JUNTOS APARTE. ARTE ENTRE Y SOBRE FRONTERAS
Venezuela ha venido experimentando una crisis política, económica y humanitaria sin precedentes que ha llevado a millones de personas a abandonar el país en busca de mejores condiciones de vida. Este éxodo masivo, uno de los mayores movimientos migratorios en América Latina en las últimas décadas, ha generado importantes desafíos humanitarios en la frontera colombo-venezolana.
El gobierno venezolano cerró la frontera con Colombia en 2015, justificando la medida como una forma de combatir el contrabando, el paramilitarismo y otros delitos que, según las autoridades, tenían su origen en Colombia y afectaban la estabilidad interna de Venezuela. Sin embargo, este cierre tuvo repercusiones significativas, incluida la pérdida de sustento económico para muchos y un clima propicio para violaciones de derechos humanos, deportaciones masivas y el desplazamiento forzado de personas a ambos lados de la frontera.
Las autoridades y organizaciones humanitarias han trabajado para proporcionar asistencia a los migrantes, incluyendo alojamiento, atención médica y alimentos. No obstante, la capacidad de respuesta ha sido limitada y muchos migrantes continúan viviendo en condiciones precarias. A pesar de los retos y las restricciones, el flujo migratorio de venezolanos hacia Colombia ha continuado, ahora de manera fluida tras la reapertura de la frontera en septiembre de 2022.
El hecho de que los venezolanos hayan cruzado el río Táchira con sus enseres domésticos, como sofás y neveras, al hombro después de ser expulsados de Venezuela en 2015, es un testimonio conmovedor de la crisis humanitaria y las difíciles condiciones que han estado enfrentando muchos ciudadanos venezolanos.
Esta imagen ilustra la desesperación y la urgencia de quienes se vieron obligados a abandonar sus hogares, pero también habla de su determinación y resiliencia para buscar una vida mejor.
Capítulos de esta apretada crónica de las tensiones geopolíticas y la crisis humanitaria que se viven a diario en la frontera colombo-venezolana han venido presentándose desde 2017 en una serie de exposiciones tituladas Entre nosotros y los otros: Juntos Aparte, un proyecto conjunto entre la Fundación El Pilar (Colombia), creadora de Juntos Aparte y dirigida por el curador colombiano Alex Brahim (1977), y BIENALSUR, una plataforma cultural que trasciende las fronteras geográficas y culturales con epicentro en el Museo de la Inmigración, perteneciente a la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF).
La última exposición de esta serie tiene lugar hasta el 15 de marzo en Casa de América, en Madrid, y reúne a 24 artistas de 11 nacionalidades, muchos de ellos migrantes, que trabajan sobre las nociones de territorio, fronteras y desplazamiento forzado a partir de experiencias vividas en sus países de origen o como parte de sus prácticas artísticas.
Las obras reunidas en Entre nosotros y los otros: Juntos Aparte exploran la experiencia migratoria desde diversas perspectivas, incluidos los modelos de ciudadanía, lo cartográfico, la interculturalidad, los confines de los estados-nación, la cultura popular, lo decolonial, el racismo, la resistencia, el género y la sexualidad.
La muestra es organizada por Alex Brahim -hijo de una migrante española y de un colombiano de ascendencia jordana palestina- junto con Diana Wechsler,directora artística de BIENALSUR, y Benedetta Casini, coordinadora de exhibiciones en MUNTREF y de exhibiciones colectivas en BIENALSUR.
Artistas como la brasileña Anna Bella Geiger, el venezolano Iván Candeo y la cubana Glenda León exploran la dimensión imaginaria del territorio a través de cartografías tanto disidentes como poéticas. Estas obras establecen un diálogo fascinante con trabajos como el del fotógrafo colombiano Daniel Arévalo, quien aborda la crisis de la frontera colombo-venezolana desde un enfoque documentalista.
Su serie Casas es uno de los pocos documentos existentes sobre la demolición masiva de hogares ocurrida en Venezuela en agosto de 2015, cuando el gobierno determinó el cierre unilateral de la frontera con Colombia. Esta orden conllevó el desalojo y la expulsión de miles de colombianos y sus familias binacionales que habitaban las cercanías del territorio venezolano.
Durante este proceso, las autoridades bolivarianas marcaron las casas del área con una clasificación que evocaba el proceder Nazi en Europa. Las letras R y D fueron pintadas en las fachadas, siendo la primera marca la de «Revisado», indicando que allí habitaba una familia venezolana, mientras que la segunda señalaba a las familias colombianas y el destino de su hogar: «Derríbese».
