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EL CUERPO QUEER VENEZOLANO, UNA CRIATURA TECNO, TROPICAL Y APOCALÍPTICA

A LA MEMORIA DE AÉREA NEGROT (LA GUAIRA, 1980 – BERLÍN, 2023)


Yo pienso que para comenzar a hacer algo nuevo tú tienes que morir, no suicidarte, tal vez matar tu propio personaje. (…) A mí, como ser humano, no me interesa estar en un solo lugar. Es de estabilidades y de desestabilizarse, de tener una fuerza femenina pero al mismo tiempo ser un carácter masculino.

A.N


Cuando preguntan ¿hay movida queer en Venezuela? algunos piensan de inmediato en el genial Boris Izaguirre (Caracas, 1965) mariqueando en la TV española, Osmel Sousa (Cuba, 1946) fabricando miss universos, o el dramaturgo Issac Chocron (Maracay, 1930 – Caracas, 2011) con su homoerotismo frontal y palpitante que marcó a la intelectualidad venezolana. ¡Pues no! Lo queer es una idea más compleja que implica la temporalidad de los sujetos y los significados en constante reformulación, para dar paso a una naturaleza híbrida que deconstruye la alta cultura y se reivindica en el espacio público.

Si quisiéramos analizar un cuerpo queer con sello venezolano, sugiero pensar en cuatro personajes claves e íconos de nuestro underground: el estilista Omer Bretón[1], que rompe con todos los esquemas de fragilidad, tropicalidad, delicadeza y feminidad que caracterizan a los gays de los 80. Maracucho de nacimiento, emigró a Caracas durante la bonanza petrolera para dibujar la noche capitalina desde su Atelier de Belleza y desde la fiesta “Caracas Mortal”, a finales de los 80S. Omer creó una especie de partenón Queer-Punk y New Wave donde miles jóvenes radicales y vanguardistas del país consiguieron refugio, al punto que podríamos considerarlo el director artístico del underground criollo por más de 20 años.

Stayfree[2] (Caracas, 1977), performer, presentador de TV y escritor de la mítica columna queer de los 90 Te lo juro por Madonna, la megadiva Arca[3] (Caracas, 1990), performer y compositora que trabaja desde el Noise, evocando el presente como ruina para construir distopías del futuro, y nuestra Aérea Negrot (La Guaira, 1980 – Berlín, 2023), criatura frágil y abstracta, icónica del underground europeo, quien decidió congelar su vida el pasado jueves. Por ahí van los tiros, moviéndose entre periferia y centro del mundo del arte.

Para efectos de este relato me centraré en las tres chic@s. Ellas, como tres aves nocturnas, ameritan ser entendid@s en su contexto de operación a manera de símbolos estéticos cercanos a una lógica propia del Caribe post-digital.

Aérea Negrot en el film “Silent” de Pauline Boudry y Renate Lorenz, instalación multimedia, 2016. Cortesía: Pauline Boudry/Renate Lorenz

Cuerpos Híbridos

Una cosa es evocar la construcción de género no binario, otra cosa es encarnarlo. Sería absurdo hablar del nacimiento de una conciencia queer en la creación actual venezolana sin analizar la energía creativa de los cuerpos trans (no hablo del simple travestismo o de la imagen pop que representan las drag queen interpretando éxitos de las divas hiperfemeninas como Olga Tañon). La performatividad trans que capta mi atención representa a la hija bastarda y victoriosa de la performance.

Erróneamente clasificada en el área del entretenimiento, la historiografía del arte pasa de largo esa capacidad cercana a la antropofagia[4], donde el cuerpo híbrido se apodera de los íconos del presente para generar un arte vivo, que en muchos casos no puede ser clasificado como teatro, no se rige por un guion y no apuesta por la representación del otro, sino la evocación o liberación desencarnada de un estado oculto en la conciencia de l@s artist@s. Esquizofrenia para los ortodoxos, yo prefiero leer estas expresiones como un momento elevado de espiritualidad.

