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Sigismond de Vajay, un Globetrotter del Arte

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Sigismond de Vajay (1972) es una de esas figuras prismáticas donde las palabras multiculturalidad y transversalidad van juntas en una misma oración. Nacido en Paris, con sangre suiza, húngara y argentina corriendo por las venas, desde los años 90 se desempeña como curador y gestor de proyectos a gran escala en diversas ciudades del mundo, particularmente en Europa y América, tendiendo puentes entre ambos continentes, como fue el caso de Of Bridges & Borders, un proyecto expositivo y editorial, multidisciplinario y transfronterizo, presentado en formato exhibición en el 2011 en varios espacios de Buenos Aires y luego en el 2013 en el Parque Cultural de Valparaíso, cuando instaló la obra del artista y activista chino Ai Weiwei por primera vez en Chile. Asentado desde hace casi ya diez años en Buenos Aires, Sigismond es también artista y su obra podrá verse esta semana como parte del stand de la galería Isabel Aninat en Ch.ACO, feria chilena donde además estará presentando otro de sus grandes proyectos, las publicaciones de arte de la plataforma editorial y de gestión cultural Kültur Büro Barcelona/Buenos Aires (KBB).

 

[/et_pb_text][et_pb_image _builder_version=»3.2.2″ src=»https://artishockrevista.com/wp-content/uploads/2018/11/Panorama_AIWEIWEI-small.jpg» show_in_lightbox=»on» alt=»Ai Weiwei, To Pablo, vista de la instalación en el Parque Cultural de Valparaíso (PCdV), Chile, 2013. Foto cortesía: KBB» title_text=»Ai Weiwei, To Pablo, vista de la instalación en el Parque Cultural de Valparaíso (PCdV), Chile, 2013. Foto cortesía: KBB» /][et_pb_text _builder_version=»3.2.2″]

Alejandra Villasmil: Desde los años 90 has estado organizando exhibiciones y otros proyectos vinculados al arte y la editorialidad, desde distintos lugares: Vevey (Suiza), Barcelona, Buenos Aires, Nueva York…  Lo que tienen en común estas iniciativas que has desarrollado como artista, como curador o gestor -o instigador- es su foco puesto en asuntos sociales, políticos o medioambientales ¿Nos podrías resumir cómo surgen estos intereses, esta transversalidad?

Sigismond de Vajay: El contexto en el cual crecí ayudó bastante a que mis intereses dentro de la cultura contemporánea tengan focos variados. A los 19 años funde Toit du Monde con amigos artistas, un centro para la cultura contemporánea en Vevey, una pequeña cuidad Suiza. Ahí durante casi una década invitamos a más de 1000 artistas de todo el mundo a presentar obras. El edificio contaba con talleres, espacio de exhibición, cervecería artesanal, cine y talleres de carpintería y herrería para producir obras. Al estar ubicado en una ciudad chica teníamos que crear públicos diversos, y desde un inicio pensamos en crear programas abiertos, a los cuales diversas comunidades podrían tener acceso. Cultura contemporánea en un sentido amplio.

Nos dedicamos en promover intensamente el cine experimental y el video arte, la música de todos los estilos, con énfasis en la música electrónica y noise, el arte contemporáneo, las acciones en el espacio público y la elaboración de cerveza artesanal. Una especie de “Gesamptkunstwerk”. En esa misma época fui militante de Greenpeace y eso podría explicar luego mi interés en asociar el arte al medio ambiente y a la política y los medios.

AV: Aparte de “llevar varios sombreros” -artista, curador, editor-, tu ascendencia es bien compleja… Naciste en Paris, pero tienes sangre suiza, húngara y argentina. Una mezcolanza que me parece sumamente rica e interesante. ¿Cómo esa multiculturalidad se traduce en oportunidades para tus proyectos, en la forma es que se plantean y los objetivos que persiguen?

SdV: No sé si de joven fue tan sencillo llevar esa mezcolanza, pero a media que fui creciendo y desarrollando mis proyectos creo que me sirvió muchísimo en pensar el mundo como un único lugar del cual somos todos. Al tener familia repartida en varios continentes, creo que nunca me sentí realmente de un lugar en particular, pero sí de varios. Me encantaría que no haya fronteras tan marcadas, pero se que la realidad es otra. Desde muy joven, para mí lo importante fue asegurar esa idea de lograr enriquecerse de experiencias abiertas invitando a artistas de todo el mundo a dialogar sobre temas. Lo hice a pocos años de la caída del muro de Berlín, invitando a artistas de los países del ex Europa del Este a exponer por primera vez en Suiza, y desde ese momento no paré de crear intercambios entre artistas de diferentes continentes. Ciertos proyectos eran como ‘bienales boutique’, muy enriquecedoras para el lugar en las cuales sucedían. Hoy sigo con ese objetivo de generar nuevos diálogos y pensar nuevos escenarios para presentar proyectos futuros en lugares que no conozco aún. No soy fan de lo mono-canalítico.

