
PAULINA SILVA HAUYON: PERMANECERÉ AQUÍ
Fuegos artificiales, un papel de regalo, un limón, un ciervo moribundo forman parte de la constelación de imágenes que, a primera vista, pueden aparecer como elecciones azarosas. Si de eso se tratara, no podríamos dejar de pensar en una reactivación de la idea duchampiana del desinterés: no es una cualidad estética ni intelectual la que motivaba a Duchamp en la elección de sus objetos a ser ready-mades. El sentido, por el contrario, se encontraba en la total ausencia de sentido.
Sin embargo, para Paulina Silva Hauyon existe un encadenamiento subrepticio entre estas imágenes aparentemente aleatorias. Cada una de ellas evoca cierta tensión irresuelta entre la permanencia y la fugacidad. Cada uno de esos elementos se encuentra, al mismo tiempo, tanto en un momento de plenitud como en vías de descomposición: son ellos mismos el presente en su sentido más amargo y condensado.
Pero la ambivalencia retorna al leer el título de su última exposición en la galería Die Ecke de Santiago: Permaneceré aquí, extraída del último discurso de Salvador Allende en 1973. Es entonces esta afirmación la que envuelve las imágenes con un gaseoso optimismo, como si después de todo la eternidad o la victoria fueran posibles.
La serie de Permaneceré aquí se sostiene en diversas variaciones de la apropiación explícita de los procedimientos e iconografía de artistas como Gustave Courbet, Edouard Manet y Gillian Carnegie. Al mismo tiempo, la huella de Goya -en sus pinturas negras- y Mark Rothko -en la capilla que lleva su nombre en Texas- no dejan de ser territorios con los que ella dialoga.
Podemos pensar en las palabras de Giorgio Agamben como capturas literales de estas pinturas: “…Puede llamarse contemporáneo solamente al que no se deja cegar por las luces del siglo y es capaz de distinguir en éstas la parte de la sombra, su íntima oscuridad. Con esto, todavía no hemos respondido a nuestra pregunta ¿Por qué debería interesarnos poder percibir las tinieblas que provienen de la época? ¿Acaso la sombra no es una experiencia anónima y por definición impenetrable, algo que no está dirigido a nosotros y no puede, por lo tanto, incumbirnos? Al contrario, contemporáneo es aquel que percibe la sombra de su tiempo como algo que le incumbe y no cesa de interpelarlo, algo que, más que cualquier luz, se refiere directa y singularmente a él. Quien recibe en pleno rostro el haz de tiniebla que proviene de su tiempo”.
Ella decide sumergir sus pinturas virtuosas en un pozo petrolífero. Probablemente nosotros, a plena luz, tengamos que hacer lo mismo.
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