El lector informado podría reírse en mi cara y decirme: “trans a la venezolana”, eso suena “niche” (término criollo para mal gusto). Es cierto, ser trans es reinventarse, es liberarse de la geoestética y deconstruir cualquier modelo de “identidad nacional” para centrarse en la transformación de uno mismo y del presente, creando identidades fractales que se pueden movilizar y cambiar. Aunque no podemos negar dinámicas que propician ciertos tipos de estéticas, como la música que se populariza en la ciudad y los guetos urbanos que conforman la cartografía del underground local, la estética de la violencia o nuestro eterno debate entre la idiosincrasia rural y la pasión por el futuro. 

A través de cada uno de est@s personajes podemos entender cómo la cultura electrónica cambió la forma de comprender el cuerpo y la estética. Si partimos de esta premisa, el nacimiento de la noción queer está directamente ligada a la popularización de la cultura digital, incluso al concepto Cyborg.

Francisco Barone, Omer Bretón, Elianamar Barroso, Eduardo Morales, Yanet Matos y Leonardo Chalbaud. Foto Gustavo Acevedo, julio de 1985. Club El Antro, Caracas. Cortesía: Omer Bretón

Orígenes de la movida electrónica en Venezuela

Es importante aclarar que Caracas desde finales de los 70s era como el Dubái contemporáneo. Gracias a la renta petrolera, Venezuela pasó por uno de los procesos modernizadores más agresivos del continente. Mientras muchos de los países vecinos vivían dictaduras, Venezuela se desbordaba con los excesos del extractivismo.

A partir del año 1988, Alejandro Rebolledo (Caracas, 1970 – Barcelona, 2016), escritor y DJ, introducía desde Londres el Acid House en fiestas hiper exclusivas organizadas en mansiones abandonadas. Esto, sumado a los eventos organizados por Omer, consolida en los 80s la movida Techno en Venezuela.

Al inicio de la década de los 90 teníamos una sólida movida electro, principalmente en los sitios gay, con DJs de planta en cada uno de los antros: Jhonny Ferreira en Club Mónaco; Oswaldo Ramos en Let 7; Carlos Véliz LeBarón en Studio 84, The Sunshine Disco y The Punch Club; César Díaz en Open Gate Club; Enrique Moya en Zigzag; Cesar Díaz en Open Gate Club y Crazyclub; Mauricio Serrano, Pedro y Antun, y Frank Escalona en Ice Palace. 

Luego las fiestas de Bertoche en Filas de Mariche, Dj Wilem Ruiz, grupos como el Trío de Capuleto, Dj Rey, Manuel Lebón y, sobre todo, Dj Vivi. En las afueras de Caracas, en Maracaibo, en Mérida y en Barquisimeto, aparecen los primeros Raves. También surgieron las fiestas Arty que exhibían “arte de ambiente”, como los “Happening Extremos” de finales de los 90s que se hacían en la casa del exdictador Marcos Pérez Jiménez.

En las fiestas caraqueñas, el Acid House, el Jungle, el Hardcore, el Drum and Bass se hacen cada vez más populares y se descubre la sensualidad electrónica. Los jóvenes podían pasarse tres días bailando en medio de la naturaleza y, definitivamente el éxtasis y las anfetaminas estaban propiciando una festiva flexibilidad sexual que permitía salirse de la norma, sin entrar en la casilla gay. La noche Arty capitalina vio nacer personajes imposibles de clasificar. Por ejemplo, las dos anti-divas Aérea Negrot y Stayfree, ambas catapultadas como íconos nacionales cuando aparecen en la portada del semanario juvenil URBE, con un especial llamado Rambotrans.

En la sofisticada escena de los 90s teníamos ínfulas de primer mundo; la marica tropical no estaba de moda en la comunidad artística. El delicado folclore gay anglosajón comienza a percibirse como algo cursi. Ya no era necesaria la hipermasculinidad a lo Village People y tampoco la postura machista que te obliga a ser “la mujer” pasiv@ si te gustan las personas de tu mismo sexo. Simplemente éramos y tomábamos el espacio público desde toda nuestra complejidad[5].  