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AV: Algunos de tus proyectos se despliegan en el espacio público, porque has comentado que te interesa más esa conexión viva, siempre latente, entre las personas y la experiencia artística. El arte se hace así más susceptible y abierto al diálogo. ¿Cuáles han sido las experiencias más ricas en este contexto?

SdV: Me parece que para un artista el lograr llevar su obra al espacio público es un lujo, es una posibilidad para la obra de tener varios grados de lectura, y eso es lo que más interés tiene para el propio artista. Realicé varias obras para el espacio público, como artista, como productor o curador, algunas por duraciones muy efímeras, otras perennes. Es muy excitante trabajar con las reglas del espacio público, ya que son muy diferentes que las del museo o de la galería. Durante años trabajé con Spencer Tunick, el artista estadounidense que instala gente desnuda en las calles, que realizó obras en Chile en el 2002… esos procesos participativos en el espacio público también me demostraron la fuerza que puede tener el arte si sale del cubo blanco.

En el 2011 coreografié Lluvias de arañas sobre el Riachuelo, una ópera contemporánea musicalizada por Buenos Aires Sonora, Scanner de Londres y Biosphere de Noruega, que tomó como escenario el río y el famoso puente transbordador del barrio de La Boca, que se usó como instrumento de percusión gigante. Más de 42.000 personas asistieron a este evento de luz y sonido. Y, más recientemente, con Ai Weiwei también desarrollamos obras pensando en el diálogo que generan en el espacio público.

AV: Incluso hubo una época es que te volviste más radical: te fascinaba la idea de exhibir arte, no en museos, sino conectándolo a la ciencia, la zoología, la etnografía o la antropología. Invitabas a otros expertos o profesionales de esos campos a colaborar contigo. La auto-referencialidad del arte ya está agotada, y su amplia incidencia hoy está llamada a una inexorable vinculación con otros campos del saber, con la indagación, la exploración y la reflexión de múltiples capas del conocimiento…

SdV: Eso para mí hoy se vuelve cada vez más esencial, es un trabajo que me interesa desarrollar cada día más a fondo. En el 2002, realicé un primero proyecto en el cual trabajé con zoólogos en la captura de los sonidos que emiten los cuervos. Sonidos que luego pasé a músicos para crear bandas sonoras para una de mis instalaciones. Desde ahí seguí trabajando con músicos, científicos, arquitectos, etc… No me imagino hoy poder trabajar en proyectos sin nutrirme de otros mundos. Hasta muchos de mis dibujos actuales en mi taller los hago en colaboración y en diálogo con un arquitecto, juntos creamos mundos. Justamente en mi último libro, Unreachable Empires, (JRP I Ringier, 2018), invité a Bruno Jourdain, glaciólogo francés, Elizabeth R. Johnson, biotecnóloga estadounidense, y a Mario Bellatín, autor mexicano, a que escriban textos sobre el tema de los imperios inalcanzables, y no sobre las obras, para abrir ventanas así a otros mundos. Estaba justamente un poco cansado de lo auto-referencialidad del arte y de la forma que tiene la sociedad de sectorizar las cosas. Uno de mis proyectos en carpeta para el futuro cercano sería de organizar una expedición en la selva amazónica durante un mes, fuera del tiempo y de la vorágine de nuestras vidas, con un/a cocinero/a, un/a biólogo/a, un/a autor, un/a experto/a en grabaciones de sonidos, etc… y juntos tener una experiencia que podría terminar en un proceso artístico intenso.

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AV: Te has involucrado en proyectos a gran escala, que implican asociarte con productores y otros expertos en materializar ideas ambiciosas y complejas. Aquí destaco Of Bridges & Borders, en Valparaíso (Chile), que incluyó obra de Ai Weiwei. De hecho, esta fue la primera vez que se mostró obra del artista chino en Chile. ¿Cuáles serían otros proyectos de este tipo en los que has trabajado, y por qué crees qué son relevantes? 