De Arévalo también se muestra la serie ¿A dónde?, que el artista describe como “el registro del éxodo de un pueblo deportado”. Esta colección de fotografías a blanco y negro retrata la incertidumbre y vicisitudes de migrantes afligidos que se volcaron a las rutas, pasos ilegales y trochas inciertas para huir de un territorio que ahora los señala como ajenos.
El registro visual tuvo lugar entre Colombia y Venezuela durante el mes de agosto del 2015. La comunidad Mi Pequeña Barinas, en Venezuela, el río Táchira -que corre entre el estado Táchira en Venezuela y el departamento de Norte de Santander en Colombia-, y La Parada, en Colombia, fueron los escenarios del movimiento migratorio provocado por el cierre fronterizo y la flagrante expulsión de colombianos decretada por el gobierno venezolano.
La Parada es la primera población de Colombia que consiguen los venezolanos al pasar el Puente Simón Bolívar desde el vecino estado Táchira. También es, según las autoridades colombianas, el primer lugar conquistado fuera de Venezuela por el Tren de Aragua, una temida banda del crimen organizado que nació en la cárcel de Tocorón y que ha expandido su presencia por el continente americano en los últimos cinco años.
En el video La Casa en la Frontera, del colombiano Juan Carvajal, la narración alegórica sobre la historia de una familia invadida por autoridades que trazan la línea de la frontera en medio de su casa invita a reflexionar sobre la fragmentación de la Cuenca binacional del Lago de Maracaibo. El video comparte el relato en la voz del reconocido actor colombiano Elkin Díaz, oriundo de la frontera.
El proyecto incluye además una publicación que define el territorio de la cuenca según sus límites naturales y su historia compartida, junto con un esbozo de propuestas para su conservación ambiental, clasificación de fauna y flora, y gestión hídrica. Su propósito es reivindicar la hermandad binacional y brindar herramientas para trazar rutas de manejo coherentes con una ética ambiental y cultural que beneficie el desarrollo económico de la región.
La exposición también presenta la serie fotográfica Deambular Desconocido, de la colombiana Angie Jácome, que retrata la expresión de incertidumbre en los rostros de aquellos que marchan sin un destino predeterminado, sin billete de ida ni de regreso. En estas imágenes vemos un desfile interminable de niños, ancianos, hombres y mujeres que han decidido aventurarse hacia un futuro aún más incierto al otro lado. Más allá de la búsqueda de un destino geográfico concreto, el propósito subyacente de estas personas es encontrarse consigo mismas.
La fotógrafa reflexiona sobre su propia participación en este movimiento masivo, debatiéndose entre seguir a la multitud como observadora o sumarse a ella como parte activa. Su decisión ha sido dar testimonio de su existencia y de su búsqueda durante el éxodo masivo de venezolanos a través del Puente Internacional Simón Bolívar.
Este puente es un verdadero escenario de contradicciones. Mientras une, tiene el poder de separar; y cuando vincula, deja al descubierto su fragilidad y quiebres. Se ha convertido en símbolo tanto de hermandad como de restricciones en la frontera colombo-venezolana. Un no-lugar por donde transitan a diario rebuscadores, contrabandistas, sobrevivientes y desplazados, algunos debido al conflicto armado y otros por el exilio forzado.
Por este puente también transita la VeneCo, un personaje creado por la artista venezolana Carmen Ludene. En su video-registro presente en la exposición, encarna la ambigüedad de tener dos identificaciones pero una sola identidad, que oscila entre Colombia y Venezuela. La VeneCo interactúa e interpela a los caminantes, indaga sobre su lugar de pertenencia y sobre su relación con el otro en un acto de resistencia contra la desesperanza.
Aunque los puentes proporcionan cobijo a quienes que van por los caminos y trochas, no están hechos para resistir el peso y la magnitud de los movimientos migratorios. Son construcciones humanas que permiten conexiones bidireccionales que, aunque estáticas en el espacio, insuflan dinamismo a sus extremos, tejiendo hilos invisibles que cohesionan territorios cuyas fronteras se delinean y difuminan con el constante vaivén de los caminantes.
Los dibujos de MO Colectivo (Colombia), localizados en los límites entre Colombia y Venezuela, trascienden la geografía específica para resonar en los imaginarios universales sobre la migración. En la exposición, su mural de siluetas caminantes es la manifestación de la atemporal y anónima movilidad humana.
