
Abrigo Siberiano
Siempre he pensado en la necesidad que las artes visuales se comuniquen con la literatura (cuestión que en estos días va en retirada). En el presente libro de Natalia («Nadie se conoce», Ed. Saposcat, 2018) destaca gente del campo literario: Matías Rivas, Roberto Merino y Marcela Fuentealba. Creo que los textos de Natalia se equiparan a la pluma desarrollada por sus pares escritores. Son textos que yo, que me considero un escritor amateur, con algunos ripios idiomáticos pero de ideas brillantes (otra broma), me costaría harto producir. Este libro constituye una poética en el sentido esencial del término. Remite a los comienzos del arte moderno cuando los artistas debían recurrir a gente del campo literario para poder tener una lectura actualizada de sus obras. Muchos escritores han hecho piezas visuales, y muchos artistas han escrito desde ensayos hasta ficciones.
Sobre “de la Tierra al Cielo”, de Wladymir Bernechea
Últimamente, esta relación entre arte y literatura ha ido, en la actualidad, desapareciendo en la escenas de las artes visuales. Ahora los artistas visuales ya no se juntan con la gente del campo literario. Los artistas en el presente son profesionales del arte: estudian en universidades y son específicos en términos disciplinarios. La gran mayoría no lee, no ven cine y tampoco se ensucian las manos en la trama cultural de la ciudad. Tampoco los teóricos del arte se ensucian las manos a nivel citadino. Tienen las manos limpias porque nunca han circulado por lo urbano. A ambos les falta cuerpo. La visualidad y la palabra ahora son impolutas.