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MARIO GARCÍA TORRES SOBRE LA IMAGINACIÓN, EL ABURRIMIENTO Y EL MUNDO DE XOCO

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Recuerdo cuando era niña esas tardes de verano en que sólo estábamos el césped y yo, en medio del campo sin nada más que hacer que imaginar. Vuelvo allí y me encuentro con la sensación de que si había un mundo posible era el que yo misma me podía inventar. Estar aburrido era algo casi caprichoso. No recuerdo a mis padres pendientes de nuestro entretenimiento, mi hermano y yo éramos unos niños algo salvajes y posiblemente la nada era el lugar perfecto para encontrarlo todo. Unos palitos eran suficientes para crear un mundo.

Este breve instante vino a mi memoria cuando vi por primera vez el film de Mario García Torres Xoco, The Kid Who Loved Being Bored. Esta animación (que también es un libro) creada con ilustraciones de Tomoko Hirasawa, acompañada de la música de Gustavo Hernández Dávila y un hermoso texto escrito por el mismo artista, cuenta la historia de Xoco, un niño que mientras recorre un paisaje totalmente abstracto, donde parece no ocurrir absolutamente nada, vislumbra la posibilidad de la emancipación a través de su imaginación.

En su presente exposición en la galería Elba Benítez, Mario García Torres presenta como pieza central la continuación de esta historia, Xoco, The Kid Who Loved Being Bored (cont.). La película de animación en 16 mm está proyectada sobre la pared de la galería acompañada de una serie de pinturas que corresponden a fondos de animaciones como Beetlejuice, Dick Tracy o Star Trek, pintados a mano y que el artista adquirió en rastrillos. Al igual que en la primera parte, el rasgo más destacado de Xoco es que no hace nada, o al menos nada que parezca realmente significativo. Sin embargo, la relación que establece con su entorno, con los mínimos elementos que pueden estimular su imaginación nos llevan como espectadores a plantearnos nuestra propia capacidad de imaginar, de liberar nuestras ideas y pensar otras historias posibles. La actitud casi Zen de este niño parece responder a una pausa en el trabajo de este artista, quién nos cuenta en la siguiente entrevista la necesidad de cuestionar sus propias estructuras de trabajo, los límites de la obra y los diálogos que ésta genera.

La exposición también incluye una segunda película de animación titulada The Remains of a Never-seen-by-the-artist Animation. Se compone de un found-footage que García Torres recogió de los restos de la sala de montaje del estudio de animación. The Remains nos remite visualmente a películas de animación experimentales abstractas de las décadas de 1960 y 1970. Pero, al mismo tiempo, vincula esta exposición a la obra más conocida de este artista, quién ha investigado profundamente sobre el uso metafórico y literal de la historia del arte, de aquellos intersticios de invisibilidad que pueden generar nuevas lecturas de la historia y del tiempo.

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Carolina Castro: La exposición que estás presentando ahora en Madrid incluye una obra que es la continuación de un film de animación que se llama Xoco, The Kid Who Loved Being Bored. Cuéntame un poco sobre este personaje y cómo nace esta obra.

Mario García Torres: Bueno, este film nace de una investigación que comencé sobre el aburrimiento después de mi proyecto en la Documenta 13 –en el que había trabajado muchos años-; entonces tenía ganas de no tener compromisos de pasar tiempo haciendo nada, lo más que pudiera. Pero resulta que en medio de ese momento me acordé que tenía fecha para una exposición en Japón, así que de entre esas cosas que estaba leyendo -sobre el aburrimiento y sobre la imaginación- apareció Xoco. La idea para mi es pensar el aburrimiento como un espacio de emancipación donde uno puede imaginar cosas que son posibles fuera de la realidad, pensar las cosas de una manera distinta. Todas estas eran hasta ese momento ideas sueltas que luego traduje en este proyecto, un cuento infantil; así comencé a investigar sobre la estructura del cuento. Una de las ideas que me motivaba era que a la galería vinieran niños. Veo que hay algo en el espacio de las galerías y museos como muy condescendiente con que haya niños, entonces me parecía buena idea orientar este trabajo a ellos puesto que son los que tienen la posibilidad de jugar con esa imaginación. Luego también hay una cosa respecto a los cuentos y es que desde niño te van cortando la imaginación y diciendo cuáles son los límites de lo que puedes conocer. Para mi una gran pregunta es qué es lo que un niño necesita para detonar su imaginación. Y es claro que son más exitosos los cuentos que abren paso a esa imaginación. Entonces la historia de Xoco propone eso, generar una estructura de un cuento que tiene muy poco construido, describe un poco, pero las situaciones en las que se encuentra el personaje son un poco abstractas.

