
LUIGI GHIRRI: PENSARE PER IMMAGINI. EL ÉXITO PÓSTUMO DEL FOTÓGRAFO ITALIANO DE LA POSMODERNIDAD
El 28 de noviembre se inauguró en el Instituto Moreira Salles de Sao Paulo la exposición itinerante Luigi Ghirri: pensare per immagini. Producida por el MAXXI, Museo de Arte Contemporáneo de Roma, la muestra es un enésimo homenaje que se suma al éxito póstumo del fotógrafo italiano a veinte años de su muerte (1943-1992). Una verdadera «Ghirri-mania”, a la que después de la consagración en la «biblia» Artforum, con una foto suya en la portada, se suma una personal en la Matthew Marks Gallery de Nueva York; la retrospectiva Projects Prints en el Centro de Arte Contemporáneo Castello di Rivoli de Turin; la re-edición de Kodakrome, su primer libro auto producido en 1978; la exhibición, como plato principal del pabellón de Italia en la última Bienal de Venecia, del proyecto Viaggio in Italia, de 1984 (libro que signó una nueva generación en el imaginario visual de Italia después del neo-realismo y de Fellini, con sus plazas de pueblos de provincia desiertos y los paisajes enrarecidos), y la masiva presencia de sus fotos en las principales ferias de Europa, acompañadas de muchos puntitos rojos (para buena paz de su herederos, que después de la muerte de su mujer y colaboradora Paola Ghirri Bergonzoni, fundamental en el trabajo de difusión de su obra, consta de la hija veinteañera del matrimonio, Adele, que gestiona con discreción, inteligencia y humildad el archivo de su padre; tan ponderada que, en vez de buscar visibilidad como muchos de sus coetáneos, al quererla entrevistar me dijo que se sentía demasiado joven e inexperta para declarar).
Esta es la primera vez que se presenta en Latinoamérica la obra del fotógrafo italiano. Artista, curador y escritor, Luigi Ghirri es el icono de la fotografía post-moderna en Italia, en la que la imagen no es más un documento, un reflejo objetivo de la realidad, sino un signo que abre a significados estratificados, emocionales, fenomenológicos, oníricos, subconscientes y metafísicos. Imágenes que son puntos de partida de un relato más amplio y original, irónico y a la vez surreal, sutil y poético. El paisaje no es objetivo, es la síntesis del punto de vista específico del autor que está en el mundo con su propria mirada como herramienta de conocimiento. Él mismo, en sus clases de fotografía, amaba repetir: «Busco un punto de vista sobre el mundo exterior y una visión de un mundo más oculto, interior, de atención, de memorias muchas veces olvidadas».
Quizás el legado de este hombre poliédrico y tan tímido en su vida personal sea el de prestar atención a las cosas imperceptibles y secundarias, las que están al margen, que se esconden de la gloria fácil de la evidencia, y el de cuestionarse sobre “el canto de las sirenas”, sobre la medida exacta entre estar dentro y fuera de los discursos y los sistemas dominantes y prestigiosos, produciendo por pasión, curiosidad y necesidad más que por reconocimiento social. Es la inquietud sintomática de quien está siempre en búsqueda de algo: “Con mi historia personal recorrí exactamente este itinerario, relacionándome continuamente con el mundo exterior, con la convicción de no encontrar nunca una solución a mis preguntas, pero con la intención de seguir preguntando. Porque esta me parece ya una respuesta”.

Luigi Ghirri, Marina di Ravenna, 1986. Cortesía: Fototeca Biblioteca Panizzi, Reggio Emilia © Eredi Ghirri

Luigi Ghirri, Lido di Spina, 1978. Cortesía: Centro Studi e Archivio della Comunicazione dell’Università di Parma
Alejado de los circuitos mas institucionales del arte contemporáneo (trabajó como geómetra y como gráfico), Luigi Ghirri era un refinado intelectual sin academia. Sus referentes eran el pintor metafísico Giorgio Morandi, con el que compartía la búsqueda de la esencia última de los objetos, y la música pop de Bob Dylan. Amigo de Lucio Dalla, con el cual colaboró para la gráfica de sus álbumes, su figura se inscribe en la mítica leyenda de los artistas póstumos, unas semi-divinidades que se consagran a su muerte por no haberse mezclado, queriéndolo o no, con la mundanalidad social, llena de compromisos y afanes poco románticos que alejan de la sagrada “llamada” Schilleriana al arte.
La celebraciones para los veinte años de su muerte se entrenzan simbólicamente con los cien de Marcel Proust, otro semi-desconocido en vida, que como Ghirri, con su pequeña “madeleine” mezcló las dimensiones sensoriales para trabajar el tema de la memoria y de la influencia de lo vivido en cada momento perceptivo.
La exposición, que después de Sao Paulo -donde se quedará hasta el 26 de enero- seguirá su paso por Río de Janeiro, es una de las más exhaustiva sobre el autor. Dividida en tres temas –Iconos, Paisajes y Arquitecturas– para respetar la metodología ghirriana, de un work in progress en constante elaboración y captar los principales intereses de investigación del fotógrafo, reúne tanto sus fotografías más conocidas como sus escritos, sus libros, sus discos, revistas y postales. Todas la herramientas necesarias para poder pensar con las imágenes.

Luigi Ghirri, Reggio Emilia, Masone, Casa Benati, 1985. Cortesía: Fototeca Biblioteca Panizzi, Reggio Emilia © Eredi Ghirri
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