material doméstico orgánico hasta lograr una masa amorfa y extraña.

La sensación que despiertan sus acciones evoca en mí las transgresoras performances de los años 70 de Paul McCarthy, en las que el artista estadounidense ingería y expulsaba una repulsiva mezcla de alimentos, como salchichas, carne molida, kétchup, sirope de chocolate, mostaza y mayonesa para atacar el consumismo desmedido. Aunque Barrera parece compartir ciertos elementos performáticos, como la manipulación de sustancias orgánicas, los propósitos de su obra parecen dirigirse hacia aspectos más subjetivos y emocionales.

Sebastián Salazar Contreras, Gato por liebre, 2023, yeso, cemento y pintura metálica en aerosol. Medidas variables. Foto: Marcelo Cruzat.

Me detendré en dos trabajos más: Gato por liebre de Sebastián Salazar Contreras, y Pasa, Tiempo de Claudia Paine Antileo.

Gato por liebre es un conjunto de soportes hechos con materiales bastardos, como yeso y cemento, sobre los que el artista representa en bajorrelieve diversos recovecos de poblaciones de Santiago, como si fueran vistos a través de las pantallas de dispositivos móviles. Posteriormente, el artista utiliza aerosol de colores plata, dorado y cobre para simular un acabado de metales preciosos, creando tensiones entre la manufactura artesanal, lo mundano de la representación y la aparente suntuosidad de la terminación. El título de la obra, Gato por liebre, alude a este engaño perceptual.

Pasa, Tiempo de Claudia Paine Antileo destaca en Carácter como el único ejercicio conceptual y de crítica institucional. La obra surge a partir de la reflexión de la artista al llegar al final de su carrera, a modo de cuestionamiento sobre la utilidad de las artes visuales y en medio de la angustia inherente a la transición a una etapa vital de mayor responsabilidad.

El conjunto de trabajos de Paine emula ejercicios de manualidades de la educación básica chilena, con el objetivo de cuestionar el significado de los emblemas de la identidad nacional la misma institución secundaria. La forma en que los programas educativos están enfrentando nuestra transformada percepción de los emblemas nacionales, especialmente a raíz del estallido social, es una interrogante importante que aquí parece plantearse.

Claudia aborda incluso el asunto de la deuda que ha adquirido con la universidad donde se formó como artista. Esto lo resuelve en las piezas de los elementos identitarios, elaborados con bolitas de papel seda. Junto a cada uno, coloca la boleta correspondiente a los costos totales de su formación como artista y de las obras que crea, destacando así la abismal disparidad económica entre ambas.

Claudia Paine, Pasa, Tiempo, 2023. Cartón piedra, papel crepé, acuarelas, pigmentos en polvo, cola fría, papel bond, papel térmico, Scotch. Medidas variables. Foto: Marcelo Cruzat.
Claudia Paine, Pasa, Tiempo, 2023. Cartón piedra, papel crepé, acuarelas, pigmentos en polvo, cola fría, papel bond, papel térmico, Scotch. Medidas variables. Foto: Marcelo Cruzat.

Durante mi visita, la artista compartió conmigo sus impresiones sobre la futilidad del hacer constante y sin pausa, del tedio que esto conlleva y de la presión que experimenta como estudiante de último año, para cerrar con una duda existencial: “¿para qué hago lo qué hago?”

La pregunta de Claudia me remite a mi inquietud inicial: ¿Qué define a un artista como tal? Y, ¿cuál es el futuro de las nuevas generaciones de artistas recién graduados en Chile hoy?

Carácter ofrece una visión fresca y auténtica que desafía las expectativas vinculadas con lo que comúnmente etiquetamos como «arte universitario». Aunque no las haya nombrado todas, estas propuestas -que toman direcciones creativas fascinantes y complejas- encierran las múltiples posibilidades de lo que implica ser un artista hoy y, al mismo tiempo, abren una ventana por la que soplan vientos renovados, más esperanzadores.


CARÁCTER 2024

Escuela de Arte UDP, Av. República 180, Santiago Centro

Del 10 al 24 de enero de 2024 | 10.00 a 18.00 hrs

Coordinación y Diseño Exposición: Bernardita Croxatto

Registro Fotográfico: Marcelo Cruzat

Diseño Gráfico: Valentina Pizarro

Egresadxs:

Tomás Arredondo, Tania Avendaño, Tamara Méndez Jiménez, Sebastián Salazar Contreras, Ricardo Sotomayor Leiva, Rafaella Lombardi, Gema Carreño Chávez, Felipe Soriano Salinas, Daniela Fernández, Jyn France, Valentina Jaque Gacitúa, Daniela Catalina Acosta Barahona, Constanza Richter Mejías, Claudia Francisca Paine Antileo, Camila Barrera Muñoz, Berenice Canales, Antonia R. Aspee, Ignacio Álvarez Miranda, Vicente Miranda, Valeria O´Shee Labarca, Valentina Constanza Cuevas Pineda, Michelle Hostolaza Martínez, Javiera Salinas Piña, Fernanda Paz Molina Aravena, Giselle Dintrans E., Danyeli Celis Rosales, Daniela Garrido, Alex Nieva, Karuk Gerónimo Fundora Pizarro, Bárbara Wilson Arias, Constanza Rivera Flores, Priscila Betsabe Faúndez Díaz.

Alejandra Villasmil

Nace en Maracaibo (Venezuela) en 1972. Es directora y fundadora de Artishock, revista online especializada en arte contemporáneo. Licenciada en Comunicación Social, mención audiovisual, por la Universidad Católica Andrés Bello (Caracas), con formación libre en arte contemporáneo (teoría y práctica) en Hunter College, School of Visual Arts y The Art Students League, Nueva York. Es editora y traductora inglés/español de contenidos sobre arte, trabaja en campañas de difusión y escribe regularmente para publicaciones, galerías y artistas de América Latina y El Caribe.

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