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A BRUGNOLI (1935-2023)

Francisco Brugnoli, artista y docente, fue una enorme influencia y apoyo para los estudiantes de una aletargada y precarizada Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Chile, más conocida como Las Encinas. 

Brugnoli hacía un curso de Introducción a Movimientos del Siglo XX en uno de los subterráneos oscuros y poco ventilados de la escuela. Sus clases eran conmovedoras y dedicadas, enseñaba las vanguardias a estudiantes de primer año y traía consigo el legado de la Reforma Universitaria de fines de los 60 y de su práctica artística sostenida en el Chile de la dictadura militar.

A mediados de los años noventa lxs estudiantes nos movilizamos por la renovación de la planta docente y la malla curricular. Era la época de las primeras afrontas en contra de la Ley LOCE, heredada de la dictadura, y tratábamos reconstruir desde las ruinas la dañada organización estudiantil.

Francisco apoyaba y aconsejaba, siempre abierto a dialogar y problematizar, poniendo en perspectiva histórica las demandas y reflexiones políticas. Se logró la calificación académica y el ingreso de nuevos profesores a la escuela, entre ellos Brugnoli, quien se hizo cargo de uno de los talleres de pintura. Traía una forma generosa de enseñar: estaba muy presente en el taller, nos dedicaba toda su atención y terminaba las frases con preguntas, empujándonos a pensar juntxs.

Al asumir su cargo de director del Museo de Arte Contemporáneo a fines de los 90, Francisco, desde la institución museo, apoyó a las generaciones jóvenes que comenzábamos a intentar participar del pequeño circuito del arte local, entonces tan patriarcal y mezquino. Organizó las exposiciones colectivas Zona de Riesgo I y II, apostando por artistas jóvenes sin currículum, que nunca habrían entrado al museo. Abrió el MAC a la primera exposición de egresados del Magíster de Artes Visuales, conectó el MAC con las Bienales de Mercosur y São Paulo, convocó a curadores internacionales. 

Las conversaciones con Brugnoli en esos primeros años me dieron la confianza para ser artista, a pesar de las dificultades. A lo largo de dos décadas más seguiríamos conectados por alguna exposición o proyecto, retomando de vez en cuando el hilo de la conversación que habíamos iniciado años antes. Brugnoli está presente.


Con estas palabras de la artista Claudia del Fierro abrimos este espacio a personas cercanas afectiva y profesionalmente a Brugnoli. Acá se reúne solo un puñado de comentarios, memorias y anécdotas de los centenares de personas que atravesaron su vida, aprendieron de él, se acercaron para un consejo, o lo despidieron el domingo 30 de julio en lo que sería su última visita al MAC. Un homenaje sincero, lleno de cariño, respeto y reconocimiento.


Homenaje a Francisco Brugnoli, 29 de julio de 2023, hall central del Museo de Arte Contemporáneo (MAC) de Parque Forestal, Santiago. Foto: Alejandra Fuenzalida/Prensa U. Chile

Luis Montes Rojas | Artista, vicedecano de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile

Francisco Brugnoli fue, primero, un artista. Y esa condición es la que permitió todo lo demás. Un extraordinario profesor que inculcó en sus estudiantes una mirada donde el arte es la vía de comprender la sociedad, un académico universitario que, desde esa amplitud que dispone el arte, pudo traspasar disciplinas para pensar la complejidad del mundo contemporáneo.

Fue director de un museo que se abrió a la ciudadanía como lugar de reflexión, pensamiento y sensibilidad. Su hacer es coherente con su obra: hace ingresar al arte, a la pintura, todo aquello que no estaba en la academia.

“Había una cultura que no estaba en la Escuela, que existía en Chile, existía para todo el mundo más fuertemente de lo que estaba en la Escuela”, y ese fue su desafío, el que terminó por hacer desbordar la pintura fuera de los márgenes del cuadro. Así también lo hizo como profesor, como académico, como director del MAC. Hizo desbordar la institución para hacerlas reflejo de su compromiso con el pensamiento amplio, con la democracia, con el arte.

M. Elena Del Valle | Productora y Asistente Curatorial del MAC (1998 – 2005)

A mediados del 2004 se avisa que el MAC Parque Forestal, después de años, comienza su restauración arquitectónica, para lo cual necesitábamos tener otra sede, de tal modo que pudiéramos llevar a cabo los compromisos ya programados para el año venidero. Esto nos tomó por sorpresa.

El Profesor Brugnoli, director en ese momento, nos comentó que no nos preocupáramos, ya que había visualizado una nueva sede y quería llevarnos a conocerla.

