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ADRIÁN BALSECA: ELOGIO A LA OSCURIDAD

Por Katya Cazar | Curadora

Desde una perspectiva sensible, podemos observar el estado de la cultura y de las instituciones culturales del Ecuador, así como los cambios políticos y sus derroteros, como un entorno complejo con numerosas urgencias.

El sector artístico no solo ha sido de gran importancia para la sociedad ecuatoriana a lo largo de la historia, sino también un componente simbólico sinigual. Este reconocimiento tiene precedentes históricos evocadores, propios del imaginario de la construcción de Nación. Lamentablemente, en la actualidad, esa imagen de cultura se diluye para convertirse en un espacio de escasa importancia para los gobiernos de turno.

En este contexto, surge una propuesta de carácter privado de la Universidad Católica de Cuenca (Ecuador), en colaboración con TecBox Cultura, que convocó a nivel nacional la presentación de proyectos artísticos que combinaran arte, ciencia y tecnología.

La iniciativa es notable porque proviene de la academia privada en lugar de instituciones culturales o artísticas. Implica un fondo de producción de $10.000 dólares, y en esta primera edición atrajo la postulación de 57 proyectos. Después de un proceso curatorial y la evaluación de un jurado, se determinó que el primer premio fuera otorgado al artista quiteño Adrián Balseca(1989).

Su obra, Elogio a la oscuridad, es una videoinstalación con un potente componente poético que nos transporta al universo mágico de las culturas prehispánicas, así como a paisajes de extractivismo informal.

La pieza está concebida para ser proyectada en dos pantallas, lo que genera un constante contraste en tiempo y movimiento entre sus escenas. Se exhibió del 6 de octubre al 30 de noviembre en el espacio de observación del Planetario Municipal de Cuenca. Este emplazamiento hizo que la obra adquiriera otro carácter, además de desafiar al espectador a explorar nuevas formas y entornos para acercarse al arte contemporáneo.

El video estuvo acompañado por una instalación de objetos técnicos utilizados en minería, así como de instrumental médico y una prótesis que fue ocupada por el artista. Durante sus casi dos meses de exhibición, asistieron alrededor de 2000 personas.

Adrián Balseca, ‘Elogio a la Oscuridad’, 2023.

En Elogio a la oscuridad, Adrián Balseca activa la metáfora del reflejo inducido por los espejos de obsidiana en la era prehispánica. Estos no solo servían para reflejarse, sino también para vislumbrar más allá de la superficie y captar el alma de lo reflejado. Desde la profundidad de su oscuridad, esta roca de aspecto vítreo devuelve una imagen oblicua y una perspectiva que nos invita a explorar en la profundidad de su fondo negro.

Los cronistas los denominaron «espejos de humo» debido a su uso chamánico. Estos espejos, que al llegar a Europa se convirtieron en exóticos amuletos de la suerte, son para Occidente objetos preciados, cargados de señales que agitan los sentidos.

Así, la obsidiana no es solo el producto del súbito enfriamiento de la lava volcánica al momento de tocar el suelo, utilizado en la fabricación de herramientas, armas y objetos ceremoniales; es también el objeto mágico poblado de anécdotas históricas que nos trasladan al lugar mismo donde el artista lleva a cabo su investigación y su acción: la mina de obsidiana en Mullumica, Ecuador, donde se cree que se elaboraron espejos sagrados de la época inca y preincaica.

Balseca construye una obra en la que varios lenguajes se fusionan en el crisol de lo cinematográfico. Nos sumerge en una variedad de momentos y emociones que van desde los paisajes desolados de las minas hasta la frialdad de un laboratorio, pasando por escenas que resuenan con el sonido de la lluvia cayendo sobre el plástico de utensilios domésticos, para luego contrastar con el sonido estridente de la tecnología médica.

Las imágenes se contrastan y complementan a través de una narrativa sinuosa que describe el tránsito hacia una coordenada escarpada donde, por medio de la alquimia, lo pétreo se transforma en orfebrería mecánica. La metáfora del reflejo óptico se vuelve real; la lava volcánica, transformada en fino cristal, se convierte en una prótesis de visualidad. Todos estos elementos conforman el guion de una narrativa que, desde distintos ángulos, nos muestra el proceso de introspección del autor.

Por primera vez en su producción artística, Balseca propone un self portrait, una suerte de autorrepresentación nutrida de archivos históricos y referentes. Se sitúa a sí mismo en el epicentro de su obra, desplazando su locus de enunciación hacia un lugar más profundo, más introspectivo y más telúrico. Plantea un relato visual que deriva de las imágenes provenientes de la cámara, pero también del recuerdo.

