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«PANORAMA», PRIMERA MONOGRAFÍA DEL FOTÓGRAFO SEBASTIÁN MEJÍA

Panorama es la primera monografía de Sebastián Mejía, fotógrafo nacido en Perú, criado en Colombia y radicado en Chile que propone una visión topológica y arqueológica de nuestro entorno urbano. En este libro, publicado en formato bilingüe por Ediciones Daga (Santiago), se despliega su cuerpo de trabajo, dividido en dos partes: Expediciones, un conjunto de imágenes variado, que van desde detalles arquitectónicos, de paisajes y entornos naturales hasta unos cuantos retratos, y Quasi Oasis, que reúne su exhaustiva serie de palmeras en ubicaciones extrañas en las calles de Santiago, un planteamiento abierto de la dicotomía paisaje-ciudad.

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Panorama, de Sebastián Mejía. Cortesía: Ediciones Daga

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Panorama, de Sebastián Mejía. Cortesía: Ediciones Daga

La huella de la naturaleza en el espacio urbano -o también, cómo la vegetación invade la arquitectura- y, al revés, la huella del hombre en el paisaje, son los temas que atraviesan la producción fotográfica de Sebastián Mejía, y que se presentan de manera completa por vez primera en esta publicación, cuidadosamente diseñada por Sebastián Rodríguez Besa, bajo la edición y dirección de Jorge Losse Parragué.

Con una aproximación honesta a sus sujetos y situaciones, y concentrándose técnicamente en el blanco y negro, el fotógrafo transmite con efectividad una profunda sensibilidad por el medio, por la contemplación y la observación detenida del paisaje y por la fotografía naturalista del siglo XIX. Los registros de Mejía circulan con libertad entre la fotografía artística, la documental, el testimonio visual y cierta estética cinematográfica.

Para conocer un poco más sobre Panorama, que se lanza este miércoles 17 de diciembre en Metales Pesados Visual, reproducimos un extracto de una entrevista realizada al autor por la escritora Maya Errázuriz, publicada en el libro junto al texto El viaje de la Palmera, de Juan Enrique Bedoya.

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Panorama, de Sebastián Mejía. Cortesía: Ediciones Daga

Maya Errázuriz: Cuéntame un poco sobre el tipo de cámara que usas, no es algo que se ve todos los días.

Sebastián Mejía: Uso una cámara de placas de madera. La compré usada el 2006 y opté por usarla simplemente para desafiarme. Las fotos que hago son de cosas tan simples y tan estáticas que sería muy fácil hacerlas con una cámara típica, el formato grande le da la solemnidad que merecen. Empecé con una cámara de 35 mm para registrar la energía de la calle, luego me pasé a un formato mediano, a medida que me fui interesando por reproducir formatos más grandes.

Estos pasos de formalización terminaron en la cámara de placas, la cual requiere trabajar de una manera más lenta, con una mirada más contemplativa que me obliga a conectarme con el espacio en el momento de la toma. El tamaño de este negativo y el control de la imagen entrega un nivel superior de detalle, aludiendo a las fotos del siglo XIX, cuando el ver una foto era una verdadera experiencia de descubrimiento. Lo interesante es insertar esa mirada lenta en nuestro contexto actual, un mundo inundado de imágenes simultáneas, que no se les da ni tres segundos de atención.

ME: ¿De dónde nace tu interés por la naturaleza y la insistencia en sacar fotos de paisajes?

SM: Primero que todo porque es un tema universal, algo que no me deja de asombrar.

La insistencia de fotografiar seres vivientes es importante porque sirve como recordatorio de lo que significa estar vivo.

En mi investigación yo registro especímenes en crecimiento que suelen pasar desapercibidos a pesar de que viven en nuestra proximidad. La morfología de los árboles es algo muy interesante, cada una de esas formas tiene una razón de ser, el buscar la eficiencia. Esa búsqueda por el sol, la luz, es una analogía muy linda con la fotografía que se puede leer de varias maneras, incluyendo connotaciones espirituales.

En mis fotos la iluminación pasa desapercibida, su función es exponer todos los detalles de una manera que no compita con el sujeto. Y bueno, la insistencia de sacar fotos de árboles también tiene que ver con la frustración del ser humano y lo que se espera de la naturaleza. Como seres urbanos tendemos a idealizar la vida fuera de la ciudad.

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Sebastián Mejía, Araucaria, 2012, Santiago de Chile. Cortesía del autor y Ediciones Daga

“Su proceso fotográfico imita el de los grandes fotógrafos del siglo XIX. En una era postmoderna e informativa donde la noción de ‘territorio inexplorado’ se considera obsoleta, se atreve a explorar tierras lejanas. Su mirada imita un romanticismo contemporáneo que se informa a través de lo calmado y sobrio y no de la pasión y entusiasmo” 

Shino Kuraishi

ME: Encuentro que esta cita de Shino Kuraishi sobre el trabajo del japonés Taiji Matsue es tan clave para entender lo que tú haces, describe perfecto tu estilo, el traslado del romanticismo de los grandes fotógrafos del siglo XIX a lo cotidiano.

SM: Sí, es precisa.

ME: …y es verdad que el carácter de tus fotos son de mucha calma.

SM: Quizás a primera vista, pero en realidad se trata de una investigación apasionada, no en la estética sino en la insistencia de una misma cosa y en ese sentido no es tan calmada la cosa, es más bien obsesivo.

