Skip to content

LUIS PÉREZ-ORAMAS SOBRE LA POLÍTICA Y LA POÉTICA EN LA BIENAL DE SÃO PAULO

Bajo el título La Inminencia de las Poéticas, la 30ª Bienal de São Paulo basa su premisa curatorial en la multiplicidad, recurrencia y permanente mutabilidad de las poéticas artísticas. Poéticas se entiende como el repertorio instrumental que permite a un individuo o a una comunidad, disciplina o tradición, establecer -intuitivamente, intencionalmente o inconscientemente- las estrategias o plataformas discursivas que tornan posibles actos expresivos, o que se materializan en decisiones expresivas de carácter artístico.

Para el curador en jefe de la Bienal, el venezolano Luis Pérez-Oramas, «inminencia» representa «lo que está a punto de ocurrir, la palabra en la punta de la lengua, el silencio esperado que precede a la decisión de si hablar o no hablar, el arte como una estrategia discursiva y la poética en su pluralidad y multiplicidad».

La herramienta de trabajo fundamental de la Bienal más importante de América Latina, que se inaugura el próximo 7 de septiembre, será la noción de «constelación». Así, en lugar de centrarse en la individualidad de los artistas o en obras singulares, la exposición presentará al público «constelaciones de obras» que comparten un tema, proceso o ideología.

En este entrevista, Pérez-Oramas detalla éstas y otras nociones en torno a las cuales girará el montaje expositivo: Supervivencia, Alterformas, Voces y Derivas, así como una zona transversal, llamada Reverso.


Durante las últimas décadas el arte ha ido estrechando cada vez más su relación con lo político, entendido desde mi punto de vista como algo inevitable frente al acontecer de un mundo que está en constante lucha. Lo poético, sin embargo, ha quedado oculto o quizá relegado a la experiencia individual del arte. ¿Qué impulsa a esta Bienal, y a ti como curador, a querer darle importancia a los asuntos de la poética?

En realidad me gustaría subrayar, de la forma más enfática, que de ninguna manera creo que exista oposición entre lo político y lo poético. Si algo me parece necesario –y felizmente inevitable- es entender que la producción artística, las grandes obras de arte, sirven para desmontar la logocéntrica inteligencia binaria en la que se fundamentan todos nuestros maniqueísmos. Si el arte ha de ser político, e inexorablemente, al menos en el registro cultural de occidente, desde que el arte existe como manifestación propia, y aún más desde que existe una “ideología del arte” magníficamente analizada por Hans Belting entre otros recientemente, el arte no ha hecho más que ser un satélite de la constelación política, a veces adminículo magnífico –artistas al servicio del poder político o eclesial, de Miguel Angel a Poussin-, a veces instrumento de desmontaje y crítica del poder –de Goya a Haroun Farocki.

El asunto es –y esta es la razón de nuestro motivo en la Bienal- que para ser político, para servir magníficamente al poder como hicieron Velázquez y Rubens, o para oponerse magníficamente a él como León Ferrari o Hans Haacke, el arte tiene que ser, también, poético. Poética, en el sentido en que la estamos tratando, no tiene que ver ni con la intimidad, ni con la poesía: tiene que ver con el aparato enunciativo que permite a una obra de arte erigirse como un potente aparato discursivo, y procede de una genealogía epistemológica muy antigua, y lamentablemente olvidada por la mayoría de artistas y críticos, que va de Aristóteles a Quintiliano, de Quintiliano a Duns Scotto con sus Predicables, de Scotto a los lógicos de Port Royal, de estos a Pierce, Jakobson, Genette, etc. Tiene que ver con la inteligencia –con el conocimiento- de lo que es “decible”.

Por otra parte, no comparto el análisis según el cual hoy sería el arte más político que nunca, al contrario: si algo me parece evidente es que el arte se ha emancipado de su dependencia con relación a la política. Ahora bien, otra cosa es la relación con el poder y con quien detenta el poder. Pero muchas veces creo que estamos ante un espejismo: se pretende oponer producciones artísticas al poder político, y se acepta, ciega, incuestionadamente, el poder mudo, anónimo, de las grandes corporaciones que controlan el aparato cultural y comunicacional del mundo post-industrial. Habría que preguntarse dónde está, en verdad, el poder real y por qué se esconde bajo la forma de una abismal producción de entretenimientos colectivos…

Lo inminente, “lo que está por ocurrir, la palabra en la punta de la lengua”… esa es la presencia poética en la obra de arte, también en la vida. Un sentimiento romántico, de suspenso ante la posible llegada de una fuerza ¿Qué obras recuerdas, o estarán incluidas en esta Bienal, que te hayan causado esa sensación?

