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JHAFIS QUINTERO Y SU EXPERIENCIA EN PRISIÓN EN DIABLOROSSO, PANAMÁ

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Jhafis Quintero (La Chorrera, Panamá, 1973) comenzó su carrera como artista mientras cumplía una condena de diez años de prisión en San José de Costa Rica. Haru Wells, una mujer convencida de que la cultura es la forma ideal de reinserción social, introdujo el arte en la vida de Quintero y otros compañeros de cárcel. Preso a sus 19 años, encontró en la práctica artística una forma natural para nutrir y canalizar el apetito por la transgresión que le llevó a la delincuencia, y para hallar la manera de ser él mismo sin dañar a los demás.

Su experiencia en la cárcel juega un papel primordial en su obra. Existe una percepción peculiar del paso del tiempo y sus implicaciones para un cuerpo sumergido en ese espacio/tiempo determinado; es una cuestión de límites físicos y mentales, una reflexión constante sobre la muerte que se desliza sobre la vida de los internos. Su práctica artística se deriva entonces tanto de sus experiencias personales en ese mundo de encierro, silencio e inseguridad, como de la imaginación y la creatividad dirigidas a la búsqueda de medios de supervivencia.

Quintero es un artista capaz de crear estructuras con lucidez manteniendo constantemente una perspectiva irónica e incluso humorística que le impide caer en la miseria y la autocompasión. La sed de transgresión lo llevó a la delincuencia, pero descubrió en el arte una forma natural de satisfacer y volver a orientar su necesidad de quebrantar lo establecido, sin infringir la ley.

“El arte no cambia nada, pero es un arma o herramienta efectiva para decir o hacer cosas que desde otro sitio serían imposibles”, dice Quintero en una entrevista publicada por la revista Atlántica. “¿Que si hay gente dotada para el arte en las cárceles? Toda esa gente tiene, y les aseguro que me quedo corto con la explicación, una ‘conciencia alterada’ y la creatividad es parte esencial de sus vidas. Viven de la creatividad. Allí dentro, el vivir o morir dependen de la creatividad”.

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DiabloRosso, en la Ciudad de Panamá, presenta por estos días la exposición Una serie de eventos desafortunados en el pasado me obligaban en el presente a comer deprisa, en la que el artista -que vive y trabaja en Verona, Italia- reúne varios trabajos en video (Eternity, 2015; Mirror, 2016; Me quiero, no me quiero, 2017), y una serie de grabados sobre placas de cobre titulados Máximas de seguridad, un compendio de instrucciones para sobrevivir y ganar respeto en la cárcel.

Mientras estaba en prisión, Quintero participó en concursos nacionales de arte y exposiciones en San José con obras que recibieron menciones de reconocimiento. Al recobrar la libertad, en el 2002, alternó el trabajo como salonero de restaurantes con su producción artística, y luego siguió algunos estudios de producción audiovisual en el Instituto Nacional de Aprendizaje. También trabajó en TEOR/éTica, un reconocido espacio en San José.

Una de sus obras más expuestas es in dubia tempora (2005), realizada de forma colectiva con la escritora María Montero y el fotógrafo José Díaz: un libro de artista de amplio formato, con imágenes de objetos e instrumentos realizados con material prohibido o de desecho en las cárceles costarricenses. Estas imágenes, obsesivamente depuradas, limpias, elegantes, van acompañadas por textos de gran inteligencia e ironía, que hacen referencia al lenguaje de las causas penales.

En 2013, Quintero representó a Panamá en la Bienal de Venecia con el performance Prótesis (2013), en el que entregó dibujos originales a los espectadores para comunicarse con ellos. El proyecto se inspiró en el pasaje furtivo de notas entre prisioneros como una forma de mantener la privacidad, la interacción social y el sentido de identidad.

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JHAFIS QUINTERO: UNA SERIE DE EVENTOS DESAFORTUNADOS EN EL PASADO ME OBLIGABAN EN EL PRESENTE A COMER DEPRISA

DiabloRosso, Ciudad de Panamá

Hasta fines de julio de 2018

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Imagen destacada: Jhafis Quintero, vista del video Eternity, 2015, en DiabloRosso, Panamá, 2018. Foto: Raphael Salazar

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