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KARLA HERENCIA: UN LENGUAJE IMPREGNADO DE RELACIONES Y CUIDADOS

La forma de abordar un tema puede tocar distintos puntos de la cartografía de las manifestaciones crítico-creativas de un o una artista. Sin repetirse, aflorarán otros lenguajes distintos entre sí, pero en el fondo brotan de la misma raíz, como un rizoma que retorna y crece donde nadie lo espera.

Las temáticas de Karla Herencia, como las mareas marítimas, se expanden y contraen, pero en tanto “poética de una relación” tendrán el mismo impacto en la mirada. Édouard Glissant, poeta y filósofo de las Antillas Menores, Martinica, no podía dejar de legarnos su noción de esa poética de las profundidades: “Extensión vertiginosa, no sobre el mundo, sino sobre los abismos que el ser humano lleva en sí mismo” (Édouard Glissant, 2018).

Desde que conocí la obra de Karla Herencia en 2018, en la muestra Héroes, monstruos y otros seres extraordinarios (Museos del Banco Central de Costa Rica, curada por María José Monge), su trabajo impregnó mi memoria con una morfología de las profundidades. Eran corporeidades quizás marinas, volcánicas, o provenientes de nuestros abismos o de nuestra propia ecología interior.

Aquella propuesta de esculturas blandas me parecía misteriosa y de una «fealdad divina», en suma, afectiva. Poco a poco fui asimilando ese imaginario tanto que hoy considero a esta artista una mujer oceánica, de las profundidades.

Las figuras pegadas a una línea del horizonte que recorre la sala de la Alianza me recuerdan, por su singular montaje, su propuesta Monstruos expuesta en Intersecciones situadas 2023 (Museo Calderón Guardia de San José, curada por Marta Rosa Cardoso). Eran figuras semejantes a gladiadores contemporáneos atrapados por el horizonte a pesar de estar libres: “enrumbados en una línea hirsuta del pensamiento, ese que indaga no sólo en configuraciones de la memoria intrapersonal”.

Vista de “Oceanografías sensibles”, de Karla Herencia, en La Galerie de la Alianza Francesa de San José, Costa Rica. Foto cortesía de la Alianza Francesa.
Vista de “Oceanografías sensibles”, de Karla Herencia, en La Galerie de la Alianza Francesa de San José, Costa Rica. Foto cortesía de la Alianza Francesa.

Hoy, en Oceanografías sensibles, exhibe una trama de ecologías del océano: piedras, trozos de madera, diminutos tronquitos, semillas, caparazones, objetos del basural del mundo que llegan a las costas, fotografías, y las más (in)imaginables figuras colectadas en la zona costera, donde ella tiene su espacio-jardín de investigación y experimentación.

Ahí se percibe la contradicción al flotar en una noción de inconmensurabilidad, la percepción de estar delante del borde terrestre sin fin, una idea del continuum que termina y empieza de nuevo —percepciones tan propias del pensamiento en la Complejidad—, pero que están sostenidas justo por ese límite del mundo o de esos abismos de los que habla el poeta martinico.

La iluminación de la sala arroja sombras de los mismos cuerpos, con la connotación incierta que pueden asumir las sombras en ese océano de significados en el cual Karla se adentra o se zambulle para apreciar otros paisajes.

Vista de “Oceanografías sensibles”, de Karla Herencia, en La Galerie de la Alianza Francesa de San José, Costa Rica. Foto cortesía de la Alianza Francesa.
Vista de “Oceanografías sensibles”, de Karla Herencia, en La Galerie de la Alianza Francesa de San José, Costa Rica. Foto cortesía de la Alianza Francesa.

Gran parte de lo reflexionado y escrito acerca de esta artista me lleva a considerar a Karla como una de esas piedritas sacadas de las aguas marinas o de un río que corre hacia el mar (temblando de miedo, como dice Khalil Gibran, en tanto las aguas del río ignoran qué les ocurrirá al ser absorbidas por el océano). Dentro del líquido, estas piedras poseen brillos y una saturación cromática extraordinaria, pero al salir, pierden el encanto de la profundidad.

Este detalle se entremezcla con la referencia a las dobles sombras proyectadas en la pared por esas figuras alineadas en el casco de la Alianza, y me remite también al escritor japonés Yunishirō Tanizaki en su ensayo Elogio de la Sombra:

“Lo mismo que una piedra fosforescente en la oscuridad pierde toda su fascinación de joya preciosa si se expone a plena luz, la belleza pierde toda su existencia si se suprimen los efectos de la sombra” (Tanizaki, 1933; edición 47, 2024, Siruela).

De manera que sombra y agua son bienvenidas en este discurso de las contradicciones de la vida, de las oscuridades que a veces arremeten, previsualizadas por los artistas para engatusarnos y hacer hervir nuestra sensibilidad dentro de ese burbujeo y respiración de los mares, de un océano sensible impregnado de relaciones y cuidados porque es un ente vivo del planeta.

Vista de “Oceanografías sensibles”, de Karla Herencia, en La Galerie de la Alianza Francesa de San José, Costa Rica. Foto cortesía de la Alianza Francesa.
Vista de “Oceanografías sensibles”, de Karla Herencia, en La Galerie de la Alianza Francesa de San José, Costa Rica. Foto cortesía de la Alianza Francesa.

Otro aspecto que me motiva a reflexionar sobre la instalación es el montículo de papeles, frases, palabras sueltas o encadenadas, que evoca la caja de Pandora. En ella, existe la posibilidad de introducir la mano y extraer una proeza fotográfica, un dibujo, una sonoridad, una huella, o incluso una fotocopia de uno mismo.

Ahí capté el dibujo de la espiral logarítmica áurea, tan presente en las estructuras vivientes, que me recordó la tormenta, el ciclón y el poder de los vórtices mencionados en las leyes del Caos. También resuena con la concha del caracol, que guarda un profundo significado para nuestras culturas originarias mesoamericanas, en particular la maya. En estas culturas, la concha representa el cero, un No Número, un No Espacio, una No Inconmensurabilidad que, sin embargo, concede la plenitud algebraica a la Matemática.

Tengo muchos motivos para recordar a esa mujer de las profundidades oceánicas, que permanece cerca de las aguas para no perder la plenitud que le brinda la ecología marina, y que ella reinventa en instalaciones y metáforas, simbolismos con los cuales dialoga con el planeta y, por ende, con el espectador, con quien entabla un sensible lenguaje de poder.


Referencias

Glissant, E. Poética de la Relación. 2018. (U. de Quilmes. Atg.)

Tanizaki, Y. Elogio de la Sombra. 1933, edición 47 2024. Siruela


Oceanografías sensibles en la Alianza Francesa de San José, curada por Ron Reyes Sevilla y Laurent Le Bourhis, es el resultado de la residencia de la artista en Dos Mares, proyecto artístico y curatorial en Marsella, Francia. Se podrá visitar hasta el 27 de julio de 2024 en La Galerie de la Alianza Francesa, Av. 7 – Calle 5, Barrio Amón, San José, Costa Rica.

Luis Fernando Quirós-Valverde

Diseñador, artista visual, profesor, crítico y curador de arte contemporáneo costarricense. Trabajó en el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (1994-2001) y ha curado muestras en el Museo de Arte Costarricense, los Museos del Banco Central de Costa Rica, el Museo del Jade, la Galería Nacional, TEOR/éTica y el Centro Cultural de España. Es coeditor de L´Hoxa InternationART (lhoxa.art) y cofundador del colectivo Museo de Pobre & Trabajador (2019). En 2023, ganó el premio a la mejor crítica de arte del Capítulo Costa Rica de la AICA.

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