De nuevo, el tema de “la palabra en la punta de la lengua” tiene que ver con aquella tradición poética que te mencionaba en mi respuesta anterior: la gran, enorme, contribución de Quintiliano –si creemos la versión que de la antigua retórica nos ofrece, por ejemplo, Barthes- es que no existe posibilidad alguna de producir una ciencia de lo que va a ser dicho: que lo que va a ser dicho es absoluta, irremisiblemente imprevisible. Que la voz, en fin, no tiene, no acepta, ciencia alguna. Se puede hacer teoría de las frases, de la lengua, del arte (aún cuando yo soy muy reservado frente a la teoría del arte); se puede hacer teoría de los fonemas, teoría de la música, de la imagen. No se puede, nunca, hacer teoría de la imagen que está por venir, ni se puede hacer teoría de lo que va a ser dicho, de la novela que viene, del arte que viene. En ese sentido, no es un asunto romántico: la inminencia es un destino inevitable para quien asume vivir en el corazón del lenguaje, y por lo tanto en sus límites.

La voz, la encarnación de una idea o de una intuición en un cuerpo material, o en un gesto, en un acto (que a falta de mejor término llamamos obra de arte) se encuentra siempre en estado de inminencia: es una situación de inminencia, como dice André Severo en su magnífico texto para nuestro catálogo. Ahi esta el asunto: el arte es acción y la acción aniquila a la teoría, no en el sentido en que la destina a su expiración, más bien en el sentido en que determina su límite, su término, y exige, con ella, no contra ella, otra forma de inteligencia, otro pensamiento. Eso, que me parece fundamental en materia de arte, consideramos los curadores de esta Bienal que puede ser extremadamente fecundo para aprender a vivir en el mundo contemporáneo: un mundo que, todo él, aniquila a la teoría a cada segundo…

Constelaciones es la forma que ha decidido adoptar la Bienal de este año para abordar una serie de nociones conceptuales. Supervivencias, Alterformas, Derivas, Voces y Reversos buscan trazar el mapa donde navega el arte contemporáneo. ¿Cómo se crea esta constelación, qué formas adopta el arte desde estos conceptos?

En realidad el tema de las constelaciones, la afirmación de nuestra Bienal como una bienal constelar procede de la certeza según la cual las obras de arte, como cualquier otro elemento de carácter simbólico o expresivo, sólo producen sentido relacionalmente, diferencialmente. Que las obras de arte lejos de ser autónomas, lejos de producir significación por ellas mismas, sólo llegan a ser relevantes, pertinentes y significantes en la medida en que entran en relación con otras obras de arte, en la medida en que marcan una diferencia con relación a otras obras de arte. Hay un tabú, moderno y esencialista, que quiere negar esta realidad permanentemente en el mundo y en el mercado del arte y que sigue “vendiendo” el mito de las obras maestras solitarias. La única manera de ver lo que una obra de arte realmente significa es constelarmente: poniendo en juego su resonancia, su similitud y su diferencia en relación con otras obras de arte.

Ahora bien, además de eso, para nosotros, es claro que el arte contemporáneo ha ido produciendo, en la medida en que se distancia del modelo moderno de la obra única, cada vez más complejas opciones de materialización que adquieren la forma del atlas, o del archivo, o de la colección, o del apararato clasificatorio, o del índice, o del gabinete de curiosidades. Todas estas son formas “constelares” y nuestra Bienal abunda en obras de ese tipo.

Finalmente, la figura tutelar de Aby Warburg, con su Atlas Mnemosyne, ha sido fundamental en nuestro pensamiento: entender el ámbito del arte como una topología de formas transicionales y en movimiento. De allí los conceptos que mencionas, que no pretendieron nunca ser “nuestras” constelaciones, al contrario: fueron unidades conceptuales que nos ayudaron en el proceso de selección de artistas. En realidad, nuestras constelaciones no pretenden ser nominadas, estan allí, en multitud de formas: en la instalación, en el catálogo, en la guía, en la web, en la audioguía, en las constelaciones que los artistas produjeron para el catálogo… Y no son nunca las mismas.

Me gustaría profundizar en la noción de Deriva. En su definición hablas de “prácticas nómadas”, lo que me ha llevado a pensar en la definición que hace Paul Virilio sobre el nomadismo y sedentarismo en la sociedad actual. La esfera global como el salón de nuestra casa, donde da igual si estás en São Paulo o en Abu Dabi, abres tu laptop y estás en todos lados como en casa, no necesitas adaptarte ni comprender un nuevo lenguaje. ¿Es posible la Deriva en un mundo cada vez más pequeño y delimitado por los modos de habitarlo? ¿Dónde ocurren esas prácticas nómadas?

En realidad, la deriva puede tener dos manifestaciones, al menos: hay actos de deriva, arte de la deriva; por otra parte, todas las formas y soluciones simbólicas existen en permanente estado de deriva. Las poéticas derivan entre ellas. Esto es, quizás, lo que más nos interesa. Pero también nos interesan artistas que asumen la deriva en sus prácticas concretas, como Leandro Tartaglia o Helen Mirra, ambos presentes en la Bienal. Una de las sorpresas de la Bienal será la presencia del mayor número de dibujos de Líneas de Errancia, realizados por/con el gran activista y educador libertario Fernand Deligny, describiendo las errancias en el espacio de los niños autistas. Deligny fue una figura fundamental en la crítica y el desmontaje radical del logocentrismo linguístico del pensamiento contemporáneo, notablemente en Francia: el suyo es un pensamiento radical de la imagen como perteneciente al reino de las cosas mudas, autistas: las piedras, los paisajes, el reino animal. Estas ‘lignes d’erre’ constituyen la primera manifestación visual del concepto de rizoma y no es un azar que Guattari y Deleuze tomaran precisamente de Deligny parte de su inspiración.