Sin darnos cuenta, todo estaba cambiando y vivíamos el inicio del más radical giro societal desde la revolución industrial: la era post-digital. Las fiestas electrónicas de días, las cirugías estéticas que se ponen de moda, los teléfonos celulares, el Internet. La imagen del Cyborg se hace popular en los juegos de videos y los adolescentes consumíamos las mangas japonesas, poetizando un ser no binario que no es ni humano ni máquina, ni hombre ni mujer. 

El dragón de tres cabezas: STAYFREE, AÉREA, ARCA

STAYFREE[6]: Voguing y Acid House.

En 1990, Caracas era una metrópolis internacional en comunicación fluida con la escena artística de New York. Ese año, Madonna sacó el álbum Vogue, y dos años más tarde escandaliza con su libro Sex, donde se publican fotos de orgías bisexuales y escenas fetichistas. Aparece el documental Paris is Burning (1990), dirigido por Jennie Livingston, donde se muestra por primera vez el movimiento conocido como Cultura Ball, desarrollado por los sectores más marginados en la Gran Manzana: latinos, afro-americanos y la comunidad trans. Esta movida generó un eco inmediato en la ciudad.

En el Centro Comercial Plaza las Américas y algunas casas privadas aparece la versión criolla de la movida Club Kids[7], jóvenes que se caracterizaban por sus atuendos extravagantes, texturas de peluches y un fuerte consumo de éxtasis. “Éramos cientos de maricos, lesbianas, transgéneros y heterosexuales juntos, todos teníamos alguna ilusión artística (…) No te puedo decir que éramos artistas queer, nosotros no teníamos conciencia de LGBT, solo estábamos como un paso adelante, era un poco más artístico que marico. Incluso había un espíritu Grunge que marcaba la estética”[8]. Este es un momento clave para la reivindicación del género, cuando los cuerpos queer comienzan a tomar el espacio público.

Paralelamente, el circuito del arte estaba en su mejor momento. Decenas de artistas formados con la renta petrolera regresaban al país con instalaciones faraónicas en los museos. Algunos artistas abordaban lo queer sin problema en las principales instituciones, como José Gabriel Fernández o el dúo Anthony Aziz and Sammy Cucher, o Julio Vengoechea con sus especiales de moda lésbicos.

En medio de esta incontinencia creativa, un púber, de piel oscura y rasgos marginales, originario del Barrio la Cruz, sector popular caraqueño, comienza a bailar con una mariquera estridente desde las verbenas de los liceos públicos. Esta criatura era Julián Adalberto Eduardo (Caracas, 1977), que en una primera instancia se presentaba como el “Aborto de Madonna” y desarrolla un personaje inspirado en la diva.

Al poco tiempo, la ciudad lo bautizó como Stayfree (por sus parodias de los comerciales de TV de una toalla sanitaria). Estudió ballet clásico, tiene voz de contratenor y fue uno de los primeros en popularizar el Voguing[9] en las calles de Caracas, organizando maratones dedicados a las coreografías de Madonna. Desde niño, Stayfree entendió que la danza podía ser un arma para combatir el bullying. Bailaba en el CCCT (Centro Comercial Ciudad Tamanaco) y en el antro llamado Basurero, liderando decenas de jóvenes que se movían en manadas, con una mariquera incontestable tan fuerte que lograban transformar la agresividad urbana en admiración.

Rápidamente este personaje evolucionó como Drag, con una estética más trash e híbrida, consciente de las dinámicas glocales que vivía el planeta y con cierta intención retrofuturista. Él solapa símbolos de la Venezuela agrícola a la cultura de masas con una fluidez desconcertante. Para entenderl@ podríamos verle como un malandro caraqueño[10], híbrido entre Sailor Moon, cantante de ópera y diva del joropo[11].

