
JENNY FEAL Y SU CALIGRAFÍA DE BARRO
I
Toda dictadura es casta y anti vital; toda manifestación de vida es en sí un enemigo de cualquier régimen dogmático1.
II
Sigo sin encontrar el porqué de mi elección. Tendrá que ver con su poder de disentir sin perder la elegancia, con su prosa artística, su caligrafía de barro. Tendrá que ver con el hecho de que en su arte encuentro parte de mi vida y mi exilio, y me encuentro en un país que no es mío, una lengua que no es mía, en el que aún sigo buscándome…
III
La fabricación de mi silueta en la naturaleza guarda -hace- la transición entre mi patria y mi nuevo hogar. Ésta ha sido una manera de reclamar mis raíces para convertirme en una con la naturaleza. Aunque la cultura en la cual vivo es parte de mí, mis raíces e identidad cultural son resultado de mi herencia cubana.2
IV
La primera vez que conocí el trabajo de Jenny Feal (La Habana, 1991) fue gracias a René Francisco Rodríguez, a partir de la invitación que le hicimos para Silent Specific, proyecto de arte digital que curamos a dúo en el año 2020.
La obra de Jenny titulada Lectura de Termitas consistía en la instalación -virtual y por ende utópica- de un libro a escala cubierto por estalactitas, colocado a manera de pórtico en el Archivo Nacional de la República de Cuba. Una obra que anunciaba cuando menos el anquilosamiento de la cultura cubana con una estrategia simple, pero transversal y política en su hechura. Para entonces, ya había comprendido su interés por retar las nociones del espacio público, siempre a través de la crítica y el archivo.


V
Respiré su obra antes de conocerla. A ella la conocería casi tres años después, por vaivenes del azar, en un concierto de jazz en una azotea de La Habana, porque no podía ser de otro modo.
VI
Jenny Feal, a diferencia del resto de los artistas de su generación, dejó el país sin haber finalizado los estudios en el Instituto Superior de Arte, dentro del cual formó parte de la Cuarta Pragmática Pedagógica encabezada como siempre por el propio René.
Su grupo fue el responsable de piezas emblemáticas tales como Ciudad Generosa, vista en la XI Bienal de La Habana, y obra colectiva cumbre para entender el arte cubano con relación a las prácticas sociales. Un legado que Feal ha seguido reafirmando en su creación posterior, como lo demuestra su participación en la pasada Bienal de Lubumbashi, en el Congo -noviembre, 2022-, centrada en la noción de Toxicity3.
Pero haber dejado el país casi de forma precoz no hace a Jenny una artista menos cubana, menos local. Antes bien, su obra es la imagen de una generación de artistas nacida sobre todo en la primera mitad de los 90, motivados por la búsqueda de nuevos paradigmas estéticos no tan comprometidos con el discurso de la épica sino más bien con la envergadura visual, el objeto y los nuevos medios, ávidos de una renovación en el lenguaje que se separe quizás del discurso de sus predecesores, donde lo ideológico pasa a un segundo plano: un medio para arribar a un fin. Así es como encarna el ideal de una obra fresca y joven, fuerte en su técnica y compleja en su quehacer.
A ella le pertenecen temas como el pasado, la familia, la tierra, el guajiro, pero también el trauma, la nostalgia, el olvido, el disenso, la belleza, la poesía y el exilio. Su discurso nace desintoxicado de mensajes políticos explícitos, alejándose de los lugares comunes para crear un espacio propio sin deambulaciones estéticas, bebiendo por supuesto de géneros como el land art, la instalación, el archivo y el arte conceptual.


Jenny, al igual que Ana Mendieta, utiliza el arte como un medio que le permite arribar al origen de las cosas, “resurgir desde la semilla” y cuestionarse qué es la feminidad. ¿Qué nos vuelve más o menos humanos?¿Donde se acaba la historia y comienza la ficción? De ahí que utilice el barro, la tierra y el agua como elementos poéticos-discursivos por excelencia.
Feal es instalacionista, escultora, ceramista, investigadora, psicóloga y todo ello es capaz de ajustarlo a su práctica fina y coherentemente. Una vez en Francia, su país de acogida, estudia en la École Supérieure d’Art et de Design de Marseille y, posteriormente, en l’École Nationale Supérieure des Beaux Arts de Lyon, conocida por su fuerte prestigio y por ser un lugar de cruzadas del arte internacional.
Quizás dicho acercamiento al terreno europeo hiciera brotar en su práctica un lado más cognitivo e intelectual, sin separarse de la técnica y el trabajo manual, ni del interés por la gran escala y el maniobrar in situ, como puede verse en las instalaciones Escalar la montaña (Katanga), 2020, y Pienso que tus versos son flores que llenan tierras y tierras, presentada en el Museo de Arte Contemporáneo de Lyon, en 2019.