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Panorama, de Sebastián Mejía. Cortesía: Ediciones Daga

ME: El formato de tus fotos generalmente protagonizan un sujeto central y bien descrito.

SM: La cámara opera como un dedo que apunta y dice, «miren esta cosa» de la manera más directa posible: centrado, de distancia media y sin interferencias. Si hay algo que me incomoda no lo muevo, me corresponde a mí moverme.

La idea es que la foto se desaparezca y el sujeto sea el portador de importancia y no lo que esté pasando en los bordes del encuadre ni el momento específico en el cual se tomó la foto. El objeto es lo que dicta la composición y si lo hago bien puede cobrar vida, o dejar evidencia.

ME: ¿Evidencia de qué?

SM: Eso queda abierto, hago todo el trabajo para que la obra tenga esa estética verídica de la tradición documental, la claridad del lenguaje científico y el tipo de información que aporto termina siendo menos cuantificable y mas poética.

ME: ¿Dirías que tu arte es fotografía documental?

SM: Sí, en el sentido de que mis fotos siguen la tradición documental, tratan de convencer a la audiencia que el fotógrafo ha ejercitado sus poderes de observación. Todos los detalles mínimos aportan a la “veracidad” de la representación, aunque hoy en día se sabe que la relación del objeto a cualquier fotografía es bastante delicada. Yo busco la mayor claridad y con la menor interferencia de la mano del autor, la idea es que todo decante en qué tan selectivo es uno.

El blanco y negro habla el lenguaje histórico de una época en que la fotografía documental se encargaba de cubrir todos los acontecimientos históricos del mundo. Yo lo sigo haciendo, solo que reportando los “eventos” más tenues.

ME: Siento que tus fotos de alguna manera intentan replantear el concepto de naturaleza en la modernidad y que se relacionan mucho a la siguiente cita:

“Quizás, para la mayoría, el avistar una paloma es lo más cercano a revivir ese momento de nuestras vidas cuando nuestra sobrevivencia dependía de un contacto íntimo con la naturaleza.”

Andrew B. Blechman

Para ti, los árboles que avistas en el paisaje urbano son pequeños recuerdos de esa vida que dependía del contacto directo con la naturaleza ¿cierto?

SM: Un tema importante en mis fotos es la evolución humana y el cómo nos adecuamos a diferentes paisajes. Estamos constantemente creciendo y evolucionando y aunque nos consideremos muy civilizados, en verdad llevamos muy poco tiempo en eso con respecto a la historia de la humanidad, hemos sido cazadores y recolectores por mucho más tiempo, pero hoy en día no lo tomamos en cuenta. La ciudad se encarga de manifestarlo inconscientemente, eso es lo que estoy buscando, esos deslices. En la sicología existe el término desliz freudiano o acto fallido, el manifestar una expresión distinta incluso contraria a la intención, y la ciudad los tiene. Quiere ser moderna y eficiente y sin querer sale un árbol entre medio de los edificios. La naturaleza se encarga de llenar esos vacíos, la diferencia es que hoy con sólo un árbol o una paloma nos basta con nuestra “cuota” de naturaleza

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Sebastián Mejía, de la serie Quasi Oasis #1 (Providencia), Santiago, Chile, 2012. Cortesía del autor y Ediciones Daga

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Sebastián Mejía, de la serie Quasi Oasis #2 (Estacionamiento), Santiago, Chile, 2013. Cortesía del autor y Ediciones Daga

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Sebastián Mejía, de la serie Quasi Oasis #3 (Las Condes), Santiago, Chile, 2013. Cortesía del autor y Ediciones Daga

ME: Tu obra más reciente se trata de un trabajo en serie donde protagonizan las palmeras. Hablemos más concretamente sobre esta serie. ¿Por qué palmeras?

SM: La palmera me llama la atención porque es algo inmediatamente reconocible pero levemente fuera de lugar en la ciudad. Es una línea vertical poderosa que marca el paisaje urbano. Su largo tallo refleja su estrategia de supervivencia; concentrar la energía en subir para absorber el sol desde lo más alto y así no competir con los árboles alrededor, es una solución notable. Otra cosa que me interesa es su manera de desafiar la gravedad. Todos estamos bajo esa misma regla y la palmera lo enfrenta de una manera muy elegante, elevándose por encima de nuestras cabezas como un monumento que ha visto la ciudad cambiar a su alrededor.

ME: Tus fotos dan cuenta de alguien que está en movimiento entre punto a y b, y que juntas, esas fotos transitorias intentan construir una gran imagen.

SM: Las imágenes son observaciones transitorias que se combinan con un ritmo de observación más cercano a la contemplación. En conjunto, crean una especie de cartografía pero que no define un lugar en específico, busca una mirada singular de un paisaje que no es posible abarcar en una sola toma, un panorama.

ME: Usas mucho la palabra desafío, te estas constantemente desafiando ¿Ese es tu impulso como artista?

SM: Sí, totalmente. Yo estoy siguiendo una investigación, y es medio solitario a veces porque no hay mucho reconocimiento, no se trata de encontrar el “hit” si no más bien hacer un experimento y hacer todos los pasos de ese experimento. 

ME: ¿Tu “experimento” tiene una hipótesis, un descubrimiento?

SM: Parece que estoy empezando al revés, recolectando información para luego llegar a alguna especie de teoría. Lo complicado es que estamos investigando el comportamiento humano, eso es lo importante de trabajar en la ciudad, que no sólo vemos el tema de la naturaleza indómita sino la interacción de una variedad de decisiones humanas.

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