El artista, fotógrafo y activista argentino Marcelo Brodsky, con el apoyo del fotoperiodista cucuteño Juan Pablo Cohen, ha consolidado un proyecto que busca representar a la frontera colombo-venezolana a través de su historia, política y acontecimientos del último siglo. En Abrir los puentes, una imagen de Cúcuta de Cohen intervenida por Brosdky, la frontera es un espacio para la palabra, en forma de réplica y de épica, como forma de protesta.
El artista colombiano Samir Quintero aborda de manera sensible la problemática del trabajo infantil en la frontera colombo-venezolana a través de representaciones pictóricas de niños de la calle o que venden golosinas en los semáforos y calles de Cúcuta.
A través del uso simbólico de las colombinas Bon-Bon-Bum, equivalente colombiano al Chupa-Chups español, y su intervención pictórica en una caja de la marca, Quintero evoca los imaginarios de pobreza y vulnerabilidad presentes en la principal ciudad fronteriza colombo-venezolana, marcada por la alta movilidad humana. La obra termina de señalar la escasez con la presencia mínima de tres golosinas en el interior de la caja intervenida.
La instalación escultórica de la artista mexicana Betsabée Romero, titulada Tu huella es el camino y tu camino es de paz, explora la problemática de los pasos ilegales y trochas entre Colombia y Venezuela, lugares donde los migrantes se enfrentan constantemente al río Táchira. En la frontera entre Norte de Santander y el Táchira, la artista propone una reflexión sobre el significado de los objetos cotidianos, con el fin de resaltar las huellas dejadas por las personas en tránsito.
Su obra consiste en un ensamblaje hecho con hormas de calzado, que alguna vez representaron la próspera industria zapatera de Cúcuta, las cuales han sido talladas con los pies de los caminantes. Las hormas se entrelazan con alambres de púas, creando un puente suspendido que conecta espacios distantes.
La línea iluminada de color rojo que atraviesa la instalación representa la frontera entre Colombia y Venezuela, específicamente en el área Metropolitana de Cúcuta. Este lugar, marcado por rutas difíciles de transitar, es testigo de las complejas dinámicas de poder y las ásperas formas de control territorial que enfrentan los migrantes en su búsqueda de un futuro mejor.
En Estandarte para cruzada de golondrinas, el artista venezolano Adrián Preciado ofrece una reinterpretación de la migración masiva de colombianos y venezolanos en periodos de flujo intenso.
La obra textil muestra el contorno de una cartografía en la que estos movimientos ocurren de manera bidireccional y pendular. Las golondrinas evocan décadas de migraciones colombianas hacia Venezuela y los movimientos contrarios igualmente importantes. El mapa binacional fusiona a Colombia y Venezuela en una sola línea que abarca las trochas, caminos y puentes necesarios para navegar un territorio donde las fronteras se diluyen.
Del reconocido artista colombiano Antonio Caro se presenta la obra Re-Unión Grancolombiana, inspirada en la noción de la Gran Colombia, un proyecto de integración liderado por Simón Bolívar que buscaba unificar varios países de América del Sur en una sola nación.
El interés del artista por este tema surgió de su participación en el Proyecto MAPA en 1996, donde un grupo de artistas e intelectuales de Colombia y Venezuela intervinieron un mapa de ambos países, eliminando las líneas que demarcaban las fronteras.
Estas intervenciones provocaron reflexiones sobre el proyecto fallido de integración de Simón Bolívar y dieron lugar a exposiciones y actividades de integración y diálogo entre los dos países. La contribución de Antonio Caro consistió en agregar al mapa inicial el resto de las naciones que formaban parte de la Gran Colombia.
A partir de ese momento, Caro se dedicó a organizar encuentros y charlas con la participación de artistas e intelectuales de Colombia, Panamá, Venezuela y Ecuador, lo que convirtió al proyecto Re-Unión Grancolombiana en un esfuerzo colaborativo. La fecha límite del proyecto, el 24 de julio de 2022, coincidió con dos eventos significativos en la historia de América Latina: los 200 años de la Batalla de Pichincha, que consolidó a la Gran Colombia, y el natalicio de Simón Bolívar.
Los ideales de integración y cooperación entre los países de América son también explorados por Pablo Helguera (México/EEUU) en Las ruinas del libertador, una publicación impresa inspirada en un episodio singular que vivió el artista en la frontera colombo-venezolana mientras llevaba a cabo su proyecto Escuela Panamericana del Desasosiego, que consistía en un viaje exploratorio desde Alaska hasta la Tierra del Fuego en una furgoneta-escuela portátil.