Nosotros, entusiasmados, partimos a visitar lo que sería nuestro nuevo museo. Nunca olvidaré el momento cuando entramos a este espacio, que había servido de consultorio del Hospital San Juan de Dios y que sus últimos moradores habían sido personas en situación calle. Encontramos restos de fogatas al interior, los servicios sanitarios arrancados de cuajo, por lo que había inundaciones y los dos pisos señoriales se habían subdivididos en cuatro para darle mayor rendimiento al consultorio.

Quienes lo acompañábamos quedamos atónitos y Brugnoli, con su calma habitual, nos dijo: “Este será un espacio extraordinario para un museo de arte contemporáneo”. Estábamos ante lo que sería el MAC Quinta Normal.

Solo me queda decir que de las cosas más notables que tenía el Profesor Brugnoli, a quien le tengo un enorme agradecimiento y cariño, era su capacidad de visualizar y proyectar lo impensable, cualidad que solo la tienen los verdaderos líderes y que fue una constante en todo su quehacer.  

Francisco Brugnoli, "Ver", obra presentada en la NOmade Bienal, Guayaquil, Ecuador, 2023. Foto: Víctor Hugo Bravo
Francisco Brugnoli, «Ver», obra presentada en la NOmade Bienal, Guayaquil, Ecuador, 2023. Foto: Víctor Hugo Bravo
Francisco Brugnoli, «Ver», obra presentada en la NOmade Bienal, Guayaquil, Ecuador, 2023. Foto: Víctor Hugo Bravo

Caroll Yasky | Historiadora del Arte

En 1999, cuando Brugnoli asumió la dirección del MAC, yo colaboraba freelance en una de las revistas del Mercurio cubriendo exposiciones y reseñándolas. Conocía lo precario de la situación institucional y me ofrecí a trabajar con él. No fui alumna suya en la Facultad de Artes de la U. Chile, donde estudié Historia del Arte, pero él estuvo en la comisión que calificó mi tesis de grado en cine experimental estadounidense, lo que nos permitió conocernos e intercambiar intereses que facilitaron mi ingreso al cargo de comunicaciones. Estuve seis años ahí para luego embarcarnos en el proyecto de desarrollar una línea editorial del MAC en 2006, y en 2007 asumir la coordinación de la colección y el archivo, donde estuve hasta mi partida al MSSA, en 2013.

La libertad que me dio para transitar por diversas funciones dentro del MAC -una institución universitaria con tanta historia asociada a la enseñanza del arte en Chile-, de empaparme de su valiosa colección y archivo para generar proyectos colaborativos que permitiesen su difusión y llegada al público, es algo que agradezco infinitamente.

Lo anterior lo replicó con otras y otros compañeros del equipo. Hacíamos museo desde la acción, desde la militancia y el compromiso con la historia, con el arte y los artistas, sabiendo que la escasez de recursos exigía aún más creatividad y responsabilidad en los proyectos con las audiencias. Hay que insistir e insistir, como Francisco decía y recordamos muchos.

Brugnoli movilizaba a las personas consciente de la importancia del arte y la cultura como motor de transformación social, no dejó nunca de problematizar el rol del museo en el contexto político que hubiese y de establecer cruces entre las artes visuales y disciplinas diversas con la mirada siempre puesta en el futuro. Se extrañará su voz reflexiva en el medio cultural.

Varinia Brodsky | directora (s) Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), Chile

Tuve la fortuna de cruzarme en la vida de Francisco Brugnoli. Hacía poco él había tomado la dirección del MAC y yo era una estudiante de arte, callada e insegura. En la sala taller de 4° año de artes de la Universidad de Chile, solía quedarme atrás de los demás compañeros y pasar desapercibida; me daba pánico mostrar lo que fuera de los trabajos que hacía, hasta que en una ocasión me llama al final de la clase y me pregunta quién era.

– Soy Varinia, le dije.

– ¿Tienes algo para mostrarme?, me interpeló.

No me quedó más opción que sacar de mi bolsillo un pequeñísimo rollo de óleos pintados anteriormente, recortados y zurcidos, que se convertían en una larga tira y reflejaban mi crisis con la pintura. Francisco me miraba curioso mientras yo desenrollaba la tela y de inmediato su primera reacción fue de sorpresa y de aliento. Me habló de ver el mundo desde esa mirada particular que proporciona el arte como posibilidad. Me repetía incesantemente “créete el cuento”. De a poco y siempre con su acompañamiento, fui desplegando mi trabajo, así como a mí misma.