C.C.: Desde mi punto de vista Xoco -el film- es tan adulto como infantil. Es una imagen en blanco y negro, el cuerpo de Xoco –el personaje- también es blanco como el fondo y produce una sensación muy “zen” de formas que se mueven en un espacio y él hace de guía intentando comprender el espacio donde está. El audio en japonés, en la primera parte, también influye a llevarte a un lugar muy contemplativo, sin embargo los pensamientos de este personaje son muy profundos y activos, está constantemente imaginando. Se produce un juego entre observación y contemplación que, como dices, es bastante abstracto. ¿Qué recepción ha tenido?

M.G.T.: La verdad es que a mucha gente le gusta, pero yo no creo que a los niños les guste tanto, porque es un cuento que en términos retóricos está más claro para la gente adulta que lo mira con los ojos del niño. De la experiencia del primer film salió un librito y después de haberlo enseñado y hablarlo con gente que se dedica a esto me di cuenta que hay cosas que son demasiado abstractas para un niño. Por ejemplo el concepto del horizonte. Por más que lo expliques es muy difícil de entenderlo, necesitas una edad específica. Ahora pienso que ese es el principal problema del film. Los niños consiguen tener una relación con el personaje; a pesar de que es en blanco y negro, muchos niños lo consumen bien pero no es claro qué tan profunda se pueda volver esa percepción.

C.C.: Pensando en otras piezas de esta exposición, los fondos de animación que acompañan la animación están vacíos, sin personaje, lo que sugiere ser un estímulo para la imaginación de quien los ve. ¿Es eso intencional?

M.G.T.: Exacto, un poco lo que he tratado de hacer aquí en esta exposición es que el espectador construya la historia, aunque la animación (digamos la trama, si se le puede llamar así a tan mínimo gesto) tiene que ver con el acto de exhibir. Me interesa ver hasta qué punto uno se exhibe a uno mismo como artista. Puede parecer muy tonto, pero es algo importante a lo que le he estado dando vueltas. ¿Hasta qué punto uno comienza a generar un personaje?. Aunque no estés presente, como sujeto que crea las narrativas de la exposición, creo -en mi caso- un personaje que potencialmente no soy yo …

C.C.: Pero que personificas. Me parece importante, volviendo al nacimiento de Xoco, éste es el resultado de una búsqueda tuya sobre el aburrimiento. Quiero pensar que de alguna manera ese aburrimiento es tal vez tu reacción a una realidad, tanto externa como interna.

M.G.T.: Claro, una realidad y una percepción pública. Por un lado quise generar un juego con estos elementos y por otro lado una narrativa muy específica que tiene que ver con el personaje de Xoco dándose cuenta que es esa proyección, dándose cuenta que hay un límite en el marco del film, donde él se asoma y mira, entra a la pantalla, y hasta que punto él va negociando consigo mismo ese lugar.

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C.C.: ¿Crees que hay una apropiación de los espacios a la hora de exhibir? ¿Y una relación entre el personaje de Xoco y tú en ese sentido?

M.G.T.: Nunca lo había pensado en términos de apropiación pero uno hace siempre eso con el espacio. Es una negociación donde puedes ver hasta qué punto uno respeta al público y hasta qué punto quieres manipularlo. Todos esos grados son los que se negocian cuando se hace una exposición. Es muy fácil manipular al espectador, si lo pensamos de un modo, pero lo interesante para mi está lejos de eso; lo que yo quiero es pensar o definir dónde está ese límite. Todo, dentro de la estructura de una galería/museo, significa, y estas cosas son las que uno como artista tiene que pensar al hacer una exposición.

C.C.: ¿Tú crees que los artistas piensan a menudo en el espectador?

M.G.T.: Una cosa es hacer una obra y otra es hacer una exposición. En tu estudio haces una cosa, gestual si quieres, pero ese gesto en el momento en que lo pones en una galería es otra cosa. No tiene que ver este acto de hacer, con el de exponer. Tal vez puedes hacer una pieza de manera naïve en tu estudio, pero el gesto de mostrarlas al público, eso es algo que se hace increíblemente consciente.

C.C.: Lógicamente cuando expones tu obra estás más expuesto como persona, tu sensibilidad, pero ¿crees que en el momento de la exposición tus intenciones deben estar más de manifiesto?

M.G.T.: Hay detalles que, claro, puedes pasar por alto, aunque siempre hay un momento en que estás definiendo las cosas, por más arbitrario que parezca, las estás controlando. Por ejemplo, tu puedes dejar que los demás hagan un discurso sobre tu trabajo, sin embargo si uno es capaz de controlar los significados tienes más posibilidades de que sea entendido. Pero bueno, siempre hay cosas que se escapan. Tu como artista siempre estás refrendando hasta qué punto te interesa generar cierta autonomía; yo quiero definir hasta un cierto punto las cosas. Esa me parece una gran pregunta: ¿hasta qué punto quieres definir las cosas y hasta qué punto no?.

C.C.: ¿Y hasta qué punto tú quieres definir tu trabajo?