VII
A la sombra y con sombreros -que bien pudiera ser el título de una obra o de un libro de poemas- es una de las instalaciones que pueden verse en Barcelona hasta el 18 de julio en la exposición Tengo miedo de un día olvidarlo todo, abierta al público en La Galería by Lastcrit en colaboración con Haba Gallery, en la que comparte espacio con la artista Antònia del Río (Mallorca, 1983).
La instalación que da la bienvenida al visitante, más que ser una obra en sí misma, marca la escenografía de un tiempo y un lugar determinados, inspirada en un viaje que hizo la artista a Zaza del Medio, pueblo central y rural de Cuba de donde vienen sus orígenes. Esta aventura le permitió indagar sobre su pasado histórico familiar, y permearse de la modestia y singularidad de sus modos de vida.
En dicha pieza, objetos se abrazan con cadencialidad y ocupan una vida propia. Una hamaca roja y blanca tejida en el centro, suspendida en el aire y protegida medianamente del “sol” por una pluma que la cubre desde arriba, forma que vuelve extremadamente pesado lo ligero, magistralmente hecha en vidrio.
Cercanos a esta, acechan dos sombreros igualmente en vidrio soplado, suspendidos de la misma forma y dispuestos con elegancia. Son sombreros blancos y rojos que levitan. En el suelo, dos conjuntos de libros en cerámica y, cerca de ellos, una guayabera transparente “bañada” en sangre.
No terminamos de saber si A la sombra y con sombreros relata una anécdota real o es solo el resultado de una historia imaginada, pero lo cierto es que Jenny es capaz de que el espectador llegue a ser también parte implicada de la puesta en escena. ¿Escena del crimen, fábula o historia de campo?
Dada su naturaleza narrativa, la obra es en sí misma una lección magistral en lo que a técnica se trata, un hervidero visual de poesía y manualidad; equilibro entre una historia preexistente y una ficción recreada, alimentada por su experiencia personal y el poder de sus espacios soñados.


VIII
Pienso que tus versos son flores que llenan tierras y tierras (título de un poema escrito por la artista) es otra de las instalaciones presentes en esta muestra, una obra mucho más compleja y abarcadora que lo que nuestros ojos alcanzan a ver.
Desde un espaldar hecho de madera y rejilla de mimbre se desprende un banco grande y esquinado. Un banco que es una habitación y un retrato de familia en sí mismo, y que aún sin quererlo ocupa toda nuestra atención.
El espaldar pareciera moldeado como se moldea el barro, solo que este está hecho a partir de formas de dorsos de figuras humanas, tomando la vida de cuerpos físicos que se encuentran sentados y recostados a él, cómodamente acurrucados.
Y en el centro, un vacío, rellenado con la sinuosidad de una silueta que abraza a alguien más en el banco. A los pies de este vacío, un par de moldes de pies descalzos en porcelana resaltan en azul cobalto sobre un pedestal de madera.

Marcelino Feal, psiquiatra de formación y preso político que sufrió 17 años y 8 días de cárcel en Cuba, es la persona detrás de esta obra: su abuelo, a quien naturalmente Jenny nunca alcanzó a conocer. Sin embargo, ambos mantuvieron una relación epistolar casi secreta, y en su amor epistolar no hablaban de política ni de Cuba, sino de arte, literatura y poesía.
Su abuelo, como tantos cubanos, fue condenado al exilio, alguien que anunció su ausencia incluso antes de su propia muerte. Su desaparición de Cuba fue primero ideológica y luego física.
En el banco de Jenny están muchos abuelos, muchas familias atravesadas por una historia repetida en bucle. Pienso que tus versos…, entonces, es la literatura de Arenas, de Cabrera Infante, es un verso de Martí, y una canción de Varela. Es una obra superior no solo por su hechura técnica, sino porque ella misma representa el interminable juego de binomios sobre el que se ha construido y se construye la sociedad cubana: historia personal-historia política, ideología o familia, diálogo o censura, quedarse o retirarse…

IX
Jenny Feal utiliza la poesía como una suerte de exilio, empleando para ello una estética crítica y refinada sin recurrir a activismos ni guerrillas propiamente dichos. Usa el extrañamiento para intentar explorar esos silencios incómodos y sentires ambivalentes, haciéndolos inmersivos ante un espectador ajeno.
Sus obras son espacios de respiro y de absoluta contemplación, cómplices de la belleza que siempre recrean. Justamente, en ciertas ocasiones en las que la vida dicta sus pautas críticas e irreversibles, serían el silencio y la escucha mutua los generadores de esos cambios anhelados que se somatizan tan necesarios.
[1] Arenas, Reinaldo. Antes que anochezca.
[2] Mendieta, Ana. Fuego de tierra. Entrevista
[3] En la Bienal de Lumbushi, Jenny Feal trabajó con estudiantes de Beaux Arts de la ciudad de Lumbushi en el desarrollo de tres actividades relacionadas a temáticas como la memoria, el seno familiar y el entorno doméstico de cada uno de ellos, utilizando recursos como el barro, la cianotipia y el performance. Su práctica artística en la República Democrática del Congo estuvo basada en el lenguaje estético como terreno de colectividad y comunidad. Este acercamiento le permitió escarbar en la antropología de vida de estos niños y sus vínculos con un medio ambiente rico en recursos naturales como el cobre, el uranio y al mismo tiempo desprotegido de la contaminación ambiental.
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