Así, fuimos muchos estudiantes, artistas y gestores de distintas generaciones quienes recibimos su enseñanza, desde la escuela de artes de la Universidad de Chile, ARCIS y el MAC, donde defendió un lugar para que los más jóvenes pudieran estar, siempre desde una entrega generosa y nunca complaciente, para abrir oportunidades de desarrollo personal.

Es imposible definir a Francisco Brugnoli. Imposible circunscribirlo a una sola dimensión de todo el aporte que generó durante toda una vida. Es imposible sino entenderlo como un ser trascendental para el arte en Chile, desde una perspectiva política, aguda, inspiradora, tenaz y también controversial.

Con su partida se va parte esencial del crecimiento de muchos que tuvimos el privilegio de estar cerca, así como se va buena parte del siglo XX de este país. El aplauso intergeneracional que le despidió en su museo MAC al momento de la partida hace resonancia de aquella entrega y nos deja como legado la tarea de continuar y no soltar, la responsabilidad de asumir nuestro tiempo y con ello continuar creyendo y creando.

Francisco Brugnoli, 11.00, 11.05. Vista de instalación en Sala Gasco, Santiago

Patrick Hamilton | Artista

Hiato, descalce, deconstrucción son algunas de las palabras que más utilizaba Brugnoli (así a secas) en sus clases del famoso taller vertical en la Escuela de Arte de la Universidad de Chile. Hablo del año 1997. Yo fui su alumno y tuve una relación bastante cercana desde el año 1994 cuando lo conocí en el ARCIS. Me cambié a la escuela de Las Encinas influido por él –a pesar del enojo e incomprensión de Machuca y Undurraga, quienes no dudaron de tildarme de traidor-, e hice mis primeros trabajos experimentales, totalmente alejado de la pintura y el arte entendidos como representación, bajo su influjo.

El taller de Brugnoli era un espacio, diría, de libertad total. Tenía fama, por aquella época, de que todo se sobre teorizaba allí. Cualquier cosa –un objeto, un gemido, un vaso, una foto de familia, una tela vacía- se le podía dotar de un rango de artisticidad. Esto despertaba muchas suspicacias a los ojos del resto de la comunidad, sobre todo, a los ojos de los alumnos del taller de Gonzalo Díaz con los que había una suerte de rivalidad.

Brugnoli representaba el arte de los desplazamientos y de la inmaterialidad en una Escuela de Arte heredera de la Academia, donde el oficio y la técnica eran la forma de legitimación. Un lugar donde cualquier estudiante de segundo año de pintura ya se creía Velázquez o Rubens. Brugnoli era de cuestionar y levantar sospechas, dudar, avanzar un poco, para luego retroceder, utilizando las típicas fórmulas de conceptos opuestos como calce/descalce para mostrar que lo “mismo” puede ser un “otro” dependiendo el lugar, la perspectiva desde la cual se observe.

Francisco Brugnoli, Siempre gana público, 1965.
Francisco Brugnoli, «No se confíe», 1965.
Francisco Brugnoli, «El Aborto», 1969, parte de la Colección del MAC

Demian Schopf | Artista

Escuché de él por boca de mis padres que lo apreciaban mucho. También lo había visto por ahí vestido de negro y de melena cana. Su presencia no pasaba inadvertida. Pero fue recién en 1997 que realmente conocí a Francisco Brugnoli como mi profesor en el Taller Terminal de Pintura en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad ARCIS. Rápidamente reparé en su singular talento para encontrar sentido donde nadie más lo veía y en relacionar una, dos o tres cosas que en apariencia no poseían vínculo alguno.

Me atrevería a decir que nunca volví a conocer a alguien que ejerciera ese oficio –porque es un oficio– con tanta intensidad. Atenuado me lo encontraba en tal y tal persona, así y asá. No sé qué romántico alemán dijo alguna vez que ser poeta no era más que saber vincular hábilmente las cosas. Brugnoli poseía ese don como nadie que haya conocido. Y cómo sabemos, poseer un don es algo más que tener oficio…

Gonzalo Arqueros | Historiador del Arte

La última vez que sostuve un diálogo más o menos extenso con Francisco Brugnoli fue en 2021, cuando me pidió revisar y comentar una semblanza que escribió sobre Guillermo Machuca. Entonces y ahora me resulta conmovedor el sencillo párrafo con que cerraba su texto: Son las 11 de la noche, corren pocos autos en la calle, más tarde, desde el parque, se escucharán los gritos de los sin casa y después el ladrido de los perros, pero nunca el silencio total. Me tomo el último trago de mi té ya frío. Su lectura nos recuerda la atención sensible con que Brugnoli siempre supo encontrar, aún en los acontecimientos más triviales, el sentido plástico formal de las cosas. Por eso en la soledad de la noche anota: “nunca el silencio total”.