M.G.T.: Al final del día mis intereses son conseguir dialogar, que cada obra consiga dialogar. De algún modo cada obra puesta allí es como si pusieras algo sobre la mesa en torno a lo que quieres hablar. Lo más interesante del mundo del arte y lo más valioso de hacer nuestros intereses públicos es que los demás se interesen por ello, o más bien encontrar a gente con intereses similares. Entonces todas esas cosas son para generar cierta autonomía y cierta honestidad con uno mismo.

C.C.: En algunas entrevistas te han preguntado por la noción de verdad, que yo la relaciono mucho con la honestidad. La búsqueda de la verdad como una forma de pensamiento o conocimiento. Es algo muy presente en la historia, sobre todo en la creación, el arte, la música, etc. ¿Existe la posibilidad de que la verdad sea conseguir expresar algo honesto contigo mismo, con tus valores y en base a ello puedas generar algo en los demás?

M.G.T.: Para mi tiene más que ver con ser consciente de lo que el sistema permite y lo que el sistema es. Saber que cualquier objeto que yo ponga en esta situación, en la galería, va a ser leído a través de un número de códigos. A mi me interesa ser consciente y honesto con eso. Uno tiene que ser partícipe de eso; no puedo decir, poner algo ahí y ser naïve sobre los códigos que la crítica, por ejemplo, argumentará. Lo interesante para mi es ser honesto con esos códigos y jugar con ellos. Pero sobre todo creo que uno debe ser consciente de lo que se pone en exhibición.

C.C.: En ese sentido la crítica juega un rol importante, y la palabra del artista… por ejemplo esta entrevista. ¿Qué valor tiene para ti, pensando en el diálogo que busca generar tu obra, la crítica? ¿Es un diálogo tan válido como el espectador?

M.G.T.: Claro! Alguien que escribe, que se toma el tiempo de pensar en el trabajo y poner sus pensamientos en papel, es por supuesto un elemento importante del dialogo que pretendo crear.

C.C.: ¿Qué relación establece esta exposición con tu trabajo anterior?

M.G.T.: Esta exposición por un lado es una pausa, un momento de reflexión sobre lo que se hace y las maneras en que se hace. En ese sentido, está íntimamente ligada a mi trabajo, pero no en términos temáticos, sino estructurales. Tal vez responde a un numero de preguntas que las otras obras proponen. Por otro lado, es también un punto de partida, un momento en el que se cuestiona incluso el trabajo anterior. Siento que este tipo de obras son parte de un cuerpo de trabajo que he venido desarrollando paralelo a las investigaciones históricas, y tiene que ver con ello, con hacer una pausa y cuestionar mis propias estructuras de trabajo.

C.C.: Para terminar, además de incentivar nuestra imaginación, ¿qué es lo que pone sobre la mesa esta exposición, cuál es el diálogo al que invita?

M.G.T.: Bueno yo creo que lo importante aquí es traer la animación al espacio del arte y ver qué ocurre. Transferir, en mi lógica, un discurso conceptual sobre las estructuras del arte y pensar qué significa una cosa y la otra, la interpretación de una misma acción en diferentes contextos. Regresar mi cuento infantil que circulaba en un sistema diferente, regresarlo al espacio del arte y ver qué discusión puede generar eso. Hay algo de pensar cuántas veces una misma acción puede tener diferentes interpretaciones. Los fondos de animación son por ejemplo una propuesta de que allí alguna vez ocurrió una historia, que ahora no está pero que de alguna manera la animación te propone crear. Entonces aquí otra vez volvemos a los límites de la imaginación: ¿cuáles son?. Tal vez es el momento en nuestra sociedad y su imaginario el que está aquí sobre la mesa.

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La obra de Mario García Torres (México 1975), de inspiración investigadora, incluye presentaciones fotográficas, instalaciones conceptuales y piezas basadas en el lenguaje y, con frecuencia, regresa a intersticios pasados por alto en el arte de las generaciones recientes. Su trabajo ha estado presente en la 52va Bienal de Venecia (2007), 8va Bienal de Panamá (2008), Trienal de Yokohama (2008), 29va Bienal de Sao Paulo y Bienal de Gwangju (2010), Documenta 13 (2012) y la 9 Bienal de Mercosur (2013). Ha expuesto en museos e instituciones como la Barbican Art Gallery, Thyssen-Bornemizsa, Musée d’Art Moderne de la Ville de Paris, Tate Modern, Stedelijk Museum, Zurich Kunsthalle, Jeu de Paume, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y el Museo Vostell-Malpartida. Esta es su segunda exposición en la galería Elba Benítez y se podrá visitar hasta abril de 2014.

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Carolina Castro Jorquera

Nace en Chile, en 1982. Es curadora, y Doctora en Historia del Arte por la UAM, Madrid. Sus intereses están enmarcados por las relaciones que es capaz de establecer el arte con otras disciplinas como la ciencia y la filosofía, así como también con las diferentes dimensiones de la conciencia humana y su rol en la construcción de la historia y del presente.

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