Stayfree, sesión de fotos para la portada del semanario URBE, 1996. Foto: Fran Beaufrand

Cuando Stayfree decide nacer, su placenta estaba cubierta de escarcha con peluches en el cuerpo, botas plateadas y peinados japoneses. Era posible verla haciendo una performance en la vitrina de la librería del Ateneo de Caracas o en Teatro Teresa Carreño, cantando ópera como lo hizo en la recordada pieza “Concierto Barroco”[12],dirigida por Edwin Erminy y Vicente Albarracín, que la llevó de gira por varios países de Europa y América Latina.

En las fiestas más underground organizadas por la comunidad artística, ella liberaba su performatividad desde el Lip Sync[13], mezclando temas del joropo llanero con el manga japonés. En uno de sus videos tardíos podemos ver su energía y escuchar sus frases épicas: “fuerte es ser macho y pensar en un machete”[14]. Stayfree fue la única de su generación que cometió el error de no salvarse de la dictadura y quedarse en Venezuela, seducida por su éxito como presentador del programa televisivo Noche de Perros.

Hay una imagen apocalíptica que puede vaticinar el absurdo de nuestro presente como familia queer. Al inicio de la ‘Revolución’, el oficialismo trató de instrumentalizar su imagen. En junio de 2001, Stayfree desfiló en la primera marcha del orgullo gay de Caracas con un inmenso vestido verde militar y una boina roja, emulando a Chávez, como si fuera “El Comandante Eterno de las Locas».

Esta imagen sarcástica es símbolo de un momento histórico, donde los marginados pensaban que podían ser escuchados, y se convierte en el último gran gesto urbano de la criatura ícono de la diversidad sexual en la Caracas de fin de siglo. Luego, la rudeza del país hacia los cuerpos extraños la devoró; la devoró cuando desapareció el circuito del arte y su propia fama la devoró, al punto de deambular solitaria y perdida por las avenidas de Caracas buscando crack. Consiguió escapar a la muerte, hoy está regenerada y mantiene redes sociales con unos 20 mil seguidores. 

ARCA: abrazar la máquina, evocar fragilidad y existir desde el Noise

El inicio del siglo XXI fue un momento de deconstrucción en Venezuela. Coincide con la instauración del Chavismo y sus dinámicas totalitarias que desarticulan todo el aparataje institucional en nombre de la Revolución. Los cacerolazos, como forma de protesta civil ante la arremetida chavista, fracturan la tranquilidad de las noches tropicales. A una hora predeterminada, durante 15 minutos, millones de personas se resisten a los maratónicos discursos de Chávez haciendo ruido con los utensilios de cocina desde el interior de sus hogares. Estas guerras anónimas rápidamente tomaron como escenario de batalla las redes sociales, donde era necesario crear avatares para evitar ser fichados. Esos mismos avatares tan utilizados en internet, dentro de chats juegos de videos y Second Life para reinventar tu propia existencia y evadir la realidad.

En paralelo, la juventud caraqueña liberaba sus cuerpos en las fiestas underground con el Breakcore, un ritmo feroz muy influido por el Hardcore, el Drum and Bass y la música industrial, caracterizado por el uso de bombos potentes y distorsionados, breaks y una amplia gama de samples, todo ello tocado a velocidades muy altas[15]. En esta Caracas furiosa mutante y sin rumbo creció Alejandro Ghersi, hoy Arca, la estrella venezolana de la música concreta reconocida por haber trabajado con titanes como Kanye West, FKA Twigs, Kelela y Björk.

Arca evoca el presente como ruina y se apropia de las distopías del futuro. Ella no puede ser leída como un simple músico. En su proceso creativo, la performatividad es tan importante como sus composiciones. Símbolo de deconstrucción infinita, ella tiene la capacidad de ser infiel a sí misma, abandonarse y reformularse una y otra vez si es necesario, como músico, como ente biológico y como venezolana.

Uno de sus primeros videos antes de la transición, Reverie (2017), no es otra cosa que una revisión del tema Caballo viejo, compuesto por el célebre Simón Díaz, donde aparece con patas de caballo invirtiendo los roles: ya no es un caballo viejo que romantiza su amor por la juventud, en este caso es la juventud “corrompida”, usada y devastada por los caprichos más oscuros del amor. 