Conferencia de Francisco Brugnoli en Galería CAL, 1979. Cortesía: Archivo Memoria Chilena, Biblioteca Nacional de Chile

David Maulén de los Reyes | Profesor de Historia y Teoría de la Arquitectura

Con posterioridad al fallecimiento del artista Carlos Ortúzar, ocurrido el año 1985, Francisco Brugnoli publicó un artículo en la revista de la Asociación de Pintores y Escultores de Chile (APECH). En él planteaba una interpretación del Monumento al General R. Schneider, asesinado en el año 1970 con posterioridad a sus declaraciones constitucionalistas, contrarias a un golpe militar en el contexto de la posible ratificación de la elección de S. Allende.

Brugnoli planteaba que los dos prismas perpendiculares al trazado de la ciudad, descentrados del eje de su base circular, emplazaban un descentramiento en la intersección de límite de la ciudad de una segunda modernidad en Sudamérica del siglo veinte, propia de la polis orgánica (su política ciudadana) y su circunvalación bautizada simbólicamente Américo Vespucio.

El trazado de la ciudad moderna europea, representativa de la democracia, fue una convención de circulación secular y humanista. El asesinato del General constitucionalista era de hecho un descentramiento de este trazado democrático en el momento en que una nueva geometría pretéritamente utópica no se materializaba en Europa, sino que en el sur global. La posibilidad o imposibilidad de un arte contemporáneo Latinoamericano que viniera después de este quiebre sería algo diferente.

El enunciado de Francisco Brugnoli unificó la coherencia de haber invertido su completa experiencia de vida en él, y este fue la construcción de un lugar (im)posible con el cual quedamos endeudados en una articulación colectiva que debiera seguir obligadamente su proceso.

Francisco Brugnoli, Swinger – Up. Curaduría: Víctor Hugo Bravo. Galería de Arte UNIACC, Santiago, Chile, 2015. Foto: Víctor Hugo Bravo.

Máximo Corvalán Pincheira | Artista

Se hace difícil escribir algo sobre Francisco Brugnoli, luego de la cantidad enorme de homenajes que ha recibido. Me tocó vivir muchas cosas junto a él: como profesor; como director cuando trabajé un tiempo como coordinador del MAC Quinta Normal; como artista en numerosos proyectos; en un viaje inolvidable a Beijing caminando incansablemente por la Muralla China; o en ese mismo viaje cuando los artistas locales nos llevaron a un karaoke, donde solo había música china para cantar.

Pero tal vez el recuerdo que más tengo presente fue el primer día de su clase, en el taller de pintura en la ya emblemática universidad ARCIS. Nunca estuve tan impactado por la cantidad de información recibida, con la calma y sabiduría de un maestro; era como si se abrieran miles de ventanas con múltiples posibilidades. Simplemente enmudecí pegado a la pared, aplastado por sus ideas y la cantidad de relaciones visuales que iban apareciendo.

Tengo aun presente las conversaciones sobre la Balsa de la Medusa de Théodore Géricault o las referencias sobre el dispositivo Panóptico de Jeremy Bentham, cosas que “robé” para mis primeros trabajos como artista.

Será difícil olvidar a Brugnoli, con esa magnífica diplomacia que sólo se rompía con su carcajada característica. Fue gratificante ver cómo se le despidió en el Museo, con tanto respeto y cariño, con un aplauso profundo, con la certeza que marcó a muchos, porque cada compañero que me encontré me hablaba de lo importante que había sido para su vida.

Hemos perdido a un hombre muy necesario y solo nos queda decirle gracias. Espero que quienes quedamos estemos a la altura de Francisco.

Francisco Brugnoli, Polo Negro, dictadura servil, NOmade Bienal. Curaduría: Víctor Hugo Bravo. Kottinspektionen, Uppsala, Suecia, 2018. Foto: Víctor Hugo Bravo.

Andrés Durán | Artista

En el año 2000 fui alumno del Taller Terminal de Pintura de Francisco Brugnoli en la Universidad ARCIS, en su emblemática sede de Huérfanos 1710. Justo ese año, quizás para lograr la acreditación, la Universidad hizo algunas mejoras, habilitando una entrada por la calle lateral, pintando salas e incluso poniendo pequeños espacios con pasto.

