PAULINA MELLADO: HUELLAS DE LIEBRE
Sigo aquí y sigo siendo barro, pero estoy llena de pisadas y huecos hondos y huellas y alteraciones. Me han cambiado. Tú me cambias.
Ursula K. Le Guin
Paulina dibuja en su cuaderno: bocetos, figuras, otras formas sin categoría. Usa distintos lápices pasando hoja tras hoja para continuar proyectando su imaginación sobre el papel y probablemente futuras obras mientras simplemente escucha la serie de chistes mal hilados que se lanzan, modo estampida, a su alrededor. O quizás escuchándose a ella misma con un oído frontal para atender parcialmente a la situación social.
En esos bocetos probablemente no hay pequeños paisajes para ser vistos por personas que viven en la ciudad, no hay intenciones de proponer una perspectiva a través de ventanas o geografías que se puedan apreciar a la distancia. Al contrario, en cercanía con la croquera, Paulina desliza sensaciones inmediatas a su presente, sin duda provenientes de su memoria, pero también de espacios cotidianos y tiempos específicamente arbitrarios.
Aunque esta exposición contiene ambas facetas –pequeños y lejanos panoramas imaginados junto al imaginario íntimo que se desarrolla en el taller–, su tendencia es inclinarse hacia añoranzas ingenuas donde la artista asume la artificialidad del paisaje y la poca naturalidad con la que nos aproximamos a él.
Huellas de liebre nos invita a recorrer lugares que vienen de la imaginación para queustedes, quienes por distintas vías llegaron al oriente de la capital, subieron a la segunda planta, tomaron este impreso y leyeron algunas de sus frases, cambien e intercambien puntos de vistas mientras vuelcan sus imaginarios sobre estas escenas encapsuladas.
Paulina Mellado, describiendo la muestra, nos dice que todo comienza con un reconocimiento y encuentro: «las frescas huellas de una liebre» sobre el suelo. A partir de esas señales, la artista ve –sin ver– el pelaje grisáceo y los ojos turbados de la liebre, siente –sin tocar– la suavidad de su pelaje, especialmente de sus lánguidas orejas, y se traslada –sin moverse– a un mundo de ilusiones conectadas con recuerdos performativos de algo que probablemente no pasó en el plano real, pero sí en el perceptual.
A través de pisadas impresas sobre la corteza terrestre, la artista se esfuma del mundo físico-tangible hacia otro planeta construido con fragmentos, reminiscencias, pasados sin data clara, quizás soñados o reinterpretados por una suma de imágenes que anteriormente vivió o creyó vivir.
Los métodos para materializar tales mundos se componen de diversos elementos. Algunos son musgos, maderas húmedas, helechos, cascadas, pequeñas setas en crecimiento, vapor o cerámicas. Otros son de origen científico e industrial y que desde hace años confeccionan la sociedad tecnológica y prosaica en la que habitamos: papeles, cartones, fibra de vidrio, estructuras de metal, acrílicos, óleos y resinas.
Hay también materiales igualmente industriales, pero en conexión con la artesanía, las manualidades, la escolaridad, los juegos decorativos y los afectos que todo ello alimenta. Son mostacillas y otros objetos de la bisutería que la artista valora por su pluralidad y amabilidad, que sin contener relatos épicos están al alcance de todas las personas.
Con ello, Huellas de liebre presenta «un ejercicio nostálgico de memoria», como menciona la artista, sobre el medioambiente y los curiosos procesos de sus ecosistemas. Desde el fantasma de una imagen, una miniatura, una idea errante, estos cuerpos escultóricos y las rugosas placas que aglutinan y traslucen composiciones delicadamente facturadas, Paulina nos enfrenta a perspectivas (del latín, «ver a través de») bajo supuesto control, de aspecto sereno, pero altamente alborotadas o activas en su interior –por presiones o precipitaciones, por cambios de peso o crecimientos difíciles de percibir desde la visión humana– que, tal como las huellas de una liebre, nos movilizan hacia lo que está más allá de la imagen, suscitando variaciones sinestésicas.
En tibios y húmedos invernaderos o en desérticos parajes, Paulina conserva retazos de sus hendiduras internas que combina procesos creativos, materiales, experimentos y cultivos de especies vegetales. La artista crea cuerpos artificiosos: líquidos, vapores, tierras esculpidas, moldes de referencia geográfica interdependientes, haciendo que se quiebre el tiempo lineal a través del montaje y desestabilizando la posición de las y los espectadores, la pérdida de dimensión entre lo que está arriba o abajo.
Como Hito Steyerl propone, hace que la observación flote sobre sujeciones teóricamente estables, pero donde realmente no existe horizonte plano, ni linealidad, ni planicie. La sala de esta galería se transforma en guardiana de una pronta descomposición mientras un cúmulo de esfuerzos colectivos mantienen vivo el circuito.
En Being taken for granite, Ursula K. Le Guin dice que el barro «se queda en su sitio, húmedo y denso y pringoso y productivo» y que para modificarla a ella, en su “barrosidad”, no se precisan explosivos. Como nada es totalmente transparente, desde las huellas, indicios, evidencias, rastros o señales, podemos leer las marcas de seres humanos o no-humanos que trazan caminos para alimentarse, comunicarse o encontrar lugares donde armar sus propias madrigueras. Así, la huella puede ser el puntapié para reactivar nuestra sensibilidad y poder, al modo en que Franco “Bifo” Berardi especula, reconocernos nuevamente.
Ante un futuro incierto, la única verdad -como la artista ha mencionado- es esa «ingenua añoranza», y de ella poco sabemos. Pero, probablemente, como concluye Berardi en la introducción escrita para el libro Los condenados de la pantalla de Hito Steyerl, «debemos preguntárselo a las formas de inteligencia extraterrestre que, bajando la vista hacia la tierra, detectarán los signos de nuestros pasos perdidos, y también los signos de nuestra vida después del capitalismo».
Huellas de liebre, de Paulina Mellado, se presenta del 14 de junio al 26 de julio de 2023 en Galería Patricia Ready, Espoz 3125, Vitacura, Santiago de Chile.
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