A pesar de que Nuuro (su primer pseudónimo artístico) exploraba un sonido más bien intimista y delicado, crecer en esa ciudad de la furia, Caracas, definiría mucha de su música actual, incluso su pasión por el Reggaetón. Arca creció escuchando esa enorme cacofonía metálica de los cacerolazos, esos que noche tras noche creaban unos minutos de libertad. “Mientras Chávez nos obligaba a escucharlo” -según sus propias palabras-, “esta experiencia sucedió tan a menudo que estoy segura de que me dejó una marca inconsciente de lo que significa protestar a través del sonido». Esa misma lógica de generar zonas temporalmente autónomas guía su trabajo como músico y performer.

Ella representa la primera generación de artistas que creció con internet. De forma incesante, saca de la virtualidad sus propios avatares para encarnarlos como un fragmento más de su vida biológica. Un ejemplo sublime es el proyecto Rakata, creado para la marca Prada, donde aparece como María Lionza, la deidad pagana de Venezuela.

Invisible para la historiografía estética de su propio país y América Latina, ella representa lo mejor y lo más complejo de nuestro presente. Arca es una criatura que habita el intersticio, ese lugar no binario entre lo masculino y lo femenino, el pop y la música experimental, la niña Trendy o el Cyborg.

La noción de crear espacios que rechazan la idea de que dos cosas diferentes deben ser mutuamente excluyentes se ha convertido en un elemento central de su trabajo y de su vida. Ella asume su identidad de género como no binaria. En cierto sentido, lo no binario es más que su identidad, es una mentalidad. Es una forma de conciliar una amalgama de contradicciones contenidas dentro de nosotros, así como de aceptar el hecho de que no todas las preguntas obtienen una respuesta.

Pauline Boudry y Renate Lorenz en colaboración con Aérea Negrot, “El Cristal es mi Piel – Glass is my skin”, 2022. Instalación sonora y performance a cargo de Aérea Negrot. Vestuario: Sinpatron. Maquillaje: Nuria de Lario. Joyas: House of Malakai. Palacio de Cristal del Parque del Retiro, Madrid. Producción: Museo Reina Sofía.
Pauline Boudry y Renate Lorenz en colaboración con Aérea Negrot, “El Cristal es mi Piel – Glass is my skin”, 2022. Instalación sonora y performance a cargo de Aérea Negrot. Vestuario: Sinpatron. Maquillaje: Nuria de Lario. Joyas: House of Malakai. Palacio de Cristal del Parque del Retiro, Madrid. Producción: Museo Reina Sofía.

AÉREA: criatura de techno, boleros y guachafitas

Aérea Negrot[16] o Danielle Taboga, nacida Roberto Gallegos Ascanio, se definía como un “marico cuántico”[17]. Ella representa un momento a finales de los 90s cuando se populariza internet, donde los creadores asumen su cultura híbrida[18] en dinámicas que les permiten entrar y salir de la modernidad, vinculando lo tradicional popular a las imágenes de consumo masivo y cierta estética “culta”.

Su nombre viene del hábito exotista de seducir pilotos extranjeros frente al Aeropuerto de Maiquetía, en la Guaira, su ciudad natal. Fue compositora, cantante y DJ. Su música es como un pastiche entre electrónica, techno, y cabaret latino. Un personaje dark-tropical, donde se fusiona toda la agresividad urbana al desparpajo del Caribe.