SdV: El más reciente fue Art Basel Cities Buenos Aires, en septiembre de este año, para quienes estuve a cargo de la producción de las 18 obras de los artistas que fueron convocados a pensar proyectos para Rayuela, el programa de arte público que pensó la curadora Cecilia Alemani para la cuidad. Tenía características muy similares al proyecto de Valparaíso que realizamos en el 2013, tanto en tamaño como en el formato y en el tipo de artistas. Incluyó performances, video arte, instalaciones, obras en el espacio público, pintura, y charlas. En este caso tuvimos obras complejas en términos de producción, como fue el caso de la pintura de Barbara Kruger de más de 3000 m2 que realizamos en los silos del barrio de Puerto Madero, que demandó precisión a gran escala. En Valparaíso, hay obras de las cuales estoy muy orgulloso que las pudimos lograr, como es el caso de las obras de Lang/Baumann que quedó casi cuatro años instalada sobre los rieles del ascensor del cerro Monjas, o la de Fabrice Gygi, que fue donada a la ciudad y que está instalada en plaza Italia. En todos los casos, esos proyectos me parecen sumamente importantes que sucedan para la sociedad, ya que crean diálogos abiertos y confrontan el arte con un público, dejando preguntas que hacen reflexionar y de alguna forma participan en la enseñanza de la sociedad.

AV: A través de tus proyectos has sido una especie de interlocutor entre Europa y Latinoamérica. ¿Qué rescatas de tu relación con la región y qué crees que nos corresponde construir en el ámbito cultural, sin que perdamos de vista la fragilidad del tejido social, político, ético y medioambiental en el que el arte, y todos, nos insertamos?

SdV: Hace ya casi 10 años que me instalé en Argentina, y desde entonces me he dado cuenta que cuesta mucho mover las fichas. No es tan fácil desde aquí, principalmente por estar muy lejos de los centros donde suceden las cosas; se vuelve todo más complejo. Para poder construir lazos con los otros continentes hay que tener apoyos y programas que permiten sentar plataformas, y eso generalmente sucede con países económicamente fuertes que ya tienen entidades que canalizan la cultura como un producto creativo que tiene su valor. Es muy complejo partir de un lugar frágil así a otro lugar frágil, siempre hay que encontrar algún colaborador fuerte que nos permita jugar. Me gustaría empezar a planear diálogos entre artistas de Latinoamérica y artistas de África y Asia sin que necesariamente sea en un marco de Bienal. Eso sería para mí ya una posible forma de construir nuevos encuentros que aún son complejos de lograr. El potencial de artistas de la región es muy fuerte y siendo aún un continente emergente, los artistas ya bien posicionados están muy accesibles para los jugadores internacionales, y es algo que ayuda a poder exportarnos. De todas formas, me parece que en los últimos diez años aparecieron algunas oportunidades nuevas, y algunos países lograron reforzar sus políticas culturales para poder exportar a sus artistas con más agilidad. Tiende a haber un poco más de fluidez entre los países del mismo continente con intercambios en ferias de arte y muestras institucionales, pero el mercado queda muy sectorizado y aún carecemos de coleccionismo privado con visión continental o intercontinental.

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AV: Cuéntame un poco sobre los proyectos editoriales que has desarrollado. Desde el 2004 trabajas para Kültur Büro Barcelona/Buenos Aires, cuyas publicaciones estarás presentando esta semana en la feria ChACO. ¿Qué les interesa publicar en KBB, cuál es su línea editorial?

SdV: Después de Toit du Monde, en Suiza, me instalé en Nueva York y luego en Barcelona, donde fundamos entre varios KBB, una plataforma para recibir artistas internacionales que nunca habían expuesto sus obras en España, y producir proyectos especiales con ellos. En 2002 publicamos el primer libro titulado Toit du Monde (Lars Müller Publishers, Zurich), un compilado de varios artistas que no necesariamente resumía los años del centro cultural. El siguiente libro fue Of Bridges & Borders, en el 2009, lo publicamos con la editorial suiza JRP I Ringier, una especie de exposición portátil que reunía 33 artistas internacionales, más cuatro textos sobre temas de migraciones y fronteras. En 2014 salió Of Bridges & Borders, Vol II donde, junto a Flavia Costa y Pedro Donoso, invitamos a arquitectos, sociólogos, investigadores, filósofos, artistas, autores de literatura, críticos de arte y curadores a pensar sobre el tema fronterizo.

En el 2009 mudamos el KBB de Barcelona a Buenos Aires y a partir de ahí empezamos a publicar más a menudo, y estando ya en Argentina sacamos más monográficos de artistas argentinos. Arrancamos, sin querer, con cuatro libros: el primer libro fue el de Jorge Macchi para acompañar su gran muestra que se realizó en el SMAK de Gent en Bélgica; luego a ese se sumó enseguida el de Adrián Villar Rojas para su participación en la Bienal de Venecia. Al mes se añadieron el de Matías Duville y el de Diego Bianchi. Los cuatro artistas necesitaban publicar un libro todos el mismo año, pero no sabían con quien, y fue una casualidad que de repente sumamos las fuerzas y publicamos esos cuatro primeros monográficos en menos de ocho meses. Luego seguimos publicando entre uno y cuatro libros por año. En 2018 produjimos cuatro nuevos libros, entre ellos el muy esperado libro de dibujos de Guillermo Kuitca, para el cual trabajamos casi cuarto años. Un libro muy importante tanto para KBB como para el propio artista. Con ciertos artistas también producimos ediciones de obras gráficas en paralelo a muestras o ediciones de libros, como fue el caso de Fabrice Gygi, Lang/Baumann o Matías Duville.