Mirarse a sí mismo en el reflejo de la piedra pulida implica renovar las creencias prehispánicas de que mirarse en la obsidiana significaba observar las sombras en la densidad de la memoria. No mirar implica otro tipo de observación en el silencio, y en este caso, el silencio del video cede ante el sonido del pico golpeando la tierra del páramo andino.

Adrián Balseca, ‘Elogio a la Oscuridad’, 2023. Planetario Municipal de Cuenca, 2023. Foto © Santiago Escobar, 2023.

La pieza entrecruza continuamente cortes ópticos y construcciones estéticas que evocan la cinematografía de Peter Greenaway y de Luis Buñuel. Estas referencias son reinterpretadas por el artista para reflexionar sobre sí mismo. Elogio a la Oscuridad nos acerca a esta concepción de la filmografía que convierte el verbo “mirar” en un observatorio universal.

La relación entre Elogio a la Oscuridad y Elogio de la Sombra de Borges revela otro camino. La referencia que hace Balseca a este poemario borgeano nos invita a reconsiderar el punto de ubicación en la oscuridad y su enunciación como otro punto de observación.

Borges evoca a Demócrito de Abdera y su gesto de arrancarse los ojos para pensar. Elogio a la Oscuridad, por su parte, es un tributo a la luz, aunque provenga de la constancia de la finitud humana y de la fugacidad del reflejo de nuestra sombra. Con influencias visuales y psicológicas del cine de Greenaway, Balseca parece dialogar con el realizador, ambos lectores de Borges y sus conceptos de metáfora y artificio.

La arquitectura de este audiovisual realizado en 16 mm nos envuelve en la experiencia de percibir el viento y la bruma que apuran el trabajo bajo tierra. Estamos en la mina, dentro de la montaña, abrazando la oscuridad mientras abrazamos la luz; los contrastes generan una nueva atmósfera en el prisma de una realidad paralela.

Elogio a la Oscuridad también se puede interpretar como un diario de viaje del artista hacia las minas de obsidiana que fueron explotadas en tiempos antiguos en las tierras sagradas de Mullumica. Emprende su recorrido hacia las montañas andinas, una travesía posmoderna, pero con algo del espíritu de los cronistas del siglo XIX. La producción se convierte así en un periplo por la memoria colectiva, donde el artista busca conectar con las historias y las tradiciones arraigadas en la tierra y la cultura de la región.

Los recursos visuales que emplea Balseca en esta película abren un nuevo ángulo de perspectiva y añaden un nuevo visor a la mirada habitual de su trabajo, que antes se centraba en un objetivo externo. Durante el largo proceso de producción, se hace presente el espacio en negativo, que por sí solo genera otro lente y, al igual que Borges, establece otro ángulo, otra palabra para nombrar el abismo.

Elogio a la oscuridad nos lleva a través de una narración que llena el vacío de lo que ya no está; en un constante loop, nos dirige a las puertas eléctricas, a los scanners, al ruido insoportable de máquinas médicas que insisten en recalcar la vulnerabilidad del ser y la profundidad del espejo, la soledad oscura a la espera de la existencia.

Esta obra inédita de Adrián Balseca no solo es la ganadora de la primera edición de la convocatoria TecBox Cultura; también es un testimonio de cómo los artistas de su trayectoria continúan produciendo más allá de las circunstancias mencionadas al inicio de este texto.

Este proyecto se enmarca en una gestión innovadora, donde la academia activa al sector artístico y promueve un encuentro con el arte en el espacio urbano, algo que es muy necesario en nuestro país.

Adrián Balseca, ‘Elogio a la Oscuridad’, 2023. Planetario Municipal de Cuenca, 2023. Foto © Santiago Escobar, 2023.

[1] https://www.getty.edu/research/exhibitions_events/exhibitions/obsidian_mirror/obsidian_mirror_informacion.pdf

Katya Cazar

Cuenca, Ecuador, 1973. Artista visual, profesora universitaria y curadora independiente. Ha trabajado para el Centro Atlántico de Palma de Mallorca, España, y el pabellón ecuatoriano en el Festival de Arte Latinoamericano, Museo del Bronx, Nueva York. Asistió a Gerardo Mosquera en el “Proyecto Patios y arte contemporáneo en Quito” (2010) y en 2022 fue invitada a la Academia de Roma (Italia) para Visit Studio. Es miembro del International Association of Curators of Contemporary Art (IKT); del Consejo Consultivo de la Fundación Tinkuy (programa de arte y de educación, Quito); y de la Casa de la Cultura desde 2000. Ha participado como artista en la Bienal de Cuenca V (1996-1997) y VIII (2004); en la XI (2012-2013) como curadora; y en la 12 (2014), la 15 (2021-2022) y la 16 (2023-2024) como directora ejecutiva de la institución.

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