Para explicarlo mejor, podemos leerla como “Roberto”, un pescador de la Guaira que se volvió un híbrido entre Nina Hagen y Celia Cruz, desarrollando un estilo absolutamente personal, pero coincidente con la movida electrónica caraqueña. Ella se describió así: “Yo soy de la costa, de la Guaira, y por supuesto me encantaría salir con unas alpargatas y un vestido de Tamunangue y ser la negra Lorenza. Pero es que yo nací en una época en que quizá ya eso había muerto un poco. Mi ritual sería mucho más auténtico si fuera sobre Jem and the Holograms o Punky Brewster (…) El coco es mi identidad, el patacón, la guayaba. La guanábana es mi identidad, pero con un poquito de techno.”[19]

A finales de los 90s lo dejó todo para cazar machos europeos y buscar el amor, primero en los Países Bajos, luego en Berlín, encontrando en el concreto alemán un refugio seguro, al punto que en pocos años se convirtió en una de las musas del underground europeo, luego de ingresar en 2005 al reconocido grupo Hercules and Love Affair[20].

Como en la escena de una película cursi, durante un concierto de Antony and the Johnsons en un teatro de Berlín, no paró de llorar. A la salida del concierto, bajo la lluvia, con el maquillaje corrido, un chico que estaba afuera le preguntó qué hacía, y ella le puso un CD que tenía entre sus cosas. Le dijo, «ah qué interesante, se lo voy a pasar a Antony”. ¡El tipo era Andy Butler!, jefe de merchandising de la banda.

A partir de allí todo se convierte en una danza escarchada en medio de la oscuridad. Aérea logró mutar y crecer como una sublime Criatura Techno frente a decenas de fotógrafos, artistas y aves nocturnas seducidos por su histeria, con una gestualidad más allá de lo humano y su voz inmensamente espiritual, perforadora, capaz de paralizar a la bestia más furiosa del mar o los titanes del concreto. Luego BPitch Control, paralelamente mientras ella estaba con Hercules, la invitó a sacar Arabxila. Eso la desbordó y solo soportó cinco años dentro de la banda. El motivo de su partida fue simple: no le interesaba la responsabilidad que conlleva ser una superestrella.

La performatividad de Aérea es intuición pura, configurada desde una aparente animalidad que realmente propone un juego de servidumbre voluntaria. Un juego parecido a la estrategia de Josephine Baker cuando llegó a Francia, donde el cuerpo humano se auto cosifica y se reinventa como criatura, abstracta, salvaje y absurda frente a los ojos del otro para seducir y controlar la mirada blanca. Un juego inteligente y común de antropología inversa, que conocemos bien los “salvajes” que adoramos convertirnos en cosa para manipular la mirada eurocéntrica.

Esta criatura formó parte de una élite creativa a nivel global, lo más trendy de la escena europea, esos artistas que deconstruyen el cuerpo, el género y la humanidad asumiendo las grietas de la ciudad oficial como templo. La lista de artistas que se inspiraron en ella, se sirvieron de su imagen, o que generaron diálogos horizontales con su fuerza creativa es muy larga.

Su imagen ingresó a colecciones institucionales en todo el mundo; tiene más presencia en museos y bienales que la mayoría de los creadores venezolanos, pero ella tampoco existe para los historiadores del arte latinoamericanos. Ella no existe para eso que el circuito del arte latinoamericano llama contemporaneidad, un cliché marcado por la pornomiseria, la ruralidad o los refritos modernos. A ella no le importaba, Danielle solo quería compartir con la gente querida, ser amada, ver a su abuela frente al mar, y crear para escapar al suicidio cotidiano.

Aérea Negrot, (Bobbit + cake) in 3x3x6, instalación multimedia de Shu Lea Cheang, representante oficial de Taiwán en la Bienal de Venecia 2019. Curaduría Paul Preciado.

Entre sus colaboraciones recientes más relevantes estuvo la participación en la 58° Bienal de Venecia (2019) con la artista Shu Lea Cheang (Taiwán, 1954) en el pabellón de Taiwán, bajo la curaduría de Paul Preciado. En la Bienal encarna un personaje a partir de Lorena Bobbit, la gringa que cortó la polla del marido por abusador, imagen épica al centro de un proyecto monumental sobre la historia de los crímenes sexuales.