Hasta la fecha ya tenemos 18 libros publicados en nuestro catálogo y nuestra idea hoy es incluir en el programa editorial a artistas de otros países del continente. De momento, por temas económicos y logísticos, tuvimos una línea basada en artistas de media carrera o ya consagrados, con los cuales podíamos lograr recursos para producir libros de gran calidad. Nos gustaría arrancar con una línea para proyectos más experimentales y menos sujetos a la comercialización, pero el contexto actual no ayuda a lanzarnos en eso aún, ya que requiere de apoyos económicos extras con los cuales no contamos. Para el año próximo estamos finalizando un diccionario del arte argentino entre el 1949 y el 1980 a través de los premios para artistas jóvenes que creó el filántropo Marcelo de Ridder, otro proyecto editorial que empezamos hace años.

Además de nuestros títulos, también somos distribuidores de los libros de JRP I Ringier (Zúrich) en Argentina y Uruguay con más de 170 títulos en stock.

Hacer libros de arte es sumamente importante ya que, por un lado, deja huellas de lo que van haciendo los artistas, dándoles una herramienta para difundir su obra en el momento que la necesitan y, al mismo tiempo, es facilitar el acceso de forma no exclusiva a contenidos culturales a gente que no necesariamente puede comprar obras o acceder a ellas. En Argentina, faltaba realmente esa editorial que se dedique a hacer libros de arte de gran calidad para artistas de media carrera, y había una necesidad real de que eso exista.

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AV: Tu trabajo como artista expone las irregularidades y diferencias sociales, el poder y el control general, a través de lo que llamas una “estética de la distopía”, con la cual describes la condición de las sociedades contemporáneas en estado de ruina. Para cerrar esta conversación, ¿nos podrías contar un poco más sobre tu obra y en qué estás trabajando ahora y a futuro?

SdV: Mi obra siempre fue figurativa; cambió de formato a partir del 2001, volviéndose mucho menos objetual, y desde ese momento fue cada vez más sujeta a tomar formas de proyectos y menos de obras en sí. Es en ese entonces que empecé a trabajar esencialmente inspirado por lo que nos rodea, no solo al nivel estético, sino que también al nivel político y social.

Creo que todos entendimos que los primeros años del nuevo siglo fueron un momento bisagra en la historia contemporánea, en el cual ya se podía pensar el arte, y muchas otras cosas, de manera diferente. Tengo esa sensación que de forma inconsciente eso afectó los procesos creativos.

Por lo tanto, desde esa época empecé a trabajar con esa idea de conjuntos de obras que se relacionaban a un concepto o un tema y a partir de ahí desarrollar series más o menos extensas.

Primero fue Among Them, una instalación muy pegada a la naturaleza y la ciencia, que presenté en Eslovaquia, Rumania, Eslovenia, Suiza y Alemania. Luego, Goodbye Gasoline, que presenté, entre otros lugares, en la galería Animal de Santiago de Chile en el 2007. En el 2009 presenté Nouveaux Desastres y lo más reciente es Unreachable Empires. Todos estos proyectos incluyeron formatos de obras tan diferentes como instalaciones, dibujos, videos, grabados, objetos o esculturas 3D.

Las instalaciones son representaciones de paisajes. Estoy justamente en este momento finalizando el quinto paisaje que se llama Biocenosis, y que espero terminar para mediados del 2019. Un proyecto sobre el cual trabajamos en conjunto con un joven arquitecto francés, Kevin Lesquenner, que conocí en Valparaíso en el 2013. El paisaje se traduce en una maqueta de 24 m2 con 460 edificios que conforman una visión nocturna de una ciudad contemporánea semi sumergida que sufrió el pase de un huracán.

En Chile se podrán ver dibujos recientes de mi serie Unreachable Empires en la galería Aninat, con quien recién empezamos una colaboración.

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Alejandra Villasmil

Nace en Maracaibo (Venezuela) en 1972. Es directora y fundadora de Artishock, revista online especializada en arte contemporáneo. Licenciada en Comunicación Social, mención audiovisual, por la Universidad Católica Andrés Bello (Caracas), con formación libre en arte contemporáneo (teoría y práctica) en Hunter College, School of Visual Arts y The Art Students League, Nueva York. Es editora y traductora inglés/español de contenidos sobre arte, trabaja en campañas de difusión y escribe regularmente para publicaciones, galerías y artistas de América Latina y El Caribe.

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