A tan sólo un kilómetro de la línea fronteriza, en el Templo Histórico de la Villa del Rosario de Cúcuta, donde se fundó La Gran Colombia, Helguera elaboró un discurso basado en los diez días que truncaron su recorrido. Este relato vio por primera vez la luz pública trece años después con esta obra creada para Juntos Aparte. El tono irónico de Las ruinas del libertador alude al contexto fronterizo como un escenario cíclico de futuros cancelados.
En la exposición también se incluye el proyecto Cedulación, del artista colombiano Sergio Durán “Bayo”, que propone un proceso de documentación identitaria alterna, partiendo de una comprensión binacional intrínseca a la memoria histórica que alguna vez hizo de Venezuela y Colombia un solo territorio.
A través de la conversación con ciudadanos, Durán hace de la cedulación un ritual de reconocimiento personal y nacional, creando y otorgando a mano alzada cédulas de la Gran Colombia, las cuales dignifican y rememoran que se puede ser de dos lugares, incluso sin haber vivido de manera permanente en alguno de ellos.
Una de las obras internacionalmente más conocidas sobre la frontera colombo-venezolana es la realizada por la artista mexicana Teresa Margolles junto a las carretilleras que cruzan mercancía ajena como medio de subsistencia. Plasmadas en un gran mural, estas mujeres resilientes emergen en puntos inusitados, revelando su realidad y plantando cara al visitante o el transeúnte en lugares como el Museo de Arte Moderno de Bogotá, el Museo Es Baluard en Palma de Mallorca, el casco urbano de Cúcuta, en medio del festival de arte urbano Atacarte, y ahora en las salas de exposición de Casa de América en Madrid.
Muchas de estas mujeres que habitaban (y habitan) la frontera apenas se comunicaban entre ellas. A través del acompañamiento y la escucha, Margolles no solo logró ganar su confianza, sino también fomentar la solidaridad y el reconocimiento entre ellas; en otras palabras, el empoderamiento desde la fragilidad absoluta. El sobredimensionamiento de sus figuras en este mural es un gesto de reconocimiento más amplio hacia las mujeres, sobre quienes recaen habitualmente el cuidado y la búsqueda del bienestar en los entornos de crisis.
La cartografía que delinea las fronteras entre Colombia y Venezuela traza una larga línea que evidencia las fluctuaciones de una inestabilidad política compartida. A través de Alternancia, una escultura motorizada hecha con minas de grafito, el artista colombiano Yosman Botero ofrece un reflejo de los diversos vaivenes políticos y sociales que han ido sacudiendo el territorio sin lograr transformarlo: una visión de dos naciones que cargan con el peso de sus historias comunes, y cuyas fronteras y voluntades se desgastan sin dirección alguna.
Sobre Juntos Aparte
Juntos Aparte se enfoca en el fortalecimiento ciudadano, la integración y las condiciones para la paz en el marco de un territorio donde convergen las dinámicas del conflicto armado, las oleadas migratorias y el desplazamiento forzado. Arraigado en la principal ciudad de la frontera colombo-venezolana, Cúcuta, Colombia, este proyecto no solo se presenta como un observatorio permanente, sino como epicentro de diálogo que otorga valor a la naturaleza e identidad de la ciudad y la región, insertándolas de manera proactiva en la cartografía global de transacciones culturales y de saberes, contribuyendo a los debates sobre las dinámicas entre el centro y la periferia.
En el marco de las sucesivas ediciones de BIENALSUR, este proyecto ha realizado tres ediciones en la frontera colombo-venezolana (2017-2019-2021), movilizando a más de 25.000 personas y congregando a 120 artistas y pensadores de 40 nacionalidades, consolidándose como un espacio neurálgico para el pensamiento fronterizo y las prácticas artísticas contemporáneas.
En su cuarto capítulo cruzando el Atlántico, en Casa de América, se reúnen las obras de Adrián Preciado (VEN), Antonio Caro (COL), Anna Bella Geiger (BRA), Angie Jácome (COL), Betsabée Romero (MEX), Carmen Ludene (VEN), Daniel Arévalo (COL), Daniela Ortiz (PER), Giuliana Racco (CAN), Glenda León (CUB), Iván Candeo (VE), Juan Carvajal (COL), Marcelo Brodsky (ARG), MO Colectivo / Mariam Abrajim y Octavio Salazar (COL), Nicolás Cadavid (COL), Pablo Helguera (MEX), Raimond Chaves (COL/ESP) y Gilda Mantilla (PER), Sergio Duran “Bayo” (COL), Teresa Margolles (MEX), Samir Quintero (COL), Verena Melgarejo (BOL/DEU), Wilmer Useche (COL), Yosman Botero (COL).
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