También destaca su colaboración con los artistas Pauline Boudry (Suiza, 1972) y Renate Lorenz (Alemania, 1963) en la instalación El Cristal es mi Piel, creada expresamente para el Museo Reina Sofía en el Palacio de Cristal del Parque del Retiro en Madrid. En esta obra se difuminan los límites entre instalación, escultura social o performance, fluyendo entre realidad y ficción. En esta performance su cuerpo inmenso intimidante y derruido se tamiza entre una masa de humo emitiendo frases discordantes como un chamán de amor apocalíptico. Ese día su voz y su presencia mística emanaba una energía particular; enternecedora pero capaz de cortar el espacio para convertirse en latigazos sobre nuestra piel.

Su última intervención en un museo fue en el marco de la expo-laboratorio LOVE, curada por mi para el Rautenstrauch-Joest-Museum en Colonia. En este laboratorio pretendíamos deconstruir la idea romántica del amor para reflexionar desde una visión queer sobre las dinámicas que afectan a los cuerpos BIPOC[21] en Europa, particularmente la cosificación, tema que ella vivió cada uno de sus días en este continente.

La presentación monumental no pudo realizarse, como tampoco se realizó ninguno de los proyectos queer dentro de esa institución etnográfica que pretendía hacer un descarado Pink Washing[22]. Su performance real consistió en susurrar por 45 minutos unos Cantos de Reparación -con la sala vacía- para ídolos sagrados de origen africano que habían sido expoliados de su contexto y transportados al museo alemán como curiosidad exótica.

Estaba como poseída; eran cantos de amor y de liberación, donde servía de médium para conectar sus propios espíritus protectores con los espíritus atrapados en esos antiguos objetos de culto. Luego de esa performance estaba previsto un gran concierto, un espectáculo en el hall del museo. Fue la primera vez en su vida que ella perdió la voz en un evento; ese gran templo del exotismo colonial la devoró, los espíritus la estaban llamando… ese día, mientras corrimos a llorar en el hotel, sentí que en cualquier momento podía ser llamada al otro lado de la vida, que su cuerpo gritaba otro cambio. Incluso habló sobre la posibilidad de resucitar a Roberto.

Lo queer niega desde su base el concepto de identidad, desechado como mera construcción social y favoreciendo el “estar” por encima del “ser”. En Venezuela, lo «cuir» está cargado de cierta oscuridad, de un dolor que configura cuerpos a la defensiva. Incluso los cuerpos que se mueven en una escena global, comoArca y Aérea, se rebelan al deber ser de la estética de la marica alegre y saludable; o del absurdo cliché de la feminidad encarnada en la princesa. Nuestra versión de lo queer, desde Venezuela, parece más una criatura tropical y apocalíptica que no sueña con ser princesa y no ataca al poder heteronormativo, simplemente lo ignora o se burla de él. Quizás esa es la pista para entender la presencia de sexualidades disidentes en el arte venezolano y la sofisticación que surge entre las ruinas de una nación derrotada.

Este texto no pretende dictar una verdad sobre cómo entender lo queer en este país, pero hay una realidad: nuestro cuerpo queer quedó mutilado. Aérea se lleva en su dolor lo mejor de la Caracas mortal y lo más refinado del underground europeo. Ser queer implica tener el valor de salir a la calle sabiendo que eres un “anormal”, ser queer implica estar condenado a la soledad y entender que quizás nuestra única compañía, cuando la sociedad, tu familia te dan la espalda, serán otras criaturas.

Aérea lanzó por la ventana nuestra Cuelpa Rebelde[23], ese cuerpo que nos pertenecía como símbolo y encarna el presente de una Europa migrante y solitaria que deambula perdida entre las piedras de la noche y se transmuta en energía al ritmo de los bips.


*Material exclusivo para la publicación CUELPA REBELDE, de Rolando J. Carmona, y para Artishock. Prohibida su reproducción total o parcial sin permiso del autor.

** Casi todas las citas de las artistas fueron recopiladas durante el programa de entrevistas online #CRASHINGTHEWHITECUBE


[1] Entrevista realizada por el autor.

[2] Nacido en una fecha misteriosa, casi tan viejo como Lila Morillo.