Cuando teníamos entregas importantes vaciábamos el taller para tener más espacio, sacando trabajos antiguos, una cocinilla, la mesa y un colchón, entre otras cosas. Recuerdo que, en una de estas entregas, las cuales se caracterizaban por ser largas e intensas, al finalizar la clase Brugnoli fue el primero en salir, mientras nosotros nos quedamos conversando al interior del taller.

Después de 10 minutos salí y me encontré con Francisco observando atentamente el colchón que estaba sobre el pasto. Llevaba varios minutos mirando y disfrutando algo extraño que pasaba entre ese colchón gastado y el pasto verde perfecto. Cuando me acerqué dijo: ¡Está espectacular!, y rio con su risa tan característica. Este sutil acto me marcó profundamente, ya que me mostró su capacidad para mirar y entregarse a esa sensación indescifrable de elementos que al juntarse sobrepasan las palabras.

Vista de la exposición «Brugnoli/Errázuriz/Paisaje II», en el Instituto Italiano de Cultura, Santiago de Chile, 2016. Cortesía de los artistas

Paula Coñoepan | Artista

Francisco Brugnoli dedicó su vida completa a las artes visuales, desenvolviéndose tridimensionalmente como artista, director del MAC y docente. En este último aspecto quisiera destacar la impronta que dejó entre quienes fuimos sus afortunados estudiantes, trascendiendo su legado en distintas generaciones de artistas que actualmente fluctúan entre los 20 y 70 años.

El taller de Brugnoli emplazado en la sala 16 de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, donde colaboré como su última ayudante, fue una invitación a abandonar nuestra zona de confort para abrirse ante las posibilidades. Fue un espacio de experimentación y deriva, en el que nos manteníamos inmersos ante la expectativa de lo incierto y en la seductora posibilidad de reformular la realidad mediante el arte. 

Brugnoli desconfiaba de la figura de “maestro”, él estudiaba junto a nosotros, superando la figura paternalista del profesor que tradicionalmente se experimenta en la universidad. Inculcó una mirada crítica y horizontal sobre el quehacer artístico, fomentando la autonomía de les estudiantes para crear, no solo pensando en estándares académicos, sino en obras que nos hicieran sentido y que nos convirtieran en artistas apasionados. Sólo me queda agradecer por esa pasión irradiada que, hoy en día y en adelante, será un motor para seguir creando de manera crítica.

Cristián G. Gallegos | Artista-educador

Las emociones y recuerdos inundaron mi cabeza al estar en su emotiva despedida el pasado domingo en el MAC. Lo conocí primeramente en el magister de la Universidad de Chile en el 2003, luego como joven artista -recuerdo su rostro y risa cuando vio la obra Llamada en espera… absolutamente absurda, comentó-, y en los primeros ejercicios curatoriales, para luego invitarme a trabajar en la unidad de educación (EducaMAC) del Museo de Arte Contemporáneo, entre 2009 y 2015.

No voy a olvidar esa primera conversación en su oficina, donde con voz serena y su característica elocuencia, comentó su visión de la educación en un espacio como el MAC, es decir, un museo perteneciente a una casa de estudios como lo es la Universidad de Chile, que lo situaba como un “ágora de conocimiento y experimentación”, donde la ciudadanía jugaba un rol en la interacción con las obras. También fueron fundamentales su preocupación por los estudiantes y por generar una experiencia de calidad, asuntos que me impactaron, abriéndome un sin fin de posibilidades.   

En adelante, las conversaciones sobre arte y educación fueron una constante, las cuales permitieron transformar al mismo EducaMAC en un espacio de experimentación de la educación contemporánea en museos, que nos llevó desarrollar diversas acciones, actividades, programas o las primeras curadurías pedagógicas en las que utilizamos desde la chatarra hasta el cuerpo. Experiencias únicas en las que el mismo Brugnoli participaba o se detenía a observarlas, para después reunirnos a dialogar detalles que resultaban un aporte al proceso que llevábamos como equipo de educación.

Ese domingo, en el hall central de su querido MAC, además de recordar sus carcajadas, conversaciones, sus afectuosos correos e, incluso, un breve pero bello comentario en mi red, no dejaba de darme vueltas la frase-obra de Luis Camnitzer El museo es una escuela: el artista aprende a comunicarse; el público aprende a hacer conexiones.

Tal vez será porque creo que, consciente o no, Francisco desarrolló con los que pasamos por el museo esa escuela, en la que además de aprendizajes encontramos afectos y una invitación a creer profundamente en lo que cada uno/a hacíamos.

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