En cuanto al asunto del mundo «global» yo soy muy reservado: está andando por el mundo una ideología de la globalización, en el sentido marxista del término, que consiste en convencernos de la homogeneidad del planeta, de su homotopía y que, en el fondo, lo que busca es generar un olvido monumental de su verdadera complejidad, de sus fracturas y contradicciones. Lamento disentir: un laptop no es un lugar. Abrir un laptop no es estar en todos lados: es estar en ninguno. Prefiero oponerle a la idea –y al branding– del mundo global, el concepto y el desafío del ‘mundo fractal’. Es ese nuestro mundo, y por eso cada vez nos sorprende con la desilusión.

Alterformas propone un panorama al estado actual de de-formación y re-lecturas de la modernidad. ¿Con ellos se busca, a través de las prácticas formales del pasado, revisar los márgenes de los medios artísticos del presente? ¿Desde qué perspectivas es posible releer lo poético?

Ciertamente, la pregunta ¿es posible seguir siendo modernos? me parece pertinente y necesaria. No hemos agotado a la modernidad. Quizás sólo conocemos su vértice, la punta blanca de un iceberg que tiene un océano oscuro, infinito, aún por descubrir. En América Latina, caracterizada por naciones cuyos proyectos de fundación y de destino son, también, modernos –a diferencia de la mayoría de las naciones del mundo- la pregunta sobre la modernidad es aún más urgente. Hay toda una generación de artistas emergentes produciendo ‘a partir de’ la modernidad, y ello es clave. Algunos de estos artistas estarán en la Bienal. Ahora bien, el tema de las Alterformas es más complejo: una forma, toda forma, es deformación de otra. La inagotable continuidad de las formas reside, y depende, de un permanente, incesante proceso de deformación. Me gustaría citar a Warburg: vivimos en la metamorfosis. Por otra parte, desde Freud sabemos que la memoria –y nuestra relación con la modernidad comienza a depender exclusivamente del dominio de la memoria colectiva- se manifiesta como deformación, como alterforma.

Me alegró saber que la presencia de Chile en esta edición de la Bienal gira en torno a la Ciudad Abierta, un proyecto que ha sido construido en su totalidad bajo la premisa de la poética, desde las letras, el diseño y principalmente la arquitectura. Sin duda esa Inminencia de la que habla esta Bienal ha sido el espíritu impulsor de esta experiencia de vida que constituye Amereida. Entiendo que se trabajará en torno a la memoria de este proyecto, se realizarán actos poéticos entre otras cosas. ¿Cómo crees que se lee hoy la propuesta de la Ciudad Abierta, en estos tiempos en que como mencionamos antes, el habitar del mundo se ha visto modificado por la tecnología? Y, por otro lado, ¿qué vínculos estableció en su tiempo con la escena latinoamericana de artistas como Torres García, Ligia Clark, etc?

Para mí era capital tener a Ciudad Abierta en la Bienal. Gracias a muchos amigos chilenos, especialmente Justo Pastor Mellado, esto fue posible. Visitamos varias veces Ritoque. Finalmente Ciudad Abierta estará presente con una instalación diseñada y construída por ellos, en la que se hará memoria en acto de sus primeros 60 años de existencia. Curiosamente, se unen así, en un mismo 60 aniversario, dos proyectos casi opuestos en espíritu, pero en nada excluyentes: la Bienal de São Paulo y Amereida. Hemos hecho un caso de practicar la ‘hospitalidad’, a la manera de Ciudad Abierta, al invitarlos. Con ellos, vendrá una mega-travesía de Valparaíso a São Paulo que traerá a la totalidad de los estudiantes de la Facultad de Arquitectura de Valparaíso. Habrá diversas etapas y diversos actos poéticos. El ha-lugar, noción clave de Amereida, lo es también de la Trigésima Bienal. El estar viniendo, el ejercicio poético de mantener el mundo en estado gerundivo, también lo es. Obviamente, quizá por la vía de Girola o Iommi, Torres, como un fantasma, se hace presente en Amereida. Pero lo extraordinario de Ciudad Abierta es su libertad, libertad también ante las influencias y ante los fastos del mundo del arte.

Carolina Castro Jorquera

Nace en Chile, en 1982. Es curadora, y Doctora en Historia del Arte por la UAM, Madrid. Sus intereses están enmarcados por las relaciones que es capaz de establecer el arte con otras disciplinas como la ciencia y la filosofía, así como también con las diferentes dimensiones de la conciencia humana y su rol en la construcción de la historia y del presente.

Más publicaciones

También te puede interesar