[3] Este video es uno de los escasos documentos sobre ella: https://youtu.be/_mFAqCQDmps?si=8vXjz_4qxww0Hptt

[4] Arca es una exitosa productora de discos, DJ, cantante y compositora de música electrónica que se hizo mundialmente conocida luego de su colaboración con Björk.

[5] La antropofagia representa para los artistas sudamericanos la forma de fundir el arte y las ideas modernas con los temas indígenas; es una forma de canibalismo simbólico.

[6] Eso no quiere decir que la sociedad venezolana era tolerante con la homosexualidad; hasta el año 97 la ley de vagos y maleantes criminalizaba la homosexualidad, y muchas familias ortodoxas violentaban a sus hijos para “sanarlos” (como en mi caso, obligado seguir terapias de reconversión).

[7] Aclaro, es trans por aceptar su naturaleza híbrida, pero nunca se operó y por periodos se viste de hombre.

[8] Club Kids fue un movimiento juvenil a finales de los 80 y principios de los 90 cona una estética lúdica y futurista. Michael Alig y James St. James estuvieron en la raíz de este movimiento que se centró en la ciudad de Nueva York.

[9] STAYFREE, entrevista realizada por Rolando Carmona vía Instagram. Agosto, 2020.

[10] Voguing es un estilo de danza urbana que consiste en realizar movimientos femeninos con los brazos y las manos mientras se camina. Inspirado en las poses de los desfiles de moda, nació en la década de 1970 en clubes gay frecuentados por homosexuales y transexuales afro-estadounidenses, principalmente en Nueva York.

[11] [persona joven] Que comete robos u otros actos delictivos.

[12] Género musical y danza tradicional de Venezuela.

[13] Basada en Concierto Barroco de Alejo Carpentier.

[14] Consiste en la sincronización de movimientos labiales con vocales habladas o cantadas, simulando así el cantar o hablar en vivo.

[15] Normal/Stayfree + DJ Rey + La Mafia Gay: https://youtu.be/_mFAqCQDmps?si=uKtogz6VmI3fKCX7

[16] Breakcore. From Wikipedia, the free encyclopedia

[17] https://youtu.be/GY9Mg3C4ki4?si=owsEsz_WfTjnDhyA

[18] En entrevista realizada vía Instagram.

[19] Término insertado por el escritor Néstor García Canclini en 1990. Culturas Híbridas es un concepto que refiere a una especie de reestructuración societal y un tipo de movimiento social transitorio. García Canclini ve la hibridación cultural como “una interpretación útil de las relaciones de significado que se han reconstruido a través de la mezcla”​. La hibridación cultural, por lo tanto, observa Švob-Đokić, trasciende los procesos de mestizaje, creolización y similares, y reabre los problemas de “cómo diseñar formas de asociación multicultural modernas”. (Wikipedia)

[20] Entrevista Realizada por el autor

[21] Grupo musical estadounidense de disco y dance punk. La agrupación nació en la ciudad de Nueva York en 2004 como un proyecto del DJ Andy Butler.

[22] BIPOC, que significa gente negra, indígena y de color.

[23] Es un término que en el contexto de los derechos LGBT se refiere a la variedad de estrategias políticas y de marketing dirigidas a la promoción de instituciones, países, personas, productos o empresas apelando a su condición de simpatizante LGBT con el objetivo de ser percibidos como progresistas, modernos y tolerantes.

[24] “Cuelpa” es una palabra del lenguaje queer caribeño para referirse a un cuerpo híbrido.

Rolando J. Carmona

Venezuela/Francia. Curador independiente. Su trabajo se centra en teorías y prácticas artísticas que cuestionan visiones del mundo antropocéntricas y binarias desde una perspectiva interseccional, con énfasis en el arte basado en medios derivados de la cultura post digital. En esta línea, sus proyectos actuales reflexionan sobre IA, ecosistemas híbridos y arte queer latinoamericano. También está preparando la publicación “CUELPA Rebelde”, una revisión de la contemporaneidad en Venezuela desde la lógica queer.

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